Crónica

Ilustración de Luis Galdámez basada en la obra de Javier Rochac y Francisco Moreira

Magia en los pies, ternura en el alma

“Después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”, Albert Camus.

Una crónica no puede resumir la vida de una de las grandes glorias de la historia del balompié mundial. La vida de Jorge González, el más pequeño de “Los Pachines”, es tan elusiva y llena de gambetas cuando se trata de conocerlo y hablar sobre sus momentos de humildad y de gloria. De cara al inicio de la próxima Copa Mundial de Fútbol, en este texto se rinde homenaje a uno de los deportistas más simbólicos de la identidad salvadoreña.

Alberto Barrera
Fotografías: archivo de Alberto Barrera

Noviembre 4, 2022

Jorge González ha sido mago en una cancha de fútbol. Hace magia en su vida y aparece cuando quiere, aunque no se esconde desaparece. Muchos creen que tiene una existencia despreocupada e irresponsable pero está pendiente de su gente, familia y amigos. Esta es una crónica íntima, basada en apuntes de viejas libretas de reportero y la memoria, que resume muchas tardes de fútbol del equipo Prensa Deportiva integrado por periodistas, familiares, amigos y el apodado en España como “Mágico” González. Vivimos y disfrutamos atardeceres enfrentando a equipos de empresas, medios de comunicación, instituciones estatales y otros en los que una de las figuras más conocidas y queridas de El Salvador compartió la magia en sus pies y nos hechizó con su presencia. Contiene datos de una entrevista y de muchas conversaciones en las que Jorge se sinceró sobre su vida y está salpicada de relatos de amigos, admiradores y periodistas que le vieron jugar desde antes  que fuera profesional en El Salvador y jugara en La Liga de España entre 1982 y 1991.

Esa tarde de viernes de febrero, brillante sol quemante, Jorge llegó a la cancha somnoliento, vestía una camisa amarilla desteñida con la silueta de su rostro en el pecho,  calzoneta negra y tenis rotos. Dijo que no iba a jugar porque había olvidado su camisola del uniforme del equipo de Prensa Deportiva. Le digo que le presto la mía y con sonrisa de niño agradecido me dice “si me hace el favor”.

En minutos estaba en la cancha tomó la pelota con sus dos manos y pareció querer besarla. El futbolista famoso con casi 50 años de edad sonreía al hacer calistenia y jugueteaba con el balón sobre la grama de la cancha exterior del estadio Cuscatlán. En el partido con empleados de la cadena de restaurantes Pollo Campero Jorge salió inconforme el primer tiempo porque no había jugado bien, se recriminó por un mal tiro libre. En la segunda mitad anotó un gol con espectacular disparo al ángulo superior derecho al que el joven arquero contrario intentó parar con una estirada, fue imposible y el balón fue al fondo de la red. El guardameta se levantó sonriente y miró a Jorge que celebraba, quizá orgulloso por quien le había vencido. Por nuestra mente pasó el arquero del Racing de Santander, Pedro Alba, quien un día de septiembre de 1986, después de que le anotara un gol con una jugada impresionante en la que primero evadió a un defensor por la izquierda, burló a otros dos que le marcaron y con una “vaselina” el balón besó las redes. Alba fue al centro de la cancha para felicitarle.

Jorge González es captado por la lente de Iván Montesinos en unas prácticas en el antiguo estadio nacional Flor Blanca.

Ése viernes 8 de febrero de 2008, Jorge ya no era aquel deportista de antaño, aunque siempre flaco, pelo largo desordenado y de carácter despreocupado que maravilló desde finales de los 70 y los 80 en El Salvador, España y el mundo, guardaba su brillo de genio futbolista para tratar la pelota y la gente. Más de 20 años atrás impresionó al portero español y ésa tarde al joven guardameta que no se atrevió a correr para abrazarlo. Pese a que al inicio del partido Jorge dijo que jugaría solo un rato, estuvo en la cancha los 90 minutos. En un momento se acercó a la orilla de la cancha y me dijo “si quiere jugar me salgo”, sonreí y le respondí que no, que tenía una molestia en mi rodilla, preferí verle. Gozó, bromeó con propios y rivales, y al final se alegró por el marcador 5-5 del partido en el que nadie ocultó su admiración por el famoso pero humilde futbolista que se sentía en ambiente entre gente que no le demandaba nada, solo que jugara.

Sergio Rodríguez, veterano narrador y comentarista deportivo de radio YSKL y en programas deportivos por televisión, dirigió muchos años el equipo de Prensa Deportiva. Un día comentó que invitaría a Jorge a jugar. Dudamos que llegara pero comentamos que sería genial. Ambos han sido vecinos desde la niñez porque las casas familiares de ambos están en las colonias Luz y 10 de Septiembre, en la misma popular zona al sur de San Salvador. Y un viernes apareció. Sergio nos advirtió que su condición era que no le entrevistáramos porque quería ser un integrante más del equipo. Le cumplimos, aunque tuvimos muchas charlas individuales o colectivas, bromas y gozamos su presencia la cual se hizo costumbre. Aunque algunos viernes no llegaba pero a Sergio le explicaba las razones de su ausencia.

Varios partidos los jugamos en la cancha del Estadio Cuscatlán, en la cual rememoraba muchas tardes gloriosas siendo un joven integrante de Antel, luego Independiente de San Vicente y Fas de Santa Ana, sus primeros equipos en la liga mayor salvadoreña, pero ya había militado en fútbol federado a los 15 años en el Brasilia de Suchitoto. Después del mundial de 1982 en España caló en Cádiz, fue una atracción directa aunque lo pretendieron varios clubes europeos grandes. Pese a que la selección salvadoreña perdió los tres partidos en esa copa y Hungría nos machacó a goles con ese 10-1 aplastante, Jorge fue escogido por la FIFA para el equipo ideal de ese torneo mundial.

Una fotografía hecha en el antiguo estadio nacional Flor Blanca que lleva el nombre de Mágico González.

La mayoría de rivales que enfrentábamos con Prensa Deportiva desconocían que Jorge jugaba en el equipo y cuando le veían se sorprendían. Tomaban fotos y grababan videos. Nunca dijo que no lo hicieran. Solo una vez se levantó y le dijo a un joven que grababa que dejara de hacerlo, su tono era enérgico y el aludido se asustó, pero él tiernamente le dijo “es broma”, le tocó el hombro y siguió equipándose y charlando. Los demás sonreímos por lo que había hecho.

Cada partido era una historia divertida, pues generalmente ganábamos y al final comentábamos sobre tal jugada, especialmente las de Jorge quien llegó al equipo después de su retiro en 2000 a los 42 años de edad jugando en el Fas de Santa Ana. Durante un tiempo integró un equipo con varios ex miembros de la selección que participó en España 82, jugaban dentro y fuera del país, principalmente en Estados Unidos.

Fue por 2006 o 2007 que Jorge llegó y jugó varios años con nosotros. Entre los jugadores estaba Alfredo González a quien él y Sergio llamaban “Diego”, porque decía que jugaba igual a Diego Maradona. Y así le llamábamos. Tenía problemas psicomotrices pero siempre jugaba. Jorge era de los que más le animaba y hasta fingía regañarlo cuando se equivocaba. Sergio y Jorge le conocían pues también era su vecino. A Diego le quedó en su memoria el homenaje a Jorge cuando se retiró del fútbol y un día Sergio me contó que le había dicho que se iba a retirar, pero quería un partido homenaje y si se le había hecho a Jorge por qué a él no. Dijimos que sí y jugamos en el complejo de La Constancia cerca del lago Ilopango. Jorge no faltó y dijo unas sencillas pero sinceras palabras antes de entregarle una camiseta deportiva. Diego murió en agosto pasado en un centro de internamiento de San Salvador adonde su familia lo había enviado desde la pandemia en 2020, porque nadie podía cuidarle ya que la mayoría de ellos residen en Estados Unidos, me dijo Sergio consternado porque no se enteró antes.

Jorge en un acto de despedida a Alfredo González (conocido como Diego), uno de los jugadores más queridos en Prensa Deportiva. Pese a que sufría retrasos psicomotrices, siempre llegaba a jugar. El día que decidió retirarse del fútbol se organizó un homenaje en un complejo deportivo cerca del lago de Ilopango, que fue presidido por el Mágico, vecinos y amigos. Diego murió en agosto de 2022.

Sincerándose a la orilla de una cancha de fútbol

Unas semanas atrás, el viernes 14 de diciembre de 2007, Jorge llegó a la cancha 2 del Cuscatlán pero esa tarde no jugó, tenía una dolencia. Yo también me quedé de cambio. A la orilla en la mitad de la cancha pero en lados diferentes estábamos ambos. Jorge en el lado sur que colindaba con el parque ecológico El Talapo y yo al norte o sea enfrente que limitaba con otra cancha del mismo complejo del Cuscatlán. Jorge caminó hacia donde yo estaba y conversamos del partido que se estaba jugando. Luego él habló con sinceridad de su vida, de sueños, de sus malos comportamientos, de sus hijos y sus madres, así como de lo que había pasado en su encuentro con el cantante pop español Alejandro Sanz unos días  antes. Y fue entonces que le lancé la idea de escribir su vida y convertirla en un libro. Le gustó y voló. Sí, lo quiero hacer, dijo. “Sentarnos, verdad, con una grabadorita, ahorita mismo podríamos estar grabando”. Dijo que quería hablar y que todo “sea para la gente” y para el fútbol, y “ojalá ayude a mejorar la situación para salir de esta crisis.” Muy animado soñaba de lo que podría ser o hacerse con un libro de su vida.

Para aliviar largas sesiones de entrevistas, las cuales nunca le gustaron, le dije que podíamos adoptar un método que sería darle una grabadora y cuando tuviera tiempo contar lo que quisiera, lo que recordara. Dijo que le gustaba la idea y que lo haría. Pareció convencido y me animó. “Quiero decir muchas cosas, de mí, de mis ocho hijos y cinco mujeres”, aunque a lo mejor lo demandaban pero no importaba. Sostuvo que pretendía acusarse “de lo que he hecho”. Con franqueza quería “hablar de los presidentes, de los equipos, de la prensa”. Al final quedamos que en el próximo partido le entregaría la grabadora. Aceptó, pero no llegó al siguiente ni a varios. Fue entonces que decidí llamarle al teléfono de su casa y contestó. “Hola, Jorge”, le dije y respondió: “No está”. Soy Alberto Barrera le dije; “ah, pero no está, le diré cuando venga”. Su voz era inconfundible, pero se negó. Llegó el fin de ese 2007 y hasta el siguiente año jugamos. No había llegado y hasta casi el final de un partido le vi a la orilla de la cancha y no hablamos del tema, pero cuando salía con mi hijo Iván, Reina mi esposa y otros muchachos él estaba en su camioneta, se acercó y me dijo “no se me ha olvidado lo que hablamos, lo vamos a hacer”. Está bien, le respondí. Pero después de eso, el tema no lo volvimos a abordar.

Sobre Alejandro Sanz, quien antes de su actuación en San Salvador solicitó conocer al Mágico González, la empresa patrocinadora pidió a los organizadores del espectáculo que lo buscaran y les fue difícil, pero fue posible por su cercanía con Jaime Rodríguez “La Chelona”, fuerte defensa central de la selección y que jugó en Alianza y equipos en México donde fue capitán del León, así como en Alemania y Japón. Y él lo convenció. Jorge dijo que le dio pena recibir 1,000 dólares por saludar a Sanz y que tomaran fotos. Pero “yo llego por mi gente y no ando cobrando por eso”, aunque dijo “fue lindo” el intercambio. Además le pidieron que se pusiera una camisa “con una gran M” y una gorra. “Yo sabía, uno no es maje.”

Una fotografía realizada por el fotoperiodista Iván Montesinos en un entreno de la selección nacional salvadoreña de fútbol a finales 1981 realizado en el antiguo estadio nacional Flor Blanca, meses antes de su participación en la Copa Mundial de Fútbol de España 1982.

Del fútbol en calles empedradas al Barcelona que no pudo ser

Una mañana en marzo de 1993 buscamos junto al colega Marcos Alemán a Jorge González en la concentración de la selección salvadoreña en un hotel capitalino y le encontramos. Muy cordial nos atendió y le entrevistamos para la agencia británica Reuters y su par estadounidense Associated Press que representábamos. Hablamos con aquel controvertido jugador de 35 años que dos años antes había dejado Cádiz y retornado a El Salvador. Eran los días previos a la cuadrangular final de la CONCACAF en la que El Salvador pelearía con México, Canadá y Honduras una plaza directa o una segunda posibilidad frente a Oceanía para estar en el mundial de 1994 en Estados Unidos y a la que El Salvador no clasificó. Nos habló mucho de él, su vida y sus limitaciones humanas. 

“En la calle de repente estaba jugando fútbol, eran partidos en calles empedradas, ´hoyudas´ (y) eso fue fundamental para mí”, dijo al inicio de la entrevista en la que le pedimos nos comentara sus orígenes. Voló a aquellos años de su niñez en la década de 1960 en la Colonia Luz en la que aprendió a dominar el balón, a burlar contrarios en una cancha improvisada en una calle o un pasaje del barrio empobrecido en el que ese deporte reinaba. Pero gracias a ese fútbol con sus amigos, heredado por su padre y sus seis hermanos mayores Jorge aprendió a dominar sus pies y su mente para crear jugadas personales que le llevaron lejos y tener fama y admiración. Luego en la adolescencia “siempre estaba jugando con mayores que yo”, y eso le llevó a integrar a los 15 años el Brasilia en la entonces llamada Liga B y en el cual le pagaban por primera vez. “Me pagaban 15 colones por partido”, dijo con orgullo al recordarlo luego de haber jugado en Europa y pretendido por clubes como el francés Paris Saint Germain y el italiano Atalanta que llegaron a pujar, dijo, más de un millón y medio de dólares por su pase. Ambas probabilidades las desechó y confesó que jugó mal una prueba con Atalanta para no irse del Cádiz. El Barcelona lo llevó a una gira por Nueva York y jugó al lado de Maradona quien lo consideró uno de los 10 mejores jugadores que vio en su vida. “Me hubiera gustado ser del Barcelona, pero no pudo ser, aunque eso no me frustró”, dijo esa mañana cálida en marzo en la que agradeció la confianza del brasileño Jorge Vieira, técnico de la selección. Vieira lo consideraba un ejemplo. “No me quejo de ser como soy como futbolista y como persona.” Sus orígenes le sirvieron en el desarrollo de su talento deportivo, pero acotó que jugar en una liga europea tan competitiva y lo de El Salvador “fue como ir al Plan Básico y estar en España como un estudio superior” pero que le faltó un poco de escuela.

Pese a la fama y el dinero que ganó no cambió su forma de ser. Aunque dijo que el dinero significa mucho para vivir “yo no le he dado al dinero importancia, así como ha llegado se ha ido”, sostuvo.

Jorge González durante el lanzamiento del programa de televisión La Cancha del Arte que fue transmitido en el canal 10 en 2011. En la foto junto a la conductora, la pintora Mayra Barraza, junto a otras reporteras y comunicadoras institucionales.

El niño que “se amamantó de fútbol”

Siguieron las tardes deportivas de viernes y en cada partido momentos felices por compartir con un fenómeno que hacía magia con sus pies, pese a que los años no habían pasado en vano, pero él era por estirpe un futbolista nato, proveniente de una familia en la que el fútbol siempre fue tema obligado.

Rodeado de siete hermanos, solo una mujer, y seis de ellos futbolistas, el pequeño Jorge fue el octavo de los hijos de don Oscar González y Victoria Barillas. El niño creció en un ambiente de fútbol. “Jorge no usaba pantalón ni camisa, solo una calzoneta y zapatos que siempre le quedaban grandes, pues eran de sus hermanos mayores”, rememoró en esa ocasión Sergio Rodríguez. En la colonia en que habitaba la familia estaba el Atlético Luz en el que su padre era el técnico. Practicaba su aprendizaje en equipos que integró en Agua Caliente, Chalatenango de donde era originario y en San Salvador. Junto a su hermano Miguel militaron primero en la juvenil del club Hércules, campeón nacional seis veces entre 1927 y 1934 y en aguerridos equipos federados en los que eran estrellas, según el blog del club Atlético Marte. En ese ambiente de fútbol conoció a su esposa y compartieron con sus hijos el gusto por ese deporte.

Manuel Cañadas, ex futbolista en equipos profesionales, principalmente el Atlético Marte, dedicado desde hace años a escribir de fútbol y dirigir páginas deportivas en periódicos como el “Más”, aseguró en una columna que Jorge González inició su periplo futbolero en el Juventus de baby fútbol en la colonia Atlacatl y en el ex Campo de Marte hoy Parque Infantil de Diversiones. Cañadas recuerda en una de sus columnas que el hermano mayor de la dinastía Mauricio “Pachín” González (fallecido en diciembre 2018 a los 76 años) llevaba de niño a Jorge a ver los partidos del Atlético Marte en el que jugaba y en 1974 su otro hermano Miguel “la Mica” González lo llevó adolescente a un partido amistoso del Alianza -en el que militaba- a El Paraíso, Chalatenango  y éste sorprendió a la afición con un gol de larga distancia. Jorge entró de cambio “envuelto en una camisola que lo tragaba (y) la risa cundió por un momento”. Luego le vieron como burlaba a rivales y desde unos 35 metros anotó un gol. Al finalizar muchos curiosos se acercaron para verle y uno dijo: “pero si es un bicho”, escribió Cañadas. Meses después Mauricio “Pipo” Rodríguez, un goleador nato de los 60 y comienzo de los 70 en el Universidad y la selección, era técnico y lo llamó a una selección juvenil que jugó en un torneo en Puerto Rico. Un año después debutó en liga mayor jugando para el equipo ANTEL. Otros dos de sus hermanos Efraín “Yin” y Jesús jugaron en liga mayor. Ambos también fallecieron. Y Cañadas aun incrédulo recordó: “Fui de los que no le creyeron  esa noche de 1976 en el Cuscatlán, donde jugando para ANTEL y ante Águila patentó  ́la Culebrita macheteada´ a ras de piso” y sostuvo “me pareció que era imposible crear aquel derroche de magia”. Fue cuando el comentarista deportivo de radio YSKL Rosalío Hernández Colorado lo bautizó como Mago. Y fuimos testigos de esa jugada cuando algunas veces se animaba y la practicaba dejando en el camino rivales de los equipos aficionados que enfrentábamos.

Jorge entrevistado por Hugo Burgos, ex jugador de fútbol de la Liga Mayor salvadoreña y camarógrafo de cadenas internacionales de televisión. Hugo falleció en mayo de 2020 víctima de un paro cardíaco en medio de la pandemia COVID-19.

De magias, arañas y risas

Una de esas tarde y después de un partido nos quedamos más que conversando escuchando a Jorge con Raúl “Araña” Magaña, aquel portentoso arquero que fue titular en la selección (fallecido a los 69 años el 30 de septiembre de 2009). Ambos se elogiaban y se referían con entusiasmo al fútbol nacional, así como a sus logros en el popular deporte. En un momento de la charla Jorge comenzó a hacer flexiones con su cuerpo sobre una canaleta que servía para evacuar las aguas lluvias en los alrededores del estadio. Anocheció y varios integrantes del equipo, junto a Hugo Burgos, también un exquisito exjugador del Chalatenango dotado de una zurda prodigiosa y amante de las chilenas que hasta veterano llegó a practicar. Hugo murió de un infarto en mayo de 2020 en medio del encierro por la pandemia COVID-19. En otra de esas tardes Hugo, quien fue camarógrafo de cadenas de televisión internacionales durante la guerra civil en la cual fue lesionado por una bala en su brazo izquierdo, cuando nos cambiamos de ropa y nos preparábamos para volver a casa, le hizo preguntas a Jorge: “¿A quién admiraste cuándo eras niño?” y le dijo “a Cascarita Tapia con su imponente uniforme blanco”, pero habló de otros como Pipo Rodríguez, Ramón “Mon” Martínez del Águila y Ernesto el “Príncipe” Ruano de FAS.

En ésas estábamos cuando apareció el payaso Chimbombín y saludó alegremente a todos, pues hacía labor de reportero en un noticiero por televisión, y le pidió a Jorge una entrevista para su programa infantil. No le dijo que sí y tampoco no. El payaso volvió a llegar y estábamos jugando, Jorge había llevado a tres de sus hijos, dos niñas y un varón de unos 4 ó 5 años también llamado Jorge y quien ahora está en las menores del Cádiz probándose para intentar jugar en ese equipo y emular a su padre. Chimbombín hizo reír a Jorge y a los niños porque pidió jugar pero con sus zapatos de payaso, y obvio no lo aceptaron. Hizo bromas y se divirtieron. Jorge y sus hijos dejaron de ver el partido.

Caricatura: Nestor Orellana

La felicidad de los goles

En otra tarde de viernes jugamos contra el equipo de Radio Nacional y los aplastamos 10-1, gozamos de verles mal y aprovecharnos de los débiles, pero alguien dijo la vieja frase “el fútbol es así”. La novedad fue que llegaron a jugar dos hijos de Jorge: Rodrigo, quien jugó en Atlético Marte con escaso suceso y Jorge W.G. quien, veinteañero, estaba para probarse en los equipos San Salvador y también en Marte, pero no pudo ser. 

Pese a que el partido no era para nada riesgoso, pues el equipo rival no representaba peligro, Jorge siempre estaba pendiente de ellos como un padre protector y les decía a cada rato “¡cuidado niño!” o “pásela rápido”. Todos nos fijamos en la forma en que se preocupaba. 

A Rodrigo le conocí de niño pues junto a mi hijo Iván estuvieron en la Escuela de Fútbol Futuro que practicaba en la cancha de la UCA y dirigía el entrenador chileno Hernán Carrasco Vivanco, auxiliado por otros técnicos nacionales y otro de Chile. En aquella tarde, también vimos a Jorge hijo, el que vive en Cádiz, quien entre risas nos contó que en España le apodaban “el Picha”. Ese día fue muy cordial y veloz para el nivel en que estábamos, pero realmente no le vimos dotes para que jugara en el fútbol de El Salvador. 

Otra curiosidad fue que ese día anoté tres ocasiones y, a decir verdad, pocas veces tenía tanta suerte. Los tres fueron gracias a un pase de Jorge y los otros dos balones cedidos por cada uno de sus hijos. Jorge celebró más de alguno. Me deleité haciendo esos goles y mucho más ahora que estoy recordando. 

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