Cultura/Artículos
Ilustración: Luis Galdámez
R. M. Valdez *
Agosto 11, 2023
“Detrás de todo gran hombre hay una mujer muy sorprendida” dice un chascarrillo trasnochado. En un estudio que publiqué recientemente sobre las intensas relaciones internacionales de Centroamérica en el siglo XIX y parte del XX —historias plagadas de varones en todos los momentos e instancias— dos mujeres brillan con luz propia en el oscurecido segundo plano de sus protagónicos maridos: María Josefa Lastiri, esposa de Francisco Morazán, y María Cristina Vilanova, esposa de Jacobo Árbenz. Una María abre el estudio y la otra lo cierra1.
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María Josefa era hondureña, de familia prominente. Enviudó siendo aún muy joven de un rico hacendado de apellido Travieso, con quien tuvo cuatro hijos y de quien heredó su fortuna. Se casó en segundas nupcias con Morazán y comprometió patrimonio y seguridad en apoyo a su segundo marido, a quien financió varias de sus campañas y acompañó decididamente durante sitios y contiendas. Él adoptó a sus hijos y ella acogió hijos que él tuvo con otras mujeres. En esta pareja ella era la de la plata.
María Josefa tuvo con Morazán una única hija, Adelita —como la del corrido de la Revolución Mexicana— quien siendo una bebé sobrevivió en brazos de su madre el repliegue desordenado que tuvo que hacer por las calles de San José bajo las balas enemigas. Estuvo a punto de perder la vida en varios episodios con mortales adversarios de su marido, incluyendo agentes del imperio inglés. En una ocasión ella y Adela fueron capturadas por tropas de Carrera, el temible dictador antiliberal y proinglés de Guatemala. Fueron liberadas milagrosamente ilesas por Morazán y sus hombres.
Poco antes de ser fusilado en Costa Rica el 15 de septiembre de 1842, Morazán concluyó su testamento político con una petición: “…tengo cuentas con la casa de Mr. Bennett, de resultas de cortes de madera en la costa norte, en las que considero alcanzar… de diez a doce mil pesos, que pertenecen a mi mujer en retribución de las pérdidas que ha tenido en sus bienes.” Parece claro que esos fondos no llegaron a su destinataria, como tampoco lo hicieron los 625 pesos no cobrados por Morazán de su salario que Lastiri reclamó inútilmente a Costa Rica. María Josefa (Úrsula Francisca de la Santísima Trinidad) Lastiri Lozano —ex primera dama de Centroamérica, Costa Rica, El Salvador y Honduras— murió en El Salvador en 1846 en la miseria.
Cuando los restos de Morazán fueron llevados de Costa Rica a El Salvador en 1849 —donde él pidió que reposaran— fue exhumada y colocada en capilla ardiente junto con su esposo. “Todo San Salvador” pasó a rendirles tributo al Templo de la Concepción durante días, antes de que fueran enterrados en el Cementerio General, hoy Cementerio Los Ilustres, cuyo reconstruido “Mausoleo de Morazán” es también de María Josefa.
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María Cristina Vilanova era salvadoreña, también de una familia pudiente, lo que no resta sino agrega méritos a las dos. Educada en Europa y de “ideas progresistas”, fue una feminista temprana. Conoció al joven oficial descendiente de suizos —con quien el flechazo mutuo fue inmediato— en eventos de equitación en Guatemala. Voces de oposición al gobierno se quejaron de la influencia que supuestamente María Cristina tuvo sobre su marido, con quien conversaba largas horas. Ella habría estado entre quienes “le metían cosas” en la cabeza al reformista coronel. Fue la primera primera dama de Centroamérica en tener un despacho en casa presidencial y llevar a cabo un programa de obras sociales, que focalizó en comunidades indígenas.
Acompañó cercanamente a su marido en toda la experiencia, incluyendo un prolongado, humillante y traumático exilio —su hija Arabella, modelo y actriz, se suicidó en 1965 en un hotel en Bogotá, Colombia. Tuvo que sufragar los gastos de la familia vendiendo hasta sus últimas propiedades en El Salvador (varios países no permitieron que Árbenz trabajara). Luego de la súbita muerte de Árbenz en 1971 durante una visita a México (se ha afirmado que fue un suicidio), lo enterró discretamente en El Salvador. En 1995 acompañó sus restos a Guatemala cuando el gobierno de Ramiro De León
Carpio decidió repatriarlos con honores. Murió en Costa Rica en el año 2009. En el mausoleo de la familia Vilanova en el Cementerio Los Ilustres de San Salvador, hay un nicho vacío donde reposaron los restos de Jacobo Árbenz por un cuarto de siglo2.
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He encontrado datos interesantes en La batalla del amor: María Josefa Lastiri, un libro de la hondureña Elvia Castañeda de Machado, de seudónimo Litza Quintana, publicado en 1991 por la Academia de Historia y Geografía de Honduras —actualmente agotado, llegó a mi poder en PDF, del que extraje la información que presento arriba. Es un libro laudatorio de María Josefa y Morazán, patriótico, abundante en información genealógica de la pareja y sobre sus históricas gestas. Incluye un valioso anexo documental. María Josefa es una heroína del amor por su marido y por la causa.
Como lo revela Litza Quintana, Adela Morazán Lastiri tuvo una larga vida. Nació en San Salvador en 1838 y murió en 1921 en Santa Tecla, una fresca vecindad también en el país preferido de sus padres. El historiador Salvador Turcios R. la visitó allí en 1911, diez años antes de que falleciera, y reportó que “no obstante su edad avanzada y sus muchos sufrimientos desde la infancia (debido a la agitada vida de su famoso padre) [¡y de su madre!] ‘presentaba un cuerpo alto y recto y conservaba el perfil cesáreo de su glorioso progenitor’”. Para mí que se parecía mucho también a María Josefa, quien al enviudar de su primer esposo era no solamente joven y rica, sino también, como dice Quintana, una “mujer plena, hermosísima, distinguida y de singular inteligencia.”
Adela tuvo cuatro hijos con un hondureño notable de nombre Cruz Ulloa, quien participó activamente en política en El Salvador y fue ministro de Francisco Dueñas y Francisco Menéndez. Uno de los hijos de la pareja, Francisco Ulloa Morazán, fue a su vez el padre de Aída Ulloa Maine, nacida en 1899, la primera esposa del padre de Roque Dalton. Aída y el estadounidense Winnall Dalton Vásquez (su madre era mexicana) tuvieron cinco hijos que fueron enviados por Winnall a vivir a Estados Unidos después de la muerte prematura de Aída.
El dato que la fallecida primera esposa de su padre y madre de sus cinco medio hermanos era biznieta de Morazán y María Josefa, fue probablemente desconocido por Roque Dalton, o no le dio importancia —en general tenía en muy baja estima a los próceres de la historia oficial. En mi criterio, sin embargo, no lo supo, de lo contrario habría escrito o comentado algo, se habría inventado algún cuento.
No tuvo comunicación con sus medio hermanos ni con nadie de ese lado de la familia, del que estuvo excluido o apartado. No se refiere al asunto en ningún texto conocido, incluso en los que ficcionaliza profusamente sobre su acaudalado y distante padre. Imagina a Winnall (nombre que significa “ganalotodo”) como un “cowboy” de película del Oeste, descendiente del “pirata Dalton”, del “Clan Dalton” de asaltabancos de Kansas, un rudo pistolero que contrabandeó armas para Pancho Villa3. Fácilmente pudo haberlo convertido, por decir algo, en un karma justiciero contra los ingleses por haber asesinado al ilustre bisabuelo de Aída y sumido en una crisis convulsiva a la valiente María Josefa —quien además era homónima de la madre de Roque. Después de todo, fue Winnall quien célebremente apuntó: “Ponga usted a una honorable familia inglesa a vivir dos años en El Salvador, y tendrá cuervos ingleses para sacar los ojos a quien quiera.”
Referencias
1 R. M. Valdez, La estrategia del puercoespín: Centroamérica y las grandes potencias 1821-1969. Gainesville, Florida: La Pereza Ediciones, 2023.
2 María Cristina Vilanova de Árbenz, Mi esposo el presidente Árbenz. Guatemala: Editorial Universitaria, 2000.
3 Roger Atwood, “Gringo iracundo: Roque Dalton and His Father”. Latin American Research Review, Vol 46, Núm. 1, 2011, pp. 126-149. Publicado online por Cambridge University Press, septiembre de 2022.
* Salvadoreño, doctor en ciencias políticas de la Universidad de Toronto en Canadá, máster en administración pública de la Universidad de Costa Rica y licenciado en relaciones internacionales de la Universidad de El Salvador.
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