Entrevista
Para Kevin Henríquez la buena salud mental se vincula estrechamente con el goce de derechos humanos en todas las dimensiones de la vida de las personas y colectividades de ciudadanos, con su historia intergeneracional y las heridas no sanadas.
Laura Flores *
Mayo 31, 2024
Kevin Henríquez es psicólogo y, aunque da atención psicológica individual, es fiel creyente de los espacios colectivos de cuidado. Su iniciativa Mentalandia ha creado comunidades de diálogo donde las personas pueden encontrar un lugar seguro para conversar sobre temas como la culpa, la comunidad, el amor, la resiliencia.
Henríquez es también un activista de la salud mental y entiende que así como en las redes sociales se leen buenas y malas noticias, también se puede reflexionar sobre cómo el contexto social genera situaciones complejas para la salud psicológica.
Se sube al autobús o espera en la parada y, mientras lo hace, graba un reel acerca de la importancia de compartir las emociones, de validarlas, y de cómo el ser un salvadoreño o salvadoreña que usa un autobús expone a acoso, aglomeración, largo tiempo de espera, todo lo cual tiene un efecto en nosotros. Escuchar a Kevin hablar de salud mental, es tener una conversación situada sobre el tema.
Se usa mucho el concepto de «salud mental» últimamente, pero en un sentido más complejo, ¿qué significa esta expresión y qué implica?
Podemos hablar de salud mental desde diferentes puntos, pero coinciden en uno: la promoción del bienestar de la persona. Aquí es donde entra el conflicto, puesto que muchas veces la discusión es de qué forma buscar ese bienestar.
La salud mental es transversal porque está relacionada, desde mi perspectiva de trabajo, a una garantía de derechos humanos para las personas, que les permita acceder a una vida digna, que les dé la posibilidad de promover el bienestar individual y colectivo a partir de lo que van necesitando en los contextos.
El último concepto de salud mental según la OMS (Organización Mundial de la Salud) la explica como «un estado de bienestar en el cual el individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y puede aportar algo a su comunidad».
De allí podemos rescatar dos puntos clave: uno ya la mencionamos: la promoción del bienestar, y el otro sería la posibilidad y potencialidad de construir herramientas para enfrentar las situaciones complicadas de la vida, a la vez que se busca aportar algo a la comunidad, que me gusta interpretar como el contexto inmediato de la persona.
De manera general y con aproximaciones, diría que la salud mental del contexto salvadoreño está en crisis desde hace años. Históricamente hemos vivido heridas colectivas que siguen abiertas a nivel emocional, como el conflicto armado y demás. A esto le sumamos que no buscamos un abordaje integral de la salud mental.
A mayor precarización, mayor necesidad de atención psicológica y menor posibilidad de acceder a ella.
Luego de la pandemia todo lo que ya existía a nivel de condiciones psicológicas se aceleró en su aparición. Por eso es que volvimos popular el concepto de salud mental, pero aún no hemos logrado dar el paso a un abordaje real. Sí hay iniciativas que buscan la promoción del bienestar que son funcionales pero no sostenibles si no se acompañan de cambios culturales, sociales, económicos y políticos para que sea integral realmente.
Lo anterior desencadena en que la población salvadoreña adolece de mucho malestar psicológico por los constantes ciclos de violencia que siguen, de manera impune, replicándose desde estructuras como el Estado hasta las comunidades y las familias.
La encuesta nacional del año pasado en el tema de salud mental, reflejó un aumento significativo en condiciones psicológicas de trastornos afectivos y de personalidad, sobre todo en adolescentes. Aquí es donde debemos preguntarnos: ¿qué clase de vida estamos promoviendo que hace que personas adolescentes tengan condiciones críticas psicológicas? Esto deriva, entre tantas cosas, en una ola de aumento de suicidios.
La situación económica para los salvadoreños ha sido siempre un tema muy adverso. ¿Cómo se relaciona esto con condiciones incluso clínicas de salud mental?
Dado que actualmente la condición económica es la que determina, entre tantas cosas, los niveles de precarización a los que una persona se expone, está íntimamente vinculada al acceso a servicios de salud psicológica, que debido a su patrón histórico, no son contempladas como algo que deba garantizarse a las poblaciones.
Esto lleva a que acceder a atención psicológica sea un privilegio y un tema de clase. Entonces, se genera un bucle que se dificulta revertir, ya que a mayor precarización, mayor necesidad de atención psicológica existe y menor posibilidad de acceder a ella. Por esto cierro diciendo: ¿cuántas personas podemos costear el servicio sin que esto altere mis demás necesidades y mi economía? La respuesta es de cada quien, pero depende de ella que veamos en qué nivel de acceso nos encontramos.
¿Cuál es el rol de las redes sociales en este tema? Hay noticias, consejos, estándares a los que generaciones anteriores no estaban expuestos.
Con respecto a las redes sociales, ocurre un fenómeno bien interesante, y es que vino a sustituir, en lugar de ser una opción que complemente los espacios de intercambio de ideas, interacción y convivencia. Un tema muy inexplorado por la psicología si me lo preguntas.
La sensación de que las redes sociales son un canal de denuncia y escucha es peculiar, por eso peleamos tanto en ellas, porque hay una necesidad latente de ser escuchados, de ser tomados como personas que participan en los espacios que habitan, pero al vivir en este contexto tan complejo, lograrlo resulta casi imposible.
Eso me hace recurrir a mis redes sociales, porque, además, me alejo de la incomodidad de ver a la persona con la interactúo, pero ojo, toda esta interacción que es más líquida, que no es palpable, genera impacto psicológico porque, si no, no basaríamos, por ejemplo, la lealtad en los vínculos a partir de reacciones en historias, likes y comentarios en redes sociales virtuales.
En las redes sociales virtuales nos volvemos seres viscerales, con emociones descontroladas, porque claro, eso es lo que se busca que hagamos.
Esto nos expone a una sobrecarga de información que claramente no aprendimos a compartir, ni digerir, y entonces nos volvemos seres complementamente viscerales, con emociones descontroladas, porque claro, eso es lo que se busca que hagamos, porque una emoción desbordada es más fácil de manipular que una con regulación adecuada.
Y la manipulación la menciono como ese elemento del que los sistemas y las personas que ostentan más poder que vos y yo utilizan en nuestra contra.
Hay un incremento en las tasas de suicidio en América. ¿Considera que lo que ocurre en el país con la salud mental de las juventudes es parte de un fenómeno más global?
Sí, es parte, porque adoptamos a través de una narrativa globalizada una forma de vida insostenible en todo tipo de recursos naturales, sociales, emocionales, psicológicos, etc.
Para hablar de suicidio, hay que hablar de factores protectores y causales de malestar que llegan a estar tan desequilibrados que, al final, el dolor es tan grande que le da el valor a la persona de atentar contra su vida.
Factores protectores serían todos aquellos que promueven el bienestar a nivel salud mental, es decir, el acceso a una vida digna y con garantía de derechos, mientras que los causales serían además, a grandes rasgos, los fisiológicos por condicionantes neurológicas.
Muchos estudios dicen que vivir bajo al menos tres ejercicios de violencia en tu contra puede ser un condicionante importante en la aparición de ideación suicida. Ahora te pregunto: ¿cuántos ejercicios de violencia y vulneración de derechos vivimos en El Salvador?
En los años posteriores a la pandemia se ha observado un auge en la discusión de este tema en el país y también en el reporte de casos de depresión y ansiedad en adolescentes y jóvenes. Esto lo muestra también la Encuesta Nacional de Salud Mental. ¿Considera que las juventudes construyen de manera diferente la resiliencia o la forma de afrontar situaciones adversas?
Justo de esta encuesta te hablaba en las preguntas anteriores. Es difícil, porque hablamos de que en menos de 10 años, del 2018 al 2022 que fue aplicada la encuesta, el grupo etario que se veía más afectado a nivel de salud mental y con presencia de ideación suicida pasó de ser en personas mayores de 60 años a adolescentes de 14 y jóvenes de 29. Esto va de la mano con las olas de violencia, donde durante muchos años el grupo que más ataques ha recibido han sido las juventudes.
Actualmente, la manera en que las juventudes se organizan para resistir, aunque no lo quieran, cambió, ya que la naturaleza misma nos obliga a crear maneras de resistir y sobrevivir.
Sería interesante ver qué tan funcionales nos resultan estas maneras de resistir, pero eso lo vamos a saber con el paso del tiempo, mientras tanto nos invito a juntarnos, a hablar de salud mental, a crear comunidades fuertes desde la sensibilidad y el acuerpamiento, con capacidad de denunciar todo aquello que nos está robando la posibilidad de acceder al bienestar.
Eventualmente vamos a enfrentarnos a una población cada vez mayor que presentará ideación suicida, intentos de suicidio y suicidios consumados.
¿Es posible hablar de una disminución en los factores de protección o un aumento de amenazas que influyan en el reporte de estos casos de depresión e incluso de suicidio?
Sin duda alguna que sí. Mientras más un Estado, comunidad, sociedad, instituciones y personas ejerzan la violencia de manera desmedida y esto nos lleve a perder la garantía de derechos, más grande será el nivel de factores causales que hace que los factores protectores disminuyan. Esto es grave, porque eventualmente vamos a enfrentarnos a una población cada vez mayor que presentará ideación suicida, intentos de suicidio y suicidios consumados, como factor más grave.
Mientras eso pasa, hablamos de un malestar y dolor emocional, psicológico y físico generalizado, que no nos deja construir ni crear opciones porque claro, hay que atenderlo, pero, ¿cómo lo atiendo si no tengo acceso a un espacio de atención?
¿Cómo sería en el plano ideal una política de salud mental que atienda la complejidad del tema?
Ya existe una ley de salud mental vigente desde 2017, donde El Salvador se comprometió a garantizar la salud mental como derecho humano. Pero en la práctica se queda corta o no es aplicada.
Idealmente habría que gestionar una reforma a la ley, crear una política que garantice de manera obligatoria el no dejar de lado la atención a la salud mental desde su amplitud de aristas y, específicamente, desde la arista de la psicología y la psiquiatría, crear insumos, medios y mecanismos que garanticen que podemos acceder a servicios de calidad que no me violentan más, ya que actualmente existe también mucha violencia dentro del servicio.
Y claro, la inclusión de un equipo multidisciplinario que permita entender el manejo de acciones que promuevan la buena salud mental.
¿Cuál sería la lectura histórica que haría de la salud mental en el país y cómo se relaciona con la situación actual del tema?
Históricamente este país está roto, hay heridas colectivas y psicológicas de las que probablemente no nos podamos levantar, pero lo importante es hacernos cargo hasta lo que cabe. Por ejemplo, viene desde la época de la colonia, pero lo más impactante que recordamos la mayoría fue la masacre de 1932, la guerra civil en los 80, y el conflicto de las pandillas de los 2000 a la fecha.
Todo esto ha sido resultado de una desatención a la salud mental, que no contempla la garantía de vida digna y nos incrementa los niveles de precarización a grados tan extremos, que nos lleva a decisiones extremas que luego son reprimidas por los Estados, en lugar de ser escuchados y dialogados.
Estos eventos son heridas históricas colectivas, que aunque vos y yo no hayamos vivido en carne propia lo que pasó, sí vivimos las consecuencias desde las personas que sobrevivieron, y desde entonces, sólo las vienen replicando.
Apoya Espacio Revista con tu contribución solidaria mensual
Apoya nuestras publicaciones y las voces de la sociedad civil. Con tu contribución, podremos mantener Espacio Revista gratuita y accesible para todos.
©Derechos Reservados 2022-23 ESPACIO COMUNICACIONES, LLC