Memoria

Luis “la Muñeca” Romero (en primer plano) y otro compañero buscan entre los escombros, luego del incendio en la cuarta planta del edificio Montecristo el 2 de junio 1992. | Foto de archivo de Luis Romero. 

El conflicto armado enfocado por fotoperiodistas veteranos

«Lo importante»

Texto: Raquel Kanorroel*

Junio 28, 2024

En abril de este año seis fotoperiodistas se encontraron en el Museo de la Palabra y la Imagen para conversar y traer del recuerdo algunas experiencias que los impactaron durante la cobertura del conflicto armado en El Salvador. Ivan Montesinos, Carlos Henríquez (Santiago), Gió Palazzo, Luis Romero, Luis Galdámez y Giuseppe Dezza animaron la conversación. Esta vez les presentamos una anécdota en torno a «bienes desaparecidos» de los locales de AP y Reuters.

Durante la plática en MUPI, Luis «la Muñeca» Romero, relató que la oficina de Associated Press (AP) «agarró fuego» cuando estuvo en el Edificio Montecristo, ubicado cerca del Monumento a El Salvador del Mundo, a principios de los noventa. Pero, según dijimos en esa ocasión, Luis Galdámez tiene otra versión de los hechos: que a la sede de la agencia noticiosa «le dieron fuego».

Es decir, aunque él no tiene pruebas contundentes al respecto, cierto «detalle» del que se enteró posteriormente a lo ocurrido lo hace sospechar sobremanera y concluir que aquel siniestro fue provocado.

«La cosa es que se incendió y perdí todo (…) —refiere Romero—, porque, de las fotos que yo imprimía en la ampliadora, las que no servían las iba dejando allí. Desde el Camino Real (donde la agencia tenía su oficina antes de en el Edificio Montecristo) traía esa costumbre, y la gente que llegaba de visita se distraía viéndolas como quien hojea una revista, mirando los muertos y toda mierda».

Lo llamativo fue que el incendio ocurrió el martes 2 de junio de 1992, es decir, después de la firma de los Acuerdos de Paz. Y, junto a las instalaciones de AP, resultaron destruidas las de la agencia International Press Service (IPS) y las de la sede que entonces ocupaba la Organización de Estados Americanos (OEA) en el país. Cabe señalar que, en el mismo edificio —aunque en otro piso—, estaban las oficinas de la agencia Reuters —la única agencia con la que trabajó Galdámez, siempre en calidad de fotoperiodista y de la revista Los Angeles Times, las cuales no salieron afectadas.

Posteriormente, el jueves 2 de julio, la Agencia Salvadoreña de Prensa (SALPRESS) también fue consumida por un incendio.

De modo que todos esos siniestros suscitados después de haberse terminado oficialmente el   conflicto llevaron a algunos —como Luis Galdámez—  a preguntarse si en realidad aquel finalizó o si sólo seguía adelante de otra forma. De hecho, en 1992 fueron allanados los domicilios de la fotógrafa Cindy Karpp y de la corresponsal María Dolores Albiac.

Miembros de las agencias noticiosas AP, IPS y Reuters posan alegremente para Luis Galdámez, sin sospechar siquiera que un siniestro ocurriría allí mismo, meses después. | Foto: Luis Galdámez

Después del lamentable incidente en el Edificio Montecristo, AP y Reuters se trasladaron a otro edificio en la colonia La Mascota, siempre al norponiente de San Salvador. Los propietarios del inmueble ya contrataban servicios de seguridad cuando ambas agencias noticiosas se mudaron allí.

Pero de nada sirvieron tales servicios: AP volvió a sufrir un ataque cuando no había ningún empleado presente. Esta vez, los hechores mojaron el transmisor y arruinaron todo cuanto pudieron —especialmente archivos—, además de robarse dinero y algunos objetos, según comprobaron consternados al día siguiente los empleados de la agencia, entre ellos «la Muñeca» Romero, quien lanzó unas cuantas maldiciones incendiarias. 

Por su parte, Luis Galdámez se dio cuenta al llegar a Reuters que habían forzado toscamente la puerta, al parecer con un objeto afilado. Adentro, descubrió que su equipo fotográfico había desaparecido.

Temprano ese mismo día, Galdámez reportó el robo a la policía, donde le dijeron que darían seguimiento al caso. Y, como Luis siempre guardaba los números de serie de sus equipos, reportó detalladamente cada cosa que le habían robado: una maleta con dos cámaras, sus respectivos accesorios, su grabadora y su pasaporte.

Obviamente, el principal sospechoso era el propio vigilante del turno de la noche anterior. Pero, al someterlo a la prueba del polígrafo, las autoridades concluyeron que el tipo era inocente.

Ricardo Gómez, director de SALPRESS, observa parte del equipo y los archivos consumidos por el incendio del 2 de julio de 1992, exactamente un mes después del ocurrido en AP e IPS. | Foto: Rutilio Enamorado.

Poco después, el entonces Secretario de la Presidencia, Julio Rank, avisa a Barrera que ya habían encontrado el equipo de su compañero, que él lo tenía y que quería hablar con ambos.

Meses después, un amigo le preguntó qué marca era su equipo, y él le respondió que Nikon.

«¡Puta! El hijo de un cabrón coronel anda vendiendo una cámara igualita a la que decís», le informó su «chero», agregando que el militar «por casualidad» era propietario de una agencia de seguridad.

Aunque Luis nunca supo si dicha agencia estaba o no relacionada con la del vigilante del edificio que actualmente ocupaban AP y Reuters, la coincidencia no dejó de parecerle sospechosa.

El periodista Alberto Barrera y los fotoperiodistas Luis Romero y Roberto Navas (), este último asesinado posteriormente por efectivos de la Fuerza Aérea. | Foto: Luis Galdámez.

Posteriormente Galdámez, a través de otro conocido, se enteró de que el hijo del mentado coronel era líder de la Juventud de ARENA, lo cual llegó a oídos de los diputados del partido tricolor, quienes pidieron a Luis y a Alberto Barrera —redactor a cargo de la agencia Reuters en el país— que por favor no dijeran nada.

Pero Galdámez les manifestó que tenía la denuncia lista y que procedería.

Poco después, nada menos que el entonces Secretario de la Presidencia, Julio Rank, avisa a Barrera que ya habían encontrado el equipo de su compañero, que él lo tenía consigo y que quería hablar con ambos, citándolos a Casa Presidencial. Luis y Alberto llegaron al lugar en la fecha señalada, preguntándose qué tendría que ver aquel alto funcionario con el caso.

Primera página del documento emitido por la organización CO-MADRES, en el que se exige al gobierno del entonces presidente Cristiani investigar los incendios a las agencias noticiosas. 

Rank los esperaba tras su amplio y elegante escritorio, sobre el cual, efectivamente, estaba todo lo que Galdámez perdiera días atrás.

«Mirá, Luis, aquí está tu equipo. Lo importante —recalcó Rank, sonriente pero tajante— es que lo encontramos. Cómo, no importa».

Entonces procedió a preguntarle al impresionado fotógrafo si no guardaba «imágenes comprometedoras, como muchachas desnudas o cosas así» en dicho equipo. Luis respondió que no.

«Bueno, tenés el derecho de seguir con tu denuncia, pero aquí está. Si vos seguís con “aquello”, se te va a complicar», le advirtió Rank, quien le entregó en ese momento sus pertenencias; agregando que, si le faltaba algo («especialmente las fotos con mujeres chulonas», bromeó Rank), hiciera un recibo para sufragar los gastos, a fin de que el incidente «no pasara a más».

Luis asintió, diciéndole que lo haría. El funcionario se despidió entonces de ellos en tono jocoso y relajado, como quien tiene el control de la situación.

Efectivamente, algunas «cositas» faltaron en lo devuelto a Galdámez, como su pasaporte. Pero el fotoperiodista no procedió con su denuncia ni hizo ningún recibo, consciente de la velada intimidación y del claro intento de soborno de los que fuera objeto por parte del entonces secretario de la Presidencia.

«Fue todo muy burdo», apunta hoy Luis.

Notas de prensa donde se informó sobre los incendios ocurridos en tres agencias de prensa, además de otros actos en contra de periodistas, luego de la firma de los Acuerdos de Paz.   

En cuanto al incendio que sufrió la primera oficina de AP, Galdámez declara que, muchos años después de terminado el conflicto armado, don Luis, un moreno y simpático taxista que vendía vigésimos de lotería y que aparcaba siempre cerca de dicha oficina, le confesó que, en aquel entonces, él reportaba «arriba» sobre las entradas y salidas de todos los trabajadores de la agencia.

Pero, claro, aquello no fue «nada personal» de su parte, pues él simplemente tenía que «rebuscarse» —como la gran mayoría de salvadoreños durante prácticamente toda la historia de El Salvador—; además de que, obviamente, no quería meterse en problemas con… «los de arriba».

Así que él sólo se había limitado a dar sus «reportes», mientras seguía «taxeando» y ofreciéndole a los transeúntes salir de pobres con aquellos billetes que, como siempre, «mañana se juegan»…

Notas de prensa donde se informó sobre los incendios ocurridos en tres agencias de prensa, además de otros actos en contra de periodistas, luego de la firma de los Acuerdos de Paz.   

* Escritora, periodista, pintora y dibujante. Autora del libro Raíces sumergidas, alas desplegadas (2014). Mención honorífica en el III Concurso Internacional de Microrrelatos Jorge Juan y Santacilia, con sede en Novelda, España (2016).

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