Memoria

Raúl Beltrán (al centro) observa a los guerrilleros Medardo González y Lorena Peña. Beltrán fue instructor de Venancio en la Universidad de El Salvador. | Foto: Luis Galdámez

El conflicto armado enfocado por fotoperiodistas veteranos

Transmisión desencadenada

Textos: Raquel Kanorroel*

Octubre 18, 2024

«Nosotros esperábamos cualquier estallido de violencia a finales de octubre o principios de noviembre, porque así nos lo habían anticipado algunas gentes que estaban vinculadas a la guerrilla en San José, Costa Rica, cuando fue la Cumbre de Presidentes allá», relata el periodista salvadoreño Venancio Ramírez, quien estuvo entre los periodistas que recibieron dicha información privilegiada, junto a la sugerencia de que permanecieran atentos.

Aunque se mostraron un tanto incrédulos entonces, el hecho fue que, gracias a aquella advertencia, la Ofensiva hasta el Tope —acaecida el 11 de noviembre de 1989— no tomó a tales periodistas por sorpresa. Sin embargo, señala Venancio, no esperaban un ataque tan fuerte como ese. 

Esa misma fecha, en horas del mediodía, hubo una marcha en protesta por el asesinato de Febe Elizabeth Velásquez, la que Ramírez cubrió. Velázquez fue una joven y reconocida líder sindical, Secretaria General de la Federación Nacional Sindical de Trabajadores Salvadoreños (FENASTRAS) y alta dirigente en la Unión Nacional de Trabajadores Salvadoreños (UNTS).

Protesta de sindicalistas en 1987. La situación salvadoreña fue agravándose hasta estallar en 1989 con la Ofensiva hasta el Tope. | Foto: Luis Galdámez

Para entonces, Venancio trabajaba en Radio YSKL. Ese 11 de noviembre, cuando terminó su jornada laboral, recuerda que «me fui tranquilo para mi casa, como si nada». Al anochecer cayó una pequeña llovizna. Él vivía en su natal San Ramón, al sur de Cojutepeque, y desde donde bajaba del autobús a su casa, todavía tenía que caminar un trecho. A medio camino iba, en la oscuridad de la noche, cuando sintió vibrar el radito que siempre andaba en su maleta. 

Era el locutor Tony Alvarenga, quien daba todos los pormenores del estallido de la Ofensiva. Venancio empezó a correr fuerte para sentarse en algún sitio propicio y comenzar a tomar datos pues, en un mundo sin celulares y en un pueblo donde sólo había un teléfono de ANTEL, por entonces, no tenía cómo comunicarse con nadie: sólo le quedaba escuchar la radio, el único medio por el cual podían mantenerse en contacto e informados en aquellos días. 

El señor «chaparro, calvo y jodarria» era Luis «La Muñeca» Romero. «¡Mirá, venite, aquí positivamos!», le dijo con una gran confianza.

Tampoco podía regresar, porque ya eran casi las nueve. Así que se acostó, como a la medianoche, preocupado porque tenía que madrugar y seguramente no habría transporte al siguiente día, domingo 12, además de que «en mi cartera sólo me amanecían cinco colones». De modo que en la madrugada le anunció a su madre que se marchaba de nuevo a San Salvador. Ella, enojada, le dijo: «¡Está muy peligroso! ¿Qué vas a hacer? ¡Cómo que tu nana te está esperando allá!». Y él le replicó: «¡No, pero tengo que ir a ver qué hago!».

«Tengo que ir a ver qué hago»: expresión muy salvadoreña que denota una enorme voluntad de sobrevivir y, si se trata de sobrevivir haciendo lo que a uno le gusta, mucho mejor. Trabajar en prensa era lo que Venancio había deseado toda su vida.

Venancio ingresa al «Cuartel»

Oscar Venancio Ramírez López era un estudiante recién ingresado a la carrera de periodismo en la Universidad de El Salvador (UES), cuando llegó al «Cuartel de la Prensa Internacional» —como se conoció al Hotel Camino Real durante el conflicto— el 22 de abril de 1983. Venancio tenía 21 años y nula experiencia en ese entonces: apenas sabía contestar el teléfono y escribir a pica pollo en la máquina, pero tenía un gran deseo de aprender el oficio, el que lo apasionó desde niño. De hecho, en octavo grado hizo un periódico por iniciativa propia.

Se acercó a Pablito Ayala —que ya trabajaba en la Agencia EFE, donde era «segundo de a bordo»—, quien a su vez le presentó a Raúl Beltrán (de United Press International, UPI). Aunque Beltrán era instructor en el Departamento de Periodismo donde Venancio estudiaba le preguntó en qué quería trabajar, y Ramírez le contestó que en lo que fuera. Entonces Beltrán le dijo que llegara el jueves por la mañana al Camino Real para hablar. 

Venancio Ramírez López es el fundador del programa Red Informativa en Radio Litoral Multimedia. | Foto: Luis Galdámez

Venancio llegó, puntual y emocionado, pero pasaron las horas y Raúl no se presentó. Entonces le preguntó a un señor «chaparro, calvo y jodarria» si conocía a Beltrán. «¡Mirá, ese culero no está, anda por Washington!», le contestó aquél, preguntándole a su vez al joven que qué hacía allí. Venancio le contó que Beltrán lo había citado y su interlocutor le dijo que le había «dado paja», invitándolo después a pasar a la segunda planta. 

Allí entraron a la habitación ocupada por Associated Press (AP) y el simpático señor ingresó al laboratorio, invitándolo a pasar también y diciéndole: «¡Mirá, venite, aquí positivamos!», con una gran confianza. De allí nació una gran amistad: el señor «chaparro, calvo y jodarria» era Luis «La Muñeca» Romero. «Es así como me llevan de rastreador de noticias, ganando doscientos colones, que realmente no era nada», expresa Ramírez. Sin embargo, ya tenía «algo que hacer», y además le encantaba. 

«Me acostumbré a trabajar sin grabadora, sólo con la libreta, a tomar apuntes y a escribir citas textuales sin necesidad de escuchar grabaciones». Venancio Ramírez.

Primera satisfacción, primera decepción

Luego de acompañar cierta vez a Iván Montecinos a Chalatenango y haber regresado con buena información sobre algunos guerrilleros allá, Venancio se sintió contento. De modo que, cuando lo mandaron a reportear a Casa Presidencial, sintió una gran confianza, a pesar de que le dieron una grabadora «de las pequeñas, con casetes pequeños» que él nunca había utilizado. 

Era el último día que llegaba a Casa Presidencial el exembajador estadounidense Thomas Pickering. Cuando el tipo habla, Ramírez mete, aguerrido, su grabadora en el tumulto. Al llegar a la oficina, le solicitan la grabación del diplomático… y sale una de Radio Venceremos: no se grabó nada, pues el joven reportero apretó la tecla equivocada. Venancio vio el gesto de molestia de Michael Druge, el jefe en UPI por entonces, «y yo bien ahuevado…», recuerda. 

Luego llega donde Luis Romero y éste le pregunta que si grabó. Al decirle Ramírez que no, «La Muñeca» hace un embudo de cartulina y comienza a vocear: «¡Atención! ¡Atención! ¡Algún hijueputa que haya grabado las palabras de Pickering, porque este culero no grabó!». Al final, alguien dio una grabación que Venancio transcribió y entregó al gringo, pero éste seguía molesto, porque la nota ya era de segunda mano. 

Sin embargo, esto no amilanó a Ramírez, quien depuró bastante su técnica en el camino, hasta llegar a merecer una beca del Programa Centroamericano de Periodismo en 1990 para tomar unos cursos en la Universidad de La Florida: «Me acostumbré a trabajar sin grabadora, sólo con la libreta, a tomar apuntes y a escribir citas textuales sin necesidad de escuchar grabaciones. Obviamente esto lo aprendí de grandes reporteros que vinieron acá».

El exembajador de Estados Unidos, Thomas Pickering, arriba a un cantón en Zacatecoluca en los 80. | Foto: Luis Galdámez

La muerte le transmite un saludo a Venancio

El domingo 12 de noviembre de 1989, Ramírez salió hacia San Salvador en un camión que transportaba ganado, «con mi maletita amarrada al cuerpo, mi grabadora y también una mi cámara que tenía, Minolta, obsequio de mi mentor, el periodista mexicano Javier Carrillo». En la capital el ambiente era pesado y caluroso, «había miedo, la gente caminaba bien rápido de un lado hacia otro: la preocupación de todos era la guerra, que cualquiera podía ser víctima de cualquier balazo». 

Cuando llegó a la radio cerca de las 11 de la mañana, todavía no había cadena, sino hasta unas horas después: «Me quedé esa noche, tranquilo, solamente escuchando el tableteo de las ametralladoras y las trazadoras sobre la zona del Lamatepec… Y nosotros sin poder decir nada, más que pura propaganda encadenada con la Cuscatlán». 

«Quizá hasta cierto punto uno era un irresponsable con su vida, pero también estaba el compromiso de informar». Venancio Ramírez.

Venancio durmió en la radio y se levantó como a las 5 de la mañana, cuando empezó «a recibir llamada tras llamada de la gente pidiendo auxilio, diciéndonos que en sus respectivas comunidades había heridos, que estaban sin comida, que había niños fallecidos… En fin, todo un caos. Y nosotros, pues, un tanto temerosos». 

Luis Alonso Alfaro Rosales —quien entonces era locutor, pero después fue director de la YSKL— le informó a Venancio que en ese momento no estaban en cadena, al tiempo que le preguntó: «¿Qué dice? ¿Entra?». Ramírez, extrañado, le responde: «¿Y usted? Porque usted es quien locuta las noticias…». Pero Alfaro le insistió al joven que lo hiciera él. 

«Tuvo miedo de entrar el viejo, porque la situación estaba difícil. Y, como yo era cipote, a mí me valía madre: no medía consecuencias. Quizá hasta cierto punto uno era un irresponsable con su vida, pero también estaba el compromiso de informar», señala Venancio, quien aquel lunes 13 de noviembre no rechazó la oferta de Luis Alonso, bullente como estaba de ímpetu vocacional. 

Así que le dijo al operador: «“Abrí transmisión y poné expectación”. Y empieza “pá-pa-pa-pa…”». Entonces Venancio comienza a informar de acuerdo a lo que la misma gente le transmitió la mañana de aquel día por teléfono: que aviones de combate estaban bombardeando la zona de Santa Marta, que la gente estaba parapetada, que los hospitales no daban abasto con los heridos… En fin: toda una tragedia. 

Bien «empilado» estaba el joven locutor transmitiendo lo que sucedía, cuando al poco tiempo llega el gerente de la radio y yerno de don Manuel Flores (el dueño de la misma), gritando: «¡Hijueputa, te van a matar, cabrón! ¿Por qué putas rompiste la cadena? ¿Qué no estabas en cadena?… ¡Cerote, ahí han amenazado a don Manuel, que le van a cancelar la frecuencia y a vos que te van a matar!… ¡No seas tonto, sos jovencito todavía!».

Y es que Ramírez no tardó ni diez minutos al aire, deseoso de transmitir tan abultada información sobre acontecimientos acaecidos en menos de 24 horas, cuando el Estado Mayor de la Fuerza Armada contactó a don Manuel Flores para transmitirle las amenazas que el iracundo yerno del asustado señor llegó a decirle a voz en cuello a Venancio. 

Los cuatro compañeros de CBS quedaron atrapados cerca de la Universidad Nacional: «El enfrentamiento era duro. Las balas caían y hasta echaban polvo…».

Venancio Ramírez en 1996, en medio de su gran amigo y mentor, Javier Carrillo (izquierda) y Bruno López, corresponsal de Univisión, en Ciudad de México. | Foto: Cortesía de Venancio Ramírez

El joven entró en pánico, pues los milicos —esos mismos que bombardearon Tenancingo durante un enfrentamiento acaecido en septiembre de 1983, «donde toda la población civil quedó muerta en sus casitas y sobre lo cual quienes fuimos casi no hablamos»— le habían mandado decir, en resumen, que se atuviera a las consecuencias, porque ellos no respondían. 

Así que subió a la segunda planta, donde estaba su escritorio, agarró sus cosas y salió, según recuerda, «todo paranoico de la radio, mirando a todos lados, de que no fuese a haber algo y me ametrallaran… Y cuál taxi, si no había taxi… Y yo a pie, caminando todo asustado… Y empecé a correr, y corría y corría y sentía que la distancia no me abundaba…». 

Un nuevo trabajo (y otro «rozón» con la muerte)

Ramírez llegó al Hotel Camino Real, desconcertado, sin dinero, sin empleo… y al primero que vio, como siempre, fue a su amigo «La Muñeca», quien le dijo, riéndose: «¡Ay, hijueputa! ¿Y hoy qué cagada hiciste, cerote? ¡N’ombre, hijueputa, no seas tonto, te van a joder!». Dándole estaba el joven sus explicaciones, cuando Tim Golden, reportero internacional, le pregunta: «¿Tú rompiste la cadena?».

Ramírez respondió afirmativamente, y Tim le dijo: «Tranquilo, maestro, tranquilo, relájese». Sus palabras fueron sedantes para el joven, quien se fue al local de AP, donde Luis Romero lo invitó a almorzar («“Tranquilo, cabrón. La AP paga”, me decía. O sea, él sólo firmaba»). Durmió en el hotel esa noche. Al siguiente día, en el ascensor iba cuando se encuentra con «El Chele» Carlos Santamaría, de Columbia Broadcasting System (CBS), quién le preguntó qué estaba haciendo y si quería trabajar como sonidista.

«Puta, nunca he trabajado como sonidista…», contestó Venancio. «¡Ah, vos venite, hijueputa! Ahí te indico», replicó Santamaría. Y así, con los cables todos mal amarrados, se fue con «El Chele» a trabajar, en compañía del ingeniero Joaquín Estrada y el periodista Javier Carrillo, el gran amigo y maestro de vida de Ramírez. El productor de CBS en ese entonces era Rafael Tercero, quien dijo: «Hoy sólo quiero combates». 

Venancio recuerda que las notas más fuertes en el mundo aquellos días «eran la ofensiva guerrillera y la caída del Muro de Berlín, la primera asociada a estallidos revolucionarios relacionados con la guerra fría, a un movimiento guerrillero que se quedaba sin péndulo y sin ayuda: una situación bien complicada». 

Y también recuerda que «ese día nos íbamos a morir».

Porque esa mañana, los cuatro compañeros de CBS quedaron atrapados cerca de la Universidad Nacional: «El enfrentamiento era duro. Las balas caían y hasta echaban polvo. Yo sentía un miedo horrible. Aunque ya en otras ocasiones había experimentado situaciones así, tan feas, ese 13 de noviembre elevé mis ojos al Cielo y dije: “Señor, si éste es mi último día, Bendito Seas”», manifiesta hoy quien fuera aquel «imprudente» locutor que «se desencadenó» de la propaganda el 12 de noviembre de 1989 para decir la verdad.

«Pero aquí estamos. Después de 35 años, continuamos vivos todavía, dando la batalla sin claudicar. Y seguimos, aunque pareciera que estamos viviendo otra pesadilla: la de un loco al frente de la administración del Ejecutivo. Creímos que con la firma de los Acuerdos de Paz esto cambiaría, pero… esa es la frustración quizá más grande de muchos de quienes cubrimos la guerra», puntualiza Venancio Ramírez.  

* Escritora, periodista, pintora y dibujante. Autora del libro Raíces sumergidas, alas desplegadas (2014). Mención honorífica en el III Concurso Internacional de Microrrelatos Jorge Juan y Santacilia, con sede en Novelda, España (2016).

Apoya Espacio Revista con tu contribución solidaria mensual

Apoya nuestras publicaciones y las voces de la sociedad civil. Con tu contribución, podremos mantener Espacio Revista gratuita y accesible para todos.

©Derechos Reservados 2022-23 ESPACIO COMUNICACIONES, LLC