Letras
Ilustración: Luis Galdámez
Traducciones y artículo de Yuleisy Cruz Lezcano
Noviembre 1, 2024
Franco Fortini (verdadero nombre: Franco Lattes). El poeta nació en Florencia el 10 de septiembre 1917, vivió su juventud en esa ciudad, entrando en contacto tanto con los protagonistas de la temporada del hermetismo como con los intelectuales que antes de la guerra hicieron la historia de la cultura italiana, desde Eugenio Montale hasta Giacomo Noventa y Elio Vittorini.
Después de participar en la Resistencia de Valdossola se convirtió en redactor del «Politécnico», y desde el 1948 hasta el 1953 trabajó en Olivetti, donde continuó colaborando como redactor hasta los años 60.
El poeta escribió para revistas y periódicos, entre ellos Officina, Quaderni rossi, il manifesto y Corriere della Sera. En 1985 recibió el premio Montale-Guggenheim de poesía. Murió en Milán en noviembre de 1994. La producción de Fortini incluye no ficción, poesía, ficción, guiones, traducciones al verso y prosa del francés y el alemán.
Su obra poética está recogida en Fortini Fortini, Tutte le poesie (Oscar Mondadori, 2014); una antología de escritos de no ficción se encuentra en Saggi ed epigrammi (Mondadori, 2003). Las ediciones de Quodlibet incluyeron I cani del Sinai (2002, 2020), Un giorno o l’altro (2006), Lezioni sulla traduzione (2011), Dieci Inverni 1947-1957 (2018), Foglio di via e altri versi (edición crítica y comentada, 2018), así como el catálogo razonado de la producción pictórica y gráfica Disegno Incisioni Dipinti (2001). Fortini ha traducido a Flaubert, Eluard, Doblin, Gide, Brecht, Proust, Goethe, Einstein, Queneau, Kafka.
La poesía de este autor se caracteriza por una descripción espacial que abunda de realidades, Fortini no es un autor típico italiano de la época, su poesía es universal y atraviesa el pasado, el presente y a veces regresa de nuevo al pasado, logrando imágenes que hacen vivir a través de su experiencia.
Es cierto que no estamos en presencia de una poesía de apasionamientos y sí de palabras contenidas, medidas, pensadas, con una gradual tendencia al diálogo. Fortini conoce el arte de humanizar sus versos. Muchas veces obra el milagro de acercar el lenguaje del “Yo” a un tú, donde todo funciona en torno a ese diálogo, que en otras ocasiones se pierde para ganar el tono íntimo. Su punto de vista es el del hombre moderno que se pone delante de la historia, de los sentimientos, de los deseos, de la muerte, regalando con sus versos experiencias con altos niveles de realidad que trascienden la vida privada.
La poesía de este poeta busca un significado no solo individual sino público, con un lenguaje sencillo, lleno de valores, rico de alegorías, metáforas, parábolas, vocablos de origen bíblico, que a veces constituyen sus herramientas expresivas.
Te reconozco, mordisco antiguo, volverás
muchas veces y luego la última:
Recogí mi fajo de papeles,
preparé la carpeta con notas,
recordé quién no soy, quién soy,
el esquema del trabajo que no haré.
Me despedí de mi esposa que ahora respira
en el sueño siempre la vida pasada,
el dolor que apenas le he mitigado
con imperfecta, piadosa de sí misma,
ternura aterrorizada.
Escribí algunas cartas a amigos
que no me perdonan y que no perdono.
Y ahora a punto de dormir,
un dolor terrible me muerde
como hace mil años cuando yo era un niño
y lo llamaba Dios Señor, y Dios Señor es esta
aguja del mundo en mí.
Dentro de poco, cuando todavía el aire de los patios
fuma por la noche y sobre la ciudad
la brisa pone patas arriba los plátanos, bajaré por la calle
hacia la estación de donde salen los trabajadores.
Contra el río triste y de pechos vivo de ellos
a través de la esperanza móvil que se ignora y resiste,
me iré hacia mi tren.
(De «Una volta per sempre, poesie» 1938-1973)
Fortini en el poema anterior demuestra cómo la corriente lírica puede tratar el tiempo como una dimensión existencial. Según Guido Mazzoni la poética de Fortini, conservando su propia irreductibilidad, encaja en la gran familia del clasicismo lírico moderno, junto con Montale, Luzi y Sereni. ¿Cuáles son, entonces, los rasgos específicos de la poesía lírica fortiniana?
En primer lugar, su escritura va claramente en contra de cualquier concepción órfica y sacerdotal del arte. La poética de Fortini no usa comunicaciones místicas con el Absoluto ni con el inconsciente; sus versos no son una alusión asintótica a la «Nada» ni un flujo imparable, ni una transcripción vitalista completamente plena. El surrealismo y el hermetismo, aunque evitados (especialmente el primero, en la versión más politizada de Éluard), son finalmente rechazados en sus versos. Para afirmar su posición contra la disolución fantástica de la realidad, contra la larga tradición del simbolismo europeo y contra las tesis de Hugo Friedrich, Fortini reitera que las técnicas expresivas y las herramientas retóricas tienen siempre una génesis social e históricamente determinada, diciendo: «el lenguaje poético […] no es una primera lengua», pero es una segunda o tercera lengua respecto al código cotidiano o respecto al código de toda la cultura”; por lo tanto, las teorías «sobre la poesía como lenguaje de los dioses o verbo original» son sólo “mentiras”»[12].
Como consecuencia, Fortini es ajeno al culto a los orígenes, tan propio de tanta poesía lírica moderna.
Las plantitas vienen a mi encuentro y me dicen:
“Tú, lo sabemos, no puedes hacer nada por nosotras.
Pero si quieres entraremos en tu habitación,
las ramas y raíces entre los papeles tendrán salvación”.
Dije que sí a esa demanda
y el rebaño de hojas está ahora aquí mirándome.
Con los bosques descansaré y con las hierbas extenuadas,
vencidos innumerables ejércitos que me defienden.
El poema «Las plantitas», como otros poemas del autor, alterna elegía y profecía, estasis y transformación. Aspirando a un futuro apocalíptico, reduce el aquí y ahora al “pasado” y la «nulidad». La confianza en la continuidad se ve radicalmente perturbada por una trágica percepción utópica de ruptura.
(De «Composita solvantur», Einaudi, 1994)
Estoy en el la habitación donde todo está en orden
donde todo es septiembre.
En el alféizar se agitan, advertidas
de los cambios celestes, las hormigas.
Ninguna melodía esconda aquí
una severidad modesta
la única que no desentona.
¡Asonancias! Tus razones
cuando la noche no se mueve
desde el fondo de la madera las oigo.
El gusano que roía ya no está
pero se pueden imaginar los chirridos.
Ustedes, en los sistemas extraños que las desesperaciones
elevan dentro de la espesura ardua del mundo
y ahora en la habitación tranquila
del antepasado que soy o me convierto,
inmóviles indefensas
arañas delgadas cuelgan.
(De «Composita solvantur», Einaudi, 1994)
Cuando leemos cualquiera de los poemarios de Franco Fortini por primera vez, de inmediato nos damos cuenta de que estamos ante una poesía inmensa; esa impresión se puede entremezclar a veces con la extraña certidumbre de que tenemos delante un texto que se ha ido integrando según los postulados surrealistas, por añadidos que el fluir de la conciencia de la realidad incorpora en indetenible sucesión. Cuando terminamos de leer sus libros estamos ciertamente agotados y perplejos, experiencias ambas inextricablemente unidas. Y todo esto es el agotamiento de la mirada por tantas realidades que ha visto y que nos muestra el poeta. La poesía de este autor es búsqueda de la realidad en sus instantes reveladores.
No es verdad que no fuimos felices.
lo has sido cada vez
que un ojo miraba fijamente con determinación
de negar o comprender.
Si entrabas a una ciudad desconocida
o donde estaba el mar.
Si un gesto recordara el buen uso del amor.
Penetrabas en las iglesias, contra los frescos
tu corazón como se aceleraba. Y recuerda esto:
lloró de esperanza cuando quiso abrazarte
el extranjero perseguido.
O cuando estabas leyendo
de los vencidos que se escaparon
de las manos de los poderosos?
Y en el trabajo también
por respiraciones imperceptibles,
entre la ira y el polvo, si pensabas en otras mentes.
Que sin saber somos felices en ellos,
otra alegría
ahora o cuando sea consumiendo, más tiempo
para durar más
habrán construido con nosotros instantes.
Se nota en el poema anterior la doble negación: “no es verdad que no fuimos felices”. A menudo Fortini usa también el plural: nosotros, ustedes, ellos…estos elementos distintivos pueden interpretarse como una necesidad de diálogo con su alrededor.
Se está haciendo tarde. Los veo de verdad
iguales a mí en el vicio de la pasión,
con los abrigos, los papeles, las luces
de la saliva, el cabello ya quebradizo,
con las palabras y los guiños, excitados
y deprimidos, consumidos y lactantes, roncos
por la conversación ininterrumpida,
como bajan este valle gris,
como la hierba golpeada presionan
donde ya se pierde el camino y la luz.
Las voces que escucho son tan distantes como los hilos
del viento frío entre las piedras y cables…
Cada palabra que me llega es un adiós.
Y aflojo el paso y los sigo en mi corazón,
uno aquí, uno allá, por la trayectoria.
(De «Poesia e errore», Feltrinelli, Milano, 1959)
Hay en estos poemas, al menos yo lo siento así, una inquietante desazón, como una lucidez de la insuficiencia de la imagen del mundo que el poeta contempla y nos comunica en sus entregas. No estamos ante una poesía de complacencias ni de cánticos, de relatos hermosos, sino ante hechos hirientes, a veces tocados de una desesperanza que suponemos imposible de redimir. Se puede decir que el poeta alcanza una sabiduría diferente de la tradicional, una sabiduría capaz de enseñar las diferencias y los alcances de esta poética en su diálogo con la realidad, que nos abre a un conocimiento que se encuentra con una cierta rebelión de la palabra, que puede conducir a nuevos espacios y esperanzas.
Fortini es por momentos autobiográfico, solemne, por momentos coloquial e irónico. Surrealista, dirá Mengaldo. Elegíaco añadimos. Para citar nuevamente al crítico milanés, la suya es una “poesía de la inteligencia”, entendida como inteligencia de análisis, de comprensión de las cosas y también de creatividad. Es decir, una poesía conceptual pero no hermética, a veces onírica y muchas veces privada en un existencialismo mínimo. El poeta busca el sentido último de las cosas, su recomposición mientras se disuelve en un momento en el que también para él es tiempo de recuerdos y despedidas.
Había una mujer que solo yo amaba
como en los sueños se ama a sí mismo
y de bien y de mal la llené
como los hombres hacen consigo mismos.
Ella era la que yo había querido
que me llamara por mi nombre:
y lo decía, cuando la perdí.
Pero tal vez ese no era mi nombre.
Y yendo por otras estaciones y otros pensamientos
buscando otras cosas más allá de su rostro;
pero cuanto más me canso de nuevos caminos
siempre más claro conozco su rostro.
Quizás sea cierto, y lo han escrito los más sabios:
más allá del amor todavía hay amor.
Se pierde la flor y luego se ve el fruto:
Nosotros nos perdemos y se ve el amor.
(De «Foglio di via e altri versi», Einaudi, Torino, 1946)
Es evidente como incluso la poesía aparentemente más privada llama a la vida una parte de la conciencia colectiva, alude al valor no individual del lenguaje, produce significado.
Como se puede notar en la poesía siguiente es fundamental el movimiento de la doble y del contraste, pero también el trabajo sobre el plural: «Y si miramos las dos caras diferentes, las nuestras».
Y ahora en la casa pienso cómo es su cara,
el giro de su mejilla, su voz,
si a veces canta sola para ella misma
y como nada, si llora, la consuela.
Pero ella no sabe cuánto mi mente calla
entre sus sienes de cerrada persona,
ni entre cuantas figuras pasan
sólo ella lleva las horas futuras.
Y si miramos las dos caras diferentes,
las nuestras, una justicia surge de los miedos:
no está en sí misma por muerte segura
una vida que espera en una vida.
Ahora digo estas palabras por ella
que desciende con su destino infinito
en el sueño que la calma,
alma mía por muchos años secreta.
1952
(De «Tutte le poesie»)
Fortini percibía la poesía como una prueba del «yo interior» frente a la historia más que como una actividad reservada a un círculo de profesionales. En el poema siguiente «Canción de los últimos partisanos» sus versos son un canto coral. Este poema fue publicado en 1946 en Foglio di via (Foglio di via), la primera colección de versos de Franco Fortini. No hay héroes ni estampas, sino cabezas (v. 2), baba (v. 4), uñas (v. 6), dientes (v. 8), fragmentos macabros de un expresionismo anti-retórico que quiere restaurar la dimensión trágica de la ferocidad nazi-fascista que anula toda esencia humana. Después de haber adherido, inicialmente, a un tipo de poética caracterizada de versos herméticos, el estilo de Fortini experimentó un cambio profundo, debido a la experiencia adquirida durante la lucha de liberación junto a los partisanos (partigiani). El lenguaje se vuelve franco, duro, pero muy penetrante.
En el estribo del puente
las cabezas de los ahorcados
en el agua de la fuente
la baba de los ahorcados.
En la quiebra del mercado
las uñas de los fusilados.
Sobre la hierba seca del césped
los dientes de los fusilados.
Morder el aire, morder las piedras
nuestra carne ya no es la de los hombres.
Morder el aire, morder las piedras
nuestro corazón ya no es el de los hombres
pero lo leemos en los ojos de los muertos.
Y sobre la tierra haremos la libertad
pero han apretado los puños de los muertos
la Justicia que se hará.
Como se puede observar, el poema anterior tiene una estructura particular como el efecto de un martillo que golpea los sentidos, es como un canto de guerra, que repite ciertos pasajes. Si miramos con atención, de hecho, vemos que las dos primeras estrofas, de cuatro líneas cada una, están estructuradas de tal manera que el primer y el tercer verso (en rima en italiano) hacen referencia a un lugar, mientras que el segundo y el cuarto terminan con la misma palabra. La escena se va reconstruyendo así con detalles que, si bien no pretenden ser una descripción fiel de los hechos, también inspiran miedo por la crudeza de las imágenes.
La elección de las palabras subraya el aspecto de crueldad que tiene el hecho. Así, la palabra quiebra (v. 5), que es ambivalente (el revestimiento de la acera, pero también la condición de pobreza absoluta, como en la expresión quedar reducido a la quiebra), expresa fuertemente no sólo estar tendido en el suelo, expresa también el hecho de estar en la más total abyección; la hierba del prado está seca (v. 7), como para demostrar la aridez y la insensibilidad del corazón de los hombres que realizaron el gesto. Con las repeticiones de versos enteros se hace aún más evidente la tendencia a expresar la tragedia y la pesadilla de la escena, en la que los hombres son al mismo tiempo testigos y víctimas. Sin embargo, no todo está perdido: el poema termina con un verso de esperanza y la libertad es central en la imagen que se retoma en los últimos versos. Leyendo este poema, es como si el poeta estuviera tomando una foto instantánea, las imágenes creadas sugieren que no es la acción lo que cuenta (y que ya pasó) sino el efecto que la mortífera furia nazi-fascista dejó tras su paso.
Como se puede observar leyendo esta selección de poemas, Fortini toca temas muy variados y hace de la contradicción de términos su punto fuerte. Su obra encuentra fuerza con la colisión de elementos diferentes, a menudo antitéticos y necesarios para construir figuras resumidas.
Este autor no es un autor que parece hablar desde la eternidad del tiempo, sino un escritor mezclado con todas las esperanzas, tragedias, cansancios y tensiones del siglo XX. Sus textos poéticos, sus preocupaciones, sus elecciones y sus antipatías siguen conquistando, a lo largo de generaciones, nuevos oídos que comprenden, otras mentes que escuchan, evalúan, interpretan y traducen, aceptan y rechazan. No se puede decir que su poesía habla a todo el mundo, sus escritos siempre han postulado la existencia de un lector dispuesto a llenar los vacíos y a ser desafiado. Su lenguaje puede describirse como «un clasicismo estrecho, cortado, drenado, por tanto, esqueleto o fantasma del mismo. El contenido cortado de Fortini tiende a convertirse en una persuasión o insinuación. De ahí una poesía a menudo hostil, que incluye entre sus protagonistas la verdad y la esperanza, pero también la negación y la violencia. La corrección continua, el conflicto (interno y externo) sin descanso son su verdadera firma, que encuentra salida estilística en los «peros» y «no» de su poesía.
Escribe me digo a mí mismo, odia
quien con dulzura conduce a la nada
los hombres y mujeres que contigo se acompañan
y creen de no saber. Entre los de los enemigos
escribe tu nombre también. La tormenta
desapareció enfáticamente. La naturaleza
para imitar batallas es demasiado débil. La poesía
nada cambia. Nada es seguro, pero escribe.
Apoya nuestras publicaciones y las voces de la sociedad civil. Con tu contribución, podremos mantener Espacio Revista gratuita y accesible para todos.
©Derechos Reservados 2022-23 ESPACIO COMUNICACIONES, LLC