Cultura
Audiovisuales UCA posee una gran cantidad de recursos sobre hechos históricos del país. | Foto: Juan Carlos Mejía
Juan Carlos Mejía*
Noviembre 1, 2024
A principios de 1981, cuando la señal de la extinta Radio Venceremos recién brotaba y se transmitía desde algún cerro del oriente salvadoreño, las preocupaciones que había en las mentes de los compañeros de Santiago eran claras: Los bombardeos, los ataques, los enfrentamientos, los operativos militares, el riesgo de ser capturados o morir como parte del conflicto armado que atravesaba el país.
Pero Santiago, que en realidad se llama Carlos Henríquez Consalvi y que desde hace casi treinta años dirige el Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI), se preocupaba de otras cosas que para otros, quizá, podrían parecer sinsentidos. Santiago, o Consalvi, comenzó una labor que sería clave para el rescate de la memoria histórica, y allí, en las mismas panzas de los cerros donde nació la emisora clandestina, empezó a enterrar las cintas de las grabaciones que iba haciendo de cada transmisión, todo con el fin de que quedara registro de todo, o casi todo.
«Cuando llegaban los operativos militares y tocaba salir en guinda (huyendo) los enterraba», relata Consalvi, a la vez que recuerda cómo esta práctica fue motivo de cuestionamientos de parte de sus superiores, pues consideraban que el perder tiempo enterrando cintas, o cargándolas en una mochila, podría ser un retraso en las labores de retirada estratégica frente a la llegada de los pelotones del Ejército salvadoreño, sobre todo porque aparte de las cintas era necesario movilizarse con el propio transmisor y otros equipos que eran vitales para que la radio no muriera.
Ese método de conservación fue evolucionando con los meses y, en algún momento, las cintas ya se transportaban por tierra, y luego por agua, hacia Nicaragua, donde pudieron sobrevivir a la guerra. Hoy, varias décadas después, Consalvi ya no necesita enterrar y desenterrar archivos, sino almacenarlos en una habitación climatizada que ha construido dentro del MUPI, una institución que se ha convertido en referente en cuanto a la conservación de este tipo de patrimonio, y que, en palabras de su director, desde el inicio se planteó «el rescate de archivos documentales que tuvieron que ver con la historia política, social y cultural de El Salvador».
Muchos investigadores, organismos internacionales,
instituciones o cineastas se acercan al MUPI para consultar
el material que conserva.
Los primeros pasos que dio Santiago en el área de preservación del patrimonio audiovisual fueron en los inicios de la extinta Radio Venceremos, en 1981. | Foto: Juan Carlos Mejía
Hablar de la conservación del patrimonio audiovisual en El Salvador no es algo nuevo, pues el MUPI lo ha venido haciendo desde hace años, al igual que otras instituciones como la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas a través de su unidad Audiovisuales UCA, por lo que vale la pena analizar el estado de este recurso en un contexto digital, sobre todo porque este 27 de octubre se conmemoró el Día Mundial del Patrimonio Audiovisual, declarado así por la la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) desde 1980.
Según este organismo, «los archivos audiovisuales nos cuentan historias sobre la vida de las personas y las culturas de todo el mundo. Representan un patrimonio inestimable y una afirmación de nuestra memoria colectiva, así como una valiosa fuente de conocimientos, ya que reflejan la diversidad cultural, social y lingüística de nuestras comunidades. Nos ayudan a crecer y a comprender el mundo que todos compartimos».
En este sentido, un claro ejemplo de cómo podemos entender nuestra historia son las cientos y cientos de horas de vídeo que conserva el MUPI sobre el conflicto armado que sufrió el país entre 1980 y 1992, un material que, según Consalvi, fue donado en gran parte por periodistas extranjeros y organizaciones que dieron cobertura durante esos años, así como también ha sido reunido como fruto de sus propios esfuerzos.
De hecho, a la fecha, muchos investigadores, organismos internacionales, instituciones o cineastas independientes se acercan al MUPI para consultar y visualizar este material con el fin de producir nuevas obras audiovisuales que aborden esos importantes capítulos de la historia salvadoreña, por lo que su importancia se mantiene intacta. Santiago recalca que este material está a la disposición y alcance del público.
Es un miércoles de octubre y a las instalaciones del MUPI ha llegado una cineasta de origen nicaragüense que, debido a su condición de exiliada prefiere no decir su nombre completo y menciona que prefiere ser llamada Jochi. Ha llegado para acceder a archivos audiovisuales sobre uno de los peores capítulos de la historia del conflicto armado: la masacre del Mozote, ocurrida en diciembre de 1981 y de la cual está iniciando un proyecto documental con un enfoque diferente a los que ya se han hecho.
Jochi, al igual que Santiago, cree firmemente en que la preservación de los archivos audiovisuales es crucial para el rescate de la memoria histórica pues señala que «esta memoria ha sido profundamente invisibilizada en nuestros países, por lo que el archivo fílmico es como nuestra evidencia: da cuenta de un registro que no solo tiene que ver con procesos que son judiciales, por ejemplo, sino también con la práctica artística y de cómo también un material de archivo nos puede poner a revisitar la historia desde una perspectiva que nos dé herramientas para la actualidad».
«Con los años he aprendido, sin estudiarlo, a ir desarrollando una antropología y una etnografía de la imagen…». Santiago.
Y es gracias a estas herramientas que Jochi, según explica, intenta realizar un proyecto audiovisual que no solo se centre en contar lo que pasó en el Mozote, sino que «desde ese mismo archivo se pueda ir agudizando un poco más la mirada y ver por ejemplo, cómo esas comunidades fueron rehabilitando ese territorio, y cuáles fueron los procesos que hubo de por medio para darle vida a un lugar en donde se vivió el horror (…); creo que eso vive justamente en esos retratos en esos archivos audiovisuales», apunta la cineasta nicaragüense.
Para Consalvi, además, el preservar este tipo de documentos audiovisuales no solo ayuda en ese rescate de la memoria, sino que va más allá, es decir que ayuda a entender el contexto en el que ocurre un fenómeno histórico. «Con los años he aprendido, sin estudiarlo, a ir desarrollando una antropología y una etnografía de la imagen, porque la imagen es fundamental», apunta el director del MUPI, quien señala que, por ejemplo, sin las fotografías que tomó el sueco Carl Hartman en Nahuizalco entre 1896 y 1899, no podríamos saber cómo vivían los pobladores indígenas antes de las acciones violentas que cometió el general Maximiliano Hernández Martínez en 1932.
Fotografía tomada por Carl Hartman en Nahuizalco entre 1896 y 1899. | Foto cortesía del MUPI
«Estas fotos brindan un panorama sobre la cultura que el genocidio de Hernández Martínez intentó destruir, así como las intenciones que tenía ese Estado opresor», sostiene Consalvi, quien además agrega que «sin archivos audiovisuales no podemos hacer procesos de rescate de memoria histórica».
Sin embargo, si hay algo que juega en contra de la preservación de los documentos audiovisuales es el tiempo, pues requiere de mucha dedicación debido a que los soportes análogos sobre los que se grababa antes, es decir, el filme y los videocasetes, están a merced de algunos riesgos como los hongos, la humedad, o el deterioro que traen los años.
Debido a esto, Carmen Urbano, quien desde 2008 coordina la videoteca de Audiovisuales UCA, explica que en esa universidad salvadoreña han comenzado desde hace algunos años a digitalizar el material que tienen almacenado, como parte de sus labores de preservación de patrimonio audiovisual, entre el cual hay archivos que ha venido produciendo esa institución desde 2001 y muchos otros que han sido donados por personas externas, incluyendo archivos del conflicto armado y otros relacionados con la coyuntura nacional.
Audiovisuales UCA, al igual que el MUPI, cuenta con un cuarto climatizado y adecuado para almacenar y preservar los videocasetes que aún no han sido digitalizados, y los cuales todavía tienen especial valor. «Estos archivos son importantes porque nos permiten traer a colación cosas del pasado cuando trabajamos material audiovisual del presente», explica Urbano, mientras en la pantalla de su computadora puede verse el proceso de digitalización de material de archivo que instituciones externas a la UCA han solicitado para sus propios acervos.
Carmen Urbano señala la importancia de digitalizar las grabaciones que estaban en cintas y hacer varios respaldos en discos duros.
Este proceso, en sí mismo, requiere de mucho tiempo y también de equipo que, a la fecha, podría considerarse obsoleto. En las oficinas de Audiovisuales UCA, de hecho, hay equipo para capturar videos que fueron grabados en el formato Betacam, famoso en la década de los 80, o el famoso MiniDV, que hoy en día han sido sustituidos por las tarjetas de memorias y los discos duros en los que se graba directamente el vídeo que capturan las videocámaras actuales.
No obstante, y pese a que lo digital ahora ofrece más utilidades, Carmen Urbano explica que «muchas veces los soportes digitales pueden ser un poco más propensos a que se pueda perder la información, pero al mismo tiempo también son más fáciles de manejar, pues si antes necesitaba un cuarto para guardar 300 cintas, ahora en un disco duro pueden guardarse esos 300 archivos digitales», aunque también considera que estos archivos también están sujetos a posibles errores humanos que podrían derivar en la pérdida de información.
En este punto, tanto la coordinadora de la videoteca de Audiovisuales UCA como Consalvi consideran que una forma de garantizar la preservación de los archivos audiovisuales con las nuevas tecnologías es el realizar varias copias de respaldo, aunque Urbano añade que es más recomendable hacerlo en discos duros físicos y no en la nube, pues con la gran cantidad de material audiovisual, y debido al peso de la información, podría ser algo muy poco sostenible a nivel económico si se utiliza almacenamiento en la nube.
Urbano, por su parte, también considera que la constante evaluación de las nuevas tecnologías es imprescindible en la preservación del patrimonio audiovisual, pues como ella misma relata, el paso del VHS hacia el DVD, por ejemplo, fue relativamente rápido y, aunque este último formato ofrecía buenas funcionalidades, no duró mucho tiempo. «Considero que es importante estar pendiente de las nuevas tecnologías y hacer esfuerzos para ir migrando hacia lo nuevo que vaya surgiendo. Un tiempo que puede funcionar es cada 10 o 15 años», apunta Carmen.
Si bien legalmente los materiales audiovisuales son considerados como patrimonio cultural, no hay instrumentos que obliguen al Estado a preservarlos.
En el archivo de Audiovisuales UCA todavía hay ejemplares del formato de videocasete Betacam, muy famoso en la década de los 80. | Foto: Juan Carlos Mejía.
Pese a que la misma UNESCO recomienda a sus países miembros que tomen iniciativas relacionadas con la preservación del patrimonio audiovisual, lo cierto es que en los países de la región son pocos los esfuerzos relacionados con este rubro, tanto así que en el país, el MUPI y la UCA son parte de los escasos actores que mantienen este tipo de prácticas.
De hecho, Carlos Henríquez Consalvi ha recibido algunos reconocimientos por esta labor de parte del Festival Internacional de Cine en Centroamérica, ÍCARO, debido a que a la fecha se ha convertido en referente en este tipo de actividades, las cuales, por ejemplo, no se ven entre las actividades que realiza el Ministerio de Cultura en el país.
De acuerdo con la Ley Especial de Protección al Patrimonio Cultural de El Salvador, en su artículo 3, literales j y n, los materiales audiovisuales sí son considerados como patrimonio cultural, pero no incluye ningún apartado que profundice sobre las formas o lineamientos para garantizar la preservación de este tipo de archivos, por lo que a nivel de leyes no hay instrumentos que obliguen al Estado a que realice actividades específicas para este patrimonio.
En otros países, como Nicaragua, la situación es peor pues, según Jochi, en ese país ha habido decisiones sistemáticas para no preservar material de mucha relevancia histórica, todo al punto de dejar que los archivos físicos se pudrieran. «Dejar que el archivo se pudriera también tiene que ver con invisibilizar la historia e invisibilizar la memoria, pues tiene mucho que ver con la falta de un compromiso por hacer justicia que repare los daños que se cometieron en el pasado», señala la cineasta nicaragüense, quien además reconoce que al hacer una exploración para darle forma a su proyecto sobre el Mozote, el MUPI fue una de las pocas fuentes de consulta para obtener este material.
En tanto, y ante la consulta de si este tipo de archivos deberían contar con su propia ley de protección, Consalvi concluye que, «aunque hubiera una ley de preservación del patrimonio audiovisual, si no hay una verdadera voluntad política de preservación, al final será solo un papel».
Carlos Henríquez Consalvi (Santiago) ha sido reconocido a nivel centroamericano por su aporte a la preservación del patrimonio audiovisual. | Foto: Juan Carlos Mejía
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