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Foto: Luis Galdámez

Primero de mayo: conmemoración bajo asedio

Juan C. Sánchez

Mayo 1, 2022

Fotografía: Luis Galdámez

En El Salvador, además de conmemorar el Día Internacional del Trabajo, esa extraordinaria gesta reivindicativa de Chicago de la segunda mitad del Siglo XIX, también se celebra o se critica, según el ángulo de cada persona, el aniversario de las legislaturas que se inician el 1 de mayo, cada tres años.

Este domingo, 1 de mayo, no pasó inadvertido como un domingo más del año ya que en el país han ocurrido abundantes sucesos que han removido los causes de la política interna, desde que tomó posesión la actual legislatura.

En efecto, la Asamblea Legislativa, en su sesión inaugural de 1 de mayo de 2021, asestó un inédito golpe a la justicia salvadoreña con la destitución de todos los magistrados de la Sala de Constitucional y del Fiscal General de la República, y en el mismo acto, nombró en esos cargos a funcionarios y funcionarias que han recibido serios cuestionamientos por su falta de idoneidad, por sus credenciales y experiencia profesional, así como por su parcialidad hacia el oficialismo; una situación que ha levantado no pocas alarmas en amplios sectores populares, organizaciones de la sociedad civil y comunidad internacional.

A estos golpes se sumaron las reformas legales de agosto de 2021 que separó a una tercera parte de los funcionarios y las funcionarias judiciales mayores de 60 años y 30 de servicio; la sustitución de estos cargos, también despiertan serias dudas sobre el futuro de la justicia del país y sobre el horizonte del Estado de Derecho.

Desde el inicio de la administración presidencial de Nayib Bukele y de la actual correlación política en la Asamblea Legislativa, la narrativa oficial

se ha alineado a un conflicto permanente con todos los sectores críticos al gobierno o que ejercen contraloría sobre las actuaciones estatales, como la academia, las organizaciones sociales de derechos humanos, ambientalistas, de mujeres, de la comunidad LGBTIQ+, entre otras. De estas confrontaciones, se destaca de manera especial, la alta tensión que existe con la prensa, en particular con la que hace periodismo investigativo, las mujeres periodistas y la prensa comunitaria.

 

En este agitado panorama, los sectores organizados recienten el comportamiento de la gestión estatal en temas sensibles como el alto costo de la vida, la militarización de la seguridad pública y su consecuente estela de abusos policiales, la política exclusivamente represiva contra la criminalidad, la ruptura del sistema de pesos y contrapesos institucionales, el equilibrio de poderes, la criminalización de la juventud y de la protesta social, la aprobación del criptoactivo bitcoin como moneda de curso legal, la falta de transparencia en la gestión gubernamental, el nepotismo y la corrupción ampliamente denunciada.

Contrapunto de la conmemoración del trabajo​

Pese a las amenazas directas de funcionarios gubernamentales que previamente declararon que las marchas convocadas para el 1 de mayo estaban alineadas con las pandillas y con la criminalidad, miles de personas de organizaciones sindicales y sociales, desafiaron este discurso y salieron a las calles de San Salvador, a expresar su descontento por las decisiones y actuaciones oficiales. A diferencia de otros años, cuando esta masiva fiesta popular ha mostrado una mayor cohesión de las fuerzas sociales y políticas, este 1 de mayo, se convocó a tres marchas: una que salió de los alrededores de la Universidad de El Salvador, otra del complejo conocido como Las Tres Torres y otra del Parque Cuscatlán. Todas convergieron en la Plaza Cívica, en el corazón capitalino, pero no alcanzaron el fervor unitario de otras épocas.

Por su parte, en una suerte de medición de fuerzas, el Ministerio de Trabajo y Previsión Social organizó una amplia concentración en un lujoso hotel capitalino al que acudieron organizaciones sindicales afines al Gobierno y cientos de empleados/as públicos/as que fueron “invitados/as” a sumarse a la actividad. El Ministro de Trabajo, principal orador de este evento anunció varias obras gubernamentales en favor de la clase trabajadora, informó del inminente envío a la Asamblea Legislativa de un proyecto de ley sobre el sistema de pensiones que el gobierno había ofrecido varios meses atrás, así como la ratificación de algunos convenios de la OIT, de los que, curiosamente, se omitió a los referidos al trabajo a domiciliar y doméstico (convenios 177 y 189, respectivamente) que unos minutos antes y en ese mismo evento, se los había demandado una representación sindical que tomó la palabra.

El evento culminó con el “Himno de la Unidad”, emblemática pieza de los movimientos sociales latinoamericanos,

cantado al unísono por sindicalistas, trabajadores estatales, el Ministro de Trabajo y altos funcionarios del Órgano Ejecutivo, entre ellos, el Secretario Jurídico de la Presidencia.

Afuera, en las calles y en la Plaza Cívica, otra representación de la sociedad desafiaba al régimen de excepción instalado un mes antes, dejando un saldo de casi 25 mil personas capturadas, se sobreponía a retenes militares, acoso policial y a troles que en las redes sociales descalificaban, estigmatizaban y se burlaban de la histórica protesta popular.

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