Crónica
Un periodista rememora el campo de juego donde hace 40 años la oncena cuscatleca fue derrotada por goleada ante el equipo de Hungría, pero donde sus habitantes recuerdan el nacimiento de una estrella del fútbol internacional más allá de la cantidad de anotaciones sufridas contra el larguero salvadoreño.
Óscar Iraheta
Julio 29, 2022
Santos Muriel vivía dos emociones que lo tenían en vilo aquel martes 15 de junio de 1982. En sus manos tenía el boleto de entrada para ver por primera vez en su vida un partido de un campeonato mundial de fútbol y, por otro lado, su esposa estaba de parto e ingresada en el Hospital General de Elche.
Santos recuerda perfectamente que su mujer estaba a punto de dar a luz; pero él debía escoger entre presenciar la llegada de su primogénita o disfrutar de un acontecimiento sin precedentes en su ciudad natal. De modo que este ilicitano apasionado al fútbol escogió sin vacilar: el partido.
Así fue testigo privilegiado en el Estadio Martínez Valero de la mayor goleada en la historia de un campeonato mundial cuando la selección de Hungría aplastó a El Salvador 10-1 y, curiosamente, evoca con más nitidez a la estrella de aquel enfrentamiento por encima de la cantidad de anotaciones.
Santos revive muy bien ese día porque el mundo del fútbol y, sobre todo España, se rendiría a los pies de un astro del balón: Jorge “Mágico” González.
–Ese tío era una bestia, cada vez que le llegaba la pelota maravillaba; pero no podía hacer mucho para cambiar el marcador –evoca este septuagenario que sigue siendo fiel al deporte rey; aunque lo alterna con su afición a la petanca, una práctica ancestral que es muy popular en la península ibérica y que consiste en lanzar bolas metálicas hasta golpear las de los contendientes.
–Todos los que estábamos sentados ahí decíamos: ¿quién es? ¿cómo se llama él? ¡Es muy majo para jugar! –recuerda Santos mientras disfruta ver jugar al fútbol a Leo, su nieto de siete años.
En la noche de ese día de 1982, este hombre que trabajó como camionero durante toda su vida, terminó con dos satisfacciones personales: presenció el surgimiento de González en suelo español y celebró el nacimiento de su hija a quien bautizó como Belinda.
Elche es una ciudad de la provincia de Alicante, ubicada en la Comunidad Valenciana, que linda con un litoral que ofrece calas y playas atractivas en verano. Acá empezó su periplo la selección nacional de fútbol de El Salvador que clasificó al Mundial de España 82 y que llegó con un sueño que terminó en pesadilla al caer derrotada en todos los partidos.
Pero en Elche no traen a cuenta aquella goleada, sino las piruetas y las maromas que aquel joven salvadoreño hacía con el balón.
–El marcador fue lo de menos, la mayoría era un público neutro y por eso restaba importancia a cualquier resultado. El deseo de ir era ser testigo del evento. No siempre se juega un mundial en tu pueblo –relata José Coves Sempere, de 67 años.
Coves Sempere rememora que junto a su esposa había comprado los tres bonos para ver los partidos que se desarrollarían en Elche y Alicante, correspondientes al Grupo 3 (C) donde estaba la Argentina de Diego Armando Maradona, y las selecciones de Bélgica, Hungría y El Salvador.
–La sorpresa nuestra ese día fue ver jugar al Mágico, nadie lo conocía y jamás nos hubiéramos imaginado eso. Todo el público lo decía y en las tertulias de fútbol se le sigue recordando –expresa este ilicitano igualmente apasionado al fútbol.
Después de esa goleada, El Salvador viajó a Alicante, una ciudad costera ubicada a 30 kilómetros de Elche, donde jugó contra Argentina y perdió 2-0.
Cuatro días después, el equipo salvadoreño regresó al estadio Martínez Valero a enfrentar a Bélgica donde cayó con el marcador de 1 a 0.
–Esos dos partidos fueron también la vitrina para el Mágico porque destacó más, era rápido y tenía una forma bestial para desequilibrar a jugadores como (Daniel) Passarella, (Mario) Kempes y Maradona –narra José.
–Fue un verdadero espectáculo y satisfacción verlo –dice este jubilado que ahora vive retirado en el campo después de dedicarse a la ganadería.
Los ilicitanos celebran que para suerte de los españoles aquel jugador que los asombró en Elche regresó meses después a España a jugar para el Cádiz F.C. donde siguió maravillando al mundo.
En ese mismo verano de 1982, Manuel Irigoyen, presidente del Cádiz, presentó en el estadio Ramón de Carranza al “mago del fútbol” cómo cariñosamente muchos llamaron a Jorge González.
Los ilicitanos volvieron a disfrutar de las jugadas del “Mágico” meses después en tierras españolas cuando Cádiz visitaba al Elche y viceversa.
Después de 40 años, cualquier aficionado al fútbol en Elche responde que “Mágico” González fue el mejor; aunque también el más anárquico, indisciplinado y peculiar jugador que hayan conocido.
En la actualidad, el Estadio Martínez Valero, que fue inaugurado en 1976, es la sede del Elche C.F., el equipo de primera división que no figura entre los primeros lugares de la Liga Española, pero es muy apoyado por el pueblo ilicitano.
En aquel 1982 los aficionados ilicitanos disfrutaban los domingos de fútbol en su estadio porque el escenario les maravillaba, ya que venían de ver fútbol en canchas de tierra o con parches de grama.
cuatro décadas más tarde, no queda casi nada que recuerde la historia de ese 15 de junio. No existen hoteles donde los jugadores se hospedaron, banderas, bustos, placas conmemorativas, nada. Solo permanece el recuerdo entre los lugareños más entregados al fútbol.
Elche es una provincia alicantina muy conocida por la belleza de su extenso palmeral que fue nombrado Patrimonio de la Humanidad y también por la Nit de l’Albà, las fiestas religiosas en honor a su patrona, la Virgen de la Asunción.
Desde hace unos meses, mi nuevo hogar es esta ciudad donde, si bien sus habitantes tienen memoria de aquella histórica goleada, prefieren destacar el placer de haber conocido al gran Jorge González. Así que hablar de El Salvador en este lugar del mundo es conversar del mejor futbolista de nuestra historia en lugar de las pandillas o de la construcción de una ciudad dedicada al surf.
Este es un relato en primera persona en el que el autor realiza una crónica fotográfica de su familia y los últimos días de vida de sus padres cuando enfrentan el Covid-19. A través de la lente, capta el dolor y la angustia que acarrea la pandemia que toca a la puerta de su casa.
El director del Museo de la Palabra y la Imagen (MUPI) viajó a Colombia a cubrir las elecciones presidenciales cuyo desenlace terminará en una segunda vuelta.
Rosarlin Hernández
Foto
Nací en Santa Tecla, El Salvador. En aquel año de 1961 las cosas parecían ser mayores, el sol menos agresivo, el verde más brillante. Se escuchaban las grandes orquestas cubanas y caribeñas, los tríos mexicanos y las “Big Bands” del norte.
Cuatro artistas, cuatro lentes, cuatro enfoques en la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente. ¿Los patrones insostenibles de consumo llevan el plantea hacia un cataclismo calculado? El Salvador tampoco escapa a la triple crisis planetaria que acarrea el cambio climático, la pérdida de naturaleza y biodiversidad.
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