Crónica

Gladys Ramos, Lilian Ramos y Marina Serrano Ramos, «Las Ramos», el grupo musical de Guancora, Chalatenango.

«Seguiría cantando hasta el final»

Texto y fotos: Giuseppe Dezza

Abril 19, 2024

Entre octubre de 2023 y febrero de 2024 tres mujeres de la comunidad Ignacio Ellacuría grabaron un disco con letras propias, que animan a la organización de mujeres y a la conquista de sus derechos humanos. Las canciones pertenecen a los géneros musicales de corrido, ranchera, son y cumbia y cuentan con música y arreglos de Franklin Quezada, con quien tuvimos la oportunidad de conversar este 28 de febrero.

También conocida como Comunidad Ignacio Ellacuria en honor a el padre jesuita asesinado por las Fuerzas Armadas en 1989, Guancora es una de las tantas comunidades repobladas por campesinos que tuvieron que salir del país hacia la vecina Honduras, donde se asentaron en el refugio de Mesa Grande, en San Marcos Ocotepeque, a causa de la feroz represión del Ejército contra la población campesina.

Chalate es uno de los primeros lugares que conocí al llegar a El Salvador y siempre me ha dejado una gran impresión su gente: guerrera, fuerte, directa y hospitalaria. 

Y así fue esta vez que visité la comunidad. Como siempre, fuimos bien recibidos, con risas, anécdotas y comida, por una gente que tiene una gran historia de lucha y sufrimiento, que carga con una dignidad impresionante que no la hace olvidar la solidaridad, la humanidad y, en este caso, ¡las ganas de cantar!

Conversé con las tres músicas, las hermanas Lilian y Gladys Ramos Huezo y su sobrina, Marina Serrano Ramos. Las dos primeras vivieron parte de su infancia en Mesa Grande. También conversé con Franklin Quezada, gestor cultural que ha aportado su experiencia, talento y conocimientos para la producción del disco Si no nos escuchan: cantamos.

Gladys y Lilian Ramos coinciden en que «llevan la música en la sangre», ya que su padre es músico y cantante y, en los tiempos de Mesa Grande, era parte de un conjunto que cantaba en la iglesia, en concursos y en otras actividades del refugio. «Estábamos refugiados en los campamentos. Había grupos de música, había personas que hacían canciones. Éramos unas niñas allá, yo tenía como 12 años, y mi papá siempre anduvo en esto de la música (…). Ahí fue donde yo dije: «Algún día también voy a participar en esto de la música», recuerda Lilian.

Gladys, por su parte, también considera que el don de la música lo heredaron de su padre y fue acompañándolo a él que tuvieron sus primeras y más profundas experiencias, primero en Honduras y, luego, en El Salvador, a donde retornaron aún en época de guerra, y aquí se quedaron.

Marina Serrano, sobrina de Lilian y Gladys, comenta que aprendió a cantar porque sus tías la invitaban a las diferentes conmemoraciones y actividades de mujeres. Luego se involucró de lleno con ellas y fue así que se fueron dando a conocer como grupo.

Lilian y Gladys Ramos comenzaron cantando en Mesa Grande, Honduras,
y continuaron haciéndolo al retornar a El Salvador.

A mediados y finales de los ochenta, en El Salvador surgieron diversas organizaciones como la Fundación para la Cooperación y el Desarrollo Comunal de El Salvador (CORDES) y la Coordinadora de Comunidades para el Desarrollo y Repoblaciones (CRIPDES-CCR), entre otras. En este contexto y después de finalizado el conflicto armado, el trío seguía siendo solicitado para cantar en diversas actividades.

«Nosotras nos fuimos involucrando, formábamos parte de las directivas de mujeres. 

Luego, hubo una oportunidad, tuvimos un taller con unas personas de la UCA (Universidad Centroamericana José Simeón Cañas) y allí, cada grupo iba a presentar, según había entendido, un tema de los que se habían dado. 

Inventé hacer una canción sobre el tema que a mí me había tocado y esa canción la vinieron a grabar, fue un éxito. 

Franklin Quezada durante un ensayo con un grupo de mujeres en el corredor de una casa de Guancora.

Desde entonces a nosotras como mujeres nos llevaban a cantar a otros lugares cuando eran las actividades del 8 de marzo, el Día de la Madre y otras que se hacen con mujeres. Ahí empecé a elaborar esas canciones para hacerles saber a lo que nosotras, las mujeres, tenemos derecho», explica Lilian.

«Anduvimos en muchas comunidades, en muchos lugares aquí en Chalatenango y también íbamos a San Salvador. Después de tanta lucha, de tanto andar así en esto de la música, un día fuimos a Chalatenango, a una actividad del 8 de marzo. Yo hice una canción sobre la masacre de las mujeres que se hizo el 8 de marzo y ahí estaba Mercedes Cañas, de Solidar Suisse. A ella le surgió la idea de hacer este disco», explica Lilian, y agrega: «Nos preguntó si nosotras aceptaríamos grabar. Cuando ella nos dijo eso no sabíamos qué era grabar un disco, siempre habíamos hecho las canciones así, pero ahora estamos aquí, estamos en este proyecto y pues la verdad es una oportunidad increíble».

El nombre que han tomado como grupo es «Las Ramos». Este primer disco contiene nueve canciones y fue producido con el apoyo de Solidar Suisse y CORDES, en el marco del proyecto «Chalatenango sin violencia de género».

Marina Serrano relata que, al principio, no creía en lo de «grabar un disco». 

«Las Ramos» con familiares, participantes del coro, Franklin Quezada y el ingeniero de sonido.

Luego sintió nervios y miedo pero, en el camino, se fortaleció, pues aprendió a tocar mejor la guitarra, desarrolló la voz y cobró mayor seguridad en sí misma. 

Las tres músicas coinciden en el sentimiento de felicidad que experimentan cuando cantan.

Por ejemplo, Marina, explica: «Al cantar siento que mi cuerpo vibra, se me eriza en cada palabra que voy cantando. Siento que, en ese momento, pierdo la noción del tiempo».

Gladys nos dice que «la música hace olvidar las penas, preocupaciones, problemas y se anima uno bastante, porque se desconecta de todo lo malo», con lo que su hermana, Lilian, está de acuerdo. A ella, nos dice, le ha ayudado en el aspecto psicológico y siente que cuando está «haciendo música» su mente se ocupa con una serie de pensamientos que considera positivos.

Lilian enmarca este caminar como mujeres en la música en que les ha ayudado a, en sus palabras, «apropiarse de aquello que nos habían escondido, de todo aquello que nos habían negado». Ella se siente más independiente y más empoderada de sus derechos como mujer.

«Aquí, ¿la lucha es de qué? De que tanto vale el hombre, tanto vale la mujer, que somos parte de la misma sociedad y que si trabajamos en unión esto será más bonito». Lilian Ramos.

«Nosotras como mujeres no teníamos derecho a nada. Entonces, aquí, ¿la lucha es de qué? De que tanto vale el hombre, tanto vale la mujer, que somos parte de la misma sociedad y que si trabajamos en unión esto será más bonito», explica.

«Al principio pensamos que esto iba a ser fácil. ¿Fácil por qué? Porque nosotras siempre hemos cantado, pero nunca habíamos tenido alguien que nos estuviera supervisando las voces que hacemos. Nosotros cantábamos en una misma voz, ella, mi hermana y yo», explica Lilian. 

«Hemos tenido momentos difíciles. Nosotros, en un momento, pensamos “ya no, hasta aquí, ya no podemos más”. Pero gracias a Dios nos ha tocado un profesor, don Franklin, que ha tenido la paciencia, tiene el conocimiento para podernos ayudar en lo que hemos estado haciendo y él nos ha motivado mucho para terminar este proyecto. Ha sido una experiencia increíble. Hemos conocido, hemos aprendido y decimos que fue una oportunidad caída del cielo, que nunca en nuestra vida pensamos, nunca nos imaginamos que podría llegar a nosotras», comenta Lilian al referirse a las dificultades que enfrentaron durante el proyecto.

«Al principio nos queríamos retirar
—coincide Gladys—. El problema fue que todas las canciones fueron modificadas, no eran como nosotros las teníamos. El problema era que se tenía que tener un permiso del autor. Entonces, todas las canciones fueron modificadas (…). Gracias a Dios y a don Franklin, que nos han ayudado bastante. Había canciones bastante difíciles, pero él siempre nos animó», explica Gladys al recordar los tropiezos que superaron para finalizar el proyecto.
Ensayo del coro durante la última grabación del disco en el corredor de una vivienda en Guancora.

En cuanto al futuro, las tres músicas coinciden en que quieren seguir aprendiendo, seguir cantando, tener más oportunidades como grupo y aportar a la sociedad salvadoreña y al mundo entero. «Seguiría cantando hasta el final», sintetiza Lilian.

Franklin Quezada compuso y adaptó la mayoría de las músicas interpretadas por el grupo «Las Ramos».

Franklin Quezada: La canción campesina es cultura popular hecha canción

Franklin es un gestor cultural y músico, empeñado en el proyecto de grabación de un disco de canciones hechas por mujeres chalatecas de la comunidad Ignacio Ellacuría, tradicional e históricamente llamada Guancora, ubicada en el norteño departamento de Chalatenango.

¿Cómo y cuándo nació esta iniciativa?

Las tres mujeres que cantan en este disco son las hermanas Lilian y Gladys Ramos, junto a la sobrina de ellas, Marinita Serrano Ramos. Ellas, las mayores, estuvieron en el refugio de Mesa Grande a las edades de cuatro o cinco años y estuvieron allá siete años, desde el 82 hasta el 89 que retornaron. Mucha de la población refugiada retornó en esos años, ellas crecieron con esta experiencia del refugio.

Ellas han cantado toda su vida, pero la institución llamada Solidar Suisse, percibió la posibilidad de insertar la producción de un disco de estas canciones de mujeres empoderando a mujeres en el marco de un proyecto mayor para la prevención de la violencia en el departamento de Chalatenango, conducido en conjunto con CORDES. Estamos trabajando desde octubre del año pasado y hemos concluido el día de hoy la grabación formal del disco.

De hecho, la canción campesina siempre ha sido una canción necesaria en la tradición. El campesino salvadoreño, por lo general, toma corridos mexicanos y rancheras, y a cada hecho de la vida diaria le ponen textos. Entonces, en los refugios, se hicieron muchísimas, cientos de canciones. 

El ingeniero del estudio de grabación de la ciudad de Chalatenango se desplazó a Guancora para terminar el disco de «Las Ramos».

Estas mujeres crecieron viendo a sus padres crear canciones sobre la cotidianeidad, sobre el día a día, sobre lo que preocupaba a las comunidades: las carencias, las necesidades y la información. Allá en el refugio no había televisores, no había internet.

 La manera de comunicar noticias, por ejemplo, era a través de las canciones. 

El rol de la canción campesina ha sido histórico y muy importante. Todos los procesos sociales han tenido en este sector de la población, el campesinado, una gran vena creativa. 

Es cultura popular hecha canción tradicional campesina. 

Entonces la intervención que yo hice como gestor cultural, como etnomusicólogo, fue hacer un estudio de caso, el caso concreto de estas exrefugiadas, después repobladas, y su devenir y empoderamiento en el trabajo con el enfoque de género y por ayudar a otras mujeres a salir adelante de tantas discriminaciones, de tantas ingratitudes que sufren como sector mujer en el país.

Todos los procesos sociales han tenido en este sector de la población, el campesinado, una gran vena creativa. 

¿Qué dificultades han tenido y cómo las han superado?

La primera fue evitarnos problemas con los registros de la propiedad intelectual, con la música prestada de corridos mexicanos famosos. Para evitarlo he hecho música nueva a las canciones que ellas tienen, tratando de respetar el género musical de su preferencia, que es el corrido y la ranchera, pero con melodías y armonías propias. Eso es un decir, porque las armonías son las armonías y las melodías, las melodías, y casi todas son universales. No son tan propias. Uno lo que hace es como acondicionarlas, adaptarlas al requerimiento de la canción. En este caso, es a la canción campesina, es una intervención puesta al servicio de elevar las capacidades de estas músicas. 

El primer reto fue ese: cómo hacer nuevas músicas. El segundo reto era cómo asistir a las mujeres para que cambiaran cómo las cantaban y aprenderlas a cantar de otra forma. Eso fue un gran reto y exigió un esfuerzo especial de parte de ellas y muchísima voluntad.

Las carencias técnicas fue otra de las dificultades. Les di un par de talleres para entender la solfa y la métrica, la rítmica, todas estas cosas y ponernos en sintonía técnica musical. Ese fue otro reto que, incluso, hasta el último momento lo hemos estado superando. 

Hemos entrado en una dinámica en la que hemos ido aprendiendo todos. Las compañeras no tenían buenos instrumentos. El poco dinero que había de Solidar Suisse para materiales se usó para comprar dos buenas guitarras para ellas. Esta ha sido una intervención holística, donde hemos logrado reunir un montón de carencias, de necesidades y de dificultades e irlas resolviendo en el camino del proceso. Por eso ha sido muy aleccionador, muy bueno, muy educativo para todos y todas, porque hemos ido superando las cosas con esfuerzo y buena voluntad. 

Y luego, los discursos. La canción campesina, el campesino nuestro casi siempre hace las canciones y no presta atención, en la poesía (aunque sencilla y bella, hermosa poesía), no presta atención a la pronunciación de las palabras de manera que cuadre con la métrica que tienen. Esa fue otra de las dificultades que hubo que vencer en el sentido literario y en la forma de ejecución del canto, pues a veces dicen las palabras con otros acentos. 

Durante el ensayo con otras mujeres participantes del coro, para la grabación del disco.

Entonces, en el canto yo he respetado al máximo y he tratado de que ellas saquen ese sonido propio del canto campesino, que a veces es un poco triste, entre comillas triste, pese a que se pueden estar diciendo cosas de mucho ánimo. 

El campesino por lo general tiene un sonido un poco tristón a veces, quizá por la tristeza acumulada, por la exclusión, por la pobreza, por la represión de aquellos tiempos, ellas vienen de un tiempo de guerra en que las bombardearon, las persiguieron, se fueron al refugio. Allá estaban más o menos seguras, pero como en una prisión también, entonces querían regresar, retornar al país. Y regresan a la guerra, porque regresaron entre los años 87 y 89. Muchas de ellas y muchos de ellos murieron en esos días de ofensivas y de bombardeos en estas tierras chalatecas. Entonces hay una tristeza acumulada natural por los hechos, que a veces se refleja tanto en las líricas como en la forma de hacer el canto. 

Luego, tuvimos que vencer también el obstáculo de las limitaciones armónicas de solo saber un par de acordes y poderse ampliar a la perspectiva de que la música tiene más que solo dos o tres acordes. Eso fue una gran ganancia que hemos incluido en este disco. Un sonido que reúne la sonoridad tradicional, sí, pero con algunas innovaciones. Y esa innovación es la aportación de lo que Igor Stravinsky decía: «A la tradición hay que ir para modificarla y para evolucionarla», para hacerla crecer y hacer crecer la cultura. 

El campesino hace la canción campesina como una canción de crónica, ahí informa, ahí dice, ahí recuerda. Ahí, entonces, hay memoria histórica.

Entonces, a la tradición no hay que ir para quedarse con lo purista.

La tradición sirve para que nos ayude a tener un mejor producto cultural. 

En esa línea hemos intentado que todos los resultados sean potencialmente mejores, que eleve la calidad de ellas como artistas, pero también de la canción campesina salvadoreña, con un sonido novedoso.

Hay aportaciones que me siento orgulloso de haber hecho, digamos, en la construcción de una identidad musical salvadoreña. 

A lo largo de mis 55 años de experiencia musical y de entrega completa a la música, mi intención siempre ha sido cómo ayudar a que la identidad musical salvadoreña tenga varios rostros y este es uno de ellos. 

Este será sin duda un rostro muy hermoso de mujeres diciendo verdades, diciéndolas con el corazón, con buenas voces, pero también con renovados recursos, renovadas herramientas técnicas.

En todo este proyecto destacó la participación de las mujeres como intérpretes y, en el caso de Lilian, como cantautora.
La última grabación del disco fue hecha en el corredor de una casa de Guancora para captar sonidos propios de la comunidad.

¿Qué se viene para el futuro?

Pues la reproducción del disco, el lanzamiento en las redes sociales, en los medios de difusión. A mí me encantaría poder seguir apoyando este esfuerzo, también haciendo promoción a las compañeras, a las Ramos, que es el nombre que han decidido escoger, el nombre familiar de ellas, las Ramos de Guancora o de la comunidad Ignacio Ellacuría, para promoverlas en festivales internacionales donde con uno o dos años de antelación se mandan los currículos y las cartas de presentación, que son los discos. 

Este disco sirve como carta de presentación para decir: «Aquí hay tres mujeres chalatecas que hacen esto y que quisiéramos proyectarlas hacia el Festival equis en tal país o en tal evento». Ampliar un poco la perspectiva profesional, que ellas puedan generar ingresos con este producto cultural. 

Esto ha costado esfuerzo e inversión de Solidar Suisse y de CORDES. Ha sido una labor colectiva muy amplia, pero también tenemos que ver la elevación de ellas a la categoría profesional. Y un artista es profesional cuando vive de su propia producción cultural y artística. Esa es un poco la proyección y, en lo inmediato, es la presentación del disco. 

Como decía, el campesino hace la canción campesina como una canción de crónica, ahí informa, ahí dice, ahí recuerda. Ahí, entonces, hay memoria histórica, hay mucho contenido con el enfoque de género. Se habla de la sororidad, que es el hermanamiento entre mujeres, la solidaridad entre mujeres y mujeres, la solidaridad entre hombres y mujeres para hacer de este mundo un lugar más habitable y mejor. 

Entonces, en esa línea, los discursos, las canciones, tienen buenos contenidos en la línea del enfoque de género y también un humanismo enorme. ¿Qué es lo que al final le da su valor propio a las artes y a la cultura? Es el humanismo. 

El padre de Lilian y Gladys y tío de Marina, afina el mandolin con Franklin. Quizás fue el principal inspirador de las jóvenes cantantes. 

El último día de grabación del disco tomó muchas horas de largos ensayos con la participación de más mujeres de la comunidad.

Ensayando la última canción del disco.

La experiencia de la grabación de este disco fue muy enriquecedora para todas las mujeres que participaron.

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