Cultura
Ilustración: Luis Galdámez
José Argüello Lacayo*
Agosto 9, 2024
A inicios de la década de 2000, Radio Universidad de la UCA de Managua, divulgó una serie de entrevistas de José Argüello Lacayo a Claribel Alegría. Hemos retomado los audios, los cuales publicamos en formato de podcast, uno en cada edición de Espacio Revista y, además, ofrecemos la versión escrita. En cada una Claribel conversa sobre grandes de la literatura, como Juan Ramón Jiménez, José Vasconcelos y Juan Rulfo, entre otros. Esta vez publicamos la entrevista en la que habló sobre Roque Dalton.
José Argüello: Roque Dalton fue un poeta salvadoreño ligado al movimiento revolucionario de su país. Sufrió persecución, cárcel y exilio. Nacido en 1935, murió apenas de casi 40 años, en 1975. Su poesía es una poesía militante en una sociedad represiva y amordazada. Hizo gala de un estilo desenfadado, irónico, humorístico y descarnado. «Jamás encontré en la vida un salvadoreño tan fanáticamente salvadoreño, tan enamorado de su país», dijo de él un amigo suyo. Su poesía influyó en el poeta nicaragüense Leonel Rugama y está ligada a la historia centroamericana de los años 50, 60 y 70. La experiencia cubana fue para él una experiencia decisiva en su vida.
Claribel, ¿quién fue Roque Dalton y cuál es la historia de su vida?
Claribel: Bueno, mira, Roque Dalton era hijo de un Dalton, de los famosos aquellos Dalton del sur de los Estados Unidos que asaltaban trenes. El padre de él era nieto de uno de ellos, digamos, y llegó con bastante dinero a El Salvador. Se casó con una mujer muy rica y tuvo relaciones con la madre de Roque, que era una señora encantadora, muy inteligente, enfermera ella. Y de esos amores nació Roque. Roque, hijo ilegítimo. Pero el padre insistió —casi no lo veía nunca, pero el padre insistió— en que fuera a estudiar al colegio de los jesuitas; en ese entonces creo que se llamaba Externado de San José de la Montaña, el colegio. Allí solo iban niños de clase pudiente. Pero bueno, el padre de Roque era millonario y aunque casi no lo veía, no lo iba a visitar casi nunca, sí insistió que fuera a educarse a ese colegio.
Así que Roque fue. Tuvo una educación católica, fue muy católico, pero me contaba un primo hermano mío que estudió con él, que cuando se bachilleraron, Roque era el mejor alumno de todos. Entonces, los jesuitas le dijeron que dijera él el discurso de clausura de curso. Y Roque lo dijo, y dijo cosas tremendas. Atacó a los jesuitas, les dijo que su educación era hipócrita, que él había sentido humillaciones enormes por ser hijo ilegítimo y por no pertenecer a las gentes ricas del país. Bueno, les dijo de todo. Dice mi primo que tanto los padres de los alumnos como los jesuitas estaban muy molestos, ¿verdad? Pero bueno, así era Roque.
Entonces salió de ahí Roque y se fue, lo mandaron a Chile para estudiar Derecho. Ahí en Chile, Roque empezó a leer mucho a Marx y se entusiasmó con Marx, y entonces él, dijo que él… Bueno, quizás lo que más le gustaba era ser socialdemócrata allí en Chile. Regresó de Chile antes de terminar su carrera, y se fue para Moscú. Fue invitado a un festival, al VI Festival de la Juventud en Moscú.
José Argüello: Ese fue el de 1957. Ahí hay un dato interesante y es que Roque fue el único delegado de El Salvador en ese festival y el único delegado nicaragüense fue Carlos Fonseca Amador.
Claribel: Fíjate, estoy segura que se conocieron, segurísima que se conocieron. Bueno, y entonces de ahí Roque viene hecho un comunista. Él se convierte al comunismo. Al padre casi le da un infarto cuando supo de su hijo. Y el padre llegó a ver a Roque cuando él regresó de Moscú, y cuando supo que su hijo era del Partido Comunista…le dijo que le iba a dar un millón de dólares ya, mañana, en el banco, si él se deshacía de comunista. Y Roque lo mandó a pasear. No quiso. Roque era así. Es uno de los poetas que yo veo junto a Rugama, junto a Otto René Castillo, de esos hombres tan puros que lo que dijeron en su poesía lo vivieron también. Un hombre de una gran honradez espiritual.
Él era también, como buen poeta, un gran inventor, y en una de las cartas me acuerdo que me decía: «¡Ay, Claribel, la canteamos: yo hijo de gringo y vos casada con gringo!».
José Argüello: ¿Cómo fue que estableciste contacto con Roque?
Claribel: Bueno, mira, cuando yo pasé por El Salvador, allá por el año 1958, en ese tiempo estaba yo viviendo creo que en Uruguay, sí, en Uruguay me parece. Vi algunos poemas de Roque. Yo estaba muy desligada de todo el movimiento literario de El Salvador, porque vivía tan lejos y todavía no existía la maravillosa Casa de las Américas de Cuba, que fue donde todos los escritores latinoamericanos nos reuníamos y nos empezamos a conocer. En ese momento yo ni siquiera conocía a los escritores jóvenes de mi país. Pero llegaron a mí poemas de Roque Dalton y cuando estuve en El Salvador me hicieron una entrevista y yo fui veraz, y dije que no conocía casi nada, pero que habían llegado a mis manos poemas de un joven que se llamaba Roque Dalton y que a mí me habían impactado muchísimo. Eso lo oyó Roque, le gustó y me escribió.
José Argüello: ¿Fue en la televisión esa entrevista?
Claribel: Sí, fue en la televisión de El Salvador esa entrevista, en el año 58. Exactamente, así fue. Bueno…
José Argüello: Entonces a partir de ahí es que surgió un contacto epistolar.
Claribel: A partir de ahí surgió un contacto epistolar maravilloso. Yo nunca, jamás conocí a Roque, pero había cosas, bueno, ya les voy a contar, cosas increíbles; porque él era también, como buen poeta, un gran inventor, ¿verdad? Y en una de las cartas me acuerdo que me decía: «¡Ay, Claribel, la canteamos: yo hijo de gringo y vos casada con gringo!» (ríe). Me decía cosas así siempre, Roque.
Bueno, yo después me fui a París y él se fue después a Praga y estuvo en Praga varios años. Y entonces nos escribíamos cartas, muchísimas cartas, pero hablábamos poco de literatura. Hablábamos muy poco, casi nada, de política. Hablábamos casi siempre de las recetas de cocina salvadoreñas. Él se moría porque decía que le hacían tanta falta las pupusas, sobre todo las pupusas de loroco salvadoreñas.
José Argüello: Añoraba los sabores de su tierra…
Claribel: De su tierra, añoraba los sabores de la tierra, Roque. Bueno, entonces así estuvimos, ¿verdad? Y él me vino a visitar, vino a París —no me vino a visitar a mí—, sino que vino a París sin decirme nada y yo no estaba en París [José Argüello: ¿En qué año?]. Y fue a casa de los Cortázar. Eso fue a principios de los 60.
José Argüello: ¿Por el 64?
Claribel: Por ahí, por ahí, no te sé decir exactamente, pero a principios de los 60. Él admiraba mucho, mucho, a Julio Cortázar, y Julio lo quiso y admiró mucho a Roque. Entonces, él fue a ver a los Cortázar, y una cosa increíble, cuando yo llegué a París —ya Roque se había ido—, la primera mujer de Cortázar, una amiga mía, muy amiga, que se llamaba Aurora Bernárdez, me dijo: «Claribel, pasó por aquí Roque Dalton, ¡qué muchacho más inteligente, qué encantador, qué fuerza la que tiene! Pero yo estoy asustada —me dijo—. Le vi la muerte en la cara y le vi una muerte trágica». «Ay, Aurora —le dije—, ni siquiera lo digás». Y cabal, así fue.
Regresa a El Salvador en tiempo de Lemus. Lo vuelven a apresar. Lo vuelven a condenar a muerte y dos días antes hay un golpe de Estado y Roque se salva.
Bueno, la vida de Roque fue increíble. Antes de irse a Checoslovaquia, sí, creo que fue antes de irse Checoslovaquia, —vieras que yo para las fechas soy muy mala—, fue apresado en El Salvador, y ya lo iban a fusilar cuando entonces hubo un temblor de tierra y la pared del muro de su cárcel se vino abajo y él se pudo fugar y salir fuera de El Salvador.
Luego, regresa a El Salvador en tiempo de Lemus, el dictador Lemus de El Salvador. Lo vuelven a apresar. Lo vuelven a condenar a muerte y dos días antes hay un golpe de Estado que derroca a Lemus y Roque se salva. Entonces yo me reía muchísimo por carta, pues, con él, y le decía: «Bueno, tenés más vidas que un gato, ¡qué maravilla!», así que jamás a mí se me ocurrió que a Roque le pudiera suceder eso.
Y, luego, Roque se volvió a venir para Cuba, después de Checoslovaquia, volvió a Cuba. Entonces, yo fui a Cuba, invitada, pero en ese tiempo era algo terrible, uno tenía que pasar por Checoslovaquia, por no sé dónde, para llegar a Cuba. Mi avión se retrasó. Su viuda, Aída, me cuenta que Roque me fue a esperar dos días al aeropuerto con flores, pero yo no llegué a tiempo y él ya se tenía que ir porque se estaba entrenando en Cuba. Entonces él se fue al interior de Cuba y me mandaba papelitos, muy frecuentemente; llegaban a la hora del almuerzo, ahí en el hotel de Cuba, en el hotel de La Habana donde estábamos hospedados. Papelitos con cosas divertidas, muy lindas.
Bueno, después de eso él se hace una operación plástica para volver a entrar al Salvador. Se hace una operación plástica para que no lo reconozcan. Entonces, la nariz de él que era muy larga, se la acortaron; ¡en fin, lo hicieron diferente!, se puso gafas y todo lo demás. Tiene un poema muy divertido en que dice: Yo no era tan feo antes, porque él se tomaba mucho el pelo. Entonces él se va otra vez a El Salvador y se incorpora al ERP, al Ejército Revolucionario Popular.
Y Roque era tan inteligente, que él empezó a decirles que pensaba él que estaban muy militarizados, que pensaba que debía haber más flexibilidad, y por eso lo acusaron, y lo acusaron de ser miembro de la CIA. ¡Imagínense ustedes, Roque miembro de la CIA!, cuando había mandado a pasear a su padre que le ofrecía un millón de dólares; eso es totalmente ridículo. Pero así lo acusaron, y lo mandaron a fusilar de la manera más… ¡fue un crimen horrible! Un crimen imperdonable. Mataron al talento más grande que tenía el Salvador entonces. Una cosa terrible.
Bueno, mucho después… ¡Ah, no!, yo estaba ya viviendo en Mallorca cuando me llamó por teléfono Roberto Armijo. Roberto Armijo pertenecía al grupo de Roque, un grupo de poetas que también era algo así como el de Salarrué y de Claudia Lars. Eran Roque Dalton, Armijo, Quijada Urías, Roberto Cea, Manlio Argueta, que eran todos muy amigos, hicieron incluso un libro juntos. Bueno, pues me llamó entonces Roberto Armijo para anunciarme el asesinato de Roque, y todavía no se sabía quién había sido. Y a mí me pasó una cosa muy extraña: yo me conmoví enormemente, saqué un libro de él del librero, y lo abrí al azar, porque quería estar con él; quería leer en voz alta a Roque Dalton. Lo abrí al azar y me salió este poema que voy a leer ahora que se llama Alta hora de la noche.
Lee Claribel:
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendría la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto:
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre
cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.
Rarísimo ¿verdad? Que me haya salido justo así. Bueno, pues pasa el tiempo y me voy encontrando un día en México a Eraclio Zepeda —un escritor mexicano— y me dice: «Pero Claribel, tú eres muy buena bailarina». «¿Cómo? —le digo yo—, ¡ya diera yo! ¡Qué voy a hacer, no bailo!». «Pero —me dijo— Roque me ha dicho que tú le enseñaste a bailar la rumba y que le enseñaste a bailar la samba». Y a mí me dio mucha risa, era una cosa tan típica de Roque esa, ¿no? Y entonces escribí un poema que se llama Salto mortal, donde le digo a Roque que nunca nos miramos a los ojos, pero que a lo mejor bailamos. Así era Roque.
Su estilo poético fue cambiando muy aceleradamente. Escribía como si él ya supiera que lo iban a matar.
José Argüello: La danza entre ustedes fue una danza invisible.
Claribel: (Ríe) Sí, así es.
José Argüello: Bueno, era un hombre con mucho sentido del humor. Como decías, se reía también de sí mismo y mantuvo una actitud irreverente, no solamente ante la sociedad que le rodeaba, sino incluso dentro del Partido Comunista. Siempre se empeñó en mantener una actitud crítica y se opuso al estalinismo en asuntos estéticos; decía que era una concepción aterradora. Yo pienso que esa capacidad crítica y esa visión siempre cuestionadora, fue la que condujo a ese conflicto que al final provocó su asesinato. ¿Qué podrías decirnos de su estilo poético?
Claribel: Bueno, mira, Roque era un hombre que escribía muy aceleradamente. Su estilo poético fue cambiando muy aceleradamente. Escribía como si él ya supiera que lo iban a matar. Pero, para mí, la poesía de Roque siempre fue en ascenso. Siempre, siempre, fue en ascenso. Y él decía siempre: «La poesía, como el pan, es para todos». La poesía para Roque era un modo de vida. Dice en un poema muy lindo: Poesía: perdóname por haberte ayudado a comprender que no estás hecha solo de palabras. Roque era un hombre que rompió recetas, y era un hombre muy irónico en su poesía, tremendamente irónico. Se burlaba de sí mismo y se burlaba de los otros, muchísimo. Hirió mucho, hirió a muchas personas por eso.
José Argüello: En un poema presenta a una familia de aristócratas ingleses venidos a menos que llegan al Salvador, y ellos hacen sus monólogos, y en ese poema Roque se ríe de la visión que algunos europeos tienen de América Latina. Creaba a veces personajes a los que hacía monologar en sus poemas frente al lector.
Claribel: Así es. Y bueno, y como les decía yo antes, escribía aceleradamente. De repente él se dio cuenta que tenía que decir muchas cosas sobre su país, y la mayoría de las veces, la mayoría de los poemas de Roque están dedicados a su país.
José Argüello: Es trágica su muerte tan prematura, porque apenas estaba comenzando a dar lo mejor de sí mismo. Cuando ví sus poesías completas y estuve leyéndolas, me di cuenta de que al final iba adquiriendo cada vez mayor calidad poética.
Claribel: Así es. Y fíjate, era un poeta irreverente, ¿verdad? Y él tenía una gran capacidad crítica y se opuso a la estética estalinista.
Voy a leer algunos poemas de Roque.
Claribel lee:
Tercer poema de amor
A quienes te digan que nuestro amor es extraordinario
porque ha nacido de circunstancias extraordinarias
diles que precisamente luchamos
para que un amor como el nuestro
(amor entre compañeros de combate)
llegue a ser en El Salvador
el amor más común y corriente
casi el único.
***
A la poesía
Agradecido te saludo poesía
porque hoy al encontrarte
(en la vida y en los libros)
ya no eres sólo para el deslumbramiento
gran aderezo de la melancolía.
Hoy también puedes mejorarme
ayudarme a servir
en esta larga y dura lucha del pueblo.
Ahora estás en tu lugar:
no eres ya la alternativa espléndida
que me apartaba de mi propio lugar.
Y sigues siendo bella
compañera poesía
entre las bellas armas reales que brillan bajo el sol
entre mis manos o sobre mi espalda
Sigues brillando
junto a mi corazón que no te ha traicionado nunca
en las ciudades y los montes de mi país
de mi país que se levanta
desde la pequeñez y el olvido
para finalizar su vieja pre-historia
de dolor y de sangre.
***
Todos
Todos nacimos medio muertos en 1932
sobrevivimos pero medio vivos
cada uno con una cuenta de treinta mil muertos enteros
que se puso a engordar sus intereses
sus réditos
y que hoy alcanza para untar de muerte a los que siguen
naciendo
medio muertos
medio vivos
Todos nacimos medio muertos en 1932
Ser salvadoreño es ser medio muerto
eso que se mueve
es la mitad de la vida que nos dejaron
Y como todos somos medio muertos
los asesinos presumen no solamente de estar totalmente
vivos
sino también de ser inmortales
Pero ellos también están medio muertos
y sólo vivos a medias
Unámonos medio muertos que somos la patria
para hijos suyos podernos llamar
en nombre de los asesinados
unámonos contra los asesinos de todos
contra los asesinos de los muertos y de los medio muertos.
Todos juntos
tenemos más muerte que aquellos
pero todos juntos
tenemos más vida que ellos
La todopoderosa unión de nuestras medias vidas
de las medias vidas de todos los que nacimos medio
muertos
en 1932.
(¡Claro!, ese poema se refiere a la masacre espantosa que hubo en El Salvador en 1932, cuando Martínez era el dictador).
***
Poema de amor
Los que ampliaron el Canal de Panamá
(y fueron clasificados como “silver roll” y no como “gold roll”),
los que repararon la flota del Pacífico
en las bases de California,
los que se pudrieron en la cárceles de Guatemala,
México, Honduras, Nicaragua,
por ladrones, por contrabandistas, por estafadores,
por hambrientos,
los siempre sospechosos de todo
(«me permito remitirle al interfecto
por esquinero sospechoso
y con el agravante de ser salvadoreño»),
las que llenaron los bares y los burdeles
de todos los puertos y las capitales de la zona
(«La gruta azul», «El calzoncito», «Happyland»),
los sembradores de maíz en plena selva extranjera,
los reyes de la página roja,
los que nunca sabe nadie de dónde son,
los mejores artesanos del mundo,
los que fueron cosidos a balazos al cruzar la frontera,
los que murieron de paludismo
o de las picadas del escorpión o de la barba amarilla
en el infierno de las bananeras,
los que lloraran borrachos por el himno nacional
bajo el ciclón del Pacífico o la nieve del norte,
los arrimados, los mendigos, los marihuaneros,
los guanacos hijos de la gran puta,
los que apenitas pudieron regresar,
los que tuvieron un poco más de suerte,
los eternos indocumentados,
los hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo,
los primeros en sacar el cuchillo,
los tristes más tristes del mundo,
mis compatriotas,
mis hermanos.
Radio Universidad presentó Grandes escritores vistos por Claribel Alegría en diálogo con José Argüello Lacayo.
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