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Ilustración: Fede de Tlaloc

Centro Cultural Cabezas de Jaguar: Una ventana al arte, la historia, la identidad y la libertad de expresión

Jessica Guzmán *
Juan Carlos Sánchez **

Junio 2, 2023

Un proyecto al que el arqueólogo Federico Paredes Umaña (1978 – 2023) dedicó sus últimos alientos fue la creación del Centro Cultural Cabezas de Jaguar, como un espacio para resignificar en el presente la majestuosidad de las culturas precolombinas de Mesoamérica.

Por muchos años, la labor arqueológica de Federico Paredes se centró en la investigación de las cabezas de jaguar, que son piezas escultóricas ancestrales de profundo simbolismo para entender el pasado de las culturas que habitaron en esta región del planeta, pero también para dar vigencia a las expresiones de resistencia cultural, especialmente en un país que enfrenta graves retrocesos democráticos.

“Para Federico, las cabezas de jaguar son el símbolo más antiguo de nuestra identidad, en cuanto a un territorio que colaboró en la conformación y configuración de una de las cinco grandes civilizaciones de la humanidad, que es la civilización mesoamericana”. Así inicia el relato de Tania Molina, gestora cultural y compañera de vida de Federico Paredes, cuando nos habla del origen, fundamento y objetivos de este nuevo espacio cultural.

Según explica Tania, también co-fundadora del centro, el proyecto originalmente se llamaría Altépet, que en náhuat-pipil significa cerro de agua, y alude a un espacio o territorio intercultural. “Altépet era toda una configuración político, social y cultural y, cuando falleció Federico, que fue pieza central en la maduración de esta idea, decidimos renombrar al proyecto como Centro Cultural Cabezas de Jaguar en honor a su labor investigativa”. En efecto, según las investigaciones del arqueólogo, estas piezas están asociadas a retratos de varios gobernantes de las culturas prehispánicas de esta región, que luego formaron parte de centros cívicos y ceremoniales del período preclásico, es decir hace unos 2,300 años.

“Lo que significa que hace unos 2,300 años, aquí no solo andábamos en taparrabo y cazando cotuzas, sino que ya éramos una estructura social compleja que había avanzado en la abstracción simbólica que representan las cabezas del jaguar, y teníamos la capacidad de asociarlas con los calendarios, los ciclos agrícolas y con la primera escritura mesoamericana”, explica Tania. De esta idea primigenia, nace la Asociación Cabezas de Jaguar, que es la instancia legal que da vida al centro cultural.

En 2019, cuando en el país se comenzaba a instalar un estilo de gobierno autoritario, con poca apertura a la participación ciudadana, al debate, al disenso político y blindado a las expresiones culturales liberadoras, se tomó la decisión de acelerar el parto del proyecto. “En vista de la situación que se estaba poniendo color de hormiga, decidimos fundar la asociación, pero con la convicción de que ésta no dependiera de la sombrilla de nadie y que fuera un espacio dedicado a resguardar y dejar un legado cultural. La coyuntura política nos llevó a empujar más la creación de esta asociación, para que hubiera un ente que, entre otras cosas, se dedicara a resguardar una parte importante de la memoria histórica de la izquierda salvadoreña y que, además, [fuera] una entidad que recogiera y aportara nuevos materiales a esa memoria”, explica Tania.

“Significa que hace unos 2,300 años (…) ya éramos una estructura social compleja que había avanzado en la abstracción simbólica que representan las cabezas del jaguar, y teníamos la capacidad de asociarlas con los calendarios, los ciclos agrícolas y con la primera escritura mesoamericana”. Tania Molina.

Tania Molina, directora del Centro Cultural Cabezas de Jaguar, artista y gestora cultural. Foto: Daniela Rodríguez

En efecto, la asociación alberga un copioso archivo compuesto de varios volúmenes de documentos que provienen de movimientos y organizaciones sociales de la izquierda salvadoreña. Este acervo bibliográfico se ha venido enriqueciendo con otros materiales donados por personas que confían en este proyecto. 

En estos documentos, organizados en lo que denominan “Archivo Rojo de la Asociación Cabezas de Jaguar”, hay valiosa y abundante documentación sobre Los Acuerdos de Paz, además de unos 1,300 documentos de los años 1980 a 1998 que provienen de sindicatos, organismos de derechos humanos, asociaciones comunitarias, obreras, estudiantiles, entre otras. En ellos se puede encontrar, por ejemplo, información sobre los diversos espacios de diálogo y negociación que culminaron con el fin del conflicto armado en 1992, así como pronunciamientos, comunicados y afiches del movimiento popular de ese período. El centro proyecta estructurar este material en un catálogo digital para que las personas interesadas lo revisen en línea y luego puedan solicitar consultas en físico. “Queremos que esto ayude a la formación del pensamiento crítico de la gente”, indica Tania.

¿Qué busca y qué hace la asociación?

“El primer gran objetivo es convertirse en un espacio de diálogo de saberes y de encuentro para personas y colectivos que, además de crear, busquen fortalecer los espacios de debate y para la construcción social de valores fundamentales como justicia y solidaridad y otros principios humanos”, explica la gestora cultural.

El segundo objetivo de gran importancia “es difundir el patrimonio cultural nacional, es decir los saberes ancestrales, la historia, la memoria, la creación artística y la difusión del pensamiento mesoamericano”. Desde una perspectiva de derechos sociales y culturales y de la lucha por la soberanía, las actividades del centro giran en torno a la difusión del arte y del patrimonio cultural, como fundamento de la identidad y la gestión participativa de la cultura. 

Por ello, en el Centro Cultural Cabezas de Jaguar hay cabida para todas las personas creadoras, con pensamiento crítico, sensibles a los problemas nacionales y con propuestas de solución a los grandes retos económicos, sociales, políticos y culturales que enfrenta el país. Asimismo, tiene en curso varios procesos de investigación cultural y de formación, con énfasis en la educación intercultural crítica. 

También las alianzas estratégicas forman parte de las prioridades del centro. Una de ellas es con la Fundación Camilo Minero, que se encargará de gestionar la Sala de Exposiciones Camilo Minero y que será inaugurada el 10 de junio próximo.

 “ [La apuesta es] que sea un espacio sin censura, en donde te podás expresar y que tu sentir no esté bajo la mira, la censura y la guadaña”. Tania Molina.

Otto Mora, cantautor guatemalteco, participa en La Peña, un espacio dedicado a la música y a la creación original. Se desarrolla todos los jueves, cada 15 días. Foto: Daniela Rodríguez

“El Centro cuenta con pinacoteca que tiene obra de grandes artistas como Salarrué, Carlos Cañas, Antonio Bonilla, Rosa Mena Valenzuela, Mejía Vides, así como con el dibujo técnico de las Cabezas de Jaguar. A este esfuerzo se han sumado varias iniciativas y articulaciones culturales, entre ellas, el Colectivo de Cantautores, a cargo de Ariosto Montesinos, que promueve el surgimiento de una generación joven de creadores y creadoras musicales; la Fundación La Chifurnia, conducida por Otoniel Guevara, para la difusión de la poesía; Percutiendo Estudios, que impulsa círculos de iniciación musical, ejercicios de arteterapia y un espacio familiar, seguro y de confianza de pintura para niñas y niños […], porque es en la casa en dónde uno aprende valores y principios”, explica.

Además, en congruencia con la promoción de valores ancestrales, hay una alianza con el colectivo Parto de Luna, que promueve la medicina y la partería ancestral, y se acompaña al Movimiento Nacional de Partería Indígena y Comunitaria “Mi Parto”; este movimiento ha identificado a unas 350 parteras a nivel nacional.

Finalmente, el Centro cuenta con una biblioteca que compila unos 3,000 volúmenes de documentos sobre arqueología, antropología, economía, historia, literatura, entre otros temas.

La apuesta

“La apuesta es que el centro logre ser autogestionado y conformado por personas y colectivos con trayectoria artística, creativa y ética y que pueda ser un espacio de luz en medio de toda la oscuridad que estamos viviendo en términos derechos humanos y de libre expresión. Que sea un espacio sin censura, en donde te podás expresar y que tu sentir no esté bajo la mira, la censura y la guadaña”, señala Tania.

Al consultarle si no tiene temor de represalias que puedan enfrentar por la actitud hostil del actual gobierno hacia las organizaciones de izquierda y a toda expresión de crítica, manifestó que “[…] no tenemos temor, pues lo que hacemos es defender el conocimiento, la cultura, la historia y la memoria nacional, y por supuesto la libertad de expresión. Aquí van a encontrar gente rebelde, gente en permanente insurrección cultural, van a encontrar gente que no se vende, que no se amedrenta, que no tiene precio, que no tiene un pasado de corrupción y, por eso mismo, gente con el corazón en alto y abierto, que defiende nuestros ideales y principios; el que venga al centro, se sentirá en confianza y de seguro se terminará tomando un vino y cantando unas canciones con nosotros y nosotras”, afirma Tania.

“Venimos de una historia de lucha por los derechos ciudadanos, por los derechos culturales, por el libre pensamiento, por la libertad de expresión. En el tiempo que estamos viviendo no hay garantías jurídicas para la población, están suspendidas, pero no nos acobardamos por cantar, leer poesía, ni por defender la cultura. Ahora sí tenemos claridad de eso”, finaliza la experta en cultura.

* Periodista
** Músico y defensor de derechos humanos

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