Cultura
“Pescadores”, Rafael Varela
La inquietante inquietud del pintor Rafael Varela
Mario Castrillo
Febrero 10, 2023
He tenido la oportunidad de observar obras de diversas series de pinturas del maestro Rafael Varela (1955). En tres de ellas interviene el elemento natural del agua: Pescadores, Clavadistas e Inundatus infinitus.
En diferentes tradiciones espirituales el agua posee una dimensión sagrada y es símbolo de vida; el agua es purificación, transformación, liberación, fecundidad, abundancia. De hecho, sin el agua el ser humano, que se pavonea vanamente de su dominio sobre la naturaleza, no podría existir. Solamente en el sistema capitalista y neoliberal no encontramos esta valoración de este líquido precioso, en este sistema vil y perverso el agua no es más que una mercancía.
En las tres obras mencionadas el agua se encuentra relacionada con la intervención humana; en todas observamos estructuras de hormigón. En la pintura Pescadores, el muchacho –el pescador– que recoge los peces es observado desde una construcción que gana el primer plano.
La obra presenta acciones de un mismo personaje realizadas en dos momentos diferentes. Entre una y otra acción ha transcurrido una porción de tiempo. Observamos esas dos acciones de manera individual y a la vez simultánea. Este “juego” con la imagen y “el transcurso del tiempo”, este fenómeno visual, transmite una situación inquietante.
“Clavadistas”, Rafael Varela
En la pintura “Clavadistas” pareciera que el tiempo se hubiera detenido, que la imagen se hubiera “congelado” en el momento preciso en que el muchacho está penetrando en el agua. La pintura transmite en cierta manera la sensación de inmovilidad: la estructura firme de hormigón, el agua quieta, inmóvil, inalterable, estática, un muro horizontal y rojo al fondo, el cielo límpido, sin rastros de nubes, quieto… Sin embargo, la pintura expresa dinamismo, nos muestra una acción, actividad, movimiento enérgico. Y esta visible contradicción no deja de inquietarnos.
“Inundatus infinitus”, Rafael Varela
“Inundatus infinitus” es la pintura que más me atrae mi atención. Al igual que Clavadista, en este lienzo se plantea una aparente discordancia entre la quietud del ambiente y la acción del personaje femenino que salta sobre pequeñas bases de hormigón, rebosante de energía, de vigor, moviéndose, saltando delicadamente entre el agua, sin tocarla. En Inundatus infinitus, a no ser por el reflejo de la estructura de hormigón y la sombra del personaje, no sabríamos a ciencia cierta si esta muchacha, el personaje de la obra, se desplaza libremente por un cielo infinito. La pintura transmite sensación de surrealidad.
“Casas de cartón”, Rafael Varela
“Recuerdos de la guerra”, Rafael Varela
Estas dos pinturas: “Casas de cartón” y “Recuerdos de la guerra” poseen íntima relación. Casas de cartón hace referencia a las condiciones de miseria en que vive nuestro pueblo. Cito a continuación un estudio realizado por la Universidad Francisco Gavidia: “el país registrará en 2021 una pobreza del 33,3 % de su población, que equivale a 2.276.808 personas.
Esto representaría un incremento de 430.242 personas en 2021 respecto a las 1.846.566 que vivían en situación de pobreza en 2019, para un incremento de aproximadamente el 23,3 %”.
Esta cita deseo contrastar con el informe que el 25 de mayo de 2015 diera a conocer Oxfam: “En tan sólo un año, el número de multimillonarios en El Salvador creció de 150 en 2013 a 160 personas registradas el año pasado. Su fortuna conjunta alcanza hoy los 21.000 millones de dólares, lo que equivale al 87% del Producto Interno Bruto nacional”. El informe asevera que “La desigualdad no es algo inevitable, sino el resultado de políticas equivocadas que se pueden y deben revertir”. A mi entender a eso se refiere la pintura de Varela que hace una denuncia social.
Recuerdos de la guerra es una pintura que guarda íntima relación con Casas de cartón, ya que la pobreza y el resto de desigualdades sociales ha sido, y continúa siendo, origen de conflictos profundos. La pintura nos presenta una infante resguardada tras una estructura de hormigón, asustadiza, reflejando temor en su rostro. La niña está sola, desamparada, apartada de sus demás congéneres, recogida en sí misma. La sensibilidad social del artista se palpa en cada pincelada.
“El nuevo inquilino”, Rafael Varela
“Bodegones”, Rafael Varela
“El nuevo inquilino” y “Bodegones” son pinturas donde experimentamos cierto desasosiego por la situación que presentan. En ambas, el ser humano es sustituido por entes inanimados, en “El Nuevo inquilino”, y en “Bodegón” por productos de la naturaleza. En la primera de ellas, una pareja de maniquíes de madera, de los que se emplean en el mundo del arte para dibujar la figura humana, son los personajes de la obra. Ambas figuras, sentadas en una banca, observan un cuadro en el cual hay un paisaje y un sol ardiente y colorado al fondo, entre nubes de igual colorido. Esta pintura trae a mi mente otra de Giorgio de Chirico (1888-1978), se trata de la obra “El enigma” de las horas y los lugares, en la cual observamos un maniquí apreciando un cuadro de caballete que tiene como motivo un hermoso paisaje. Varela se emparenta aquí indudablemente con Chirico, el rey de la Pintura Metafísica, y se interna en ese inquietante misterioso Universo.
“El enigma”, Giorgio de Chirico
En la pintura “Bodegones” experimento similar inquietud. La obra es una pintura de interiores que nos muestra a una madura cereza sentada en un sillón plácidamente, como si fuese un ser humano descansando. Pende de la pared, al fondo, una pintura abstracta de acusada influencia geométrica. No olvidemos que la geometría se basa en las matemáticas, que es una ciencia exacta y se desarrolla en el mundo de lo abstracto.
El simbolismo de la cereza cambia de una cultura a otra. Para los samuráis japoneses esta fruta es símbolo del destino y de lo efímero de la vida de esta aguerrida casta guerrera. En la antigua China, por el contrario, simboliza inmortalidad y longevidad. La cereza se ha ligado en otras culturas del mundo con la juventud, la pureza, la fragilidad, el amor, la esperanza, el nacimiento, la dulzura y, sobre todo, con la sensualidad. Sobre esta última alusión Salvador Dalí habla en el estudio que realiza sobre El Ángelus de Millet.
La obra de Rafael Varela discurre sobre el hiperrealismo, surgido como movimiento pictórico a mediados de la década del 60 y principios del 70 del siglo pasado, caracterizándose por el virtuosismo del artista que se empeña en representar con esmerado verismo hasta los más pequeños minuciosos detalles.
Cuando un artista pinta un cuadro y lo exhibe, deja en cierta forma de pertenecerle, lo comparte con el observador que al apreciarlo se lo apropia, lo “hace suyo” de alguna manera, ya sea que le cause una sensación de agrado o desagrado o que lo deje fríamente indiferente, pero “algo” a causado en el espectador que indudablemente ya no puede continuar siendo el mismo. El espectador tiende a realizar una interpretación de la obra que puede o no acercarse a la intención del artista al crearla. Esa es, a mi entender, una de las cualidades de la obra de arte, incitar, provocar en el espectador una reflexión.
A parte del riguroso verismo en estas pinturas de Varela, destaca la intención, lograda por cierto, del artista de despertar en el observador una inquietud que puede llegar a causar desasosiego en el alma, al presentarnos situaciones como las planteadas en las pinturas El Nuevo inquilino, y en Bodegón, en donde experimentamos una ruptura con la “realidad”, un extrañamiento como diría Julio Cortazar (1914-1984) en el relato Del sentimiento de no estar del todo, que figura en el libro La vuelta al día en ochenta mundos, “extrañamiento” que busca provocar en nosotros una fantástica dislocación de la percepción de la realidad, lo que consideremos como realidad, volviendo “extrañas” las cosas que nos rodean y las situaciones de la vida cotidiana, al llevarnos ante una situación, como afirma Cortazar, “ante la cual lo sólito cesa de ser tranquilizador porque nada es sólito apenas se lo somete a un escrutinio sigiloso y sostenido”.
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