Es una serie pictórica en la que exploro la construcción de la(s) identidad(es) nacional(es), la ladinización forzada de la población indígena, las tradiciones y el sincretismo que pervive en las festividades religiosas populares salvadoreñas.

Los elementos del mercado mundial —como las marcas de ropa Nike, Tommy y los productos alimenticios como la Coca Cola— se incluyen en el testimonio visual de este tiempo dentro de prácticas tradicionales como la danza de los “Historiantes”, impuesta por los españoles en la colonia; o las procesiones de las “Palancas”, vinculadas a los ritos de los pueblos indígenas para agradecer la fertilidad originaria.

En los retratos cubro o anulo el rostro para que el espectador reflexione a partir de lo que genera esa ausencia y, a la vez, se sume a la dinámica de imaginar o construir lo faltante. Lo ausente o lo oculto contrasta con el peso de la ropa colorida, festiva, que engalana los cuerpos de los personajes en sus diversos papeles de princesas, reyes, diablos o demonios. La ocultación del rostro apunta a la ladinización forzada de la/el indígena para integrarlo al proyecto moderno de la construcción del Estado-nación salvadoreño. En ese proceso, la resistencia indígena fue reprimida y sus poblaciones fueron relegadas a una existencia marginal o a una función folklorista (como un componente salvaje-exótico para la explotación turística y el disfrute del ojo extranjero).

Como hombre de piel blanca e hijo de un “varón indígena” de San Pedro Nonualco, esta serie me permite reflexionar sobre la cultura originaria que me fue negada: una cultura que admiro y respeto, pero de la que no formé parte. Con ella repaso también lo que me constituye e inquieta: los saberes que adquirí en la educación formal y la importancia de los saberes heredados, así como las dinámicas de aceptación o negación cotidianas y las estrategias de cohesión y resistencia de una comunidad que me ha abrazado y de la que me considero parte.