Cultura
René Lovo y Omar Renderos, en la obra Romero. Después, otra vez, la noche. Foto: Alejandro Hernández
Se cierra el telón… y comienza la discusión
Para esta segunda entrega, Espacio Revista conversó con Mariano Espinoza y Ciro Rivera respecto al Primer Festival Internacional de Teatro Alternativo (FITAL), a los principales escollos en el repunte del teatro nacional y al rol gubernamental en el desarrollo de políticas culturales que dinamicen propuestas independientes y con calidad técnica.
Junio 14, 2024
«Si la policía o los médicos entran en huelga, un país se sume en el caos;
si los actores hacen huelga, a nadie le importa».
Jerzy Grotowsky
En la primera parte, los actores René Lovo y Omar Renderos de La Galera Teatro nos ilustraron sobre el proceso que culminó en la realización del Primer Festival de Teatro Alternativo, FITAL (https://n9.cl/kz1rf), el cual se llevó a cabo del 3 al 12 de mayo del corriente y reunió a actores de El Salvador, Guatemala, Costa Rica, Estados Unidos y República Dominicana.
Nos expresaron sus esperanzas de que dicha iniciativa continúe, pues eventos como éste son los que permiten a las distintas propuestas teatrales dialogar y generar una sinergia, subrayara Renderos.
Sin embargo, La Galera Teatro fue el único grupo salvadoreño que participó en el festival.
Al preguntársele al respecto, Omar responde: «Por un tema de presupuesto (…) No podemos obviar que el presupuesto es fundamental para poder ser más rimbombantes».
Por su parte, Lovo explicó a Espacio Revista que Iberescena, entidad que les apoyó económicamente, «nunca patrocina la totalidad del presupuesto, así que el grupo premiado tendrá que ver cómo consigue el resto del dinero», y agregó que La Galera Teatro no logró recaudar el presupuesto total calculado, por lo cual tuvieron que reducir en buena parte la realización del festival.
Y es que la falta de presupuesto es el «tema recurrente» del arte en El Salvador. En la presente nota, aunque nos referiremos al teatro, lo dicho es extensivo a las demás disciplinas estéticas.
Sin embargo, el teatro tiene una peculiaridad respecto a las demás artes, y es la de ser una interacción viva frente a —o con— el público; además de que combina otras artes en su realización, lo cual le confiere un gran poder emotivo sobre los espectadores, punto sobre el que volveremos al final de este artículo.
De modo que, volviendo al tema del presupuesto en el teatro en el país, a la gran mayoría de sus cultivadores no les queda más remedio que volverse discípulos de Grotowski (creador del «teatro pobre»), en un grado o en otro.
Pareciera existir una «tradición» de lanzar racimos de iniciativas en apoyo al arte que terminan en ninguna parte.
Martha Guadalupe Tuyuc Us, del Colectivo Teatral Tz’aqol de Guatemala, Chimaltenango, es descendiente de los mayas cachiqueles. Foto: Alejandro Hernández
Una larga «tradición» salvadoreña de apoyos descontinuados
«Apoyar la actividad teatral debe ser una política permanente para tener un movimiento cultural fuerte y amplio, y no darse sólo en ciertas épocas. Hasta la fecha, por ejemplo, no hay noticias de si el Mincultura reabrirá el Fondo Fantel, con el que trabajamos el año pasado. Éstas son iniciativas buenas, pero muy restringidas», señala.
Dicha política permanente a la que se refiere es lo opuesto a la «tradición» nacional de lanzar racimos de iniciativas que terminan en ninguna parte. Y es que, en El Salvador, han surgido proyectos en cada período presidencial para apoyar al arte en general y al teatro en particular, pero pareciera que no se prevé cómo seguir fortaleciendo los fondos para continuarlos: «Si hoy se terminó el fondo, se terminó, y ya no hay posibilidades de reabrirlo o ampliarlo más», acota Mariano.
Elvira Taveras se transformó en cada una de las mujeres protagonistas de las obras La zapatera prodigiosa, Yerma, La Casa de Bernarda Alba y Bodas de sangre. Foto: Alejandro Hernández
Mariano Espinoza considera urgente buscar mecanismos que incentiven la producción escénica propiamente salvadoreña.
En cuanto al FITAL, opina que «cualquier iniciativa que promueva el arte escénico es válida, pues otorga una perspectiva más amplia de las ofertas teatrales existentes». Sin embargo, aunque reconoce el valioso esfuerzo de La Galera Teatro, manifiesta que «el FITAL es una iniciativa individualizada, pues no parte de una política nacional».
Mariano sostiene que urge buscar mecanismos que incentiven la producción escénica propiamente salvadoreña, pues «aquí lo alternativo pareciera valorarse más en las propuestas que vienen del exterior», aunque enfatiza que el enfoque en lo local tampoco debe «caer en el extremo de rechazar lo que viene de afuera».
Aconseja entonces «combinar las cosas, aunque la riqueza del teatro debe acrecentarse principalmente a través de las iniciativas propias», y añade que «nosotros tenemos características culturales y artísticas muy buenas; pero muchas iniciativas están pasando desapercibidas y se les cierran espacios», continúa denunciando Espinoza.
El Núcleo de Experimentación Teatral N.E.T., de Costa Rica, presentó dos cuentos de Anton Chéjov, El daño que hace el tabaco y El canto del cisne, en una fusión titulada Los Chekovs. Foto: Alejandro Hernández
A pesar de que en El Salvador quienes se dedican a las distintas actividades artísticas son varios miles, la mayoría requiere de apoyo formal. Mariano señala que en El Salvador «es muy difícil organizarse para exigirlo, porque tenemos una cultura muy individualista: cada grupo o artista desarrolla su proyecto, responde por lo suyo, resuelve lo suyo y hasta allí. Y así ha sido siempre».
A pesar de que en El Salvador quienes se dedican a las distintas actividades artísticas son varios miles, la mayoría requiere de apoyo formal. Mariano señala que en El Salvador «es muy difícil organizarse para exigirlo, porque tenemos una cultura muy individualista: cada grupo o artista desarrolla su proyecto, responde por lo suyo, resuelve lo suyo y hasta allí. Y así ha sido siempre».
De manera que «quienes tienen posibilidades económicas las seguirán teniendo y seguirán actuando; pero, a los hijos de obreros y campesinos, sólo nos queda formar cooperativas para apoyarnos a nosotros mismos». Sin embargo, como el individualismo aquí cunde también entre artistas provenientes de clases marginadas, la situación parece insoluble.
Omar Renderos en Romero. Después, otra vez, la noche, obra sobre el martirio, la dimensión espiritual y la fuerza justiciera de Monseñor. Foto: Alejandro Hernández
Teatro, ¿cómo y para qué?
«Al asistir al teatro, la gente espera divertirse, olvidarse precisamente de la problemática que vivimos. Pero, ¿será el teatro para eso nada más? ¿O de alguna manera podemos los teatreros contribuir, no dando soluciones, sino ampliando la perspectiva del público?», pregunta Mariano, agregando que también se debe ensanchar la visión del espectador sobre el hecho teatral mismo.
Sin embargo, «hay cierta negligencia por parte de los teatreros en desarrollar proyectos más agresivos, es decir, que lleguen a la raíz de lo que somos», señala.
Y es que muchas iniciativas —especialmente de jóvenes— «buscan ser “creativas”, pero carecen de investigación, de experimentación», afirma, reflejando la misma preocupación del fallecido director y actor salvadoreño Filander Funes, de quien su ex alumna, Alicia Chong (de la compañía Teatro del Azoro), afirma que «nos impuso el orden y la disciplina para crear (…)», mientras que quien fuera su maestro en el Bachillerato en Artes, Roberto Salomón, asegura que a Funes «los procesos le importaban más que los resultados» (Con Filánder Funes se fue un obseso por la profesionalización del teatro).
Ciro Rivera coincide con Espinoza en que el principal escollo que enfrenta el teatro salvadoreño es la falta de apoyo económico y de una política cultural y artística con reglas claras.
«Desarrollar una disciplina artística no es desligarse de la realidad circundante, y el teatro está relacionado con los ámbitos político, económico, social y cultural. No podemos desligarnos de ello porque somos parte de ello: nuestro arte debe reflejar esas condiciones. Tampoco hablo de ser panfletario, sino de dar propuestas técnicamente elaboradas, con calidad estética», afirma el actor, coincidiendo en este punto con la posición del crítico y curador Mario Castrillo, quien señala que los artistas jóvenes emergentes «no están abordando la problemática nacional porque la conciencia social se ha ido perdiendo» (Jóvenes artistas emergentes: ¿desconectados de la realidad? – Espacio Revista Digital).
Los protagonistas de Los Chekovs, Ignacio Carballo y Fernando Vinocour, este último también director. La obra presenta un tratamiento interesante de los signos en el mundo chejoviano. Foto: Alejandro Hernández
Sobre el teatro de los setentas y ochentas en el país, recuerda Mariano que «había propuestas muy buenas, que obedecían a un contexto histórico al que queríamos estar vinculados, pues era parte de nuestra vida, y lo que hacíamos era reflejo de ese contexto. Para algunos era válido, para otros no, pero lo mismo podemos decir hoy: si tenemos una perspectiva diferente a la que se está dando en el teatro salvadoreño, pues también es válida; aunque tampoco vamos a despotricar por la que se está dando. Como decía al inicio, las propuestas son necesarias».
En fin, para Espinoza «hacer teatro no significa sólo presentar obras, sino también generar comunidades, convivencia, empatía (…) De alguna manera, esto contribuirá a resolver el problema social que tenemos en el país».
Para Rivera, «el teatro en El Salvador está más vivo que nunca, porque ahora tiene por qué luchar: hay tantas imágenes nuevas, tantas temáticas interesantes a partir de esta nueva coyuntura sociopolítica que, estoy seguro, será imposible detener su despunte: es el momento de la comedia.
«Sólo quienes no entiendan el florecimiento de la “T” del Teatro (con mayúscula), se asfixiarán tratando de quedar bien con el régimen, al que sostiene la dictadura de una oligarquía amordazante».
La dominicana Taveras, única actriz y directora de la obra De Lorca, representando a otra protagonista de los dramas icónicos del gran poeta y escritor español.
Sus palabras denotan optimismo, pero también la conciencia de que ese despunte teatral tendrá que darse en el seno del autoritarismo aún existente: «Hay que trascender, entendiendo esta nueva realidad guardada en odres viejos».
Para Ciro, el principal escollo que enfrenta nuestro teatro es la falta de apoyo económico y de una política cultural y artística con reglas claras. Considera que el Estado, a través del Mincultura, debería tener una agenda que surja de las necesidades del artista salvadoreño y del espectador o consumidor del arte nacional.
«Las Bellas Artes deben ser parte de la agenda de todo gobierno —continúa Rivera—, siendo necesario definir el papel de aquellas en la comunidad, en la escuela, en la sociedad, en la nación», al punto de que las manifestaciones artísticas «sean pan cotidiano para nuestro pueblo».
En cuanto al FITAL, considera que es un esfuerzo loable, pero lo percibe como «un festival muy privado, sin difusión (…) en lo que respecta a la convocatoria».
La dominicana Taveras, única actriz y directora de la obra De Lorca, representando a otra protagonista de los dramas icónicos del gran poeta y escritor español. Foto: Alejandro Hernández
Junto con el cine, su hermano contemporáneo, y a la música, el teatro es una de las artes que más impacto ejercen sobre las colectividades.
Por otra parte, aunque Ciro considera que la empresa privada es una «importante contratante de servicios artísticos y un apoyo independiente del Estado para el desarrollo, la promoción y la proyección de las artes», admite que lo que todo artista pretende es «volverse auto sostenible en el tiempo y en su propio espacio, tomando sus propias decisiones a partir de sus propios planes y proyectos».
Parafraseando el lenguaje empresarial, Rivera manifiesta que «es el sueño de todo artista controlar su producción, desde su elaboración hasta su distribución y consumo». En una palabra, «ser una empresa con capital propio», nos dice.
En Solik (que en cachiquel significa «desatar»), se realiza un ritual sanador, pues la obra no sólo plantea el problema, sino que apunta a su solución: la liberación integral de la mujer. Foto Alejandro Hernández
Generalmente, el arte y la cultura, al ser actividades no esenciales para la supervivencia material, son considerados meros «adornos» a los que el establishment antepone justificadamente «asuntos más importantes que atender».
En realidad, el arte auténtico y la cultura genuina nunca han sido menospreciados por el poder, sino temidos, porque es mediante el libre contacto con dichas actividades humanas y su libre ejercicio que las personas, individual y colectivamente, desarrollan sensibilidad y, sobre todo, pensamiento crítico, enemigo principal de cualquier statu quo adherido tercamente a su trono, de ayer o de hoy, de donde sea y del tipo que sea.
Y decíamos arriba que el arte escénico, por sus peculiaridades, tiene un gran poder emocional sobre los espectadores. En efecto: junto con el cine, su hermano contemporáneo, y la música, el teatro es una de las artes que más impacto ejercen sobre las colectividades. Por esto mismo es que el establishment intenta siempre controlarlas —o monopolizarlas— con mayor énfasis que a las demás artes.
Sabemos que mantener a las mayorías «luchando por el día a día», chantajeándolas con el hambre, es la estrategia básica para someterlas. Con más razón, dicha estrategia se aplica a intelectuales y artistas, para inculcar en éstos una mentalidad de sobrevivientes y así volverlos bufones de la Corte o mendigos del poder —privado y público— e insolidarios entre sí.
Por tanto, los sueños de unidad gremial y fomento de la investigación teatral de Espinoza, así como de acceso cotidiano popular al arte y de independencia económica completa para el artista de Rivera —entre otros sueños—, son pesadillas para el statu quo, que históricamente ha velado por precarizar e instrumentalizar a intelectuales y artistas, no por independizarlos.
Preguntamos entonces: ¿cómo solucionar esto? ¿Será la solución, cómo dijera René Lovo a Espacio Revista, «aprender a ver la precariedad no como debilidad, sino como fortaleza»? ¿Qué piensan ustedes?
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