Cultura
Un dulce signo del Reino de Dios
Abril 5, 2024
La campaña ha dado hasta el momento pequeños pero satisfactorios frutos. Tanto así, que el pasado martes 26 de marzo, durante la inauguración de la V Feria del Dulce en San Antonio del Monte, Suchitoto, el presidente del CRC, Edgardo Vladimir Molina, hizo entrega de una carta a Carolina Díaz, dirigente de El Trapiche, donde se hace constar que el Comité tiene en su poder $1,200.00 para las mujeres de San Antonio, dinero «donado por personas que les tienen fe, que creen en su trabajo», expresó.
El directivo del CRC afirmó que el dinero recaudado no sólo aporta a la iniciativa productiva sino también a la organización comunitaria.
Las Ferias del Dulce son organizadas por las integrantes de El Trapiche y comenzaron en 2019, también en un martes de Semana Santa, y sólo se vieron interrumpidas en 2020, por la pandemia.
A la izquierda, Edgardo Vladimir Molina, presidente del CRC. Sobre estas líneas, Carolina Díaz agradece la donación para la compra del nuevo motor.
«Ya es tradición que nuestra Feria se celebre cada martes de la Semana Mayor, pues durante ésta nuestro pueblo acostumbra comer dulces, además de estar de vacaciones. También, el martes aún no se realizan las festividades principales del calendario litúrgico, cuando la mayoría de la población católica asiste a las solemnidades correspondientes. Y sabemos que fue una buena decisión escoger este día, pues desde la primera feria se nos ha llenado de visitantes y hemos vendido todo nuestro producto», nos explica una siempre sonriente Carolina, feliz con el monto recaudado.
Y es que la sonrisa en los rostros de las mujeres líderes de El Trapiche posee un mérito especial, porque tras ella se encuentra un arduo pero fructífero proceso que data desde 2015 y que aún continúa.
Inicios inundados de sudor, decisión y esperanza
«Nos tocó jalar ladrillos y arena, porque nosotras pusimos la mano de obra no calificada. El proyecto puso a los albañiles. Aquí todas hemos sudado, mientras andaban nuestros hijos pequeños corriendo y llorando atrás de nosotras. Ahora están grandecitos y nos ayudan. Cuando envejezcamos, ellos continuarán esta labor», comenzó relatando Carolina.
«Éste es un trabajo sumamente pesado, los primeros años nos íbamos matadas. Ahora ya nuestro cuerpo se acostumbró. No recibíamos ganancia, sólo obteníamos $3 al día, era una labor enorme por prácticamente nada. Y es que tuvimos que invertir, pues se nos arruinó el primer motor (…) Las que estamos todavía es porque le agarramos amor a esto, porque aquí hemos dejado todo, porque nuestro sudor está aquí. Hemos trabajado y también hemos tocado puertas.
»Y es que hay gente linda atrás de nosotras, de buen corazón, que nos apoya. Pero si usted no se organiza y no se “agarra los pantalones”, como dicen, para ir a tocar puertas, no logrará nada. Por eso fomentamos mucho la organización, porque organizadas nos empoderamos y podemos estar en espacios de toma de decisión. Las mujeres somos capaces de todo, siempre y cuando nos la creamos. Nosotras creemos que lo podemos hacer y lo hacemos. Si usted no asume el reto, usted no sabe si lo logrará o no, pues no logra detectar la capacidad que tiene».
Sin duda, palabras de una verdadera lideresa.
Cinco dulces victorias
«Nosotras no teníamos ninguna experiencia en armar un evento de este tipo. Fuimos cierta vez a una “Feria de la Panela” en San Vicente, como parte del proceso, a ver cómo hacían. En esa época El Trapiche apenas tenía dos años. Entonces nos planteamos hacer nuestra propia feria y llamarle “Feria del Dulce”. Pasamos un año platicándolo y pensando, siempre agarrando un poquito de lo aprendido allá. Pero, como las que trabajamos acá somos mujeres, decidimos hacerla dándole nuestro propio toque.
»Pasamos otro año conversando y también gestionando fondos para comprar todo lo necesario para el evento: es toda una logística que comenzamos siempre al menos tres meses antes», nos relata la entusiasta Carolina, mientras con ojo avizor dirige su mirada a la frenética actividad que se desarrolla alrededor nuestro, cerciorándose de que todo marche sobre ruedas.
«Para la primera feria hubo gente que no nos tuvo fe. Pensaron que no íbamos a ser capaces de organizar un evento tan grande», recuerda ella. «Pero lo hicimos, después de hacer mucha propaganda y dar entrevistas, pues buscamos radios y periódicos para que publicaran sobre el evento. Y nos vino bastante gente, de las comunidades aledañas y de fuera.»
En la primera feria hubo bastantes extranjeros provenientes de Estados Unidos.
Y como Suchitoto recibe muchos turistas, de ahí vino la vez pasada una delegación.
La gente en general se va encantada, y la que viene de fuera deja su propinita y nos entrevista, porque le resulta muy llamativo que en esta molienda seamos mujeres las que lideramos. Las personas se van encantadas también porque pueden formar parte del proceso de elaboración del dulce y no solamente ver cómo lo hacemos: nos ayudan a batir, a meterle leña al fuego y en las demás actividades.»
Pero siempre, después de terminada la feria, hacemos una evaluación para ver qué mejorar, y cada año nos ha venido mucha más gente.
En 2023 se nos llenó: a las 6:00 a.m. recibimos un bus repleto, el primero de una excursión.»
Por otro lado, vienen también señoras mayores a recordarse de cuando sus familias las llevaban a la molienda y cómo allí comían “vicio”. Para nosotras eso es muy satisfactorio, porque estamos rescatando un poco nuestra cultura, ya que antes no había azúcar procesada, sino que todo se endulzaba con dulce: el café, el arroz en leche… Nuestra idea es que la gente vuelva a utilizar este producto. Aparte que el nuestro no lleva químicos sino abonos orgánicos: esto le da otro toque de sabor más rico al dulce.»
No nos podemos quejar, y les agradecemos mucho a todos aquellos periodistas que vienen y nos hacen publicidad», manifiesta la lideresa.
Cada una de las cinco ferias han sido un éxito en cuanto a participación, espíritu y venta de la totalidad del producto.
Por su parte, la profesora María Otilia González Guardado, del Centro Escolar Caserío San Antonio del Monte, Cantón Platanares, testigo de la creación y desarrollo de la iniciativa El Trapiche, recuerda que, en ocasión de la primera feria, «preparamos a unos niños —entre ellos, los hijos de las madres que trabajan en esta molienda— con poemas referidos a la caña, al dulce, a la lucha de las mujeres y también a las personas que fueron motores en este proceso», comenta la docente.
Una visión solidaria y no únicamente comercial
«Los pequeños comerciantes de la zona nos contactan porque quieren venir a la Feria a vender; pero el año pasado nos acompañaron demasiadas ventas: hubo personas que vendieron muy poco y les tocó llevarse de regreso su mercancía. Entonces decidimos reducir la afluencia, para que el vendedor que participe logre obtener ganancia. De modo que hubo gente a la que tuvimos que decirle que no, ya que ahora clasificamos las ventas para que no se repitan: si alguien vende pan, por ejemplo, que no venga otro a vender lo mismo. Así todo el que participe puede irse satisfecho, porque ésa es la idea: que todos ganemos. Por eso ahora la mayoría de ventas que hay en la feria son nuevas», explica Carolina.
«A cambio de permitirles instalar sus puestos, les cobramos un reconocimiento mínimo, pues los vendedores obviamente quieren ganar y no podemos exagerar el precio por adecuarles el lugar, ya que nosotros acomodamos el local con anticipación: esta vez pasamos cuatro días haciendo limpieza antes del evento. Esas son cositas que nos sentamos a analizar siempre, por el bien de la gente que viene a vender».
Las mujeres combinan labores domésticas y comunitarias con la labor de producción y comercialización de los productos de El Trapiche.
Sororidad en carne y hueso
«Trabajar acá nos sirve para cambiar la rutina: dejamos nuestro oficio en la casa y venimos a El Trapiche, y chistamos, reímos, cantamos, lloramos: si alguien anda una pena, aquí la suelta. Eso ayuda a estrechar más los lazos entre nosotras. »
Por otra parte, tenemos aquí una mezcla de edades: desde señoras de 60 hasta veinteañeras, lo que nos permite tener también una mezcla de experiencias y conocimientos. »
Cabe recalcar que éramos treinta mujeres, ahora sólo quedamos doce. Se fueron yendo porque, como ya dije, surgieron muchas dificultades al inicio. Pasamos dos años en los que no obtuvimos ganancia porque todo lo invertimos en cosas de trabajo, pues no teníamos prácticamente nada. Las primeras veces que molimos se nos quemó el producto, por nuestra inexperiencia, y eso desmotivó a algunas. A otras, por su edad, les tocó salirse; pero fueron fundadoras y trabajaron. Mas el objetivo es que vuelvan las que alguna vez estuvieron y, si alguna nueva quiere entrar, nosotras le abrimos las puertas: si quieren entrar cien, pues bienvenidas.»
Y es que queremos más participantes para poder agrandar el proyecto y emplear a más gente. De hecho, nuestra idea es gestionar más peroles y hornos, porque sólo tenemos dos de estos últimos y no damos abasto. Además, aquí no tenemos instalación de agua ni luz: las vecinas nos comparten esos servicios y nosotros les ayudamos a pagar el recibo.»
Ciertamente, desde que iniciamos hace nueve años atrás nos hemos superado mucho, pero aún nos falta mucho más. Sin embargo, nuestra visión es que lo lograremos, que habrá un día en que tendremos nuestro propio carro para transportar la caña y también nuestra propia parcela… ¡Son muchos sueños!», exclama la lideresa, emocionada.»
En fin, mi respeto para estas mujeres: todas las que estamos hoy enfrentamos obstáculos que no nos detuvieron, sino que nos incentivaron a continuar y demostrarnos a nosotras mismas y a la sociedad que podemos», enfatiza.
Solidaridad también en carne y hueso
«Pero nada podríamos haber hecho sin todas las personas y organizaciones que nos apoyaron: muchos donantes nos han dado, además de pequeñas cantidades de dinero, sillas, láminas, guacales, paletas, etc. La comunidad nos colabora: cuando estamos acá trabajando, los vecinos nos traen comida y refrigerios», nos cuenta Carolina, conmovida.
«Estamos, pues, muy bendecidas con la gente que nos rodea y la que viene de fuera, porque esta última, cuando regresa, trae algo para donar. Por ejemplo, a esta casa se le estaba cayendo el techo, y a la primera feria vino un señor que nos donó después más de $1.000 en buena lámina para repararlo.»
En cuanto a las ONG, las que más nos respaldan son CRC —nuestra organización de base en Suchitoto— y Redes, con sede en San Salvador. Del extranjero hemos recibido aportes de Fondos Canadá: CRC nos ayudó en la gestión y aquéllos nos donaron $20.000 dólares canadienses, que aquí equivalieron a US$15.000.00»
Y ahí vamos, siempre inculcando valores: todo el tiempo enfatizo que en El Trapiche debemos mantener una visión local. Aunque en tiempo normal no hagamos mucha venta, no vamos a buscar mercados fuera, pues hay que fortalecer primero a la gente de la comunidad».
Estas palabras de Carolina demuestran que ella y sus compañeras perciben las falacias de la visión de mercado predominante hasta la fecha. Para mayor información sobre el tema, resulta interesante leer Una definición operativa del desarrollo local para El Salvador, de Diego Salcedo,
Maestría en Desarrollo Local, Departamento de Ciencias Políticas, UCA https://www.lamjol.info/index.php/REALIDAD/article/view/3898/3645
Producción de los derivados de la caña
En la Feria del Dulce, los visitantes pueden ver y participar en el proceso de producción de los dulces. Darle el punto al dulce durante el cocimiento es un arte aprendido.
Hombres de verdad
«Hay unas cuantas compañeras aquí que tienen pareja, y ésta les ayuda a trabajar en el proyecto. Porque aquí ningún esposo o compañero de vida ha dado nunca problemas, gracias a Dios. Al contrario: ellos vienen a hacerle el día a su mujer cuando ésta no puede venir. Como ejemplo está José Horacio Hernández, esposo de Blanca Estela. Él es quien nos enciende el motor y nos apoya en todo. Si bien es cierto que lideramos este proyecto las mujeres, también tenemos el respaldo de los hombres», reconoce Carolina.
Nos acercamos entonces a Horacio en un momento de descanso en medio del trajín de la feria.
«Soy de Cojutepeque», nos cuenta él. «Mi familia trabajó mucho tiempo en moliendas. Cuando vine aquí tenía, pues, un poco de experiencia. Entonces me pidieron que las apoyara, y les enseñé algunas cositas, como a puntear el dulce. Ahora sólo me falta enseñarles a envolverlo con tusa, para que tenga una presentación más formal. Por el momento lo vendemos en bolsitas.»
Yo siempre apoyo a Blanca. Además, este proyecto nos ayuda mucho económicamente, ya que aprendemos a desenvolvernos y a vender el producto. Estamos muy agradecidos por el apoyo. Y aunque siempre en las organizaciones hay problemas, éstos se van solucionando en el camino, yendo siempre hacia adelante», agrega Horacio.
Dos duelos en el reino del azúcar
«Recuerdo que el día anterior a la primera feria se instaló un nido de avispas a medianoche en el techo, y nosotras no podíamos matarlas ni tampoco dejarlas ahí porque iban a picar a la gente, pues con la bulla se alborotarían. Así que les echamos humo para que se largaran de a poco… ¡Pasamos así toda la madrugada hasta que logramos que se fueran! Quien nos ayudó a correrlas fue Don Chilo. Él siempre nos ayudó mucho. Lamentablemente murió atropellado en 2023», relata Carolina, melancólica.
«Pero lo más triste fue que quien nos apoyó con todo desde un inicio, falleció sin poder vernos realizar nuestras ferias. Él era Manuel Ortega, presidente en ese entonces del CRC, a quien afectuosamente llamábamos “El Morro”. Él soñaba con que nosotras hiciéramos eventos así.
»Por eso en cada feria sentimos nostalgia, pero también nos sentimos satisfechas, pues estamos cumpliendo con lo que él proyectaba. Siempre nos exhortó a que nos empoderáramos con El Trapiche, para que éste se convirtiera en fuente de sustento y autosuficiencia para nuestros hogares y así no tuviéramos que salir a trabajar afuera».
Por ello Carolina siempre pide en la inauguración de cada Feria «un fuerte aplauso hasta el cielo para “El Morro”, porque lo andamos aquí en el corazón (…) En honor a él es que también hacemos esto».
Y esta vez añadió: «Las juntas directivas son transitorias, pero la organización queda y es a la que debemos respetar y defender (…) Para nosotras el CRC es nuestra casa.
Los molestamos hasta por una cuchara que necesitemos (…) Todas las directivas que han estado después de “El Morro” nos han apoyado igual, con el mismo amor y empeño.
Allí se apoya a todas las comunidades, a todo aquel que tenga necesidad y quiera salir adelante.
»Así que… ¡un aplauso hasta el cielo para “El Morro”, porque sé que está feliz, igual que nosotras!».
Don Manuel Ortega, El Morro, también estuvo presente en la V Feria del Dulce.
Un dulce «Aquí» que cambiará al mundo
«Aquí siempre hemos tenido muchas alegrías y también muchos aprendizajes. Aquí gozamos, nos reímos entre todas. Aquí practicamos la solidaridad, la empatía, y nos llevamos muy bien todos… ¡Quizá nunca habíamos tenido algo así, tan bueno!», puntualiza conmovida Carolina.
«Una de las tantas frases sabias que Monseñor Romero dijo fue que este pueblo sólo iba a conocer la felicidad (…) hasta que se hicieran verdaderas transformaciones sociales», expresó el presidente del CRC en su discurso. «Y hemos estado esperando esas transformaciones sociales a lo largo de nuestra historia, a lo largo de nuestras luchas. Y creíamos y seguimos creyendo que esas transformaciones las harán instituciones, personas, figuras políticas, movimientos que creemos que nos representan. Y seguimos hasta la fecha esperando verdaderas transformaciones sociales. Y creo que es un error seguir esperando que esas figuras y esos movimientos que falsamente consideramos que nos representan realicen las transformaciones que necesitamos».
Entonces Molina evocó los nueve años en que las mujeres de El Trapiche vienen haciendo «la verdadera transformación social, porque la Comunidad San Antonio se ha visto transformada a raíz del liderazgo de ellas. Sabemos que San Antonio se caracteriza porque lo conducen mujeres. No sólo conducen a El Trapiche, sino también a la comunidad».
Y más adelante añadió: «Las transformaciones sociales las harán ustedes y las haremos nosotros desde nuestros espacios y con nuestros instrumentos».
«Quiero agradecer a las personas, a las mujeres que realizan esos cambios sociales que tanto necesitamos y hemos anhelado a lo largo de nuestra historia y que muchas veces ni siquiera los reconocemos cuando están pasando. Hay que reconocerlo: estas mujeres son quienes cambiarán al municipio y el rumbo de nuestra historia», aseguró Molina.
Por su parte, el sacerdote Héctor Joaquín Meléndez, de la Parroquia Nuestra Señora de la Visitación en San Salvador, quien se reconoce como un fiel de la Comunidad San Antonio —además de fiel a la Feria del Dulce— y admirador del esfuerzo de las mujeres de El Trapiche, manifestó que es importante recordar la confianza de Monseñor Romero «en la organización de los pobres, en que la gente humilde es capaz de generar signos del Reino de Dios».
Y, sin duda, la Iniciativa de Mujeres El Trapiche es un signo de ese Reino.
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