Cultura/Artículos
Texto y fotografías: Daniela Rodríguez *
Junio 16, 2023
Con el arribo de las lluvias, los habitantes del cantón San José El Carrizal, del municipio de Santa María Ostuma, La Paz, conocido por su gran producción de piña, inician la temporada de cosechas, por lo que un año más celebran su tradicional recorrido de “Las Palancas”.
El 31 de mayo de cada año, desde muy tempranas horas, pobladores del cantón El Carrizal, cargadores, la banda de música y “los viejos de mayo” se reúnen en la cofradía, un espacio comunitario dedicado a las personas que forman parte de esa asociación religiosa. En el lugar se encuentran mujeres del cantón preparando alimentos como tamales, tortillas, arroz, refrescos de frutas de temporada, café y carne para alimentar a los asistentes. Este año la mayordomía de la cofradía estuvo a cargo de la familia Muñoz, que se encargó de velar por que todo marchara según lo previsto y por que los asistentes, en especial los cargadores, se alimentaran y estuvieran bien.
El recorrido da inicio con la explosión de un cohete de vara en el cielo que, junto con el sonido del pito y del tambor, significa que la primera palanca está lista para ser cargada, por lo cual todos los presentes se dirigen hacia la primera parada, que está unos kilómetros de la iglesia. Allí, una familia ha preparado una palanca de aproximadamente siete u ocho metros de largo, adornada con hojas de mamey, cargada con más de mil cocos, abundante piña y refrescos comerciales de las marcas Coca-Cola y Pepsi. La estructura que sostiene los productos es el tronco de un árbol de Laurel, nativo de la zona, cortado con semanas de anterioridad.
Con varas de bambú y lazos aseguran la carga de la palanca.
Cuando todos llegan al lugar de recogida de la primera palanca, los conocidos como “viejos de mayo”, que son hombres disfrazados de sigüanabas, diablos, cuches de monte, etc., se encargan de dar el toque cómico y burlesco a la festividad mientras, entre rimas, bombas y danzas divierten al público y, de esta manera, agradecen a la familia por entregar la palanca.
Después de la diversión viene lo que todos esperaban, la hora de cargar la palanca. Dos hombres amarran varas de bambú que atraviesan por debajo el tronco de la palanca para, así, poder sostenerla colectivamente. Una vez amarradas, uno de ellos le da indicaciones al grupo, saca de su mochila una botella de aguardiente y vasos desechables, y procede a repartir a cada cargador algunos tragos de esta bebida. “Es la gasolina para que arranque el motor”, dice uno de ellos entre risas.
Luego, los cargadores se colocan de dos en dos a cada extremo de las varas de bambú, haciendo un total de casi sesenta hombres, que casi en perfecta sincronía se agachan y comienzan a cargar la palanca cuesta abajo, entre gritos y caras de euforia y de dolor, seguidos de los fieles acompañantes que disfrutan de la tradición cada año. Simultáneamente, los cuetes de vara y la banda empiezan a sonar, dándole energía y alegría al recorrido.
Una familia ha preparado una palanca de aproximadamente siete u ocho metros de largo, adornada con hojas de mamey, cargada con más de mil cocos, abundante piña y refrescos comerciales.
Refrescos de Coca Cola junto con cocos, piñas, bambú y hojas de mamey conforman la carga de la palanca.
Finalmente, con gran esfuerzo, los cargadores logran llevar la primera palanca sin ningún inconveniente hasta el punto de llegada, la iglesia del cantón, donde ya se ha preparado el lugar donde serán ubicadas las palancas. Al llegar al sitio, los cargadores bajan la palanca con el mayor cuidado posible para no mallugar la fruta donada, una vez que esta toca el suelo, entre gritos, silbidos y música todos celebran el éxito, descansan unos minutos y a empezar de nuevo, hasta culminar con las ocho palancas de este año.
Y, ¿cuál es el fin de donar o cargar una palanca? La finalidad es que la persona o la familia que tome la decisión de proveer una palanca pueda vender sus productos para mejorar su economía o repartirlos a su gusto, pero tiene como misión, el siguiente año, entregar una mejor y más cargada. Por ejemplo, si la familia Álvarez provee una palanca con 600 piñas y 500 cocos, el próximo año la tendrá que entregar con más frutos para su nuevo dueño. Algunos pobladores cuentan con orgullo que en una ocasión hubo una palanca de 16 metros de largo.
Unos tragos de aguardiente son parte de «el combustible» para que arranque y camine el motor.
El festival de Las Palancas permite que los pobladores del cantón San José El Carrizal se reúnan y trabajen al unísono por un objetivo común, cada quien brindando a la comunidad lo que mejor sabe hacer. Es notable la excelente organización y coordinación de los diferentes eventos, que hacen posible la diversión y, sobre todo, que ninguna persona salga herida durante el recorrido.
Esta es sin duda una tradición ancestral. Don Isidoro, un fiel asistente y antes cargador, de 62 años, asegura que sus ancestros ya celebraban esta fiesta mucho antes de él haber nacido. También menciona que es un agradecimiento a la lluvia, que da la entrada a la época de las cosechas y a la abundancia. Así mismo señala que esta fiesta también está dedicada a la Santa Cruz (no es coincidencia que la celebración del Día de la Cruz esté sumamente ligada a la temporada de lluvias, a las cosechas y al compartir y convivir de la comunidad).
Con el pasar de los años, como todo en la vida está en constante cambio, se han ido agregando y desapareciendo elementos a la tradición, un ejemplo de ello es que en los últimos años se ha hecho costumbre la donación de al menos una palanca cargada de sacos de fertilizantes de sulfato de amonio, bastante codiciada, por cierto. Otro detalle que llama la atención es la combinación de lo ancestral con lo moderno, al ver estas grandes palancas cargadas de frutas locales y decoradas con hojas de árboles nativos junto con bebidas comerciales de la marca Coca-Cola y Pepsi.
* Fotoperiodista salvadoreña.
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