Entrevista
Poeta, novelista, cuentista, autor de teatro y ensayos, nació el 10 de abril de 1939 en Izalco, Sonsonate.
Uno de los sobrevivientes de la Generación Comprometida, el grupo literario que aglutinó a escritores como Roberto Armijo y Roque Dalton, resistió hace un año al embate de un Accidente Cerebro Vascular (ACV). Recluido en un centro hospitalario, siguió dando pelea hasta volver a su casa. Unas semanas atrás aceptó conversar con Espacio Revista con las pausas inevitables que debe hacer para soltar sus ideas y el estoicismo de un hombre del siglo pasado.
Eric Lombardo Lemus
Fotografía: Luis Galdámez
Septiembre 9, 2022
José Roberto Cea vino al mundo siete años después que su pueblo natal atestiguó el desenlace sangriento de un enfrentamiento entre el gobierno del general Maximiliano Hernández Martínez y los indígenas en todo el oeste del país. La matanza y la expropiación de las tierras comunales es uno de los episodios que más determina la obra de este escritor prolífico que desde su juventud militó a la izquierda de la izquierda y que hasta la fecha no se arrepiente de su ir y venir entre la escasez y la ilusión de un cambio que nunca llegó.
Sin embargo, antes de entrar en ese tema es importante saber que hace un año salió a la puerta de su casa, ubicada en el barrio Santa Anita, a alimentar a los pichones que llegan frente a su vivienda y ahí tuvo el colapso. Recuerda todo, eso sí. No hubo luz al final del túnel. Nada de eso. Perdió la conciencia hasta que lo sedaron en el hospital para estabilizarlo y cuando despertó supo que una parte de su cuerpo no iba a funcionar igual. Pero seguía vivo. El poeta, el novelista, el Pichón, el exdirector de la Editorial Universitaria, el comunista, el último escritor de los comprometidos seguía vivo.
En una situación excepcional, accedió a conversar con Espacio Revista en su domicilio en una calurosa tarde de un día a ratos soleado y luego nublado, como en una metáfora de cómo enfrenta su vida uno de los escritores más prolíficos de la literatura salvadoreña. Consecuente a sus ideas, en su último manuscrito Cea reivindica el derecho de los pueblos originarios a que reconozcan su cultura y no ahorra palabras para fustigar el papel errático de la izquierda cuando llegó al poder.
En 1974 ganó el Primer Premio en el Certamen Latinoamericano de Poesía “Pablo Neruda” en Lima, Perú, y, aunque es uno de las plumas más prolíficas de las letras salvadoreñas, es uno de los autores marginados de la industria editorial.
Desgraciadamente es así y su presencia es una cuestión vital (en la historia del país). ¿Conoces las memorias de Schafik Hándal? Al único que menciona es a mí. ¿Por qué? Pues porque fui el responsable editorial del primer grupo guerrillero que surgió en 1962. Yo tenía 23 años o algo así. Hablo del Frente Unido de Acción Revolucionaria, el FUAR. Vengo de ese pasado.
Cuando el Frente se hizo partido político me vino a ver Schafik y gente del ERP. Pero yo no quise firmar con ellos, con nadie del Frente porque nunca han superado las contradicciones que llevó a joder al Partido Comunista.
El libro collage “Xipe Tótec con bolivariana carta” es una de sus producciones inéditas que sigue en fase de manuscrito.
Sí, por supuesto. ¿Y sabes por qué? Pues porque nunca hubo un programa de gobierno, ni el Partido Comunista tuvo un proyecto de país.
Fijate, ¿qué pasó con la primera organización guerrillera, el FUAR? Pues que Cayetano era enemigo de ellos porque no respondía a lo que decía la URSS.
En aquella época todos los partidos comunistas de América Latina eran empleados de la Unión Soviética. Además, los partidos comunistas nunca incorporaron las culturas de los pueblos originarios porque eran coloniales. No había liberación. José Martí, quien retomó la visión de Simón Bolívar, decidió ver a los pueblos originarios en su cultura. Claro, eso es otra cosa. Yo creo que debemos tener respeto a la visión de los pueblos originarios.
El título completo de este libro collage es “Xipe Tótec con bolivariana carta” donde pongo por ejemplo que Marx está contra Bolívar. ¿Por qué? Pues Marx tenía una visión de colonizador. En cambio, Bolívar decía: “no va a haber liberación en América si no se incorpora la cultura de los pueblos originarios”. De eso partió José Martí para hacer nuestra América. Ese proceso dialéctico es el que tomo en Xipe Tótec.
Es un poema pedagógico que tiene 500 cuartillas y donde incorporo mitos y leyendas de la región de los izalcos. Yo quería recoger esa tradición contada por la población náhuat, pero contada en la voz de los mismos habitantes. Mi abuela hablaba de esas babosadas y fui aprovechando que ella era capitana de una cofradía en un barrio de Izalco. Yo quería rescatar esa tradición que es contada por la misma gente (…) En Xipe Tótec hay mucho humor, en ese sentido.
¡Claro! Es que si perdés el humor ya no tienes nada en la obra. Cómo poder soportar esta sociedad tan pendeja que tenemos.
¡Creo que las dos cosas! (Roberto carcajea mientras hojea el manuscrito). Quiero leerte un poco del prólogo de este libro que contiene memorias poéticas, políticas, sociales y cojonudas. Parte de la metáfora es cuando los pueblos originarios de Mesoamérica celebraban (el 3 de mayo) las ceremonias de renovación de las tierras para la nueva siembra en honor de Xipe Tótec. Cuando la tierra se renueva. Bueno… ahí está listo para convertirlo en libro.
En el hospital desperté a los cinco días y entonces me di cuenta de lo que había pasado. Aunque no sentía nada, no podía hablar ni podía mover la mano. Cuando vine regreso a la casa, pensé: estoy jodido.
Yo siempre fui muy cuidadoso en el sentido de hacer ejercicio e incluso subiendo y bajando allá en la peña de la Puerta del Diablo. Pero un médico ya me había dicho que tenía problemas de presión arterial.
Después del accidente, un médico me dio el alta en junio y me puso cita hasta octubre. Y entonces empecé la terapia, que yo la siento muy mecanicista porque tengo que recuperar la movilidad. Pero es difícil. Es un proceso lento. Empecé a caminar para no quedarme quieto.
Es bien jodido aceptar que estás bien jodido. Soy consciente de lo que tengo que hacer sin ser fatalista. Por ejemplo, trato de hacer mis cosas: siempre me despierto a las cinco de la mañana y yo cocino. En la tarde igual yo preparo mi almuerzo. Siempre trato de que la dependencia sea menor. Gracias por visitarme…
(En ese momento se levanta a pausas y busca un recipiente plástico que llena con semillas. Es hora de darle de comer a los pichones que vienen cada tarde a visitar la fachada de su hogar).
Estudió Periodismo y Literatura en la Universidad de El Salvador, donde también dirigió la Editorial Universitaria y fue codirector de la revista satírica “La pájara pinta”. Sobrevive estoico a un ACV que sufrió hace un año.
Opinión
El haz de luz que atraviesa la sala destrozada de la biblioteca de Sarajevo embellece su terrible atmósfera. La publiqué por primera vez en agosto de 1993. Con el paso del tiempo se ha convertido en un icono de la barbarie. La tomé el último domingo de junio sobre las nueve y media de la mañana.
La muerte de Mijail Gorbachov me actualiza esa interrogante agustina con otra pregunta: ¿estaba en formación ya la tiranía de Putin y sus mafias cuando los hombres y las mujeres de la Glasnost y la Perestroika concluían la Guerra Fría?
Crónica
El cantón Sisimitepet, jurisdicción de Nahuizalco, en Sonsonate, alberga unos habitantes que mediante el teatro comunitario esgrimen el derecho a preservar el cauce original del río que los alimenta y que, asimismo, atestigua el legado de sus ancestros sobrevivientes de la masacre cometida por el régimen del dictador Maximiliano Hernández Martínez .
Como premio por un servicio brindado al gobierno del presidente Rafael Zaldívar, a fines del siglo XIX, el bardo nicaragüense acabó trabajando en la Oficina de Estadísticas, la semilla de lo que posteriormente pasó a llamarse Dirección General de Estadística y Censos (DIGESTYC).
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