Entrevista

Decidir entre todos qué historia contar y cómo hacerlo

Espacio Revista
Fotografías: Cine de Plano

Julio 26, 2024

Por diez años Andrea Bilbao trabajó en El Salvador junto a un buen grupo de actores, psicólogos y líderes de comunidades, entre otros, en procesos de cine comunitario participativo. Nos cuenta cómo los habitantes de las comunidades aprenden a utilizar equipos de rodaje, a utilizar el lenguaje audiovisual y a funcionar en relaciones de trabajo horizontales para contar sus propias historias como las sienten y piensan.

Espacio Revista: ¿Cómo te formaste en cine? 

Andrea: Estudié periodismo y comunicaciones allá en España, y me formé sobre todo como editora de cine, editora de video. Llegué a El Salvador en el año 2007, con una beca para trabajar en la UES, en el departamento de comunicaciones. Y luego tuve distintos trabajos hasta que en el 2010 fundamos la productora que teníamos, que era Cine de Plano y empezamos a hacer procesos de cine comunitario.

En estos procesos nos juntamos muchos. Yo soy cineasta, había gente que era psicóloga, trabajadora social, actor, actriz, director de teatro, entonces éramos un colectivo grande, como de ocho personas al inicio o más, como de 12 personas, y la primera comunidad en la que trabajamos se llamaba El calabozo.

¿En qué zona del país?

Está por ahí por Chalate, donde está trabajando el TNT, Tiempos Nuevos de Teatro. Con ellos hicimos el primer proceso de cine comunitario. Nuestro objetivo era no solo acercar el cine y la producción a distintas comunidades, sino que nos parecía una poderosa herramienta para contar las historias que normalmente no se ven en las pantallas grandes ni en las pantallas chicas, ni ahora en los teléfonos móviles. Hicimos un cortometraje con chicos y chicas jóvenes de allí, de la comunidad El Calabozo, sobre una masacre que hubo durante la guerra civil salvadoreña. 

Son las comunidades las que deciden los temas que quieren trabajar y cómo van a abordarlos.

Entonces, ¿también trabajaban memoria histórica?

Bueno, en principio nosotros como colectivo no llevamos temas concretos, es decir, no imponemos sobre qué se tiene que hablar o qué temas tienen que salir. Cuando llegamos a la comunidad, como el segundo o tercer día, pues ya vamos conociendo cuáles son las temáticas que interesan más, de qué quieren hablar las personas de la comunidad, cuál es el tema sobre el que les gustaría hacer la película, y en base a eso ya se decide: si es un tema viable para realizarlo en el tiempo que tenemos del proceso, si tenemos los medios para hacerlo, si es un tema que ya se ha hablado antes o si es importante hablar sobre él, y se decide de forma consensuada entre todas y todos.

Los temas de todas las películas que hemos hecho, yo creo que hemos hecho hasta la fecha como, pues igual pueden ser 100, 150 películas, pero tratan de temas muy diversos, de memoria histórica muchos, de género, de sexualidad, de derechos sexuales y reproductivos. Un montón de temas muy variados. Hay otras de amor, también, que hemos hecho. Depende un poco de lo que quieran contar y de lo que sea importante contar en ese momento.

Cine de Plano pone todo el equipo para la producción cinematográfica.

«No es necesario tener ningún conocimiento previo para hacer estos procesos. Partimos de cero y festejamos el error, que siempre decimos que es necesario para poder aprender».

Estuve leyendo la propuesta de la productora Cine de Plano donde hablan de tres etapas. Me gustaría que me explicaras esa parte.

Lo de los tiempos se acuerda al inicio de cada proceso con la comunidad: se decide en cuánto tiempo se puede hacer el proceso, qué disponibilidad de horarios hay, puede ser mañana, tarde, fines de semana. Nosotros, cuando llegamos, lo hacemos ya con equipos profesionales de rodaje, porque el cine es un trabajo en equipo y es un trabajo en equipo grande. Entonces llegamos con cámaras, con trípodes, con luces, micrófonos, en fin, con todo. 

Ya para empezar, empezamos desde el principio con la idea de que todo sea muy práctico y muy lúdico, porque creemos que el cine es un oficio que se aprende haciendo. Entonces, ya desde el primer día las personas que participan en el proceso, tocan cámara, tocan todo. Y lo que siempre decimos es que no es necesario tener ningún conocimiento previo para hacer estos procesos. Partimos de cero y festejamos el error, que siempre decimos que es necesario para poder aprender. Entonces, desde el primer día se van haciendo ejercicios prácticos con los equipos. Luego se ven las prácticas que se hayan hecho y se discute qué se podía haber hecho mejor, qué se puede cambiar, qué podemos aportar para nuestra película.

Esa es la entrada, como la primera fase con la comunidad, que es conocer un poco el equipo de rodaje y los principios del lenguaje audiovisual, porque el cine tiene un lenguaje propio. Nosotros siempre decimos que es como la música, igual podés querer contar, por ejemplo, tu proceso de divorcio en una sonata de piano, pero para eso tenés que saber solfeo, cómo se toca el piano, los acordes, etcétera.

Aprender a manipular los equipos es importante pero no suficiente: debe aprenderse el lenguaje audiovisual para saber contar historias con imágenes y sonidos.

En el cine pasa lo mismo, el cine tiene un lenguaje propio y hay que conocerlo. Esos principios los conocemos con prácticas, con juegos, con cosas muy divertidas para que se aprenda, para que se quede, no es nada así, teórico, de sentarse. Una vez con los principios básicos se aprende a manejar el equipo, se decide qué tema se quiere contar. Cuando se decide qué tema, se construye la historia, se hace el storyboard y se empiezan los rodajes. 

En los rodajes lo que tratamos es que los roles vayan rotando, es decir, que no haya una única persona que sea director o directora, sino que todos pasen por las distintas funciones, porque siempre insistimos en que, como es un trabajo de equipo, si tú no haces bien tu trabajo de script o de claquetista, la película no va a salir. 

«Todas las decisiones tratamos de que se tomen en consenso, de que se decida, pues esto funciona, esto no funciona».

Se busca que la participación sea diversa: niños, niñas, adolescentes, hombres, mujeres y adultos mayores y que se cuenten todo tipo de historias.

Entonces, en el cine que nosotros creemos, en el cine comunitario, las relaciones entre las personas integrantes del equipo son horizontales, es decir, no hay un jefe, una jefa y luego el resto del equipo, sino que todas las decisiones tratamos de que se tomen en consenso, de que se decida, pues esto funciona, esto no funciona

Tratamos de promover también que los roles técnicos —generalmente siempre suelen estar ocupados por hombres— los ocupen más mujeres, porque tenemos como mucho miedo a apropiarnos de la tecnología. Parece como que ellos ya desde pequeñitos tienen más manejo de las cosas tecnológicas y nosotras nos vemos un poquito más relegadas a temas para actuar o para vestuario, maquillaje… Y tratamos de intercambiar esos roles, de que sean las mujeres que participan quienes sean camarógrafas, quienes lleven el sonido, quienes hagan las funciones de dirección y ellos que lleven toda la parte de vestuario, de dirección de arte, todas esas cosas.

No se necesitan conocimientos previos para participar en los talleres de cine comunitario participativo.

La idea de cine comunitario participativo

La pregunta que me surge es: ¿cómo nació esta idea? Porque hablando de las diferencias entre el cine comunitario participativo y unas propuestas de cine más convencionales, el objetivo y la metodología son diferentes. 

Decirte que nosotros, igual que todos los colectivos que surgen, no surgimos de la nada, nos inspiramos de otras propuestas, sobre todo de un grupo que nos encanta, que está en Perú y se llama Docu Perú, que tiene una propuesta muy fuerte, muy interesante a la hora de hacer cine comunitario. 

Para nosotras, como venimos también del cine, vemos que, efectivamente, el cine convencional es muy jerárquico. Nosotros sí creemos que el cine tiene que ser un modo de expresión horizontal. El cine convencional da voz siempre a las mismas personas, no hay una heterogeneidad detrás de las cámaras, porque estudiar cine suele ser muy caro y suele ser muy inaccesible para la mayor parte de la gente. 

Entonces, nosotros sí creemos que es fundamental que detrás de las cámaras y de las historias que se cuenten haya gente muy diversa: que haya gente de clase alta, pero también tiene que haber gente de las comunidades, gente joven, gente mayor, gente de lo más plural para que se cuenten la cantidad de historias que hay. 

No creemos tampoco en el cine de autor individual, como un autor entendido como tal, sino más en una visión colectiva, con una historia que está pasando en ese momento en la comunidad. Contarla con este lenguaje que tiene el cine, pero desde una visión colectiva, desde distintos puntos de vista que puedan tener las distintas personas que participan. 

Se requiere que la misma comunidad organice la proyección de la cinta terminada y que se facilite ese momento de intercambio entre los pobladores.

«Sí creemos que el momento de ver cine en una pantalla grande con tus vecinos y vecinas es fundamental, no es lo mismo que verlo tú solo en tu casa».

Y luego, también, a la hora de proyectar los resultados de estas películas, además de los canales tradicionales como festivales, como cines, si se puede, pues también moverlo en otros canales. Y creemos que es fundamental que todo eso se proyecte dentro de la comunidad, que sean los mismos participantes quienes organicen la proyección, que después se genere un debate sobre lo que ha pasado, cómo se ha vivido, lo que se ha visto.

Porque lo que sucede no es solo que no se haga cine y no se cuente, que esto es importantísimo, sino que tampoco se ve. Entonces, para verlo hay que ir a un cine o a un centro comercial en San Salvador o no hay posibilidad de verlo. 

Entonces, sí creemos que el momento de ver cine en una pantalla grande con tus vecinos y vecinas es fundamental, no es lo mismo que verlo tú solo en tu casa, con tu compu o con tu televisor, porque allá en la plaza puedes comentar, puedes hablar, puedes debatir, puedes escuchar las risas o al que no le gusta nada. Creemos que es un momento muy particular que se genera en cualquier comunidad y es fundamental generar esos momentos de proyección.

Esta es la oportunidad perfecta para conocer puntos de vista, reflexiones y valoraciones de los otros miembros de la comunidad y para exponer los propios.

¿En qué años hicieron aquí lo del Cine Comunitario Participativo?

Ya trabajando en eso, diez años, nos fuimos en el 2020, justo antes de la pandemia. 

¿Han seguido en España?

En Málaga.

Una herramienta de transformación social

Cuando yo leo lo que ustedes han colocado en su sitio, veo un paralelismo con postulados de la Educación Popular de Pablo Freire, en donde uno podría llegar a considerar que a través de este proceso participativo se fortalecería, a la vez, la organización comunitaria, el luchar para transformar ciertas condiciones sociales desfavorables en que puedan estar viviendo las comunidades.

Está inspirado en eso que mencionas. Y también muchas de nuestras dinámicas y ejercicios concretos son tomados de Augusto Boal, del Teatro del Oprimido. Cogemos muchas dinámicas y actividades para trabajar con las y los participantes de la comunidad. El objetivo era precisamente ese: tomar el cine como una herramienta de transformación social. 

Porque cuando tú analizas un conflicto a través del lenguaje audiovisual, no solo te permite profundizar, analizar lo que está pasando, sino que cuando lo proyectas y lo llevas a otras comunidades, esas otras comunidades pueden ver qué está ocurriendo en tu comunidad, cómo lo estás resolviendo o si no lo estás resolviendo, qué se puede hacer para mejorar o para hacerlo de forma diferente.

Entonces, creemos que eso sí puede ser una cosa muy poderosa como para transformar lo que esté ocurriendo, ya no solo en el mero proceso, que te obliga a reflexionar, a profundizar sobre lo que esté pasando sobre esa temática, sino después, en las proyecciones, y viendo proyecciones de casos similares. 

Nos pasó, por ejemplo, en Perú, que trabajamos sobre una hidroeléctrica y luego se juntaron otras comunidades que habían trabajado este mismo tema, y bueno, se generaron debates, conversaciones, propuestas, ideas.

«El hecho de plasmar esa realidad y luego verla, y verla con tus vecinos y vecinas, yo creo que eso es lo que realmente es transformador».

El proceso de capacitación es lúdico y práctico: se aprende sobre la marcha.

Se coordinaron entre ellos. Con la experiencia de diez años que tuviste acá, ¿ves que realmente es viable que una comunidad fortalezca su organización y trate de abordar conflictos sociales animándolos a través de un proyecto de cine comunitario participativo?

Sí, yo creo que hay un fenómeno que se produce cuando tú ves tu comunidad, tus vecinos o a ti mismo en pantalla, cuando ves tu realidad en una pantalla. Yo creo que para eso no hace falta tener grandes medios, no hace falta ir con un gran equipo de cine, ahora mismo con un celular y con un buen micrófono de solapa se pueden hacer grandes cosas. 

Pero el hecho de plasmar esa realidad y luego verla, y verla con tus vecinos y vecinas, yo creo que eso es lo que realmente es transformador, porque muchas veces vivimos el cotidiano y no nos damos cuenta hasta que logramos salirnos de él. Entonces cuando tú ya lo filmas y lo proyectas, te abstraes y lo ves, tomas distancia y eres capaz de analizar desde otra profundidad lo que está ocurriendo. Y eso es lo que yo creo que brinda el cine, yo creo que es esa representación de la realidad lo que es una cosa muy mágica y muy maravillosa, y para eso no hace falta ni una gran inversión ni un coste enorme en equipos ni nada.

Lo que importa no es en sí la producción de la película, sino los procesos de reflexión, liderazgo y relaciones horizontales que se construyen y viven.

¿Con un celular, un poco de luces y un micrófono de corbata, alguien podría lanzarse a hacer una propuesta de este tipo?

Por supuesto, lo único que yo siempre insisto, es importantísimo manejar el lenguaje cinematográfico. O sea, el cine es contar historias en imágenes y sonidos, tienes que ser capaz de contar una historia en imágenes y ser capaz de contar una historia también con los sonidos, no solo los diálogos, sino con todo lo que te rodea. 

Cuando ya manejas eso, al fin y al cabo la herramienta técnica es lo de menos. Me acuerdo, por ejemplo, Docu Perú tiene un término para llamar a los equipos, les dicen «juguetes», porque es como quitarle un poco de peso al hecho de manejar esta cosa tecnológica. Lo tecnológico lo puede manejar todo el mundo, no tiene por qué ser una barrera a la hora de contar. Lo importante es saber contar en imágenes, es saber contar la historia, es empezar a ver por qué está pasando, empezar a investigar en la comunidad. Eso es lo maravilloso.

Los habitantes de las comunidades toman en sus manos la producción de todos los procesos: desde el guión hasta la edición de las películas.

Me pregunto si en estos procesos comunitarios en donde se les deja el protagonismo a las comunidades y a las personas que habitan en las comunidades —no sé si tú lo viviste—, hay ciertas personas que quieren capturar un proyecto y llevárselo para narrar una historia propia o una visión propia…

Claro, pero eso también te lo da la experiencia y, además, el hecho de que nosotros fuéramos un equipo multidisciplinar, no solo de cineastas, te deja aprender acerca de las dinámicas de grupo: siempre, en todos los grupos sin excepción, se producen relaciones de poder. 

Cuando llegas, hay que saber analizar dónde están esas relaciones de poder, puede ser quien tenga el poder económico en la comunidad; puede ser una cosa generacional, quien sea el más mayor o la más mayor con los más jóvenes… Entonces, hay que ser capaz, primero, de identificarlas, para después tener las herramientas para mitigarlas, para evitar que se den y que se reproduzcan, porque si no, efectivamente, por mucho que tú lleves procesos de cine comunitario, se van a seguir contando las historias de los más poderosos.

Los participantes aprenden a manejar los equipos, el lenguaje audiovisual y a trabajar en conjunto, discutiendo y decidiendo entre todos cada aspecto primordial de la película.

Qué interesante que ustedes llegaran hasta ese punto. Me has hablado de un involucramiento con la comunidad bastante profundo, algo que no se logra de entrada. ¿Cómo lo lograban ustedes, ganarse la confianza, que les abrieran los corazones, que les abrieran las puertas a las historias a veces hasta secretas?

Yo creo que lo fundamental es tener una buena persona referente dentro de la comunidad. Para eso, pues o contactamos con organizaciones que ya hayan trabajado allí o con gente que ya vive allí, entonces ya te pueden decir: «Pues mire, doña Juanita…», o «doña Ta, ta, ta, ella es o ella es la que sabe llevar», porque a través de una buena persona referente es mucho más sencillo entrar. Entonces ya te van dando los contactos, te van diciendo y a partir de ahí ya es observar y ver.

Y luego, creo que es fundamental —pero es igual en cualquier relación humana—, no llegar con esa prepotencia ni arrogancia de «nosotros venimos a enseñar y a tal», es al revés. Nosotros aprendemos muchísimo, yo creo que muchísimo más que ellos de nosotros. Entonces, es como este intercambio y esta cosa de: «Nosotros tenemos estas habilidades y queremos compartirlas con ustedes y que ustedes nos compartan lo que está pasando, sus historias, todo». Es abrir como ese proceso de cooperación, de intercambio mutuo, que yo creo que es precioso y que no se da si tú llegas a una comunidad y llegas con esa cosa de: «Yo voy a grabar esto porque me han dicho que tal…». 

«Creo que es fundamental no llegar con esa prepotencia ni arrogancia de “nosotros venimos a enseñar y a tal”»,

Sí, llegas con el guión, «vamos a hacer esto, ustedes me van a ayudar a mí».

Claro, «me van a ayudar a hacer esto. Y necesito una actriz, necesito no sé cuánto». No, nada que ver. Pero sí que es clave saber con quién y cómo entrar, porque a veces, como todo, nos ha pasado que hemos entrado con la persona equivocada y provoca cierto rechazo.

Los contactos previos, hay que hacer como una investigación previa para ver quién trabaja en la zona y que te cuenten, y luego entrar con la persona que te pueda ir guiando, diciendo. Y luego establecer esas relaciones horizontales: «Nosotros hemos venido a aprender esto y a enseñar esto».

Hablando del presente, ustedes como Cine de Plano, ¿en qué proyectos actuales están trabajando?

Pues ahora, como nos trasladamos a Málaga, creamos una escuela de cine rural en territorios rurales, allí en Málaga, porque igual son municipios pequeños de menos de 5000 habitantes, que para allá eso es muy pequeñito, y donde tampoco llega ni la formación en cine ni las proyecciones de cine. La formación en cine sigue estando muy centralizada en grandes ciudades, en escuelas privadas.

Cine de Plano

Se trata de un proyecto que se dedica a la producción de audiovisuales en barrios, escuelas y comunidades a partir de procesos participativos en los que se influyen y transforman las relaciones de poder al interior de los grupos. El centro de todo el proceso es el análisis y la reflexión a fondo de las realidades que existen en los contextos de los participantes y qué aspectos les gustaría transformar.

La metodología consiste en la creación de películas colectivamente sobre cultura, memoria, recuerdos o los temas que las comunidades decidan que quieren producir. Durante la producción, Cine de Plano pone a disposición el equipo cinematográfico como cámaras, luces, micrófonos, islas de edición, etc., y brinda capacitación a los participantes sobre aspectos como guión, actuación, rodaje, montaje, difusión, etc., pues se aprende haciendo.

Una vez que la película ha sido producida, se proyecta para verla en comunidad y poner en común puntos de vista, reflexiones y opiniones.

Desde su fundación, Cine de Plano ha realizado cerca de 160 procesos, cursos y talleres de cine comunitario en siete países, en los que han participado alrededor de 6,500 niños, niñas, adolescentes, hombres y mujeres guiados por el siguiente objetivo central:

Fortalecer el protagonismo y accionar de las personas, grupos y colectivos en los procesos
de transformación social a través de la construcción colectiva de creaciones audiovisuales
y su difusión en espacios públicos.

* Periodista, escritora, pintora y dibujante. Autora del libro Raíces sumergidas, alas desplegadas (2014). Mención honorífica en el III Concurso Internacional de Microrrelatos Jorge Juan y Santacilia, con sede en Novelda, España (2016).

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