Carlos Domínguez *
Julio 28, 2023
Aquel país se preparaba para la firma del acuerdo que pondría fin a un conflicto armado que causó 200.000 muertos y 50.000 mil desaparecidos. El Palacio Nacional de Cultura de Guatemala había sido acondicionado como sede.
Era 29 de diciembre de 1996. Soplaban vientos navideños, estaba reciente la experiencia de
la firma de los acuerdos de paz de El Salvador en el Castillo de Chapultepec, el 16 de enero de 1992, con lo que sintió alguna esperanza de que mejorara la situación del país.
En esos días era reportero del Noticiero Megavisión, de canal 21 y fui asignado a la cobertura de aquella ceremonia.
Como parte de la cobertura previa, el equipo se dirigió al hotel donde se hospedaba el entonces secretario general de Naciones Unidas, el egipcio Boutros Boutros-Ghali, quien estaba por concluir su mandato el 31 de diciembre de ese año.
En el ejercicio del periodismo pueden mezclarse varios factores, uno es el sentido de oportunidad. Al llegar al hotel, vimos en el lobby a un pequeño grupo de periodistas locales, la mayoría de radio. Nos incorporamos al grupo a la espera de alguna oportunidad de entrevistar al secretario Ghali.
Tal espera había significado para muchos casi todo el día. Periodistas y corresponsales de agencias y cadenas noticiosas habían desistido, de modo que no había fotoperiodistas ni camarógrafos, solo colegas de radio y de algún periódico.
Tras pocos minutos, la puerta del ascensor del lobby se abrió. Por prevención, mi compañero tenía lista su cámara para grabar (nunca estuve de acuerdo en que el reportero llamara “mi” camarógrafo al que hace imágenes, me parece una falta de respeto).
Del interior del ascensor salieron dos hombres impecablemente vestidos de traje completo. Se adelantaron a un tercero que vestía también un impecable traje negro. Era el propio Boutros Boutros-Ghali.
Todas las grabadoras y el micrófono de Megavisión, el único medio televisivo, rodearon a aquél diplomático mientras respondía esa única pregunta.
La reacción de incredulidad se dibujó en el rostro de los que esperábamos. Fueron segundos decisivos. Algunos querían encontrar en la cara del otro alguna indicación.
Los escoltas no bloquearon a los periodistas, pero nadie decía o preguntaba algo. Recordé que Ghali no hablaba español. No lo menciono por presumir, pero mi inglés fue suficiente para decirle directamente: “Mr. Ghali, what do you think of this day for Guatemalan people?”.
Todas las grabadoras y el micrófono de Megavisión, el único de un medio televisivo, rodearon a aquél diplomático mientras respondía esa única pregunta. Ghali ofreció disculpas porque debía retirarse.
En retrospectiva, quizá no haya sido la pregunta más elaborada. Pero fue suficiente para que poco después de esa entrevista el teléfono de la habitación sonara incesantemente. Eran los corresponsales o productores de las cadenas de noticias quienes buscaban obtener el material obtenido con Ghali (tome en cuenta que hablo de algo ocurrido en el siglo XX, no había mensajería instantánea ni todas las ventajas comunicacionales que brinda Internet).
El diplomático falleció en febrero de 2016.
* Periodista salvadoreño
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