Memoria
David Antonio Hernández
Julio 1, 2022
Illustraciones: Luis Galdámez
La tarde del 11 de julio de 1980 en el antiguo café del centro de San Salvador, “Bella Nápoles”, sujetos de civil y fuertemente armados secuestraron al poeta y periodista Jaime Suárez Quemain y a su amigo, el fotógrafo César Najarro, y los transportaron con rumbo desconocido. En la madrugada siguiente, sus cuerpos desfigurados fueron descubiertos en Lomas de San Francisco, frente al cementerio de Antiguo Cuscatlán.
Habían sido asesinados brutalmente por los escuadrones de la muerte.
Se trataba de un ajusticiamiento contra una voz inconforme con el status quo que fue callada a sangre y fuego por la irracionalidad y la barbarie.
Nada irrita más al poder que la ironía y la creatividad, y días antes, a propósito de la intervención de la Universidad de El Salvador por el Ejército, “La Crónica del Pueblo”, el rotativo que dirigía Jaime Suárez, estampó su primera plana con una fotografía de los entonces guardias nacionales pisando las aulas de la Facultad de Medicina de la Universidad de El Salvador, bajo el sugestivo titular: “Al fin pueden decir que pasaron por la Universidad”.
Conocí a Jaime Suárez en abril de 1970 con motivo de un cine fórum sobre la película “Teorema”, de Pier Paolo Pasolini, que José Luis Valle, entonces funcionario del Ministerio de Educación, había organizado en los sótanos del edificio de once pisos de la antigua Biblioteca Nacional, que estaba ubicada en ese entonces a un costado del ex Mercado Cuartel.
En ese entonces más derechista que progresista, de Jaime me asombró su capacidad de discusión y la convicción de sus argumentos, incluso en un momento en que la discusión del cine fórum derivó de la filmografía de Pasolini a la epopeya del Ché Guevara en Bolivia.
A pesar de los seis años de diferencia en edad, recuerdo que Suárez desde el primer momento mostró un respeto muy serio en cuanto a mi producción literaria y en cuanto a mis ideas políticas que se diferenciaban un tanto de las suyas. Ello fue un abono fértil para que junto con otro poeta llegado de la provincia, Rigoberto Góngora, y con un periodista venido de San Miguel, compañero de él en el Departamento de Estadísticas del Ministerio de Educación, Jorge Alberto Morales Santos, un año después, en abril de 1971, fundásemos el grupo y la revista literaria “La cebolla púrpura”, con la cual ingresáramos a un movimiento literario salvadoreño incipiente, que arrancaba básicamente desde las tres generaciones de la autollamada “Generación comprometida”, pasara por el grupo literario “Piedra y siglo” y terminara en nuestros antecesores inmediatos, las Brigadas Culturales “La masacuata”, en el departamento de San Vicente.
De Jaime Suárez quedó su ejemplo como llama imperecedera de rebeldía y amor por la libertad de expresión, y en ese sentido es quizás como mejor debemos de recordarlo y de celebrarlo en cada aniversario de su autoinmolación que se selló con un cobarde asesinato. Jamás en las mil vidas de caminante que he recorrido por los senderos de este y de otros mundos he encontrado un ser con tanta capacidad innata de amar y de ofrecer cariño que supere a Jaime Suárez Quemain, un hombre capaz incluso de compartir no solo la camisa sino también sus últimos centavos con cualquier persona menesterosa que encontrara en su camino.
Como diría Roque: gracias Jaime, por demostrarnos que no estamos hechos solo de palabras.
La Crónica cerró operaciones en julio de 1980 cuando su jefe de redacción, Jaime Suárez Quemáin y el reportero grafico César Najarro, fueron brutalmente asesinados.
“Nuestro país, no hay duda, es un país totalitario”, escribió en la edición del 30 de agosto de 1954..... La imprenta no vale nada. Imbéciles: los pueblos mudos son Patrias muertas”
Las memorias del diario que atestiguó el inicio de la guerra civil salvadoreña son rescatadas en la voz de uno de sus protagonistas.
Cada vez más, especialistas y profesionales relacionados con el fenómeno de la comunicación masiva advierten sobre la crisis del modelo tradicional del periodismo, dado la migración de las audiencias hacia el espacio digital, la precaria condición en que ha caído por la ausencia de publicidad
No, mis palabras no son para quienes ostentan poder, para eso tendrían que desear leer y tener oídos para escuchar, pero ahorita están muy ocupados tomándose la foto del recuerdo, sonrientes y orgullosos del decreto solicitado y servido en tiempo récord.
Un nombre se repite como una voz retumbante en las historias de un escritor y dos artistas plásticos. Los tres son vidas disímiles que acaban encontrándose en sus ideas debido a la influencia que ejerce el legado de un pastor que trascendió más allá de su asesinato.
Edgardo Ayala
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Cuatro artistas, cuatro lentes, cuatro enfoques en la conmemoración del Día Mundial del Medio Ambiente. ¿Los patrones insostenibles de consumo llevan el plantea hacia un cataclismo calculado? El Salvador tampoco escapa a la triple crisis planetaria que acarrea el cambio climático, la pérdida de naturaleza y biodiversidad.
La inquietud de experimentar, modificar y manipular una imagen partiendo de la realidad me lleva a “fusiones” donde exploro a través de la sobre posición de imágenes
El martirio de Monseñor Oscar Arnulfo Romero –ascendido a primer santo católico salvadoreño en octubre de 2018- ha inspirado a muchos artistas para crear obras en su memoria y obra.
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