Letras
Ilustración: Luis Galdámez
Septiembre 9, 2022
Un minuto de silencio por vos,
por tu sonrisa,
por tus ojos y tu altura.
Un minuto de silencio
por el rompecabezas que en desorden
guardaron en esa caja.
¿Recordarán tu nombre
y el día en el que tus ojos temblaron
y no se cerraron?
Entre mis recortes,
aún sigue la fotografía de aquella noticia,
esta es una de tus piernas.
¿Recordarán, ellos, tus uñas rosadas?
Yo los veo apretando su corazón pequeño.
Mercedes Sosa
Corrió todo lo que pudo,
cansado,
se aferró a los barrotes de una tienda ya cerrada.
La luna repetía sus movimientos,
los policías agotados lo alcanzaron
y en la luminosidad,
sus manos grotescas lo tomaron.
Quería decirte que,
a esta hora,
también hay un niño internado,
pero lo sabés,
porque estás con él y llorás.
Sobre su nombre lleva una muerte,
la sombra de miles de muertes
de nuestros días oscuros
le dan la bienvenida.
Y estás con él en la batalla.
Cerraron las puertas,
se ha quedado en el lado equivocado.
Sospecho que,
por primera vez: escucha latir su corazón.
Desconoce los rostros,
mas no las señales de sus cuerpos.
Es cierto que lo ves y llorás,
cierto que estás con él,
nada se puede salvar,
nada,
ni siquiera su rostro.
A esta hora,
también hay un niño callado,
y la sombra de miles de muertos
sobre los nombres,
de los niños internados.
En dónde están tus pies
que desaparecieron en la noche infinita
de sangre y de gritos.
Te espera el café de la noche
y la luna
entre corredores y baldosas húmedas.
Somos hijos de la
búsqueda y la agonía.
¿En dónde está tu voz
y tu pensamiento preciso?
Hay una luz encendida
en tu habitación desde que no estás
no se apagará hasta encontrarte.
La belleza en las estaciones de autobús
la despedida o la fuga
un boleto, equipaje y las llamadas de altavoz.
Lleva consigo las historias de la abuela,
la caricia de un amor,
herida abierta de país.
No supo dejar sus motivos
van junto a él:
la sangre,
la añoranza y el espanto.
No hay estación en otra región
que espere su cansancio
con abrazo y bienvenida.
El designio del viaje
serán las pormenores.
Mientras aborda,
se detiene
pretende regresar
pero la puerta tras su miedo cicatriza
se marcha con sus heridas abiertas.
Cómo hago para unir
mis palabras a las tuyas,
de mis versos a tu historia.
Encontrarme en una línea
que me escribas
o te escriba.
Si me siento a la orilla de la cama
si navego entre las hojas,
si en un acto de ficción
nos sorprendiéramos.
De las letras al silencio
una palabra tuya y una palabra mía
rompería este silencio.
Mamá escribe por las noches
la he visto navegar entre las hojas.
Sentada a la orilla de su cama
mamá escribe,
llora sus crónicas guardadas
en las páginas de una libreta roja.
Su desvelo es literario
su mirada es un indicio
está lejos de este mundo
cuando crea.
¿No querías irte?
me pregunta.
Es la imagen de mí
a los nueve años.
Veinte años después
se acerca,
me acaricia por las noches
y seca mis lágrimas
¿Por qué sigues aquí?
me cuestiona
olvidé el camino hacia la puerta
contestamos juntas.
En el centro del espacio montañoso
está el hogar en donde fueron
criados los hijos de un ojalá
un pequeño molino trabaja
y una pesa decide
qué tan algo es el valor
del maíz acabado de desgranar.
Una aguada cercana se matiza con la luz del sol
recuerda los cuerpos de la noche anterior
que se sumergían en el nadar infinito
peces reían indiferentes a la despedida.
Un caballo corre por la milpa
dos niños intentan alcanzarlo
rostros incompletos e ignorados.
Mientras la madre sirve el café de tortilla,
la lluvia recorre el cuerpo del espacio,
del hogar y de los seres olvidados.
El hijo no sabe cómo explicar
que hay un camino trazado para sus pasos.
Por la mañana, toma los zapatos de su padre
ante la incapacidad de llevar puestos los suyos
los pequeños que aún duermen
son tomados uno en cada brazo,
voltea con pesadumbre ante el recuerdo de sus manos,
sus labios y el calor de quien sola,
y ya despierta,
reza
un ojalá.
Rosarlin Hernández
Foto
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