Cultura
Sobre líneas y emigraciones se llama la muestra que Marvin Quintanilla expuso en abril de 2024 en el Centro Cultural Cabezas de Jaguar. Compuesta por 21 dibujos hechos en papel tamaño carta, se centra en el tema de los imaginarios, los sueños, las preocupaciones y los peligros que debe afrontar el migrante.
Mayo 17, 2024
Marvin Quintanilla se ha sumergido en el tema de las migraciones, sus peligros y los esfuerzos de las personas que buscan mejorar su vida de esta manera. Se pregunta qué fácil sería si pudiéramos subir a las alas de un gorrión, de un avioncito de papel, de un torogoz o un talapo; qué fácil sería subirnos a las alas de un sombrero o a las de un libro abierto, que nos llevaran hacia ese lugar que imaginamos, liberándonos así de las vicisitudes que los viajes presentan.
La muestra que Quintanilla expuso estaba compuesta por 21 dibujos hechos en papel tamaño carta, por la facilidad que este formato ofrece para transportarlo o enviarlo por correo, explica.
Para hacer accesible su trabajo a diferentes segmentos de la población, Marvin ha presentado muestras similares a ésta en diversos lugares, por ejemplo, en centros culturales, casas de la cultura y centros escolares. En 2017 la expuso en la Cancillería de El Salvador.
Esta serie de dibujos nace de la preocupación y a la vez de la inquietud por la nostalgia y por el movimiento que viene aparejado al dinamismo de las sociedades y de la vida de las personas que, a su parecer, somos todas migrantes, ya sea que hayamos atravesado fronteras, que nos hayamos cambiado de vivienda o simplemente caminado de la infancia a la juventud, por ejemplo.
Por el lado de la preocupación por el movimiento, Marvin retoma lo que se teje alrededor de quienes deciden arriesgarse a viajar. «Muchos buscan migrar con la ayuda de un tutor, de un ayudante, de una persona que les va sirviendo como guía, y que en muchos casos los lleva a ese lugar, pero no siempre las cosas salen como la gente espera, porque (…) a veces, estos aparentes guías se comportan como coyotes con piel de ovejas, en el sentido de que algunos andan buscando no solamente un pago, sino que tienen objetivos que van más allá».
Garrobo sin alguashte.
Talapos.
Por el lado de la nostalgia, explica Marvin, está aquello de evocar cierto lugar o cierto momento en el que fuimos felices, en el que había cero preocupaciones y lo único que valía era vivir el día a día. Tal vez en nuestra infancia, observando la naturaleza y jugando con lo que se nos daba, como trompos, chibolas, capiruchos y todas esas cosas que de alguna manera nos traen recuerdos. «Lo que yo trato de realzar es ese momento de nostalgia donde nosotros nos detenemos en el tiempo, en nuestros pensamientos», señala Marvin.
Capirucho.
«Uno de mis objetivos es que el trabajo establezca una conexión con el espectador. Puede haber un sinfín de temas, de dibujos, pero hay uno que tiene una conexión con cada uno, con esas experiencias vividas. Por eso retomo esa iconografía de nuestra idiosincrasia, la iconografía del ser salvadoreño, lo que solamente nosotros sabemos que está allí y por qué nos gusta», dice, al explicar los motivos de sus dibujos.
«Uno de mis objetivos es que el trabajo establezca una conexión con el espectador. Puede haber un sinfín de temas, de dibujos, pero hay uno que tiene una conexión con cada uno…».
Marvin Quintanilla.
El más antiguo de esta serie data de 2016, y tiene muchos más que también pertenecen a esta serie, comenta Marvin. Explica que un par de dibujos hechos a lapicero le dan origen a otro y a otro, y estos otros, a otros más. Hubo un momento en que hizo unos bocetos pequeños, más que todo esquemáticos, en una página que se llenó de dibujos, según le iban surgiendo las ideas. Posteriormente, explica, fue retomándolos y haciéndolos individuales en hojas de papel.
«Aquí está el de la carreta. Aquí hay unos patos, aquí hay unos garrobos, de repente se me ocurrió montados en alguna cosa, montados en un pavo real, y no todos reventaron. No todos los bocetos salieron de esa página, pero sí, la mayoría sí, nacieron allí».
Zanate.
Pichiches.
Marvin viene dibujando desde que era niño. Cuenta que siempre le pareció mágico el resultado que se obtenía al utilizar un lápiz, y se volvió aún más mágico cuando comenzó a utilizar pintura. Recuerda que, cuando tenía como nueve años, llenó una pared de su casa con dibujos, algunos incluso en papel adheridos con pegamento. Sin embargo, dice, siempre tuvo el apoyo de su papá, a quien también le gustaba el dibujo, aunque no tuvo la oportunidad de desarrollarlo.
«Él siempre estuvo proporcionándome los materiales para que yo, independientemente de lo que hacía, simplemente lo disfrutara y me divirtiera», comenta. Recuerda que uno de sus pensamientos en la infancia era: «Yo cuando sea grande, quiero ser un gran artista, quiero ser un gran pintor y conocer mucha gente así».
Le sirvieron de inspiración los grandes maestros del renacimiento como Miguel Ángel, Leonardo da Vinci. Le gustaba admirar las imágenes de las pinturas de la Capilla Sixtina, y pensaba: «Algún día quizás llegue a pintar así».
En cuanto a su idea sobre los artistas y sus obras, Marvin nos dice que su propósito es retomar la realidad y reflejarla, poder dialogar con un audiencia sobre «esto es lo que está pasando, esto es lo que tenemos». Pues considera que es imposible que la realidad no afecte nuestro pensamiento y, por ende, que esta se vea reflejada en el trabajo artístico.
«En muchos casos, al parecer, no se mira la situación, pero nosotros somos como una especie de constancia, de constancia gráfica, de ir generando una documentación de la realidad en la que estamos viviendo», reflexiona finalmente.
A lomo de carey.
A saltar montes.
Cajita de fósforos.
Cáscara de copinol.
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