Memoria

Ilustración: Luis Galdámez

Recogiendo cadáveres

Miguel Ángel Chinchilla *

Octubre 18, 2024

Miguel Ángel Chinchilla reúne en su obra, Recogiendo cadáveres, fragmentos de las vidas de monseñor Óscar Arnulfo Romero y Roberto D’Aubuisson. Organizado en cuatro capítulos, la obra nos refiere al periodo entre 1943, un año después de la ordenación de Romero como sacerdote, hasta 1992, año en el que muriera el exmayor a causa del cáncer. Chinchilla presenta también al contexto social, político y eclesial que sirvió como trasfondo y enmarcó la realidad salvadoreña de esos años. Con el aval del autor publicamos fragmentos de su obra correspondientes al tercer capítulo del libro: «Sé que mi hora se acerca».

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Asesinan a los sacerdotes Rafael Palacios y Alirio Macías

El 20 de julio de 1979 fue ultimado el padre Rafael Palacios. Era el quinto cura víctima de los esbirros del gobierno y la oligarquía que pretendían aplastar a toda costa la línea pastoral de Medellín y Puebla, que más allá o más acá de la simple devoción de rezar el Padre Nuestro y el Ave María, fomentaba la solidaridad en la opción preferencial por los pobres en el proceso de la nueva iglesia latinoamericana. Un carro le salió al paso en una calle de Santa Tecla. Cuatro hombres lo quisieron someter y llevárselo a la fuerza, pero Rafael Palacios opuso resistencia. Fue entonces que comenzaron a golpearlo bestialmente y luego le dispararon a mansalva cerca de quince balazos más el tiro de gracia. Lo dejaron tirado ahí en un charco de sangre ante el terror de los transeúntes que espantados observaban aquella escena pavorosa. Palacios tenía 41 años.

ANSESAL como oficina de inteligencia registraba nombres, seudónimos, sospechosos, cargos, zonas de operación, locales, casas de seguridad, movimientos y contactos de los grupos insurgentes y las organizaciones populares. Cuando se trataba de acción el Mayor no se quedaba en su oficina. Salía al frente de su gente a realizar cateos y si había enfrentamientos pues era mejor porque la adrenalina se le nivelaba. 

Su cuerpo quedó tendido en el presbiterio sobre un charco de sangre. El joven padre Alirio iba a cumplir 38 años.

La mañana del jueves 12 de octubre de 1978 llegó al frente de sus hombres al CLAN, Centro Libre de Artistas Nacionales en busca de Norman Douglas, un reconocido director de teatro que colaboraba con la guerrilla. Mientras sus esbirros registraban y sometían a los dos o tres personas que se encontraban en el local, el Mayor en la calle pistola en mano fumaba muy flemático, saludando a los transeúntes que desapercibidos pasaban frente al lugar. Douglas desde un comedor donde desayunaba se percató de la desagradable visita y logró escabullirse casi en las narices del militar. Otra vez en San Miguel en una casa de seguridad donde sí tronaron los cuetazos, uno de sus hombres, el teniente Araujo Macay, cayó herido en la balacera y fue el mismo Roberto quien lo rescató del interior de la casa donde había caído.

Tiempo después, como en una novela de García Márquez, al padre Alirio Napoleón Macías muchas personas le previnieron: padrecito, poráy andan unos hombres extraños preguntando por usté, pero él creyó que lo buscaban para algún bautismo o para que administrara los santos óleos a algún vecino moribundo, pero no, lo buscaban los escuadroneros para darle muerte. Era sábado 4 de agosto de 1979. El padre Alirio se encontraba en la sacristía afinando su guitarra y cuando salió a ver quién lo buscaba, frente al altar de la parroquia de San Esteban Catarina donde ejercía como cura párroco, ahí estaban los tres asesinos esperándolo para acribillarlo a balazos. Su cuerpo quedó tendido en el presbiterio sobre un charco de sangre. El joven padre Alirio iba a cumplir 38 años. Había nacido el 10 de noviembre de 1941. Monseñor Rivera Damas oriundo de San Esteban Catarina, municipio de músicos, dijo: cayó como un profeta, entre el vestíbulo y el altar. Uno de los principales detractores del padre Macías fue el obispo de San Vicente Pedro Arnoldo Aparicio.

(Monseñor Romero) Llamaba a la conversión de los ricos y a su responsabilidad en la superación de la violencia no con represión sino con justicia.

El 6 de agosto de aquel mismo año el arzobispo Romero en torno a las fiestas patronales del Divino Salvador del Mundo, presentó su cuarta y última Carta Pastoral, en la cual se apegaba a las conclusiones de Puebla y su juicio evangélico sobre la realidad en Latinoamérica. Lo que Puebla afirma acerca de la injusticia social en todo el continente, decía el arzobispo, se presenta en El Salvador con rasgos muy trágicos y exigencias cristianas muy urgentes. Denunciaba también en la Carta el grave deterioro de la situación política que institucionalizaba la injusticia a través de fomentar la extrema pobreza, con niños explotados, campesinos relegados privados de tierra, obreros mal retribuidos, represión, estado de sitio prolongado e irrespeto a los derechos humanos fundamentales. La iglesia, decía, acompaña al pueblo y lo orienta en sus anhelos de libertad y salvación. Llamaba a la conversión de los ricos y a su responsabilidad en la superación de la violencia no con represión sino con justicia. Hacía además una reflexión sobre el marxismo, así como los peligros del capitalismo voraz. Aducía también sobre la necesidad de un diálogo nacional con la participación de todas las fuerzas sociales.

No obstante, al coronel Santibáñez y al mayor Roberto que escuchaban aburridos a través de un aparato de radio la voz nasal del arzobispo mientras leía aquella extensa Carta Pastoral, les tenía sin cuidado lo que el prelado pregonaba. El Mayor con los pies sobre el escritorio al mejor estilo de un villano del western, bruñía con un pañuelo la cacha de su pistola Browning mientras al mismo tiempo revisaba una lista con una serie de nombres donde algunos estaban tachados con tinta roja. Solo falta que el cura culero mencione, dijo el Mayor en tono de burla, que ya va a venir san putas Tadeo a salvar a estos piricuacos; y Santibáñez se carcajeaba al borde de la tos con las bayuncadas del subalterno. Puta, chele, le decía, vos sos bien ocurrente.

Recogiendo cadáveres
Miguel Ángel Chinchilla
A la venta en Librerías de la UCA. 

* Miguel Ángel Chinchilla es un poeta, narrador, ensayista, dramaturgo y periodista salvadoreño nacido en 1956 es una de las figuras relevantes de las Letras en la segunda mitad del siglo XX. Co-fundador del desaparecido suplemento literario Los Cinco Negritos en Diario El Mundo y miembro del consejo de redacción de la revista Amate.

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