Memoria
Ilustración: Luis Galdámez
Miguel Ángel Chinchilla *
Agosto 23, 2024
Miguel Ángel Chinchilla reúne en su obra, Recogiendo cadáveres, fragmentos de las vidas de monseñor Óscar Arnulfo Romero y Roberto D’Aubuisson. Organizado en cuatro capítulos, la obra nos refiere al periodo entre 1943, un año después de la ordenación de Romero como sacerdote, hasta 1992, año en el que muriera el exmayor a causa del cáncer. Chinchilla presenta no solo la infancia, juventud y vida adulta de estos dos salvadoreños, sino también el contexto social, político y eclesial que sirvió como trasfondo y enmarcó la realidad salvadoreña de esos años. Con el aval del autor publicamos fragmentos de su obra.
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Roberto llega a mayor y Humberto a presidente, pero le dan golpe de Estado
Mientras, el capitán Roberto continuaba trabajando directamente con el presidente Molina. El mandatario lo había rescatado de su estigma medranista y su indisciplina la saldaba con el estilo de militar huevudo que lo caracterizaba. A menudo se le miraba salir del despacho del ministro de defensa general Romero Mena, un anticomunista de hueso colorado que no pispileaba cuando daba órdenes de aniquilar a los opositores. En cuestiones de poder militar era quien mandaba realmente en el ejército y por tanto era el ungido de la oligarquía para el próximo periodo presidencial. El primero que se opuso a la reforma agraria de Molina fue su ministro de defensa, general Romero Mena. Un día que se despedían, Romero Mena le dijo al subalterno, entonces, chele, así quedamos, y el capitán cuadrándose muy erguido, sonando fuerte los talones y saludando marcialmente con la mano derecha en el parietal, contestó, así quedamos mi general.
El coronel Arturo Armando Molina Barraza había llegado a la presidencia de la república por medio de un fraude electoral que provocó el levantamiento de algunos militares, que luego de intentar un golpe de estado fueron reprimidos y exiliados. Con el gobierno de Molina inició un periodo de violencia e insurrección que cobró forma en el gobierno posterior de Romero Mena. Según registros históricos, el presidente Molina ha sido el mandatario salvadoreño sobre el cual la musa popular ha creado más chistes burlándose de su torpeza, aunque algunos sostienen que los chascarrillos los inventaba o recopilaba el escritor Waldo Chávez Velasco como estrategia de comunicación para darle atole con el dedo al pueblo. Waldo Chávez fue secretario particular y secretario de información en los gobiernos de Sánchez Hernández y Molina. Cuando Molina quiso establecer su proyecto de reforma agraria, dijo públicamente que ante aquella decisión no daría un paso atrás, pero cuando la oligarquía le obligó a desistir de aquella insensata reforma, el chiste fue que no dio un paso, sino que pegó una gran carrera hacia atrás.
El general Romero Mena sabía lo que se avecinaba y era cosa entonces de preparar las condiciones en las filas del ejército. Para ello necesitaba cuadros como Roberto a quien el 2 de febrero de 1976 Molina transfirió de nuevo a la Guardia Nacional como comandante de la compañía de Instrucción. Ese mismo año estudió el primer curso en la Escuela de Comando y Estado Mayor. El 31 de diciembre fue ascendido al grado de mayor. En noviembre de 1977 Roberto se diplomaba como oficial del Estado Mayor con lo cual quedaba apto para comandar grandes unidades militares. Ahora entiende mejor de geopolítica, sociología, ciencias jurídicas y estrategia militar. Por primera vez escucha sobre El Arte de la Guerra del chino Sun Tzu cuyos principios se pueden aplicar a hechos de la vida cotidiana, y vuelve a escuchar sobre los principios de la guerra de Karl Clausewitz que había escuchado en la academia. Algunos profesores de inteligencia hacían alusión sobre los cambios que para mal se efectuaban en la doctrina de la iglesia católica, refiriéndose a Vaticano II y Medellín como focos de desestabilización.
Su mejor aprendizaje en aquella academia fue que los civiles debían organizarse en estructuras político militares.
Para entonces el mayor Roberto andaba agrandado. Cuentan que un día llegó a visitar a su tío Benjamín que vivía en el castillo Venturoso ubicado sobre la alameda Roosevelt. El tío por parte de mamá era diplomático y había heredado el castillo de su esposa millonaria, doña Cordelia Guirola ya fallecida. Ya con los tragos entre pecho y espalda que compartía con el tío, el mayor le confiesa ufano que pertenece al selecto grupo de las boinas verdes y que su mayor pretensión es llegar a presidente. Yo, le dijo con la voz estropajosa, voy a terminar con los guerrilleros y curas comunistas hijos de la chingada. Luego bien borracho se puso a bailar una especie de danza guerrera y sacando la pistola comenzó a causar destrozos al interior del castillo. Ante semejante barbaridad el tío Benjamín, su familia y la servidumbre fueron a refugiarse cada quien a su habitación y no salieron hasta que Roberto se había marchado escoltado por los soldados que siempre lo acompañaban. Cuando le contaron la pasada al presidente Molina, el mandatario como siempre le dio una buena chamarreada, pero a Roberto le valía una semilla de aguacate.
Luego de asumir Humberto Romero Mena la presidencia de la república el 1 de julio de 1977, el 15 de diciembre el mayor Roberto es asignado al Estado Mayor General de la Fuerza Armada como jefe de sección del Departamento II Informaciones. A principios del año siguiente viaja a Taiwán a cursar un diplomado de guerra política en la academia Fu Shing Kan de Taipei. El objetivo es afinar conocimientos tácticos y estratégicos en la lucha anticomunista. Su mejor aprendizaje en aquella academia fue que los civiles deben organizarse en estructuras político militares que apoyen el quehacer del ejército regular. En su ascenso como referente de inteligencia, en los primeros meses de 1979 Romero Mena lo ubica en la Agencia Nacional de Servicios Especiales ANSESAL.
No obstante, el 15 de octubre del mismo año, un grupo de militares inconformes con la conducción del país, apoyados por la embajada norteamericana, ejecutan un golpe de estado incruento al gobierno del general Romero Mena. Algo había escuchado Roberto sobre lo que se fraguaba y en algún momento lo comentó con el presidente, pero muy confiados concluyeron que aquellos rumores eran generados por los guerrilleros para fomentar mayor inestabilidad. Al enterarse Roberto de lo que había sucedido, es decir el golpe, corrió de inmediato a su oficina de ANSESAL con el propósito de recuperar y salvaguardar los archivos donde aparecían nombres, datos e informaciones de inteligencia sobre hombres y mujeres organizados y también no organizados, o sea sospechosos nada más. Luego llamó a Fernando «el negro» Sagrera, uno de sus compinches en la organización que estaba conformando.
Recogiendo cadáveres
Miguel Ángel Chinchilla
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