Memoria
Ilustración: Luis Galdámez
Miguel Ángel Chinchilla *
Julio 12, 2024
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Romero es nombrado arzobispo, el Estado profundiza la represión
1973 fue un año especialmente difícil. La Conferencia Episcopal de El Salvador por razones económicas y diferencias entre los obispos, cerró el seminario San José de la Montaña. En mayo monseñor Romero publicó en el semanario Orientación del arzobispado, un artículo incendiario donde criticaba la educación politizada que los jesuitas impartían en las aulas del Externado de San José, un colegio de educación básica y media para familias de clase media. Aquello fue una bomba tanto que hasta la Fiscalía General inició investigaciones. La cosa se puso candente ya que apenas el año anterior la Universidad de El Salvador había sido intervenida por el ejército, aduciendo que la academia estatal era foco de subversión. Semejante posición ultra conservadora de Romero contra la Compañía de Jesús le granjeó serias enemistades, tanto que el Superior jesuita en El Salvador lo conminó a retractarse.
Por aquellos días la sociedad salvadoreña se encontraba en plena ebullición. En marzo de 1972 aparece la guerrilla del ERP y en agosto salían a luz pública las FPL, dos de los grupos insurgentes que diez años más tarde conformarían el FMLN, Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Ese año en el mismo mes de marzo también hubo un conato de golpe de estado contra el presidente Sánchez Hernández que después de la guerra con Honduras había quedado desgastado. Algunos llegaron a decir que el golpe era dirigido al coronel Molina, quien en dicho período ya era el presidente electo. En todo caso la asonada fue contenida. Los militares golpistas al mando del coronel Benjamín Mejía se encontraban fortificados en el cuartel de artillería El Zapote al sur de San Salvador, donde tenían capturado al presidente general Sánchez Hernández, Tapón. Mas, de repente, aparecieron rasgando el cielo los aviones de la FAES apoyados por las aviaciones de Honduras y Nicaragua, estas naves bombardearon el cuartel a mansalva. El golpe por supuesto fracasó.
En octubre de 1974 monseñor Romero fue nombrado obispo de Santiago de María. En dicho obispado estuvo dos años hasta ser electo como arzobispo metropolitano de San Salvador, sucediendo al arzobispo Luis Chávez y González quien renunció luego de ejercer el cargo episcopal durante 39 años. Por aquella época la nueva diócesis de Santiago de María en Usulután, contaba con un promedio de 500 mil fieles repartidos en alrededor de veinte parroquias algunas sin párroco y otras con párrocos en edad de retiro. Llegar a Santiago de María fue un respiro para monseñor Romero, ya que en San Salvador su trabajo de oficina era entre informes, actas, artículos y documentos, además de los conflictos casi personales con curas y obispos. El 14 de diciembre de 1974 monseñor Romero ofició su primera misa en la nueva diócesis tomando posesión de su cargo como obispo de Santiago de María. En la sacristía antes de salir y hacer la salutación ante el ara, respiró profundo y se encomendó a San Juan de la Cruz que según el santoral era su día. Haz padre mío, murmuró mientras se santiguaba, que la noche oscura del alma se convierta esta mañana en luminosa.
Romero conocía de primera mano sobre la miseria, la pobreza, las enfermedades y el analfabetismo de la gente.
Santiago de María significó regresar a su ejercicio pastoral, al contacto con la gente, con el campesinado, con la pobrería más desamparada, como lo hacía en San Miguel años atrás. Había equipado un carro con altoparlantes en el cual salía temprano por la mañana a diferentes cantones y caseríos. Hablaba con la gente, repartía víveres y a veces administraba los sacramentos. Cuando los caminos eran imposibles para el carro sobre todo en invierno, entonces se transportaba a caballo o en burro, la cosa era llegar. Como de costumbre siempre que el prelado aparecía en cada lugar eran los cipotes con su algarabía quienes salían a recibirlo. Por tanto, Romero conocía de primera mano sobre la miseria, la pobreza, las enfermedades y el analfabetismo de la gente. En tiempo de las cortas el obispo abría las puertas de la diócesis para que los campesinos que venían de lejos no durmieran a la intemperie. Con sus amistades terratenientes de la zona comenzó entonces a pedir justicia económica para los jornaleros.
Por aquel entonces la gente de algunos caseríos y cantones comenzaba a organizarse en torno a la guerrilla del ERP. Era la única vía que quedaba para defenderse contra la mezquindad y brutalidad de los finqueros y hacendados que bien conocían por sus «orejas» lo que se estaba cocinando. Obviamente también el ejército nacional estaba al tanto y como fuerza del orden tenía que proceder de la única forma que podía hacerlo. Y comenzó la represión.
El viernes 29 de noviembre de 1974 el ejército asesinó a 6 campesinos en el caserío La Cayetana jurisdicción de San Vicente. El obispo de la diócesis, monseñor Aparicio, protestó con energía, pero el sistema judicial se hizo de oídos sordos. El Día del Soldado Salvadoreño 7 de mayo de 1975 la Guardia Nacional capturó al párroco de Tecoluca y toda la noche lo estuvieron golpeando. En esta ocasión el obispo Aparicio excomulgó a los responsables de aquellos vejámenes. En la diócesis de monseñor Romero la madrugada del sábado 21 de junio de 1975, la Guardia Nacional asesinó en el caserío Tres Calles jurisdicción de Usulután a cinco miembros de la familia Ostorga.
El obispo Romero se hizo presente en casa de las víctimas para brindar consuelo, luego fue a protestar personalmente a la comandancia, pero un sargento casi le pega. Luego escribió una carta a su «amigo» el presidente Molina sobre la cual tampoco hubo respuesta. Se pronosticaban días aciagos.
1975 fue un año tenebroso. El sábado 10 de mayo un grupo de jóvenes veinteañeros, guerrilleros del ERP, asesinan a su compañero el poeta Roque Dalton, un hombre maduro de 40 años, ajusticiado según ellos por traidor o algo similar. No soportaron su peso intelectual ni la ironía propia del poeta que siempre andaba en juegos mentales que ellos muy ignaros y pragmáticos no eran capaces de entender mucho menos jugar. También el miércoles 30 de julio el ejército masacró una manifestación de miles de estudiantes universitarios que protestaban sobre la 25 avenida de San Salvador. El gobierno adujo que se trataba de una manifestación comunista con gente armada. Alrededor de un centenar de muertos y muchos heridos fue el resultado de aquella miserable agresión ordenada por el ministro de defensa general Humberto Romero Mena. Al siguiente día, 31 de julio, las organizaciones se tomaron por vez primera catedral metropolitana en protesta por la represión y en advertencia de lo que venía. Para desviar la atención tanto nacional como internacional, ese año se realizó en San Salvador por primera vez el evento Miss Universo.
Recogiendo cadáveres
Miguel Ángel Chinchilla
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* Miguel Ángel Chinchilla es un poeta, narrador, ensayista, dramaturgo y periodista salvadoreño nacido en 1956 es una de las figuras relevantes de las Letras en la segunda mitad del siglo XX. Co-fundador del desaparecido suplemento literario Los Cinco Negritos en Diario El Mundo y miembro del consejo de redacción de la revista Amate.
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