Memoria
Fotografía: Oscar Machón
Raquel Kanorroel*
Noviembre 29, 2024
«La guerra aquí fue bastante cruel», afirma, lo cual podría sonar a perogrullada, pero en realidad Yuri se refiere a lo mismo que señaló el camarógrafo mexicano Javier Carrillo respecto al conflicto salvadoreño: la experiencia de «cercanía» que dicho conflicto brindó tanto a quienes pelearon en él como a las víctimas que lo padecieron y a los periodistas que lo cubrieron. Porque, según expresa Cortez, «los enfrentamientos eran de infantería, terrestres, tropa con tropa, y en algunos casos inclusive cuerpo a cuerpo», dada la intensidad de los combates.
En cambio, en la actual guerra librada entre Rusia y Ucrania, por ejemplo, «es casi imposible obtener la foto de un soldado disparando su AK 47 contra una posición contraria, sino que es todo a través de botones, de misiles… Es muy digital, muy tecnológica la guerra ahora: mucho bombardeo, muchos drones. Se ven pocas imágenes de soldados combatiendo unos contra otros en tierra».
Cortez se involucró en el quehacer periodístico casi inmediatamente después de ingresar a la Universidad de El Salvador (UES) en 1986, cuando tanto las luchas populares, por un lado, como la represión, por el otro, eran intensas: «Los docentes nos pedían trabajos sobre la realidad nacional, y eso involucraba las protestas de la misma comunidad universitaria como las de trabajadores, sindicatos y campesinos».
El rápido involucramiento de Yuri en el trabajo de calle fue gracias a un docente universitario muy reconocido en aquel entonces y después popular locutor radial, Raúl Beltrán Bonilla, quien fundó una agencia de noticias locales, en la cual reclutó a un grupo de estudiantes universitarios, entre ellos Cortez. Esta oportunidad le abrió las puertas, permitiéndole conocer a más colegas, tanto nacionales como extranjeros.
Dichos colegas impulsaron al joven a ofrecer su material fotográfico a las agencias internacionales de prensa. Fue así como Yuri comenzó a laborar como freelance y a venderle fotos a tres agencias: Associated Press, AP; Agence France Presse, AFP y Reuters, hasta que le ofrecieron una plaza fija en AFP, la cual tomó en 1991 y en la que aún permanece.
Las experiencias atravesadas durante la cobertura del conflicto armado salvadoreño y en otros conflictos «son cosas difíciles que se van viviendo y se van quedando en la memoria», expresa Cortez. Tales «cosas difíciles» fueron muy frecuentes acá en los ochentas, cuando prácticamente ningún periodista usaba chaleco antibalas o cascos protectores: los corresponsales iban sin nada, «simplemente amparados en la bandera blanca, con las credenciales de prensa y la poca o nula experiencia que uno tuviera para moverse en el terreno», señala.
Cuando volteamos a ver para atrás, vimos una reguera de soldados tirados allí donde había impactado el mortero…
Fotografía: Jack Guez
Yuri refiere que, en el 89 y en plena Ofensiva, él y sus compañeros periodistas se desplazaron para Apopa: «Los combates eran tan intensos que se libraban cuadra por cuadra, esquina por esquina». Recuerda haber llegado con otros colegas fotógrafos —y algunos camarógrafos también— «a una calle donde había muchos soldados a lo largo de la cuadra y, en la siguiente cuadra, estaba la guerrilla. Estaban justamente disparándose de esquina a esquina (…)». Pero lo que más los impresionó en esa ocasión no fueron aquellos combatientes encarnizados, sino…
…algunos señores sentados bajo las puertas principales de sus respectivas casas, como «viendo una película»: «En algunos momentos la misma tropa les decía: ‘¡Métanse a su casa!’, pero la gente pensaba que no pasaba nada…», acota Cortez, aún sorprendido por aquella escena surrealista.
Entonces fotoperiodistas y camarógrafos decidieron moverse hacia una trinchera para captar mejores imágenes: había allí soldados parapetados en una M60, lo que, en términos de televisión y fotografía, impacta mucho. Pero, recuerda Yuri, «en el momento en que nos acercamos, escuchamos el sonido que hace la salida de un mortero, como un fulminante que explota: ¡PUM!».
Efectivamente, fue un proyectil que los guerrilleros dispararon en tiro parabólico desde una cuadra hasta la otra, el cual cayó aproximadamente a la mitad de la calle: «Se oyó la explosión que cimbró todo y, cuando volteamos a ver para atrás, vimos una reguera de soldados tirados allí donde había impactado el mortero», manifiesta Cortez. Por cierto, uno de los señores «espectadores de primera fila» resultó herido también.
«Tengo fotos de los soldados antes del impacto del mortero y cuando los están recogiendo, heridos (…)», explica Yuri. Los periodistas hicieron entonces las imágenes que pudieron y se marcharon, pues sabían que vendrían más proyectiles.
Cierta vez en Santiago Nonualco, Cortez y sus colegas quedaron en medio del fuego cruzado, ya que «los defensas civiles no respetaron la presencia de la prensa y abrieron fuego contra lo que creyeron era un grupo de guerrilleros que estaba en la otra esquina (…)», declara el fotoperiodista. Y es que, aunque los miembros de prensa siempre andaban con sus consabidas banderas blancas, estas algunas veces se tornaban «invisibles» a los ojos del ejército y los grupos guerrilleros.
Los corresponsales no tuvieron más remedio que tirarse al piso y cubrirse en los vehículos, mismos que estaban marcados con la sigla TV y la palabra PRENSA y que igual recibieron disparos. Como pudieron, todos lograron salir del enfrentamiento y, afortunadamente, no hubo ningún herido.
Poco después, un helicóptero —de los conocidos como « la avispita» en aquel tiempo, un UH500— comenzó a sobrevolar la columna de periodistas que caminaba por el centro de la calle, siempre con sus respectivas banderas blancas: «En el momento que volteé a ver el helicóptero y vi la estrellita de luz, dije: ‘¡Está disparando!’. Entonces (…), en el instante en que nos dispersamos, cayó la ráfaga en la calle. Así, de película», declara Yuri.
Tratábamos de que la cabeza nos quedara justo pegada al pinito y veíamos cómo las balas nos caían en los alrededores y hasta nos tiraban polvo…
Afortunadamente, la gente del lugar acogió inmediatamente a los miembros de prensa, exclamando: «¡Métanse a las casas!» y les abrieron las puertas para que se refugiaran.
Durante la Ofensiva, Cortez relata que «cada vez que uno salía a la calle (a Mejicanos, Soyapango, Apopa, Zacamil), en cualquier lado donde ibas te pasaban cosas». Y es que aquella «ceguera» del ejército respecto a las banderas blancas continuaba.
«Una vez en Apopa nos agarraron a balazos directamente. Recuerdo que había unos árboles de pino sembrados en un arriate, y nos tocó tirarnos… No sé cómo hicimos, tratábamos de que la cabeza nos quedara justo pegada al pinito y veíamos cómo las balas nos caían en los alrededores y hasta nos tiraban polvo… Y esa vez el ejército también sabía que éramos periodistas», asevera Yuri.
Cortez y sus compañeros de prensa se enteraron a finales de 1989 —esto es, después de la Ofensiva guerrillera— de que en el Cantón El Nisperal (Santa Elena, Usulután), un batallón del ejército fue emboscado por la guerrilla durante una batalla muy dura. Las bajas fueron considerables. Yuri asistió con sus compañeros de Columbia Broadcasting System, CBS, a verificar la información. Cuando entraron al cantón, «vimos unos camiones del ejército (o tipo Mazinger, como les decían en esa época) saliendo de la zona, y alcanzamos a ver que iban cargados de cadáveres».
Los periodistas dieron entonces la vuelta para seguirlos. En ese tiempo, la funeraria que prestaba servicio a los militares en Usulután era la Ibarra. Los camiones llevaron allí los cadáveres y comenzaron a descargarlos: era una cantidad desorbitante. «De todos los años que cubrí la guerra, no recuerdo haber visto tantos muertos juntos como ese día», declara Yuri, impresionado no sólo por la cantidad, sino por la forma en que murieron, «como blancos de artillería liviana… y granadas».
Cortez fotografió a los soldados descargando a los muertos y, luego, a «esos cerros de cadáveres en los patios de la funeraria (…): recuerdo haber visto una cantidad de madres buscando a sus hijos entre esos muertos». Aunque como humano aquella escena lo impactó, también pensó como el freelance que de hecho era: tenía ahora en su poder un material exclusivo, de primera mano.
Regresaron tarde al Hotel Camino Real, conocido entonces como el Cuartel de la Prensa Internacional. Al día siguiente reveló muy temprano los negativos e hizo cita con Iván Montecinos, el fotógrafo de staff de la AFP por entonces, para mostrarle las dantescas escenas que tomara en Usulután, seguro de que la agencia las adquiriría. Iván las vio y reconoció que efectivamente era un buen material, pero le preguntó si no estaba enterado de lo que sucedía en ese momento.
Las imágenes de los cadáveres tomadas en Usulután son ahora joyas de memoria histórica que Yuri atesora.
Yuri respondió que no. Entonces Montecinos le dijo al extrañado joven que mirara el televisor: efectivamente, CNN transmitía la invasión estadounidense a Panamá —operativo denominado Just Cause o Causa justa—, el cual tuvo como objetivo capturar a Manuel Noriega, mandatario de ese país en aquel tiempo. «Eso me mató la cobertura (…): las fotos de los soldados muertos se quedaron allí, simplemente. Nunca se publicaron en ninguna agencia internacional», lamenta Cortez.
De manera que el por entonces aún freelance Yuri Cortez pensó que tenía un «pan caliente», pero «resultó que había otro ‘más caliente’ todavía», recuerda hoy con una sonrisa, para luego explicar que «la noticia es inmediatez y, cuando se es independiente, uno tiene que correr y jugársela».
Las imágenes de los cadáveres tomadas en Usulután son ahora joyas de memoria histórica que Yuri atesora: «Tengo, al igual que todos los fotógrafos que trabajaron en esa época, una cantidad increíble de negativos que —los que hemos tenido posibilidades— vamos recuperando y digitalizando poco a poco, porque es un trabajo muy meticuloso (…)».
«La cobertura de los Acuerdos de Paz fue un trabajo conjunto. La AFP recibió ayuda de corresponsales que vinieron de Costa Rica, Guatemala y otros países. Mientras los compañeros que estaban en México cubrían la firma de los Acuerdos en el Castillo Chapultepec, a mí me tocó estar en el cerro de Guazapa, con los guerrilleros en un campamento, dándole seguimiento a la ceremonia, a las reacciones tras la firma», expresa Cortez, quien para desde 1991 había sido contratado por la agencia francesa de noticias.
«Una de las fotos emblemáticas, que para mí representa la llegada de la paz, es una que tomé ese día justamente, cuando en las radios dijeron que se había firmado la paz (…): una guerrillera —que no sé si está viva todavía— levantó a un bebé y lo besó y lo alzó… El bebé con su pañal (…) y ella con su AK 47 terciada en la espalda (…), aparte del júbilo de los guerrilleros disparando al aire sus rifles y todo eso…», recuerda Yuri, conmovido.
«En el momento, el júbilo por la llegada de la paz fluyó de manera general. Que después nos pusimos a ver la letra chiquita y algunos dijeron: ‘No, esto no nos parece… esto sí… esto no…’, eso es ya ‘otro pisto’, digamos, hablando en ‘buen salvadoreño’», afirma risueño el fotoperiodista, haciendo alusión a la desconfianza e incluso al rechazo que algunos sectores mostraron tras la firma de los Acuerdos en 1992.
Hacer bromas en una situación dramática «te ayuda a mantener la cordura y a no terminar contaminado de ese dolor que estás viviendo», explica Yuri.
«Cosas chistosas pasaban igual. El humor negro estuvo siempre muy, muy presente. En algunas conferencias en universidades, con estudiantes, les digo que una de las cosas con las que los corresponsales de guerra sobrevivimos es —lastimosamente a veces— el humor negro, porque te permite formar una barrera», explica Cortez, quien aclara que no se trata en ningún momento de burlarse de la muerte ni de las víctimas ni de nadie, sino que hacer bromas en medio de una situación dramática «te ayuda a mantener la cordura y a no terminar contaminado de ese dolor o de esa situación equis que estás viviendo».
Yuri relata que, en el segundo piso del Camino Real, las oficinas de las distintas agencias internacionales se hacían cualquier cantidad de bromas entre sí. Por ejemplo, a veces alguien salía corriendo y, apenas la competencia veía eso, pensaba que el presuroso iba a cubrir alguna noticia… cuando en realidad sólo se trataba de algún periodista apurado por ir a comer (o quizás al baño).
Pero el profesional recuerda especialmente cuando, en cierta ocasión en medio del campo, un colega de AP —muy popular y afecto a hacer bromas— tuvo necesidad de evacuar y se acurrucó por allí. Ni corto ni perezoso, otro fotógrafo que andaba en el grupo le tomó una indiscreta foto que comenzó a circular entre las agencias hasta que la mandaron por fax a la oficina de AP. Quien recibió la «cruda imagen» fue la corresponsal Any Cabrera, quien, al ver al hombre acurrucado de espaldas y con los pantalones abajo, dijo escuetamente: «Estas nalgas yo las conozco».
«Las cosas han cambiado muchísimo ahora», afirma Cortez, con énfasis en el «muchísimo», en consonancia con la mayoría de sus colegas que comenzaron a ejercer antes de la irrupción de las nuevas tecnologías y de la implementación de nuevas políticas dentro de las empresas de noticias porque, actualmente, «todas las agencias de prensa están tratando de que su gente que cubre conflictos esté preparada para enfrentar ese tipo de situaciones, tanto en el aspecto táctico como en el sicológico y el físico (…)», informa Cortez.
Por otra parte, en cuanto a las herramientas a disposición de los periodistas actualmente, señala Yuri que el celular mismo se ha vuelto una, además de que ahora existe el teléfono satelital. Estas nuevas herramientas, manifiesta, «(…) te ayudan a hacer mejor tu trabajo, a poder transmitir más rápido las fotografías. Así, en vivo… pero también son un peligro (…): si estás en una guerra regular como la de Ucrania o Palestina, la señal de una llamada telefónica puede dar pauta a que alguno de los bandos se confunda, detecte la transmisión y mande un misil… a veces sin saber —y a veces sabiendo— que se trata de prensa».
Cortez sostiene que actualmente los periodistas tienen que aprender y saber más. Por ejemplo, al dominar hoy otro idioma, «es mucho más fácil que las puertas de cualquier medio o agencia internacional se abran», mientras que antes bastaba con manejar bien la propia lengua. De modo que, enfatiza, ahora es imprescindible mantenerse al día con las nuevas técnicas y tecnologías y conocer medidas de seguridad, tanto para protegerse de soldados «ciegos» a las banderas blancas como de ser «confundidos» a causa de una señal telefónica.
* Escritora, periodista, pintora y dibujante. Autora del libro Raíces sumergidas, alas desplegadas (2014). Mención honorífica en el III Concurso Internacional de Microrrelatos Jorge Juan y Santacilia, con sede en Novelda, España (2016).
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