Memoria

Ernesto Ávalos nació en el periodismo durante el conflicto: ésta fue su escuela y de ella obtuvo su «graduación». 

El conflicto armado enfocado por fotoperiodistas veteranos

Misiles tierra-aire en poder de la guerrilla

Raquel Kanorroel *
Fotografías: Luis Galdámez

Agosto 23, 2023

La noche del 1 de febrero de 1991, el camarógrafo Ernesto Ávalos llamó a su casa en San Salvador desde San Miguel y, compungido, le anunció a su familia que no garantizaba su retorno: habían amenazado a muerte y perseguido a cerca de una veintena de periodistas —él incluido— que acudieron a cubrir un trascendental evento, uno cuyo alcance iba más allá de lo que a primera vista podría pensarse.

En efecto, muy temprano ese día en Perquín, Morazán, la guerrilla salvadoreña devolvió al gobierno nicaragüense, en presencia de un funcionario mexicano, una parte de los 28 misiles tierra-aire SAM 7 y SAM 14 —de fabricación soviética— que le vendieron Ilegalmente cuatro miembros del Ejército Popular Sandinista en complicidad con 11 civiles salvadoreños en octubre de 1990.

Para asistir a la entrega, Ernesto —quien entonces trabajaba como free lance— y el resto de periodistas de todas las agencias internacionales presentes en El Salvador, se quedaron en San Miguel desde la noche anterior, para luego salir a las 4:00 de la madrugada en una caravana compuesta por ocho vehículos. 

En el auto que comandaba la caravana iban Víctor Tovar, al volante; su asistente Ricardo Clement —mexicano-salvadoreño que años después se convertiría en el artista Alecus— y Ernesto Ávalos. Víctor era muy joven, pero ya trabajaba como camarógrafo para Reuters (agencia de noticias internacional), y Ricardo llevaba una grabadora grande conectada por un cable a la cámara de video, en aquel momento era lo mejor en tecnología de vídeo.

Una temeraria desobediencia

Antes de llegar al puente Torola, había un retén militar cuyo teniente a cargo le hizo una señal de alto a la caravana. Entonces Víctor, con la audacia y el ímpetu propios de su edad, hizo como si paraba, pero aceleró. «Todos los demás carros “se pegaron” atrás de nosotros y pasamos. Eran como las 5 de la mañana», refiere Ernesto.

La razón de esa maniobra tuvo mucho sentido entonces, cuando aún no se firmaba la paz, ya que cubrir un evento donde los insurgentes iban a «quedar bien» de un modo u otro no era «bien visto» por el Ejército, razón por la cual seguramente el retén no les hubiese permitido asistir a la entrega de los misiles. 

De hecho, el Ministro de Defensa de aquel entonces, el general René Emilio Ponce, había manifestado que la devolución de esas armas era una medida puramente política, con la que la guerrilla trataba de « recuperar la credibilidad en el exterior».

Cuando los rebeldes accedieron a entregar los SAM 7 y SAM 14, advirtieron que no por ello perderían su capacidad de combate antiaéreo.

Combatiente del FMLN con un misil antiaéreo portátil en el cerro de Guazapa. Con estos misiles, la guerrilla equiparaba su capacidad armamentística a la del Ejército. 

El teniente se quedó boquiabierto al ver la actitud desafiante de los periodistas, quienes lograron llegar al punto donde se realizaría la entrega. «Después nos enteramos de que dicho teniente y su tropa fueron todos castigados por parte del Comandante del Destacamento N.º 4, León Linares, un personaje tremendo en esa época», manifiesta el camarógrafo. 

El único vehículo que llegó a Perquín y se fue de allí sin sufrir mayores contratiempos fue el del cuerpo diplomático que transportaba al funcionario mexicano que serviría como garante de la entrega y a un compatriota suyo, el reconocido periodista Epigmenio Ibarra, ambos bajo la protección de la embajada mexicana. El resto de periodistas «comunes y corrientes», nacionales e internacionales, iban bajo su propio riesgo. 

¡Sorpresa: la guerrilla ya no le teme a la Fuerza Aérea!

El evento se efectuó en el propio centro de Perquín. Cuenta Ávalos que fue impactante ver bajar a los guerrilleros con los misiles SAM 7 y SAM 14 al hombro por aquellas calles empedradas temprano en la mañana, escena que Víctor y Ricardo se dedicaron a captar para Reuters, mientras que Ernesto registró el acontecimiento con su cámara para ofrecer después el material a algún medio extranjero.

Pero lo que sorprendió a todos fue que, junto a la entrega de los misiles de fabricación soviética, la guerrilla apareció con misiles Red Eye, de fabricación norteamericana, los cuales también eran utilizados por la Contra nicaragüense. 

«Se paró un guerrillero con un Red Eye a posarnos a todos, a la entrada de Perquín, con el verdor de los pinos de fondo, sobre una piedra», recuerda Ávalos.

Y es que, cuando los rebeldes accedieron a entregar los SAM 7 y SAM 14, advirtieron que no por ello perderían su capacidad de combate antiaéreo, porque poseían más misiles adquiridos por otros medios, refiriéndose precisamente a los Red Eye, los cuales dijeron que valían como US$30,000 cada uno en el mercado negro.

Lo trascendente era que, con aquellos misiles tierra-aire en manos de los insurgentes, «la guerra tomaba otro matiz, ya que se igualaban ambas fuerzas en combate», apunta Ernesto.

De hecho, el 4 de diciembre de 1990 fue derribado el avión AC-47 FAS 125 por un MANPAD en el municipio de La Laguna, Chalatenango. Los MANPADS (o MPADS) son Sistemas de Defensa Antiaérea Portátiles (en inglés: Man-portable air-defense systems), es decir, misiles tierra-aire portátiles de corto alcance capaces de impactar aeronaves que vuelan a baja altura, especialmente helicópteros. El mencionado avión era la segunda aeronave destruida por los rebeldes en diez días. El Gobierno dijo que se usaron misiles para derribarlo. 

Apenas un mes antes de la devolución de los misiles a Nicaragua, una columna del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) derribó un helicóptero que volaba a baja altura, en el que viajaban tres miembros del Ejército de Estados Unidos destacados en bases militares acantonadas en Centroamérica. Y casi mes y medio después, el 12 de marzo, los guerrilleros derribaron otro helicóptero en San Miguel.

Dentro del Cuartel los retuvieron más de una hora, hasta que, gracias a los reclamos de los periodistas extranjeros, los liberaron.

Volviendo a la entrega del 1 de febrero de 1991, los cohetes que no fueron devueltos en Perquín ese día, supuestamente «se dispararon» en lugares que la insurgencia indicó y que el Gobierno del entonces presidente Alfredo Cristiani debió corroborar.

Combatientes del FMLN entregan armas a miembros de ONUSAL durante el proceso de desmovilización.

El Ejército declara a la prensa la guerra… psicológica

El hecho de que la caravana de periodistas hubiese desobedecido la orden del retén militar encolerizó a las Fuerzas Armadas de El Salvador (FAS), pues obviamente el hecho trascendió de inmediato a todo nivel en la institución castrense. Pero que la prensa internacional hubiese cubierto aquella demostración de fuerza de la guerrilla fue probablemente la causa principal de su ira.

De modo que, cuando la caravana salió de Perquín y llegó de nuevo a San Francisco Gotera —lugar por donde era inevitable pasar y donde se encontraba el Destacamento N.º 4—, ocurrió lo que todos temían: los detuvieron y se los llevaron capturados al cuartel. Los recibió el mismo comandante Linares, quien les espetó sin mayores aspavientos, pero directa y tajantemente, que sólo «por el buen tino» del teniente a cargo del retén no estaban muertos.  

Y, claro está, les decomisó todo el material que llevaban. Pero los periodistas, ya convertidos en todos unos «zorros de la guerra», habían escondido el que contenía la información recabada. «Nosotros teníamos un compartimiento en la camioneta donde guardábamos todo el material recopilado, así que pusimos en la cámara casetes nuevos que no tenían registrado nada», recuerda Ávalos. 

Dentro del Cuartel los retuvieron más de una hora, hasta que, gracias a los reclamos de los periodistas extranjeros, los liberaron, luego de decomisarles el material que los militares creyeron era el correcto.

Sin embargo, el Ejército montó una persecución en su contra desde San Francisco Gotera hasta San Miguel. Además, los periodistas sabían que el Estado Mayor tenía sus datos.

De modo que la sensación de que serían asesinados los acompañó en todo el camino de regreso a San Salvador, pues resonaban en sus mentes las palabras de Linares: «¡Ustedes muertos estuvieran!».

También sabían que, al darse cuenta los militares de que los habían engañado dejándoles un material inútil, su cólera no podía más que crecer.

Fue al pasar por San Miguel que Ávalos logró hacer el llamado telefónico a su familia, ofuscado por aquella guerra psicológica. Fue tanta la tensión que, cerca de Chinameca, el nerviosismo hizo que Iván Montesinos, a quien acompañaba otro periodista, chocara el vehículo, el cual quedó con las llantas hacia arriba.

Viajaron con los nervios crispados toda la noche, pero trayendo consigo un valioso material en bruto que lograron editar a las 6 de la mañana (en aquél tiempo la tecnología era todavía analógica), el cual fue transmitido a las 9:00 de la mañana vía satélite.

Miembro de ONUSAL revisa cohetes antiaéreos entregados por el FMLN durante el proceso de desarme.

Ávalos considera que la presión que ejercieron los rebeldes al mostrar su nuevo armamento determinó en buena medida la firma de los Acuerdos de Paz.

La noticia de los misiles tierra-aire en manos de la guerrilla salvadoreña fue de interés mundial, pues eso implicaba una nueva correlación de fuerzas: no sólo ya no asustarían más a los insurgentes los aviones de la Fuerza Aérea, sino que ésta tendría que pensarlo dos veces antes de atacarlos desde el aire.

Más aún: Ávalos considera que la presión que ejercieron los rebeldes al mostrar su nuevo armamento determinó en buena medida la firma de los Acuerdos de Paz. 

La prensa extrajera en el país fue una escuela

Ernesto se formó empíricamente en la labor periodística: comenzó poco antes de cumplir los veinte años, allá por 1988, como «mil usos» —o fixer— para la agencia de noticias Associated Press (AP) en el Hotel Camino Real, el llamado «cuartel de la prensa internacional», donde lo llevara su iniciador en el mundo de los medios, Luis «la Muñeca» Romero. Después fue sonidista y editor de imágenes hasta llegar a camarógrafo, oficio a través del cual aprendió los principios del reporteo. 

El ímpetu y la curiosidad propios de los años mozos lo llevó a permanecer abierto al aprendizaje constante: «Aquí estábamos llenos de cadenas internacionales, venían muchos extranjeros, y eso fue una escuela que, quien la quiso aprovechar, la aprovechó», enfatiza el ahora propietario de una productora de documentales, quien trabaja con equipo de última generación para organizaciones no gubernamentales ambientalistas presentes en el país, principalmente. 

Su deseo de aprender terminó convirtiéndolo, pues, en todo un profesional. Llegó a laborar en importantes cadenas internacionales como Telemundo. Su último trabajo con esta empresa mediática fue la cobertura del golpe de Estado que se perpetró contra el presidente hondureño Manuel Zelaya en 2009, cobertura que duró alrededor de tres meses. Luego trabajó ocho años como corresponsal para el canal venezolano Telesur en El Salvador. 

En resumen, su trajinar por el ámbito de la prensa incluye a la BBC de Londres, la Deutsche Welle, la Zweites DeutschesFernsehen (ZDF), National Geographic y Discovery Channel, medios en los que cumplió diferentes funciones. Toda esa experiencia le ha servido, a sus 60 años de edad y más de 35 de carrera, para mantenerse vigente con las nuevas tecnologías. 

Es por todo lo anterior que Ernesto Ávalos tiene la autoridad para hacer la evaluación y la exhortación siguientes: 

«Hemos vivido, no sólo una transición en el ámbito tecnológico, sino también un cambio en las formas de comunicarnos. Antes (…) era prohibido meterse en una toma, impensable empujar al entrevistado o irrespetar el trabajo de los colegas. Pero, posteriormente a los Acuerdos de Paz, las nuevas generaciones de estudiantes y profesionales de periodismo fueron cayendo en un desorden en la cobertura (…) y ya no se trabaja con ese respeto y profesionalismo que teníamos antes. Y esto es mundial: influencers y youtubers se han posicionado.

»Por eso quiero cerrar diciendo que, para las elecciones pasadas en las que quedó reelecto Nayib Bukele, tuve mi mayor decepción, cuando agencias internacionales y medios locales esperábamos en forma ordenada la llegada del presidente a votar. Pero, cuando llegó, fuimos bloqueados y tapados por tal cantidad de youtubers e influencers que no nos dejaron ejercer nuestro trabajo periodístico. 

»Creo que eso es un irrespeto total al periodismo (…), y espero que en algún momento se reflexione sobre el trabajo profesional que debemos hacer los periodistas, aunque esto no se lo podemos exigir a personas que, por un like o tener más seguidores, arruinan el trabajo informativo (…). Esto viene en detrimento del consumidor de noticias, porque entonces se “nutre” de cualquier cantidad de barbaridades dichas en un minuto, y no de la verdad que alguna vez aprendimos a intentar dar, así como aprendimos a ser imparciales en nuestro trabajo».

Ávalos junto a colegas salvadoreños de Telemundo durante la cobertura de la visita de Juan Pablo II a Guatemala, mismo papa que exhortó a los salvadoreños a ser «artesanos de la paz» en 1983.

* Escritora, periodista, pintora y dibujante. Autora del libro Raíces sumergidas, alas desplegadas (2014). Mención honorífica en el III Concurso Internacional de Microrrelatos Jorge Juan y Santacilia, con sede en Novelda, España (2016).

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