Memoria

«Los proletarios no solemos distinguir cuándo es aventura y cuándo realidad, entonces cuando llega la realidad nos asustamos», opina René Luarca. | Foto: Luis Galdámez

Movimientos sociales de los años 60 y 70

Un libro en una mano y un arma en la otra

«La revolución no es una manzana que cae
cuando está podrida. La tienes que hacer caer»
Ernesto «Che» Guevara

«No hay tal cosa como una revolución no violenta»
Malcolm X

Raquel Kanorroel*
Fotografías: Luis Galdámez

Agosto 23, 2023

La lucha revolucionaria en América Latina y en particular en El Salvador, tiene hondas raíces en las condiciones históricas de los pueblos y las oligarquías. El octogenario René Luarca, conocido como «Jerry», fue uno de los protagonistas de esas luchas históricas y fue testigo del nacimiento de varias organizaciones de lucha, ya armadas o no, con lo que traemos a cuenta sus testimonios.

Aunque la lucha armada revolucionaria comenzó a despuntar con fuerza en El Salvador a partir de 1970, en Latinoamérica las guerrillas comenzaron a surgir sobre todo a raíz del triunfo de la revolución cubana en 1959.  De modo que en los años sesenta la insurgencia ya hacía sentir su presencia en varios países al sur de la frontera de Estados Unidos, aunque siempre en menor escala que de la década del setenta en adelante.

Para ser puntuales, fueron alrededor de trece organizaciones distribuidas en 9 países latinoamericanos las que retaban ya la «tranquilidad» del establishment en la década del sesenta. 

Es más: antes de la revolución cubana, ya existían o habían existido cinco agrupaciones guerrilleras en Argentina, Uruguay y Paraguay. Y durante el mismo año en que los guerreros de la Sierra Maestra salieron vencedores, surgió el Movimiento Revolucionario 14 de Junio en República Dominicana —liderado por el mismo Fidel Castro, ya establecido como gobernante en la perla de las Antillas— y el Frente Unido de Liberación Nacional en Paraguay. 

La primera organización guerrillera centroamericana surgió en Guatemala en 1960, y fue el Movimiento Revolucionario 13 de Noviembre. De la unión de éste con otras dos organizaciones surgieron las Fuerzas Armadas Rebeldes (FAR), en 1963, considerada la primera organización guerrillera guatemalteca propiamente dicha. Pero, antes de las FAR, fue fundado en 1961 el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), en Nicaragua.

En nuestro país, se considera a las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), surgidas en 1970, como el primer grupo revolucionario armado salvadoreño. Sin embargo, un simpático señor de ochenta y tantos años de edad que reside en Suchitoto desde hace más de una década y quien se dedica actualmente a luchar por el derecho de las comunidades al agua, nos cuenta una historia ignorada por la mayoría…

Pero antes, algo de contexto. 

Partido Comunista: «Una organización obtusa»

René Luarca Maiti —o «Jerry», como le llaman sus amigos desde el conflicto armado— comenzó su vida de luchador social antes de cumplir los veinte años, participando en varias protestas estudiantiles a finales de los sesentas, muchas de ellas junto a los maestros de ANDES 21 de Junio, «…ya que cada 3 o 4 meses cerraban la Universidad: tanta represión prácticamente obligaba a los jóvenes de entonces a organizarse de una forma o de otra», expresa. 

Sin embargo, él tuvo poca participación en esa época, «porque las organizaciones eran muy cerradas, aunque sí estuve muy cerca de la Juventud Comunista (JC)» o, lo que es lo mismo, del Partido Comunista Salvadoreño (PCS). 

«Pero allí me había arrimado al peor árbol», manifiesta René, dado que él andaba en busca de una organización que fuera literalmente «de armas tomar». 

René Luarca tenía a lo sumo veinte años cuando, junto a otros jóvenes disconformes con el manejo del PC a la lucha social, ingresó en las filas de Acción Revolucionaria Salvadoreña.

Fue hasta después que lo echaron de la JC que Luarca averiguó que los Partidos Comunistas de Latinoamérica «nunca estaban por la vía armada, sino que su labor era más a través de sindicatos y partidos, incluyendo protestas populares cuando las cosas no funcionaban». Para él quedó claro entonces que nunca avanzaban porque «no querían tomar el poder por las armas (…). Como diría Sartre, le tenían miedo a la revolución».

«Jerry» considera que un punto importante de inflexión para los movimientos revolucionarios latinoamericanos fue la caída del Che en Bolivia, en 1967: «Allí fue donde casi todos los rebeldes de aquel tiempo tomamos la decisión de no acercarnos al Partido Comunista (…). Todo el mundo acusaba a Fidel de haberlo traicionado, pero quien lo traicionó realmente fue el Secretario General del PC de Bolivia, Mario Monje Molina». 

Según deduce René tras leer El diario del Che en Bolivia, dicho secretario, al manejar los recursos y las conexiones del partido en dicho país sudamericano, bien pudo sabotearle a Guevara su labor insurgente: además de minarle al guerrillero argentino las conexiones que tenía hacia fuera, muy probablemente le quitó el apoyo de los mineros, «la fuerza más grande que hubo siempre en Bolivia», acota Luarca. 

El ingeniero electrónico y combatiente «Jerry» Luarca Maiti celebra la fiesta de Navidad y Año Nuevo en las faldas del Cerro de Guazapa con sus «cumpas». | Foto: Luis Galdámez

Pero el sabotaje de Monje —continúa opinando René— fue mucho más allá, pues al final impidió al Che crear en Latinoamérica «dos, tres, muchos Vietnam» —según el mismo Che decía— como parte de la estrategia liberadora del Tercer Mundo sugerida por el carismático revolucionario en la ceremonia de clausura de la Semana de Solidaridad con la Lucha del Pueblo Vietnamita (La Habana, Cuba, diciembre de 1963).

En efecto: señala René que, según declaraciones de Ciro Bustos —pintor argentino que luchó junto al Che y quien fue acusado de delatarlo, cosa que Bustos negó hasta su muerte en 2017—, Guevara quería iniciar una guerrilla en Argentina desde Bolivia, ya que ambos países comparten fronteras. Y Monje, fiel representante del PC, no quería guerrillas ni en su país ni en la región, supone Luarca.  

«Por eso todos los jóvenes de ese tiempo nos volvimos “anti PC”, sin dejar de ser comunistas, marxistas y leninistas», asevera. No obstante, reconoce que dicho partido tuvo mucha influencia en la juventud de entonces en cuanto a lo ideológico.

Respecto al papel jugado por Monje, cabe señalar que hay otras perspectivas, entre las que destaca la del periodista Rafael Archondo a raíz de la muerte del ex Secretario del PCB en 2019.

La lucha armada revolucionaria

René tenía a lo sumo veinte años cuando, junto a otros jóvenes disconformes con el manejo dado por el PC a la lucha social, ingresó en las filas de Acción Revolucionaria Salvadoreña (ARS), el verdadero primer grupo armado salvadoreño. Muy pocos saben de esta organización, nacida algunos años antes de las FPL y de corta duración. 

«Jerry» refiere que, entre sus miembros, estaba Juan Mario Castellanos, quien después sería uno de los fundadores del Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC), creado por iniciativa del entonces exrector de la Universidad de El Salvador, Fabio Castillo, a mediados de los setentas. 

«Para mí, la participación en ARS fue muy importante porque aprendí que si uno lee sin aplicar lo que lee está perdido, en lo que sea». Jerry.

Excombatientes se informan sobre el proceso de negociaciones entre el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) y el régimen. | Foto: Iván González

«Jerry» nació en una familia de clase media. Hijo de profesores, creció leyendo, lo cual le dio un amplio panorama de la realidad. | Foto: Luis Galdámez

También conoció allí a Douglas Santamaría, quien fuera yerno de Cayetano Carpio, así como a algunos revolucionarios de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), entre ellos un hondureño instructor de ARS apodado «El Chele», asesinado cerca de Casa Presidencial —entonces ubicada en San Jacinto— a finales de los sesentas. 

Luarca recuerda así mismo a un nicaragüense apellidado Nortanwalton y a un doctor Gavidia, quien laboraba en Bienestar Estudiantil. Él les daba espacio allí para reunirse. En estas reuniones fue que conoció a Alejandro Rivas Mira, quien sería uno de los fundadores del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) años después.

«Éramos unos cuatro locos, y todos habíamos leído mucho», manifiesta René. Sus lecturas, más el contacto que tuvieron con tanta gente, fue lo que los llevó a cuestionarse por qué el PC nunca logró tomar el poder, siendo tan fuerte como era. La respuesta, como se deduce de lo expuesto líneas arriba, era que el PC pretendía hacer la revolución desde dentro del sistema mismo y con las mismas herramientas de éste.

ARS no obtuvo muchos logros por ser efímera, pero quienes la integraron comprobaron que la aseveración que tanto hiciera el PC durante aquellos años, de que acá en El Salvador no era viable la lucha armada, era incorrecta. De manera que los comunistas «se subieron en el último carro, cuando ya había arrancado el tren de la insurrección en los ochentas», señala Luarca. 

Sin embargo, no hubo ninguna vinculación —al menos, ninguna conocida— entre ARS y el posterior surgimiento de las FPL o del ERP, aunque algunos miembros de Acción Revolucionaria terminaron en este último. 

«Para mí, la participación en ARS fue muy importante porque aprendí que si uno lee sin aplicar lo que lee está perdido, en lo que sea. Yo había leído un montón sobre las teorías de Marx, y más que todo sobre la revolución cubana, hasta que pusimos los pies en la tierra», enfatiza René. 

Cabe señalar que Luarca mantuvo siempre un bajo perfil en toda su trayectoria guerrillera, razón por la cual nunca se sintió perseguido. Y la gente de ARS a la que alguna vez capturaron nunca lo delató tampoco. Por eso es que pudo apartarse sin problemas por varios años de la vida insurreccional tras su participación en ARS antes de retomarla en Nicaragua a finales de los setenta. 

¿Victoria de los sandinistas o de los antisomocistas?

En los setentas, René salió del país a estudiar a Estados Unidos y a México la carrera de Ingeniería Electrónica. Aunque se mantuvo conectado un tiempo con los insurgentes de acá, pasó algunos años «perdido en México, hasta que conocí a unas señoras salvadoreñas que me hicieron “volver al redil”; pues, aunque tales señoras eran “medio burguesas”, conocían a todo el “Olimpo” de la Revolución Cubana», como les decía «Jerry» a Fidel, a Raúl, al Che y al resto de protagonistas de dicha gesta.  

Y es a través de las mismas señoras que René se involucra con un comité de mexicanos que apoyaban a los sandinistas. Es así como llega a Nicaragua a finales del 78: «Por lo menos logré la última colita de la lucha en el vecino país», dice sonriente. Allá colaboró en el área de comunicaciones, mediante trabajos técnicos para la radio, como montar equipo y entrenar a la gente para que lo manejara. 

Luarca afirma que la poca influencia del PC allá fue la ventaja que tuvieron los sandinistas respecto a la lucha en El Salvador.

Desmovilización de soldados del Batallón Atlacatl. «Más bien obligamos al enemigo a negociar, porque sabían que ya teníamos hasta misiles y habíamos conseguido armamento más sofisticado», señala Luarca. | Foto: Luis Galdámez

Después, durante el conflicto armado salvadoreño, la situación fue la misma, pues, aunque portaba arma, «casi sólo estuve condenado a andar cargando el radio o enseñándole a los chavos cómo usarlo». Acá conoció al equipo a cargo de Radio Venceremos, «pero nosotros teníamos en ese tiempo una emisora propia, Radio Guazapa», la cual —junto a Radio Unidad— fue también parte de la estrategia comunicativa insurgente.

«En realidad, estos proyectos son carísimos. Es cierto que con diez pesos mensuales de gasolina podemos resolver, pero el problema es la seguridad del equipo: hay que disponer de treinta o cuarenta gentes sólo para darle seguridad a la radio», explica René.

Volviendo a Nicaragua, Luarca afirma que la poca influencia del PC allá fue la ventaja que tuvieron los sandinistas respecto a la lucha en El Salvador. Pero hubo otra más. 

Y es que —asegura René— en la revolución nicaragüense «habrá habido algunos marxistas, pero hubo un montón de gente de dinero que apoyó a los sandinistas, no porque ella misma fuera sandinista ni mucho menos comunista, sino porque era antisomocista», gente como las familias Pellas, Chamorro y Cardenal, entre otras. 

«A la mayoría de estos antisomocistas no les interesaba estar dentro de la dirección del sandinismo, sino que sólo querían que se fuera Somoza. Eso me consta: recuerdo que la famosa Fuerza Aérea Sandinista eran un montón de avionetas veneneras y helicópteros de un maitro oligarca: en la zona del Golfo de Fonseca tenían su base. Por eso es que muchas cosas en ese tiempo se movían de aquí para allá, por esa vía», atestigua «Jerry».

«No sé qué tan correcta pueda ser mi apreciación, pero por lo menos ésa fue mi experiencia», manifiesta. De hecho, él está de acuerdo en que Somoza era una «competencia desleal» para los oligarcas nicaragüenses en ese entonces, y la dirección del Frente Sandinista supo aprovechar ese «antisomocismo», haciendo gala con ello de un gran pragmatismo. 

Para René, prueba de que el apoyo de dichos oligarcas fue fundamental para el triunfo del sandinismo es que varias familias pudientes nicaragüenses y sus empresas nunca desparecieron de Nicaragua. Aunque, en los últimos años, la «historia de amor» entre el régimen sandinista y la oligarquía que lo apoyó está deteriorándose. 

El honorable kamikaze nicaragüense

«Jerry», recordando aquella época expresa que «aquí había un montón de nicas, varios fueron compañeros míos en la Universidad». Y, cuando  todavía era un niño en los cincuentas, Luarca solía jugar béisbol, deporte que muchos nicaragüenses radicados en el país practicaban también.

Fue para ese entonces y en dicho entorno deportivo que, «en teoría, conocí a Rigoberto López Pérez. Él jugaba en un equipo llamado REVIDA, propiedad de unos nicas relojeros, los Parrales (…) Supongo que lo conocí —reitera él—, porque después que lo mataron salió una vez la plática».

Y es que, aunque el FSLN fue fundado en 1961, en 1956 hubo un importante preámbulo a la lucha revolucionaria sandinista, preámbulo protagonizado por propia iniciativa de Rigoberto, quien, «durante una acción tipo kamikaze, mató con balas envenenadas a Anastasio (“Tacho”) Somoza García», refiere «Jerry». 

Rigoberto López Pérez, «el héroe que marcó el principio del fin de la tiranía somocista», es hoy una figura controversial que merece que su historia sea más ampliamente difundida y estudiada.

Carnetización de agentes de la ex Policía Nacional para reincorporarse a la vida civil. La desarticulación de los cuerpos represivos fue uno de los principales logros de los Acuerdos de Paz. | Foto: Luis Galdámez

«Tacho» fue el primero de la dinastía Somoza en Nicaragua, tres dictadores que literalmente consideraban al vecino país como su propiedad. El segundo y el tercero fueron ambos hijos de Tacho:  Luis Somoza Debayle y Anastasio Somoza Debayle, este último al fin derrocado por los sandinistas.

López Pérez, «el héroe que marcó el principio del fin de la tiranía somocista» según reconoce La Gaceta Sandinista, es hoy una figura controversial que —no obstante y sin lugar a dudas— merece que su historia sea más ampliamente difundida y estudiada. 

Las contradicciones del PC y las razones del comandante Marcial

René sabía sobre Salvador Cayetano Carpio desde las huelgas sesenteras de ANDES 21 de Junio, época en la que ARS surgió y en la que Luarca decidió formar parte de ella. Carpio era entonces todavía el Secretario General del PCS, cargo para el que fuera electo desde 1964. 

Antes de ostentar dicho cargo, Cayetano había provocado la desaparición del Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR), creado en 1962 a instancias del PCS. La posición de dicho partido en este caso fue altamente contradictoria, ya que el FUAR buscaba el desarrollo de la lucha armada en El Salvador, y el PC —aquí y en toda Latinoamérica, como ya se mencionó— se distinguió siempre por ser anti-guerrerista.

También parece contradictorio que haya sido precisamente Carpio quien se opusiera al FUAR, dado que a él se le reconoce como figura emblemática de la lucha armada. Sin embargo, según argumentan los cayetanistas, Carpio no incurría en contradicción, pues él abogaba por una lucha armada efectiva —o guerra popular prolongada—, no impulsiva, y consideró que en 1962 no estaban dadas las condiciones para comenzarla.  

Cabe señalar que, al parecer, el FUAR terminó realizando de todas maneras prácticamente sólo labores de propaganda. 

Con el paso del tiempo, Cayetano y quienes lo acuerpaban reconocieron que el momento de entablar la lucha armada había llegado. Pero entonces el PCS se empecinó de nuevo en su discurso de que tal lucha no era viable acá y se dedicó a las contiendas electorales. Además, dicho partido apoyó la guerra con Honduras, guerra que Cayetano consideró una estratagema de las oligarquías salvadoreña y hondureña y de los EEUU.

Todo eso lo llevó a renunciar, junto con 7 compañeros más, al PCS el 31 de marzo de 1970, para luego formar las FPL. Desde entonces fue conocido como el «comandante Marcial». Su carta de renuncia circuló ampliamente por entonces, nos cuenta «Jerry». Lastimosamente, el texto de la misma al parecer ya no está disponible. 

Otra contradicción del PC, según relata Luarca, era que casi todos sus integrantes recibían preparación militar: iban a los países socialistas a entrenar y, una vez allá, los ponían a estudiar una carrera. «Pero acá venían a organizar sindicatos y hacer pinta y pega, cosas de ese tipo. Muchos por eso renunciaron al PC y se fueron a otras organizaciones», como por ejemplo a las mismas FPL.

Organizaciones sociales participan en las conversaciones previas a la firma de los Acuerdos de Paz entre el FMLN y el Gobierno de El Salvador en las afueras de la Nunciatura Apostólica en 1987. | Foto: Luis Galdámez

René siempre admiró que Carpio se haya olvidado de su posición preponderante en el PCS para dedicarse a hacer la revolución como él entendió que debía hacerse.

Las sinrazones del comandante Marcial y el acierto de Roque

René siempre admiró que Carpio se haya olvidado de su posición preponderante en el PCS para dedicarse a hacer la revolución como él entendió que debía hacerse: mediante la lucha armada hasta la victoria final («¡Revolución o muerte! ¡El pueblo armado vencerá!»). Y ésa fue también la convicción de «Jerry», aunque ahora sostiene que «los Acuerdos de Paz eran una necesidad». 

Pero, a pesar de su admiración, Luarca considera que Marcial «era demasiado sectario (…). Su sectarismo sirvió de retranca, pues muchos buenos cuadros se quedaron en el camino debido a que nunca los tomó en cuenta porque eran “pequeño–burgueses” (…) Desde la muerte de Roque, por ejemplo, mucha gente de la Resistencia Nacional (RN) se quiso aliar con las FPL; pero Cayetano dijo eso, que él no podía negociar con “pequeño–burgueses”».

Entonces, el gran error de Carpio, según René, fue su total falta de confianza en nadie que no fuera obrero o campesino de pura extracción: «Mientras que el PC planteaba que los obreros eran quienes tenían que tomar el poder, según el “librito de Lenin”, el “librito de Cayetano” decía que eran los obreros y campesinos, aunque él lo planteaba más como un movimiento campesino», explica.

Para «Jerry», el Frente de Acción Popular Unificada (FAPU) —organización de masas de la RN— era un ejemplo a seguir, pues abarcaba varios sectores: campesinos, obreros, estudiantes, profesionales… «Era la concepción que tuvo Roque (…): que había que hacer un movimiento amplio», afirma. 

Y ésa es también la concepción de Luarca: «Al final, no necesariamente son los proletarios los únicos obligados a hacer las revoluciones», expresa, y pone como ejemplo a Fabio Castillo, quien en su juventud trabajó en la huelga de brazos caídos contra Martínez y fue figura prominente en el ámbito rebelde latinoamericano el resto de su vida, aun cuando era descendiente de gente adinerada.

Para «Jerry», entonces, no se necesita ser marxista ni mucho menos proletario para intentar hacer la revolución, sino que sólo se necesita tener conciencia.

* Escritora, periodista, pintora y dibujante. Autora del libro Raíces sumergidas, alas desplegadas (2014). Mención honorífica en el III Concurso Internacional de Microrrelatos Jorge Juan y Santacilia, con sede en Novelda, España (2016).

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