Opinión
Ilustración: Luis Galdámez
Espacio Revista
Mayo 31, 2024
Mientras el ataque indiscriminado de Israel en la franja de Gaza continúa masacrando a población civil indefensa, el gobierno de Estados Unidos está decidido a mantener su apoyo a Israel. La Cámara de Representantes aprobó, a mediados de mayo, el proyecto Ley de Apoyo a la Asistencia a la Seguridad de Israel, que prohibiría pausar o cancelar los envíos de armas a Israel, según informa el medio Truthout (https://n9.cl/5l1rp).
Los palestinos están muriendo lenta y rápidamente, ya sea por bombas, por hambre o por la falta de apropiados servicios sanitarios como el agua y la energía eléctrica, ya no se diga por la falta de suministros y atención médica. Y ni siquiera pensar en la falta de un techo bajo el cual estén y se sientan seguros.
Dos millones de personas están viviendo la peor pesadilla imaginable. Mientras más de un millón de palestinos se enfrentan al hambre desesperada, en Egipto han estado varadas 82.000 toneladas de suministros. Pero el ingreso de ayuda peligra, dado que Israel controla el cruce de Rafah (https://n9.cl/bqscf).
Más de un millón y medio de personas (el 80% de la población) han sido desplazadas de sus hogares y los ataques de Israel los persiguen allí donde llegan. Más de 35.000 han muerto en apenas 365 km2, un área equivalente, más o menos, a la mitad del departamento de Cuscatlán de El Salvador. En ese mismo espacio, más de 79.000 han sido heridas, a las que no hay dónde ni con qué atender. Se desconoce la cantidad de personas desaparecidas.
Resulta difícil convivir día a día con este genocidio que, si bien lo vemos a la distancia y sabemos que no nos toca físicamente, sí lo hace emocionalmente. Parecía que el mundo había avanzado desde la Segunda Guerra Mundial, con la creación de Naciones Unidas y demás. Pero aún queda demasiado camino por recorrer. Un genocidio a gran escala está sucediendo frente a los ojos del mundo presentado a través de los medios y redes de comunicación y a pesar de la censura impuesta por Israel y occidente, que obstaculiza y a veces prohíbe la cobertura noticiosa desde Gaza y sus territorios aledaños.
Pretenden vender una verdad a todas luces llena de agujeros. Sus versiones y sus mentiras desde hace ratos dejaron de ser «tragables». ¿Cómo es que al ataque del 7 de octubre de 2023 de Hamás se responde con ataques continuados por más de 7 meses y con un equivalente de 45.000 explosivos lanzados de forma indiscriminada contra todo un pueblo?
Ahora no habrá la excusa de «no sabíamos», como la hubo en la Segunda Guerra Mundial respecto del holocausto de los judíos. Ahora todos sabemos lo que está pasando.
Ahora no habrá la excusa de «no sabíamos», como sí la hubo en la Segunda Guerra Mundial respecto del holocausto de los judíos. Ahora todos sabemos lo que está pasando. Nadie queda exento. Si lo ignoramos es porque elegimos que así sea.
Son siete meses de ataques, pero su huella marcará a más de una generación. Es obligado el apoyo internacional masivo en la reconstrucción e Israel debe responder con una indemnización apropiada y los criminales de guerra deberán ser juzgados. Pero nada podrá sanar esta profunda herida en los sobrevivientes de Gaza.
Alivia que el Tribunal Internacional de Justicia de Naciones Unidas (TIJ) haya ordenado que se detenga la ofensiva militar contra Rafah y cualquier otra acción que lleve a la destrucción del pueblo palestino (https://n9.cl/ycpxi). Pero Israel no reconoce al tribunal y, de facto, tampoco su principal aliado y proveedor de armas, Estados Unidos, quienes continúan el suministro de armamentos y justifican el actuar de Israel, volviendose así complice directo del genocidio.
También debe destacarse la iniciativa de países como España, Bolivia, Chile, Irlanda y Noruega para sumarse al reconocimiento del Estado palestino, junto a las tres cuartas partes de las naciones representadas en la ONU. También ayuda que en otros países de este occidente del que hablamos, parlamentarios y jóvenes se estén pronunciando y se rebelen contra las atrocidades que sus gobiernos están apoyando directa o tácitamente en Gaza.
Según Francesca Albanese, relatora especial de la ONU, el objetivo de Israel no es matar a todos los palestinos, sino expulsarlos de su tierra (https://n9.cl/qrok3), por lo que cuanto más al sur se desplazan más al sur atacan las Fuerzas de Defensa de Israel.
Si bien el Estado de Israel define toda crítica a su proceder en Gaza como expresión de apoyo a Hamas o como antisemitismo, lo cierto es que el pueblo palestino no es Hamas, no es igual ni equivale a Hamás; y el antisemitismo no se expresa en la postura de naciones independientes que se pronuncian contra el genocidio.
Según Aritz Intxusta, del medio Naiz, se estima que la cantidad de explosivos lanzados contra la franja, de una extensión de 365 km2, es de 65 kilotones. Las bombas atómicas lanzadas sobre las ciudades de Hiroshima, de 906 km2, y Nagasaki, de 405.9 km2, desataron una potencia superior a 20 kilotones. 65 kilotones, entonces, equivaldría a tres bombas atómicas, pero en una superficie de 365 km2 en vez de en 1.311.9 km2, área que suman juntas Hiroshima y Nagasaki (https://n9.cl/h1iktp).
Aún cuando los explosivos lanzados a Gaza no desatan los niveles de radiación de las bombas atómicas, estos 65 kilotones se pueden expresar en unos 45.000 misiles y obuses, que explotan uno cada 3 minutos y, para colmo, según la Oficina de Medios de Gaza, con tan poca precisión que se vuelve evidente la intención de una matanza indiscriminada.
Pero, ¿qué puede hacer una persona simple y ordinaria frente a este genocidio? Como mínimo, trate de informarse apropiadamente. Si puede, júntese con otros y comente. Y si puede más, tome el ejemplo de los estudiantes, docentes universitarios, parlamentarios y otros ciudadanos en el mundo que se están manifestando para hacer presión a sus gobiernos. La falta de expresión y la inacción también ayuda al genocidio.
Identifique qué más se puede hacer, no solo con respecto a Israel y Gaza, sino con respecto a otros conflictos de menor y mayor envergadura incluyendo a los que suceden en su patio trasero, como las víctimas del régimen de excepción.
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