Opinión
Ilustración: Luis Galdámez
Guillermo Mejía*
Junio 14, 2024
El marco de la toma de posesión del segundo período presidencial de Nayib Bukele el uno de junio pasado, ha servido para reconfirmar lo que podemos llamar la “fórmula bukeliana” de ejercer el poder, donde sobresalen la imposición vertical de los planes oficiales, así como la búsqueda de la consolidación del apoyo incondicional de la ciudadanía.
De hecho, el presidente salvadoreño recalcó que no pudo haber éxito en las medidas que se tomaron —en el caso de la guerra contra las pandillas— o que se deben tomar —frente a los problemas económicos— si se abre la discusión ciudadana acerca de las mismas, ya que las cosas se hacen y la respuesta debe ser de apoyo sin titubeos y sin quejas.
«Está bien, un país libre cada quien tiene derecho de discutir u opinar o debatir o criticar, pero siento que no va a funcionar igual entonces», afirmó el mandatario en su discurso ofrecido en la cena de gala posterior a la toma de posesión, donde hizo alusión a los desafíos económicos y sustentó su tesis en que en el tema de seguridad impusieron los cercos militares sin consultar.
Como respuesta la gente expresó «estamos contentos que el gobierno vino a poner el cerco de seguridad, aquí la confianza a nuestras medidas de seguridad es total, sin titubeos, sin reclamos y entonces el plan funcionó como ningún otro plan ha funcionado en la historia de la humanidad», afirmó Bukele ante familiares, amigos, asesores, funcionarios e influencers.
Bukele dijo que «hay casos de madres que nos han entregado a sus hijos» para ser procesados en el marco de la guerra contra las pandillas y eso «es una muestra de la confianza que tiene el pueblo salvadoreño hasta en el momento más extremo como entregar un hijo, algo que a mí no me cabe en la cabeza, pero ese es el nivel de confianza que tiene este pueblo en este gobierno».
El presidente contó que alguien le comentó que «no es que Bukele sea popular por haberle ganado a las pandillas… es que le pudo ganar a las pandillas por ser popular», a la vez que «un plan como el que se ejecutó contra las pandillas no pudo haber tenido éxito si no tenía el apoyo del pueblo. Y, si ustedes lo ven, es verdad, porque con todas las condenas que vinieron, con todas las presiones que venían, con todas las sanciones que pusieron, era para que nos echáramos para atrás, pero teníamos tan incólume e inquebrantable el apoyo del pueblo que, pues, todo funcionaba perfecto».
Ya en lo económico, según él, hay gente que pide una subida del salario mínimo a mil dólares y eso se lo comentó al presidente argentino Javier Milei y éste le dijo que por qué no a un millón de dólares. «Es que, si fuera tan fácil, pues, se sube a un millón de dólares y todos son ricos, (pero) una economía no se puede subir por decreto, una economía se debe subir trabajando y logrando hacer que un montón de cosas funcionen al mismo tiempo como un reloj de piezas», sentenció.
El plan de nación que dice defenderán como un león implica la imposición de cualquier medida para lograr su propósito.
El presidente asumió como éxito rotundo la estrategia de seguridad de su gobierno, legado de su primer período, mientras desea que en este nuevo período presidencial sea el logro de un milagro en la economía como la fresa de su gestión. Eso lo reiteró en su discurso de toma de posesión y luego en el que ofreció en la cena de gala.
Pero, en todo momento, aunque sea «medicina amarga», requiere el apoyo incondicional de la ciudadanía. Sin titubeos, sin quejas.
Para ilustrar lo anterior, es de resaltar que, al final de su discurso de toma de posesión, expresó a la barra móvil del acto: «Hagamos nuevamente un juramento para defender cada una de las decisiones que tomaremos en los próximos cinco años para que sepamos confiar nuestra voluntad a Dios y le pidamos sabiduría para hacer bien las cosas».
«Así que les pido a todos que levanten su mano… Juramos defender incondicionalmente nuestro proyecto de nación siguiendo al pie de la letra cada uno de los pasos, cada uno de los pasos sin quejarnos, sin quejarnos pidiendo la sabiduría de Dios, para que nuestro país sea bendecido de nuevo con otro milagro y juramos nunca escuchar a los enemigos del pueblo, que Dios los bendiga y que Dios bendiga a El Salvador».
La gente juró ante el mandatario.
La «fórmula bukeliana» de ejercer el poder se puede asemejar a la conducción de una empresa cualquiera, recordemos que el presidente Bukele proviene de los negocios privados de su familia, entre estos la publicidad, donde el mando está concentrado en la dirección de los proyectos y emana de manera vertical.
Para el logro de los objetivos se advierte que, además de sus asesores, se hace acompañar en varios puestos claves por familiares, amigos y exempleados de las empresas familiares, personas acostumbradas a esa forma de manejar las instancias, algo que se constata ahora que han copado las instituciones públicas.
El plan de nación que dice defenderán como un león implica la imposición de cualquier medida para lograr su propósito y Bukele lo recordó en su discurso de toma de posesión: «El 1 de mayo del 2021 quitamos al fiscal general anterior y quitamos a los magistrados de la Sala de lo Constitucional anteriores».
«Y en menos de un año, el primero de mayo de 2022, ya éramos el país más seguro de toda la región. Un año después, el primero de mayo de 2023, ya éramos el país más seguro de toda Latinoamérica y un año después de eso, primero de mayo de 2024, ya somos el país más seguro de todo el hemisferio occidental», agregó.
Para sus críticos, sus planteamientos chocan con los postulados de una democracia liberal o formal, donde se presupone que son necesarios los contrapesos.
Bukele insistió en que tras el fracaso de los gobiernos anteriores ante problemas tan serios como el de las pandillas, pese a que dijeron que tenían la solución, «ahora estamos vivos y podemos caminar sin miedo por nuestras calles es porque no los escuchamos ni uno solo de sus argumentos».
Para sus críticos, sus planteamientos chocan con los postulados de una democracia liberal o formal, donde se presupone que son necesarios los contrapesos frente a la concentración del poder en pocas manos, así como la deliberación pública y el establecimiento de mecanismos de diálogo y concertación. Y son imprescindibles la transparencia y la rendición de cuentas.
Sin embargo, en el actual esquema de Bukele no caben esos presupuestos filosóficos: «La oposición que es numéricamente insignificante, pero rabiosa, sigue defendiendo una institucionalidad, una democracia como la llaman ellos, que solo nos dejó hijos, madres, abuelos, amigos y hermanos asesinados impunemente».
«Nosotros, por el contrario, decidimos hacer nuestra propia receta. Se necesita coraje, se necesita arriesgarse en todos los niveles, no estoy aquí para hacer lo que algunos creen que debemos hacer, estoy aquí para hacer lo que mejor sea para nuestro país, no perdamos nunca la perspectiva. Aquí no estamos solamente cambiando un país, estamos cambiando un completo paradigma», agregó.
Bukele arremetió contra los críticos y opositores a su forma de gobernar que demandan acceso a la información pública y transparencia: «Hablan de transparencia, de qué transparencia hablan. Salgan de sus casas en la noche sabiendo que nada les pasará. Esa es la verdadera transparencia, esa es la transparencia que ofrece este gobierno y la seguiremos dando».
Dentro de la perspectiva conservadora, que comparte con figuras como Donald Trump, Javier Milei, Jair Bolsonaro, entre otros, Bukele no encaja con los que demandan respeto a la democracia liberal o formal en el país y mucho menos con lo que propugnan por una democracia participativa.
Por ahora, muchos han jurado no titubear ni quejarse y mucho menos escuchar «a los enemigos del pueblo».
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