Opinión
Ilustración: Luis Galdámez
Una serie de aspectos de nuestra forma de vida —entre ellos la presencia de la tecnología— está profundizando la falta de capacidad de atención, dado que acabamos enredados en hacer muchas cosas a la vez, con el costo de que cometemos errores, recordamos menos, somos menos creativos y terminados cansados y enfadados.
Son conclusiones a las que ha llegado el escritor y periodista británico-suizo Johann Hari, que ofreció una entrevista al diario español El Confidencial sobre este problema que afecta a media humanidad, pero que en general se desconoce o no pasa de ser una preocupación muy puntual de científicos y expertos.
“[La tecnología] es un factor importante, y un multiplicador definitivo, pero no es lo único que nos está pasando. Hay evidencia científica de al menos 12 factores que pueden provocar que mejore o empeore tu atención. Algunos de esos factores son tecnológicos, pero otros no”, según el escritor y periodista.
Y, enseguida, enumeró: “La comida está afectando muy negativamente nuestra atención. La cultura laboral y la distribución de nuestras oficinas, también. Las escuelas, también. La contaminación del aire tiene también un fuerte impacto”. Por lo tanto, hay que replantearse lo que sabemos del tema, ya que la raíz del problema es nuestra forma de vida.
Hari puso en práctica sus conocimientos y viajó por el mundo para entrevistar a más de 200 expertos en atención y también empaparse del tema a través de las publicaciones sobre el mismo. En su pesquisa logró descubrir que la tecnología es solamente una parte del problema, aunque en un principio pensaba que era lo determinante.
“Sabemos que las aplicaciones de nuestros teléfonos están diseñadas para atraer nuestra atención y no soltarla. Si ese fuese el único problema, se podría reparar regulando su funcionamiento. Y es urgente que empecemos a hablar del tema y a hacerlo”, afirmó Hari. Sin embargo, el problema es más viejo y, según los resultados de sus contactos con expertos, la atención colectiva viene decayendo progresivamente al menos desde 1880.
El escritor y periodista buscó al profesor Earl Miller, del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por su sigla en inglés), uno de los principales neurocientíficos del mundo, quien le dijo: “Mira, hay una sola cosa que debes entender sobre el cerebro humano para seguir con tu trabajo. El cerebro está preparado para pensar conscientemente en una sola cosa. Esa es una limitación fundamental y no ha cambiado significativamente en 40.000 años. Así que no va a cambiar para ti ni para mí”.
“Hemos caído en una especie de engaño masivo. Hemos llegado a un punto en el que el adolescente promedio cree que puede seguir seis o siete cosas al mismo tiempo. Científicos como el profesor Miller han estudiado esto en el laboratorio. La mayoría de las personas están seguras de estar pendientes de muchas cosas, pero en realidad no es así”, dijo Hari.
“Lo que sucede es que el cerebro hace malabarismos para pasar muy rápido de una tarea a otra. Por eso tenemos esa sensación a todas horas. ¿Qué me acabas de preguntar? ¿Qué acabo de ver en Facebook que me ha dejado inquieto? ¿Cedo el paso al conductor que entra en la rotonda? ¿Qué canción está sonando? ¿Me acaba de llegar una notificación? Pero esos malabarismos tienen un costo para nuestro cerebro”, agregó.
El costo de la alternancia
Al preguntarle el autor sobre la factura que debemos pagar, respondió que el término técnico es “costo de la alternancia”. Y significa, según él, que las personas acabamos haciendo muchas cosas al mismo tiempo, pero de manera cada vez menos competente. Cometemos más errores, recordamos menos, somos mucho menos creativos y acabamos exhaustos y enfadados.
Hari puso un ejemplo: “En Hewlett-Packard, la compañía de impresoras, contrataron a un científico para estudiar la productividad de sus trabajadores. Los dividieron en dos grupos. Al primer grupo se le ordenó seguir con sus tareas, sin interrupciones. Al segundo grupo se le ordenó hacer su trabajo al mismo tiempo que contestaba llamadas y correos electrónicos sin parar, que es más o menos como vivimos casi todos ahora. El experimento se alargó en el tiempo y, al acabar, el segundo grupo había perdido diez puntos de coeficiente intelectual sobre el primero. Cuando te fumas un porro de marihuana y estás muy colocado, tu coeficiente cae un cinco por ciento. Es decir, las interrupciones constantes tienen un efecto sobre tu inteligencia a corto plazo dos veces superior a la marihuana”.
Hari aclaró, entre risas, que no está promoviendo la marihuana, sino solo haciendo ver que su exposición resulta menos dañina.
Para contrarrestar ese problema tan común en la sociedad no basta solamente, por ejemplo, dejar el celular y las redes sociales o buscar un lugar de retiro sin los ruidos cotidianos. Hari afirma que, conforme a sus hallazgos, hay que lograr entrar en lo que llaman “estados de flujo” que aseguran la forma más profunda de atención que los humanos pueden lograr.
“No es algo que se consiga cuando nosotros queramos, pero hay cosas que se pueden hacer para lograrlo. Tres fundamentales. La primera es reservar una buena cantidad de tiempo a una sola actividad, sin interrupciones. La segunda es elegir una meta que sea significativa para ti. Si tratas de fluir hacia algo que realmente no te importa, no funcionará. La tercera, y esto me pareció un poco contradictorio, es que tienes que colocarte al límite de tus habilidades, al borde de tu zona de confort”, señaló.
“Si eres un escalador de talento medio, no vale con trepar la pared de tu jardín. Eso es demasiado fácil. Pero tampoco te vayas al Everest, que será demasiado difícil. Hay que buscar una roca un poco más alta y más dura de la que escalaste la última vez. Entrar en estados de flujo es la mejor manera de llenar el vacío que queda cuando tratamos de dejar atrás el estilo de vida que destruye nuestra atención”, explicó.
Algo importante de resaltar es el costo que la falta de atención significa para la vida democrática, especialmente por la manipulación de las personas con las nuevas tecnologías, por ejemplo, vía las redes sociales: “Por un lado, la gente deja de prestar atención a los asuntos profundos e importantes. Y una democracia sana necesita que los ciudadanos presenten un mínimo de atención, que se enfoquen de vez en cuando en entender algunas cosas. Y eso no está sucediendo”.
De acuerdo con Hari, otro elemento a tomar en cuenta en la misma dirección es el hecho de que los algoritmos están configurados para engancharnos a la pantalla. Desde un inicio descubrieron una verdad sobre la psicología humana, el sesgo de negatividad.
Y agregó: “A los seres humanos nos atraen más las cosas que nos hacen enojar, las cosas que nos inquietan. Si ves un accidente en la carretera, si ves una pelea… te quedas mirando. Podemos estar teniendo una entrevista muy interesante, pero, si ahora estalla una pelea a sillazos en la calle, nuestra atención se va a escapar hacia la ventana irremediablemente. Eso siempre ha sido parte de la naturaleza humana, pero cuando ese sesgo de negatividad se combina con algoritmos, el resultado es terrible. Nos pasamos horas y horas de nuestros días viendo cosas que nos enfadan, nos asustan…”.
Las palabras del escritor y periodista británico-suizo Johann Hari son útiles para la reflexión dada la forma inadecuada de vida que llevamos. Si antes de la Covid-19 ya era preocupante, se profundizó a partir de la pandemia, pues provocó cambios sustanciales que incluso se han vuelto normales pese a las consecuencias negativas para nuestra especie.
©Derechos Reservados 2022-23 ESPACIO COMUNICACIONES, LLC