Opinión
Ilustración: Luis Galdámez
Guillermo Mejía
Noviembre 1, 2024
La principal amenaza al periodismo profesional radica en que, ante la realidad tan compleja, somos incapaces, como sociedad, de ponernos de acuerdo en cómo determinar que algo constituye un hecho concreto y, por lo mismo, somos víctimas de interpretaciones donde impera la desinformación.
Esa advertencia, entre otras, la expuso recientemente en Argentina el periodista y editor retirado Martin Baron, que posee una amplia experiencia en medios como Washington Post, Miami Herald, Boston Globe y New York Times, y es autor del libro Collision of Power. Trump, Bezos and The Washington Post (2023).
«La principal amenaza a la que nos enfrentamos hoy en día es, casi sin duda, la incapacidad de la sociedad para ponerse de acuerdo sobre un conjunto compartido de hechos. En realidad, es peor que eso. No podemos ponernos de acuerdo en cómo determinar que algo constituye un hecho», afirmó en un encuentro donde se refirió a la relación entre periodismo y tecnología.
Esta situación representa un peligro no solo para el periodismo, sino para la democracia e incluso para el progreso de la humanidad, según el editor estadounidense ahora dedicado a la capacitación de periodistas.
«La democracia exige que mantengamos un debate sobre las políticas que se implementan. A menudo implica diferentes análisis y diferentes interpretaciones de los eventos y los datos. Pero presupone que, en términos generales, estamos de acuerdo en los hechos más básicos. No obstante, a menudo, y es preocupante que así sea, este ya no es el caso», recalcó.
Baron ejemplificó con experiencias de su país, para sustentar sus puntos de vista. En primer lugar, se refirió a las elecciones presidenciales de 2020, que ganó Joe Biden, pese a los intentos fallidos de su contraparte, Donald Trump, por desvirtuar el triunfo. Sin embargo, más de un tercio de los votantes registrados, y casi dos tercios de los republicanos, cree que Biden perdió.
La segunda amenaza se relaciona con el poder de la tecnología para disfrazar y falsificar lo que consideramos realidad.
«¿Por qué? Porque eso es lo que les dice, una y otra vez, un expresidente que no soporta la idea de que la ciudadanía estadounidense haya votado para desalojarlo de la Casa Blanca. Y porque este expresidente cuenta con el apoyo de sus aliados mediáticos, en televisión, radio y en línea, que difunden esas mismas mentiras sin cesar», señaló.
En segundo lugar, el 6 de enero de 2021, ocurrió el violento ataque al Capitolio de Estados Unidos —donde hubo incluso asesinatos— incitado por Trump. «Lo vimos con nuestros propios ojos. Lo escuchamos con nuestros propios oídos (…) No obstante, lo que escuchamos de parte de los miembros del Partido Republicano fue que el comportamiento canallesco del 6 de enero de 2021 fue nada más que una “visita turística normal”. Que el desenfreno de la turba insurrecta, violenta y armada fue un “discurso político legítimo”. Que las personas detenidas y encarceladas son rehenes políticos a quienes se persigue de manera injusta e ilegal», dijo Baron.
En tercer lugar, se refirió al tema de la pandemia, donde pese a que se ha comprobado que las vacunas funcionan, «una gran parte del público estadounidense cree que las vacunas te enferman e incluso pueden matarte», advirtió.
«(…) sigue habiendo desinformación sobre las vacunas, ya que gran parte del público rechaza el conocimiento y experiencia de los principales científicos y médicos y, en cambio, acepta la información errónea —o la desinformación— difundida por los políticos y otras personas cuyo propósito primordial es generar caos, ganar poder y obtener algún beneficio», agregó Baron.
La segunda amenaza está relacionada con la primera y es aún más grave, pues se relaciona con el poder de la tecnología para disfrazar y falsificar lo que consideramos realidad.
«Ya hemos visto cómo las redes sociales pueden ser manipuladas para influir en las elecciones, despertar pasiones, generar hostilidad contra las poblaciones marginadas y los enemigos percibidos. Pero es probable que el mayor desafío provenga de la inteligencia artificial generativa», apuntó el periodista norteamericano.
«La IA generativa no puede verificar lo que es verdadero
y lo que es falso, y es sumamente susceptible a la difusión de información errónea…».
«Las falsedades, especialmente las relacionadas con las imágenes visuales, se volverán más frecuentes, más peligrosas y cada vez más difíciles de detectar y refutar. Desde el video hasta la fotografía, las imágenes que son totalmente falsas parecerán sorprendentemente reales. Es probable que las herramientas que usamos hoy para discernir tal manipulación no nos resulten suficientemente útiles para ese fin», añadió.
Baron advirtió que la Inteligencia Artificial generativa «no puede hacer periodismo. No puede verificar lo que es verdadero y lo que es falso, y es sumamente susceptible a la difusión de información errónea y desinformación que recoge de fuentes poco confiables en internet. Le otorga a cualquier persona que tenga intenciones maliciosas los medios necesarios para difundir, de manera rápida y con facilidad, falsedades que resultan creíbles».
La tercera amenaza es la estabilidad financiera de las organizaciones de noticias, donde la mayoría sigue padeciendo inseguridad económica.
«Cualquier amenaza a la sustentabilidad económica es una amenaza a la capacidad de las organizaciones de noticias para que puedan cumplir con sus tareas más básicas en tiempos de democracia: desde informar al público acerca de lo que está pasando en sus comunidades, países y en el mundo hasta hacer que las personas e instituciones poderosas y con gran cantidad de recursos rindan cuentas por su accionar», afirmó Barón.
Y, pese al desafío de la presencia de las nuevas tecnologías, «Los medios de comunicación deberán alejarse de lo que se ha convertido en una dependencia y, en muchos casos, una adicción al tráfico de los motores de búsqueda y las redes sociales. En otras palabras, deberán generar una base genuina de lectores, oyentes y espectadores leales que confíen en su marca, a quienes les guste lo que producen y que periódicamente regresen directamente a consumir sus productos», recomendó.
Sigue en crisis el concepto de objetividad ante el derecho de los ciudadanos a conocer realmente los hechos.
La cuarta amenaza Barón la relaciona con la forma en que se reinventa el entorno de los medios de comunicación; por ejemplo, la forma en que los jóvenes absorben información difiere de cómo las otras generaciones lo han hecho, pues están más orientados hacia las imágenes y menos hacia el texto. La capacidad de atención es breve, a veces, sorprendentemente breve.
«Las estructuras formales y tradicionales de las historias no son bien recibidas. La voz de la autoridad, es decir, el tono habitual utilizado en las principales instituciones mediáticas, a menudo sufre el repudio. Se acoge con beneplácito la voz de la autenticidad, la voz de personas aparentemente corrientes, como los propios lectores, espectadores y oyentes», advirtió.
Por otro lado, según el autor, hay que considerar las colaboraciones con personas influyentes que gocen de buena reputación en las redes sociales: «Algunos influencers ganan mucho dinero trabajando por su cuenta, pero este no es el caso de la gran mayoría. Sin embargo, muchas de estas personas saben muchísimo sobre su área de especialidad, sea cocina, asesoramiento técnico o mantenimiento del hogar».
«Los grandes medios de comunicación pueden beneficiarse de la experiencia de estos influencers y de la autenticidad de sus comunicaciones. A su vez, los influencers pueden beneficiarse económicamente de nuestras plataformas de medios para llegar a más seguidores y compartir publicidad generada a través de nuestras colaboraciones», añadió.
En cuanto a la quinta amenaza, Baron pone en perspectiva la crisis de valores que envuelve a la profesión periodística, en especial a partir de las críticas de algunos periodistas sobre la presencia de una ética formal e insuficiente frente a las amenazas a la profesión periodística y la misma democracia. Para el caso, sigue en crisis el concepto de objetividad ante el derecho de los ciudadanos a conocer realmente los hechos. La gente podría distinguir mejor la verdad de la mentira.
«En última instancia, los críticos consideran que la idea de objetividad no solo es arcaica, sino también contraria a nuestra misión en general: afirman que el estándar de la objetividad es una camisa de fuerza. La consecuencia práctica es la desinformación. Nuestro trabajo se ve despojado de valores morales. El público no recibe el servicio que merece. La verdad queda enterrada», precisó.
No es que no sepamos nada cuando empezamos nuestro trabajo como periodistas. Es que no lo sabemos todo.
Sin embargo, Baron aclaró que «Procurar la objetividad quiere decir nada más y nada menos que debemos ser conscientes de nuestras ideas preconcebidas y de nuestros prejuicios. Debemos reconocer que pueden influir indebidamente en nuestro trabajo. Y tal como esperamos de otras profesiones, debemos evaluar las pruebas de manera justa, honesta, precisa, rigurosa e imparcial».
En esa dirección, Baron ofreció los siguientes consejos:
«Creo que nuestra profesión se beneficiaría si escucháramos más al público y le habláramos menos al público, como si lo supiéramos todo. Creo que deberíamos sorprendernos más por lo que no sabemos que por lo que sabemos, o por lo que creemos saber. En el periodismo, nos vendría bien más humildad y menos arrogancia», concluyó Martin Baron.
* Periodista
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