Opinión

Ilustración: Luis Galdámez

El populismo y el menosprecio de los derechos ciudadanos

Guillermo Mejía

Septiembre 23, 2022

Cada vez estamos más lejos de la libre y responsable discusión de ideas, dado el predominio del populismo en la sociedad contemporánea, que es potenciado con la presencia de las redes sociales que ocupan la atención de los públicos y que han profundizado la crisis del sistema tradicional de medios de comunicación colectiva.

“El populismo estrecha y erosiona la esfera pública, rechaza la deliberación que es consustancial a la democracia, y desfigura la diversidad propia de los medios de comunicación en una sociedad plural. El populismo se apuntala en los medios, pero se revierte contra ellos cuando no le favorecen”, afirma el experto Javier Trejo Delarbre, en el libro Pensar lo público desde la comunicación (México, 2022).

“El populismo usufructúa e incluso ensancha el espacio público, pero elude la esfera pública, la abomina y en cuanto puede, la debilita”, añade. Y, el colmo, los medios de comunicación colectiva tradicionales han cedido, en gran medida y por varias razones, su función mediadora a las descargas emocionales que transitan por las redes sociales, con lo que alimentan la depravación del espacio público.

La esfera pública es el ámbito de la vida social en el que se puede formar algo que se acerque a la opinión pública y que en el intercambio variado de razones e ideas en ella se asienta la democracia, mientras en el espacio público encontramos los diversos contenidos (informaciones, entretenimiento, publicidad, propaganda, etc. y también memes, tuits, ultrajes, etc. en la red).

“El populismo aprovecha e incluso ensancha el espacio público, en detrimento de la esfera pública. Maleable y escurridizo desde el análisis conceptual, al populismo difícilmente se le puede caracterizar”, según el autor, pero tiene estos rasgos: el caudillismo de un líder carismático, dice ser representante de “el pueblo”, encarna el interés popular, se coloca por encima de las leyes e instituciones, confronta con quienes no lo respaldan, dice ser víctima de gobiernos anteriores y compañía, y polariza a la sociedad.

El intelectual mexicano ilustra:

“El dirigente populista aprovecha las instituciones de la democracia, pero desconfía de ellas. Llega al poder cuando gana una elección, pero una vez que se encuentra allí prefiere la llamada ‘democracia directa’ en frecuentes ejercicios de consulta a sus seguidores. Los destinatarios de sus arengas son los grupos que lo respaldan.”

“El populismo no es una ideología, ni una posición política. Se trata de un estilo autoritario, personalista y pragmático de ejercicio del poder. No implica un programa de gobierno específico, ni política pública alguna.”

“El populismo no es una forma de gobierno, pero sí supone una concepción patrimonialista del ejercicio del gobierno: que el poder político esté al servicio de los intereses, la causa y los requerimientos que el líder populista estime pertinentes. Además, el populismo se traduce en una relación autoritaria entre el gobernante y la sociedad.”

“El populismo erosiona a la democracia y, si no encuentra resistencia suficiente, puede reemplazarla. Las modificaciones legales para que los líderes populistas se reelijan, la desaparición de los congresos para que no le hagan sombra al poder del líder, o la postergación de elecciones, son prácticas de experiencias políticas en diversos países.”

En cuanto a lo mediático, a los problemas de la ausencia del periodismo profesional y la concentración de medios en pocas manos, gubernamentales o privadas, que espectacularizan los asuntos públicos, se suma la presencia de las redes sociales donde el populismo encuentra un terreno propicio a la polarización que produce.

“Con la expansión de Internet y sus afluentes, y por diversas causas, la prensa sufre una crisis que terminará por transformarla de manera radical. La prensa, lo mismo en papel que en medios electrónicos o en línea, ha perdido la centralidad que tenía y las redes sociodigitales no cumplen con aquellas viejas funciones ordenadoras del intercambio racional en nuestras sociedades”, advierte Trejo Delarbre.

La gravedad del caso es que la idoneidad de las redes sociales para el mensaje populista va más allá del formato, ya que los contenidos que ofrecen son organizados por algoritmos que seleccionan textos, imágenes o videos de acuerdo con preferencias de los usuarios, que quedan aislados y expuestos solo a informaciones que coinciden con sus inclinaciones alejándolos de la conversación con los demás.

“(…)Si dependemos de redes socio digitales en donde únicamente miramos los contenidos que colocan nuestros amigos o seguidores (que suelen tener puntos de vista similares a los nuestros) y sobre todo si la jerarquización de los contenidos que esas redes nos muestran replica lo que ya hemos preferido, tendremos apreciaciones sesgadas y fragmentarias de esos temas”, sentencia el autor.

Trejo Delarbre hace una lista de las implicaciones que derivan de la relación medios-populismo y de manera resumida las coloco a continuación:

-Los líderes populistas son noticia. Los medios difunden noticias y los líderes populistas lo son. Al propalar lo que dicen y hacen, los medios contribuyen a magnificar la presencia pública de esos líderes. No se les puede reprochar a los medios profesionales que reseñen los acontecimientos públicos, pero se les puede exigir que lo hagan con rigor crítico y con marcos de referencia analíticos.

-Encubrimiento de la retórica maniquea. La cultura mediática, afianzada en el espectáculo, no acostumbra a privilegiar las razones ni la deliberación. El estilo populista intensifica la simplificación del lenguaje y las narraciones, propicia las descripciones emocionales y expande una concepción polarizada, y, así, empobrecida de la realidad.

-Los medios quedan encasillados como parte del establishment. Las empresas mediáticas, que mientras más ascendiente y recursos técnicos tienen, requieren mayor inversión financiera y alcanzan más influencia, son parte del poder económico y hacen política de muchas maneras. Pero entre ellas hay matices, trayectorias y prácticas que las distinguen a unas de otras. Cuando el líder populista ubicado en el poder político descalifica en bloque a todos los medios que no se ciñen a su agenda o a su estilo comunicacional, reduce los márgenes de la libertad de expresión.

-El populismo exalta a las redes socio digitales hasta que dejan de favorecerle. Al líder populista le entusiasma la comunicación directa que entabla con sus seguidores a través de mecanismos como Twitter o Facebook porque no hay intermediarios y sus mensajes no pasan filtro ni enmarcamiento algunos. Sin embargo, las posibilidades de interacción que ofrecen tales redes no le interesan. Por lo general el líder populista no contesta las réplicas a sus tuits.

-El populismo entorpece el acceso a la información. Al líder populista no le interesa la investigación periodística porque devela inconsistencias de su propia política, salvo cuando muestra los abusos de gobernantes anteriores.

-Personificación excesiva. El populismo concentra todos los recursos políticos, incluso los mediáticos, en torno al individuo. “El pueblo soy yo”, proclama el líder de ese corte.

-Medios públicos instrumentalizados. El populismo identifica lo público con su propia causa y, por lo tanto, con el interés del líder. La idea de lo público como las actividades o los servicios cuya provisión es garantizada por el Estado pero que no funcionan con criterios políticos porque se encuentran entre los requerimientos básicos de la sociedad, es reemplazada por la apropiación y el control directo por parte del gobierno.-Teorías de conspiración. Las fabulaciones no son noticia, salvo cuando tienen consecuencias relevantes o las dicen personajes destacados. Las noticias son los hechos, no las suposiciones. Los medios profesionales no tendrían por qué difundir mentiras, pero si quien las dice es el líder populista entonces son asuntos de interés público y han de ser publicadas, por muy descabelladas que sean.

-Anti intelectualismo. El populismo desdeña el pensamiento, pero sobre todo el pensamiento complejo. El líder populista aborrece a los intelectuales, excepto cuando lo enaltecen y justifican.

-Constricción del debate público. Improperios y simplismo, polarización, personificación excesiva, versiones falsas… Estos recursos del populismo desembocan en el rechazo a la deliberación.

El problema del populismo en las sociedades contemporáneas es profundo y multicolor. Amerita que haya esfuerzos alternativos por la concientización política ciudadana, potenciados por la alfabetización mediática y la alfabetización digital, a fin de no seguir creyendo que los pajaritos vuelan porque tienen motorcito en el trasero.

Desde tiempos de la colonia española hasta el presente, los salvadoreños han sido condenados a la marginación social y la pobreza sobre la base de los sucesivos modelos de económicos que han privilegiado a sectores de poder.

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