Opinión
Ilustración: Luis Galdámez
Carlos Decker-Molina *
Enero 13, 2023
Hay dos costumbres globales de cara al año nuevo, hacer una promesa, por ejemplo: “Voy a entrenar más” o formular un deseo: “Este año viajaré a París”. Se me ocurre publicar algunos de mis deseos en base a ciertas señas reales y formular una promesa fácil.
Comienzo por la promesa. Seguir escribiendo. Seguir creando. Seguir analizando. No dar importancia a los despistados que leen, por ejemplo, mi post sobre literatura y pretenden que opine sobre algo que no tiene nada que ver con el contenido del texto. Ahora los deseos.
Irán
Qué las mujeres de Irán sean la vanguardia de la lucha opositora a la autocracia religiosa de los ayatolas. Los ayatolas están asesinando públicamente a los jóvenes opositores. Mohsen Ahekari y Majid Reza Rahnavard no pasaron de los 23 años, fueron colgados en la plaza pública.
El ayatolá Alí Jamanei le manda drones suicidas a su aliado Putin para atacar la infraestructura civil de Ucrania. Ambos están presentes en Siria. ¿Qué pretenden? Irán apoya a Rusia porque USA recibe el apoyo de Arabia Saudita. La eterna lucha entre musulmanes sunitas y chiitas.
Las mujeres pueden ser la chispa que enciende la pradera iraní. ¡Ojalá!
No olvidar que hay otras mujeres musulmanas y no, que siguen luchando por sus derechos como el aborto y el divorcio.
Filipinas, es el único país que no tiene ley de divorcio. Hasta en los países musulmanes tiene el llamado “divorcio sin culpa”, pero, (aquí va la trampa)el marido tiene que consentir que la mujer vaya a un tribunal a mostrar pruebas de malos tratos, impotencia sexual y sobre todo carencias económicas.
No entiendo cómo hay gobiernos que se callan y cierran los ojos ante esos crímenes de lesa humanidad. ¿Por una alianza ideológica? ¿Cuál de las ideologías? ¿Una alianza religiosa? ¿Antiimperialismo? ¿Ayudas y dádivas económicas?
Rusia
¿Fue un lapsus o simplemente cambió de opinión? Putin pronunció la palabra prohibida por él. Decirla o escribirla implica 15 años de prisión. Legislación dirigida principalmente contra los periodistas.
Cuando comenzó la “operación especial de desnazificación de Ucrania” lanzó una ley prohibiendo, sobre todo a la prensa, decir o escribir la palabra GUERRA
Resulta que el 22 de diciembre de este año que ya es viejo, el mismísimo Putin pronunció la palabreja
“Nuestro objetivo no es atizar más este conflicto militar, sino poner fin a esta guerra”, dijo a la salida de una reunión de gabinete.
Los europeos del ex-Este
Hay una diferencia entre los países de la vieja Europa y los recién integrados.
Por ejemplo, en la guerra de Irak los países que apoyaron el despropósito ilegal de Busch hijo fueron Ucrania, Georgia, Hungría, Bulgaria, Rumania y Polonia. Los países de la Europa vieja fueron Dinamarca (gobierno de derecha en ese momento) España (Aznar era el presidente del gobierno) Italia (Berlusconi) Portugal y Países Bajos.
Las diferencias siguen, a pesar del tiempo, son más estructurales que políticas. La relación del estado con los tres poderes, la independencia de la prensa, la relación con la iglesia y las minorías étnicas y sexuales.
Mi deseo es que la Europa recién integrada y con pasado en el Pacto de Varsovia y el COMECON, se ponga al día con la democracia y dejé atrás sus reflejos autoritarios.
La nueva izquierda
Que abandone la emoción y el sentimentalismo como bases de su interpretación de la realidad social. No hay multitudes que hagan la revolución. Las multitudes tiene contradicciones internas que se enfrentarán en el futuro, incluso hay conservadurismo autóctono en el interior de esas multitudes que no reemplazan al viejo sujeto de la revolución: El proletariado, que hoy es un robot o un chip, quedan unos cuantos de sangre y huesos.
La derecha
Se puede tener respeto a la derecha antigua a la anticomunista que luchaba por su conservadurismo y sus valores cristianos, fue racista, que compensaba con su miserable dádiva o con su actitud cristiana de misericordia.
La nueva está desfasada de la realidad, es racista biológica y cultural, ultra individualista, anarquista neoliberal y dispuesta a aliarse al neonazismo solo por llegar al gobierno.
Estamos en pleno proceso de fragmentación social. Nacen nuevos grupos y los teóricos del postmodernismo los arropan de ideología, pero el ropaje es emotivo y sentimental. En algunos sitios los separan incluso de quienes lucharon por los derechos civiles de esas minorías, sólo porque no tienen el mismo color de la piel o por no haber sufrido en carne propia el racismo o la explotación o el holocausto. Para estos teóricos hay que ser originario o indígena para poder ser anticolonial, olvidando que ayer se luchó, codo a codo, en una mixtura humana contra el neocolonialismo y por los derechos civiles de esas minorías.
Esta fragmentación puede llevar a equívocos históricos como el Año Cero de los Khmer Rouge de la Kampuchea de 1975 cuando los lentes o anteojos eran sinónimo de lector y por consiguiente, el portador un miope quizá, era categorizado como pro colonial.
No se trata de rehacer los mapas coloniales, se trata de aprender a convivir con esas minorías, por eso la libertad del poder judicial es importante, es el que regula la igualdad ciudadana, base de la democracia. Y, la libertad de prensa, porque denuncia la carencia de igualdad ciudadana. Es un aprendizaje que debe comenzar en la escuela.
No confundir capitalismo con democracia
Estos días de fin de año leí una entrevista con Ece Temelkuran, ensayista turca que vive exiliada en Hamburgo. Tiene un libro interesante titulado Cómo perder un país, una dura crítica al autoritarismo y al populismo de derecha.
Dice un par de cosas que me dejaron pensando y se han convertido en deseos para el año nuevo. “La democracia sin justicia social no es más que una puesta en escena de sí misma”.
“La mayor amenaza para la democracia es confundirla con el capitalismo”, es la otra sentencia interesante de Ece Temelkuran.
La historia nos enseña que las democracias más sólidas han sabido trabajar con el capitalismo; han obligado a ceder el anillo para no perder la mano o el brazo. Los únicos socialismos que construyeron sociedades más justas fueron las socialdemócratas, las reformistas, las ninguneadas por Lenin.
Son democracias donde hay justicia social, gracias a las regulaciones que se imponen al capital, lo que significa que capitalismo no es sinónimo de democracia.
La distorsión arribó con la teoría de Milton Friedman y surgió la confusión entre liberalismo y neoliberalismo. ¿Confusión?
Alguien me dijo “ya no hay ideologías” justificando la mixtura de ideas de la llamada nueva izquierda, que considera que tomar café con leche de avena, apoyar a los homosexuales y apostar por los pueblos originarios es ser de izquierda. Al olvidarse del todo, fragmentan a la sociedad y la quiere unir desde un gobierno autoritario o con nuevas leyes mal pensadas.
En este siglo lo más revolucionario es ser reformista y ello supone economía mixta, estado más o menos fuerte, instituciones fortísimas e independientes sobre todo el poder judicial y la prensa. Los sindicatos y las asociaciones patronales.
La confusión mayor es pensar que el neoliberalismo es liberalismo. (Leer el ensayo: Liberalismo y sus desencantos de Francis Fukuyama)
El éxito del modelo europeo de la posguerra fue la combinación entre el liberalismo y la socialdemocracia y en algunos casos la democracia cristiana (aquella social cristiana) y los poderosos sindicatos obreros de inspiración marxista.
A la confusión política se suma la confusión sobre lo que es verdad.
No hay verdades absolutas, si las hay son dogmas y fanatismos sobre todo religiosos y políticos.
En Finlandia y de alguna manera en Suecia se enseña desde la escuela a ser crítico, a evaluar a través de varias fuentes, a buscar en la maraña cibernética las luces ocultas de la enredadera conspirativa. Se enseña a leer con duda, a diferenciar lo que dice la literatura y la historia. Se enseña a indagar y buscar fuentes. Se enseña a investigar.
Una sociedad educada, lectora y crítica es menos posible que caiga en el extremismo.
No es mucho pedir que en este 2023 pensemos y analicemos. Leamos y releamos. Contrastar es hoy más fácil que antes gracias a la red, pero la red puede ser también una trampa.
De Bolivia no digo nada, me faltan elementos, pero sé que el control del poder judicial por el gobierno es deleznable. Un poder judicial que también se acomodó al gobierno de sucesión constitucional de la presidenta Añez.
Finalmente, el deseo de restablecer, a pesar de la guerra, el debate sobre el clima, el medio ambiente y la ecología. La crisis de energía debe impulsar al establecimiento industrial de energías renovables.
No digo nada sobre el final de la guerra en Ucrania porque sé que seguirá sin prisa y sin pausa. Cuando escribo caían más de 100 misiles rusos en territorio ucraniano. Quizá la fórmula es la convocatoria de una nueva Conferencia sobre la seguridad y defensa de Europa. Es una guerra que no puede tener ganadores absolutos. Y, en ese contexto me parece que la única variante (¿posible?) es el retorno a la coexistencia nuclear, un peligro mundial, pero, con controles mutuos, hasta que la humanidad arribe a un nuevo 1989, lo implica implosiones internas de los autoritarismos.
* Periodista boliviano radicado en Suecia.
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