Cultura

Poesia

Látigo.

Breve historia de amor.

No puedo admitir que los sueños

Sean privilegio de las criaturas humanas.

Lêdo Ivo

[El sueño de los peces]

El látigo sueña con ser enredadera y parir flores.

 

Que su aroma seduzca a las abejas.

Que los enamorados lo conserven en cajitas de cristal

color turquesa.

 

Quiere vibrar con la lluvia

en lugar de podrirse.

 

Quiere ser hormigón, caricia y condimento.

La mano que recibe

a los recién nacidos.

La añeja tibieza de la almohada

que conoce de memoria

el diámetro y cansancio de la dura cabeza.

 

El látigo proyecta

ceñir a su cintura

un ramo de azucenas.

Atizar en su oreja tres nidos de oropéndolas.

 

Su aspiración suprema

es marcar con sus pétalos

en el centro de un libro

los versos de un poeta.

 

El látigo pretende bautizar caracoles,

perfumar las orquídeas, bendecir los amores.

 

El látigo ha perdido la razón.

Oficio

Nombrar la vida.

 

Dar vida a lo nombrado.

 

Como el tenso alacrán hunde su cola

en la mano confiada,

lo creado en el verbo

toca con voz fatal todo a su paso.

 

En el poema crece la agonía

de todo el que se atreve a pronunciarlo.

 

14 de diciembre de 2005, 0209

 

Agradecido con Juan Ramón Saravia,

maestro y cómplice en la poesía.

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Fotografias de Jonathan Moller

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