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Internacional

Un palestino herido en el hospital Al-Ahli de Gaza City. | Foto: AP / Jehad Alshrafi

Gaza, laboratorio de lo posible: Europa, cómplice

Texto: Chiara Cruciati
Editorial en Il Manifesto, marzo 19, 2025
https://ilmanifesto.it/gaza-laboratorio-del-possibile-leuropa-complice

Mayo 2, 2025

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Franja de sangre. No hay que sorprenderse: 17 meses de genocidio en directo han servido para demostrar que se puede hacer. Se puede hacer la guerra contra una población civil, se puede cortar la comida y matar a 50 mil personas, quizás 70 mil. La Unión Europea ha encubierto la ofensiva de Israel y nunca tuvo la intención de defender a un pueblo agredido.

Y que el infierno sea, para los condenados de la tierra. Para quienes ayer, desfigurados por el dolor, aún encontraron la manera de celebrar funerales sobre tierra desnuda y escombros, rezando ante bolsas blancas con nombres escritos con marcador. Para quienes despertaron en plena noche por las ondas de choque de las explosiones, para quienes ya no despertaron, para quienes desaparecieron bajo toneladas de cemento. De muchos, solo se encontraron pedazos.

Un cinturón de fuego aturdió durante horas a una Gaza de rodillas, sin palabras ni ilusiones, de norte a sur. Ninguna comunidad se salvó: ni las tiendas improvisadas entre las ruinas del norte ni las «zonas humanitarias» del sur. Sin previo aviso, dicen, como si un aviso pudiera salvar a una población bajo asedio total.

Israel cumplió su promesa. La ofensiva se reanudaría, Netanyahu lo había dicho incluso antes de que entrara en vigor la tregua. Tranquilizaba a la ultraderecha de su gobierno y a una opinión pública obsesionada con la guerra. Tranquilizaba, sobre todo, a sí mismo.

Que nadie se sorprenda, porque 17 meses de genocidio en directo han servido para esto: demostrar que se puede hacer. Se puede hacer la guerra contra una población civil, se puede cortar la comida, el agua y la electricidad, se puede matar 50 mil personas, quizá 70 mil. Se puede violar un alto al fuego y culpar a otros. Se puede hacer. Gaza es el laboratorio de lo posible.


Los Estados miembros (de la Unión Europea) han encubierto la ofensiva de Israel garantizando inmunidad a un acusado por la CPI.


Gaza demuestra que se puede presentar a un presidente (Trump, nota del editor) como un gran «pacifista» que convence a su aliado israelí de aceptar una tregua, incluso antes de asumir el poder. Después, la historia cambia: promesas de limpieza étnica y luz verde a la masacre indiscriminada. 

La administración Trump reivindicó ayer el «infierno» lanzado contra una población aterrorizada y garantizó a Israel apoyo en sus «próximos pasos».

Una posición que no surge de la nada: Trump, el soberanista, es capaz de invocar limpieza étnica y exterminio («A toda la gente de Gaza: un hermoso futuro les espera, pero no si retienen rehenes. Si lo hacen, están MUERTOS», Truth Social, 6 de marzo de 2025), porque antes, las llamadas democracias liberales, permitieron un genocidio.

Gaza es el laboratorio de lo posible y el papel tornasol de la retórica militarista europea. En estas páginas hemos criticado a la Unión Europea por no haber impulsado una iniciativa negociadora que pusiera fin a la guerra en Ucrania y a las masacres rusas, apostando solo por la reacción militar. En Gaza, ni siquiera ha fantaseado con un papel mediador.

Al contrario, los Estados miembros han encubierto la ofensiva de Israel garantizando inmunidad a un acusado por la Corte Penal Internacional (CPI) por crímenes de guerra y de lesa humanidad (Netanyahu), proporcionando armas y recortando fondos a la agencia de la ONU para refugiados palestinos (UNRWA). Así, Europa ha cumplido su papel en las masacres de civiles.

Para Gaza, Europa nunca tuvo la intención de defender a una población agredida (ni siquiera de peacekeeping, como dice querer hacer en Ucrania). Ha abandonado su histórico papel de puente con el Mediterráneo, abrazando la idea de desigualdad racial que, hasta el fin de las luchas anticoloniales, definió los equilibrios globales y la aplicación del derecho internacional.

El derecho a la autodeterminación no es universal —sigue, todavía, la línea del color—. Tan poderosa es ya la idea de una supremacía moral enfermiza, trasladada al plano racial, que incluso en las plazas que defienden una Europa confusa, Palestina no tiene espacio.

Los palestinos están solos, una soledad mortífera, nunca tan devastadora desde 1948.


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