Cultura/letras
Ilustración: Luis Galdámez
Yolanda Blanco
Espacio Revista
La autora se inició en la poesía a principios de la década de los setenta. La edición de su libro Así cuando la lluvia (León, julio de 1974), fue la primera de la serie de publicaciones con las que el entonces incipiente conglomerado de escritoras decantó el panorama poético nicaragüense.
Licenciada en Letras, Blanco cursó estudios en Nicaragua, Francia y Venezuela. En León promovió los primeros recitales de las mujeres poetas. Entre 1978 y 1985 vivió en Caracas, donde participó de Calicanto, taller literario dirigido por Antonia Palacios, y de los recitales en los que los grupos Tráfico y Guaire expusieron la nueva poesía que iba a transformar la literatura venezolana.
En 1985, bajo los auspicios del Pen Club publicó en Caracas Aposentos. En marzo de 2005, recibió el premio único del Concurso Nacional de Poesía «Mariana Sansón» por el poemario titulado De lo urbano y lo sagrado.
Blanco reside en la ciudad de Nueva York desde 1985, donde se dedica al diseño y elaboración de programas para la educación bilingüe. Entre sus poemarios se cuentan: Así cuando la lluvia, (León, 1974); Penqueo en Nicaragua, (Managua, 1981), Aposentos (Caracas, 1984) y De lo urbano y lo sagrado (Managua, 2005). Su poesía forma parte de numerosas antologías editadas en Nicaragua, México, Ecuador, Puerto Rico, Estados Unidos, Francia y España.
Serenata con luna
Homenaje a Julio Max Blanco
¡Salud a tío Coyote,
el animal Quijote!
[…] Y el animal diente-quebrado
culo-quemado,
se ahogó en una laguna
buceando el queso de la luna.
Y ahí comienza su gloria
donde su pena termina.
José Coronel Urtecho
I. Ensayo con toda la orquesta
Enseñada a reverenciar sólo a héroes de grandes pectorales,
a peloteros que un desmesurado diciembre apalearon a Cuba,
a boxeadores que empeñaron el cuerpo por un puñado de dólares,
a Charles Atlas que ufanaban sus marchas triunfales
por la calle 15 de septiembre,
señalo, abuela sola de mí, a mi héroe sin fusil:
II. Son de toros
Son las tres de la mañana,
la señorona reclama su bolero preferido
Usted,
director de la mejor orquesta popular de Centroamérica
—los orondos salones donde relumbran lustrosos los atriles azules,
entrelazadas la jota, la eme y la be, así lo atestiguan;
y el sudor feliz y los “me-permite-este-set” halagados
de los que al ritmo suyo se enlazan—
Usted,
recopilador y arreglista de los cantos de La Purísima;
—véanse también los sones de Pascua que su pluma firma—,
Usted,
discípulo predilecto del maestro Delgadillo
—ahí está la partitura de “Las mancuernillas de oro”
composición dedicada a usted
puño y letra de nuestro grande clásico—,
Usted,
muy a pesar de todo
sin embargo,
tan sólo
el soplatubas, el rascaguitarras
el azotapianos,
el chichero
Tuerce, usted, entonces el brazo,
tuerce orgullo,
encorva dignidad —sin doblegarla—,
y complace:
1, 2, 3, ¡que arranque la charanga!:
Ven a mi vida con amor
que no pienso nunca en nadie más que en ti
Se aguan sus ojos al sobar el piano,
romancean la viola sus manos de marqués,
cortejan el acordeón
O, con los aires decembrinos,
fabrica su alma sueños de tuba,
agita pecho al teclear bemoles;
cálidos y estilizados
las semicorcheas y las fugas
Yergue el clarinete,
empina el trombón,
la tuba agacha dócil,
chicheramente corcovea:
Ese toro no sirve
Ese toro no sirve
III. Jarabito suelto
¿Supieron esos señorones
la conquista del bueno de Beethoven:
músicos nunca-más-baja-cogotes,
nunca-más-sirve-potentados;
más bien
músicos frente-en-alto, altivos,
aristócratas-del-espíritu, alma-erguidos?
No
No obstante, nunca desquitarse usted a lo chichero,
nunca agarrando aunque sea fallo,
descosidamente;
dar más bien sin ver a quién,
crear,
creer,
abrir el alma como se abre la caja de un violín,
parir purísimas las notas,
purir
IV. Mazurca viejana
Alumbró muy alto el sol
aquel día
en El Viejo
cuando usted nació
Alumbró muy alto el sol
día tras día
en su interior
La noche atrás sin conseguir hacerle sombra
Plumaje el suyo de esos
que cruzan por el fango y no se mancillan
Manso el corazón de usted, coyote aullador,
de usted, manso hermano de los mansos
V. Flauta sola
Tío Julio, tío Coyote,
burlado quijote,
¡cuántos quesos de luna
se creyó usted!
¡cuántas lagunas se bebió usted!
¿cuántos palos recibió
por los caminos de los pueblos sin caminos,
cuando
traqueteando
la camioneta lo llevaba
a la fiesta regional?
VI. Kirieleisón
La vieja Managua y usted,
usted y su vieja Managua,
¡apagarse como esta:
roto de corazón,
sangrado de espíritu!
¡Su vieja Managua!
Managua, Nicaragua is a beautiful town,
tenía mi burrita,
mi vaquita y mi buey
Del Arbolito dos cuadras a la montaña…
De Montoya una cuadra al lago…
la Managua llena de repartos y barrios cuyos nombres recordaban
a los parientes de los Somoza o a los mismos Somoza:
el Colegio Primero de febrero (por el cumpleaños de Somoza I),
la Colonia 5 de diciembre (por el cumpleaños de Somoza II);
el Parque Lilian (en honor a la hija y hermana);
la Colonia Salvadorita (dedicada a la esposa y madre);
el Estadio Somoza (con el caballo de Somoza I) y así…
la Managua de los Somoza
mas también su Managua
esa Managua de espaldas al lago y fea
mas también su Managua
la Managua suya
esa Managua
dando paso hoy al “progreso” de la autopista,
del parqueo,
del centro comercial,
de los huelepegas,
de los prostituniños
Herida el alma,
aguados los ojos…
Pero, señores: la función debe continuar
VII. Canto de Purísima
Mi violín de talalate lo saluda,
héroe espiritual,
héroe alfeñique,
héroe-sin-caja-pectoral
(Posada como un suspiro sobre el acordeón,
su mano tersa se abre y
alcanza una octava gozosa
que llega hasta mí):
Quijote somos
y este camino andamos
Quijote andamos
y este camino somos
Sabido entre nos:
perdiendo se gana
En pocas palabras:
la vida se anda con la guardia baja
VIII. Coda
La derrota qué importa, Quijote
Si revienta, ¡al saco, Coyote¡
Qué peaje tan parco
si en su caminar soñó que rozaba la luna
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