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Memoria

Ilustración: Luis Galdámez

Recogiendo cadáveres

Miguel Ángel Chinchilla *

noviembre 15, 2024
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Miguel Ángel Chinchilla reúne en su obra, Recogiendo cadáveres, fragmentos de las vidas de monseñor Óscar Arnulfo Romero y Roberto D’Aubuisson. Organizado en cuatro capítulos, la obra nos refiere al periodo entre 1943, un año después de la ordenación de Romero como sacerdote, hasta 1992, año en el que muriera el exmayor a causa del cáncer. Chinchilla presenta la infancia, juventud y vida adulta de estos dos salvadoreños, aludiendo también al contexto social, político y eclesial que sirvió como trasfondo y enmarcó la realidad salvadoreña de esos años. Con el aval del autor publicamos fragmentos de su obra correspondientes al tercer capítulo del libro: «Sé que mi hora se acerca».

***

Roberto comienza la organización de la derecha

Ese lunes 15 de octubre Roberto ni cuenta se daba del golpe contra el presidente. Amaneció tarde en casa de una amante que trabajaba como periodista para una cadena internacional de noticias. Él creía que aquella muchacha cuando la conoció en una conferencia de prensa, le serviría para conducirlo hacia los cabecillas de la guerrilla para liquidarlos uno por uno como en una película de mafias. Más de alguna vez la mujer le había compartido información fidedigna y comprobada con los archivos que manejaba en ANSESAL. Fue ella quien al levantarse desnuda aquella mañana encendió su radiotransmisor y fue así que se enteraron del golpe de estado. Por la gran puta dijo el Mayor, vistiéndose apresuradamente, revisando la carga de su pistola y saliendo a la carrera sin despedirse ni lavarse la cara siquiera.

En el camino iba recordando las pláticas con el presidente; por pendejo, mi general, yo se lo dije, repetía el mayor en voz alta mientras conducía solitario. Aquel domingo había dado licencia a sus guaruras durante el tiempo que estuviera con la periodista. Al arribar a Casa Presidencial el ambiente se miraba tranquilo, hasta llegó a pensar que lo del golpe era mentira. Respiró profundo. En el portón no tuvo problemas con el ingreso porque los centinelas se le cuadraron. De todas maneras, se enteró que los golpistas habían optado por instalar la comandancia en el cuartel San Carlos al norte de San Salvador. Un teniente le entregó una copia de la proclama, la cual había sido redactada por el teniente coronel Mariano Castro Morán, militar retirado, escritor e historiador. Uno de los primeros lineamientos de aquel documento era la disolución de ORDEN. Todo mundo sabía que dicha organización terrorista era producto suyo y del chele Medrano. Pero aun así no se ahuevó.

Al llegar al cuartel San Carlos se le cuadró al nuevo jefe coronel Adolfo Majano, quien había sido nombrado presidente de la Junta Revolucionaria de Gobierno. Ayayay hijo de puta, pensó el Mayor, bien le decía yo a mi general Romero que este Majano andaba enmierdado queriendo derrocarlo. Días antes del golpe el presidente había llamado a su despacho al coronel Majano para interrogarlo sobre el mentado rumor de golpe, pero el coronel negó todo y se mostró casi indignado por la pregunta. Majano observó al Mayor detenidamente de pies a cabeza y le ordenó para el día siguiente un informe completo sobre los archivos de ANSESAL. A la orden, mi coronel, le dijo todavía con aliento agrio. De pronto vio salir de uno de los pabellones del cuartel a Guillermo Ungo, reconocido comunista quien conversaba con el rector de la UCA, Román Mayorga Quirós, otro que bien bailaba. A la puta, dijo para sí, no puede ser que tenga que obedecer a estos piricuacos. Y fue entonces que ahí mismo decidió pedir la baja. Pero antes debería efectuar algunos contactos. Tenía que rescatar subrepticiamente los archivos de ANSESAL.


Según se ha dicho los archivos de ANSESAL los escondió en casa de otro compinche escuadronero cuyo nombre era Orlando Llovera Ballet.


En aquel momento el Mayor tenía los niveles de rabia elevados a la putísima potencia, sin embargo, debía controlarse porque sabía que de un momento a otro los conjurados podían capturarlo. Se sentía desolado, casi agobiado. Santibáñez había partido junto al general en el mismo avión. Por un momento quiso huir también, pero decidió oponer resistencia. Comenzó a reunirse en la clandestinidad con algunos miembros de la derecha como su compadre Roberto Angulo, Fernando «el negro» Sagrera, Antonio Cornejo Arango, Orlando Desola y Alfredo Mena Lagos. 

Según se ha dicho los archivos de ANSESAL los escondió en casa de otro compinche escuadronero cuyo nombre era Orlando Llovera Ballet. Obviamente la orden que le dio el coronel Majano se la pasó por el arco del triunfo y el 31 de octubre causó baja en el ejército. Lo básico ahora, les decía a los ricos, es organizar la derecha tal cual hace la guerrilla, de abajo para arriba. Traía a la memoria lo que había aprendido en Taiwán y otros cursos de contrainsurgencia con los gringos. Al principio los ricos oligarcas no le tenían mucha confianza, el «guardión» ese, le llamaban despectivamente, habla como «grencho» decían otros, pero alguien más atinado dijo que precisamente era su principal virtud, hablar campechano como aquel personaje de televisión Aniceto Porsisoca, ¿se acuerdan? o también el bayunco Chilango, o el Primo Chomo, mencionó otro más allá. 

Entonces le dieron el beneficio de la duda y el Mayor comenzó a organizar a los ricos primeramente a través del Frente Amplio Nacional FAN, antecedente del partido Arena. En toda esta logística contaba con el apoyo y los consejos de su antiguo mentor el general Medrano. Este chele Medrano loco como era, pero andaba en todo. La organización incluía instrucción sobre manejo de armas. Otra táctica que Roberto puso en práctica fue visitar a los exjefes de ORDEN que habían quedado cesantes. La idea era reorganizar la derecha de abajo para arriba. Los 100 mil miembros que tenía ORDEN eran la base para su plan fuego contra fuego.


En Guatemala el mayor grababa en video sus programas de guerra psicológica y los enviaba a El Salvador.


Si atado con el dogal de la disciplina castrense, Roberto el Mayor se salía del guacal a cada rato, rota la cadena de la sujeción militar y el freno del código penal militar, el hombre asumió la total impunidad de un lobo en cacería al frente de una jauría de cánidos sedientos de sangre.

Por razones de seguridad el Mayor se muda a Guatemala, donde contacta con Mario Sandoval «el Mico» Alarcón, un político y anticomunista reconocido a nivel mundial quien lo asesora y le ayuda a conseguir recursos para su causa. Sandoval Alarcón había apoyado el derrocamiento de Jacobo Arbenz en 1954, cuando el Mayor tenía apenas 11 años.

En Guatemala el mayor grababa en video sus programas de guerra psicológica y los enviaba a El Salvador donde eran transmitidos por los canales de Chinchilla Amaya, Miguel Ángel don Boris Eserski. No obstante, Roberto ingresaba a El Salvador de incognito con documentos falsos cuántas veces necesitaba venir. Se convertía entonces en el ingeniero González. En las fronteras siempre había gente del ejército que lo ayudaba para entrar y salir del país sin obstáculos. Venía a organizar los escuadrones y a preparar el golpe de estado contra la junta de gobierno.

Al caer el régimen de Romero Mena, obviamente el ministro de defensa coronel Federico Castillo Yanes también tuvo que salir exiliado, y en su lugar los militares de la Junta nombraron en el puesto al general José Guillermo García, un militar de ultraderecha que había apoyado el golpe. Caro pagarían los golpistas de manera especial el coronel Majano, haber designado a Guillermo García como nuevo ministro de defensa.

Recogiendo cadáveres

Miguel Ángel Chinchilla

A la venta en Librerías de la UCA

* Miguel Ángel Chinchilla es un poeta, narrador, ensayista, dramaturgo y periodista salvadoreño nacido en 1956 es una de las figuras relevantes de las Letras en la segunda mitad del siglo XX. Co-fundador del desaparecido suplemento literario Los Cinco Negritos en Diario El Mundo y miembro del consejo de redacción de la revista Amate.


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