Entrevista
René Mauricio Valdez, autor de La estrategia del puercoespín, durante su ponencia en la jornada de Exlibris.
«Centroamérica ha hecho un Estado soberano de cada aldea»
Texto: Espacio Revista
Fotografías: Luis Galdámez
En el libro La estrategia del puercoespín: Centroamérica y el paso entre los océanos, René Mauricio Valdez expone pasajes de la historia de Centro América que han estado «olvidados» o, acaso, como él dice, «mal colocados», de manera que por décadas han pasado desapercibidos, lo que ha dado lugar a una historia oculta en cierto modo y, a veces, distorsionada, acerca de importantes sucesos de mediados del siglo XIX e inicios del XX, y que esculpieron el perfil geopolítico y económico de la región.
La primera edición de La estrategia del puercoespín salió de la imprenta a principios de XX23 y, ya para XX24, se cuenta con una segunda edición revisada y aumentada. Su autor, René Mauricio Valdez, es un apasionado de la historia, entre otros temas. Graduado de dos postgrados, uno en Canadá y otro en Costa Rica, se interesó desde muy joven en estos temas, y pasó años reuniendo información y cultivando contactos que le permitieron compilar los conocimientos para su libro.
En esta entrevista tuvimos el gusto de conocer cómo nació la idea de esa publicación, cuyo origen se vincula, primero, a la sospecha y, después, al «descubrimiento» de que la historia, tal como se estudia y conoce tradicionalmente, tenía vacíos importantes en relación con hechos históricos vinculados, por ejemplo, con personajes como Francisco Morazán, William Walker, Cornelius Vanderbilt, Gerardo Barrios, entre otros.
Además, Mauricio, como lo llaman los amigos, identificó los vaivenes entre los actores locales, liberales y conservadores, quienes navegaban en medio de un mar de intereses del imperio inglés y de una naciente potencia, los Estados Unidos que, como explica Valdez en su entrevista, desembocaron en lo que podría llamarse una «segunda conquista», y cómo dichos intereses y otros acontecimientos dieron al traste con el proyecto unionista y con el proyecto del canal interoceánico en manos de los centroamericanos el cual, finalmente, se construyó en Panamá bajo el dominio de Estados Unidos.
Los acontecimientos antes mencionados llevaron a que los países de la región, empujados por los intereses mencionados, se perdieran cada uno en las visiones localistas y muy particulares de sus jóvenes Estados y perdieran de vista la importancia estratégica de la región centroamericana como conjunto.
De la reflexión de los anteriores y de otros sucesos, Valdez retoma, a la vez que interroga, esa frase que titula esta nota y que en su momento expresara Domingo Faustino Sarmiento, el gran educador, escritor, político y militar de Argentina. Conozcamos en detalle el relato de Mauricio, sus explicaciones y valoraciones en torno a este intrincado pero interesante periodo de la historia.
Revista: ¿Cómo nació la idea de este libro?
Mauricio: Nació en un seminario de tesis de la Licenciatura en Relaciones Internacionales. Yo salí de la tercera promoción de esa licenciatura de la Universidad de El Salvador, que fue la primera que se estableció en el país. La dirigía el doctor Rubén Zamora, por cierto, que recién regresaba de Londres con su doctorado.
¿La tercera de las primeras tres?
Inaugurando prácticamente. Muchos de los compañeros estábamos satisfechos con la carrera por varias razones, incluyendo que los compañeros y compañeras que habían salido de la primera y la segunda promoción habían encontrado inserción laboral, algunos en la Cancillería. Algunos profesores míos trabajaban en el área de Política Exterior en la Cancillería. Y eso, llegado el momento, me abrió puertas para poder examinar el archivo inactivo de la Cancillería, un montón de documentos históricos que no estaban disponibles al público. No había consulta, no había un sistema de referencia ni nada, sino que, a mí, gracias como le digo a este profesor, me dieron chance de entrar y ver las memorias de labores y otros documentos de la Cancillería salvadoreña, importantísimos en mi opinión, Memorias de 1903, 1904, 1905, 1907. Varias de mis fuentes, sobre todo en ese período de los primeros años de los 1900 son documentos e informes. No solo eso, pero ahí encontré datos interesantes.
«Aquí hay un tesoro», dijo usted.
Sí, un tesoro, que no sé cómo estará ahora. Yo esperaría que esté mejor manejado y que sea accesible al menos a profesionales y estudiantes. Ahora hay varias carreras de relaciones internacionales incluyendo a las universidades privadas, algunas más con énfasis en economía y comercio internacional, otras más en derecho internacional, incluyendo derecho internacional público y privado, derecho diplomático y consular, lo cual está bien, definitivamente. Falta más historia y análisis político-estratégico, en mi opinión, sobre todo a nivel de maestría y no digamos de doctorado. Me alegra que ahora en el país se estudie más a fondo el campo de las relaciones internacionales. Somos un país muy abierto y vulnerable a las fluctuaciones de la economía y la política mundial. Es necesario abordar estos asuntos con mucho profesionalismo.
Pero en aquella época era la única carrera. Cuando llegamos al seminario de tesis, parte de la discusión era, hombre, ¿qué le mejoraríamos a la carrera? ¿Cuáles podrían ser temas novedosos de estudio e investigación que pudieran incluso aportar al pensum de estudios y a futuras investigaciones?
Me tocó ser compañero de clases durante toda la carrera de dos muy queridos compañeros que murieron durante la guerra: uno, Manuel de Jesús Franco, no sé si lo ubica. Manuel Franco fue secretario general de AGEUS, y era del partido UDN [Unión Democrática Nacionalista], que estaba vinculado al PC [Partido Comunista Salvadoreño] en ese momento. Él fue uno de los dirigentes del FDR [Frente Democrático Revolucionario] que fueron secuestrados en el colegio jesuita Externado de San José, ¿se acuerda?
Pero a ellos los mataron.
Los mataron.
¿Primero los secuestraron?
A Manuel y a los dirigentes del FDR que estaban teniendo una reunión y conferencia de prensa en el Externado. Entró un contingente de hombres fuertemente armados y se los llevaron y los mataron. Juan Chacón, el doctor Álvarez Córdova, Humberto Mendoza, Enrique Barrera … allí se fue Manuel. A él le gustaban los asuntos internacionales, era un buen estudiante. Algunos decían que él andaba por ahí solo haciendo política. Me consta que llegaba regularmente a las clases, participaba, aportaba.
Y el otro compañero de estudios y gran amigo —me gusta recordarlo porque se le ha olvidado tanto— era Hugo Francisco Carrillo Cabrera. Digo todo su nombre porque por ahí hay otros Hugos Carrillos. Hugo Francisco Carrillo Cabrera era de Santa Ana y llegó, ya yo viviendo fuera del país, a ser el director de la carrera de relaciones internacionales y miembro del Consejo Superior Universitario. Un mal día apareció su carro vacío y ya no se supo de él. Yo me enteré porque la esposa publicó un campo pagado en los periódicos pidiendo clemencia, para Hugo, para ella y para sus hijos. Fue horrible.
Con Manuel y con Hugo trabajamos varios asuntos académicos juntos. Pensábamos o intuíamos que había un vacío en la historia de las relaciones internacionales que estudiábamos en la carrera, en la historia diplomática de Centroamérica, especialmente en el siglo XIX. Sabíamos por varias vías que había sido un periodo súper intenso para Centroamérica en su relación con el mundo, pero en la carrera eso no se estudiaba. Me pregunto si se hace hoy en día.
Un vacío en el estudio de la historia de Centro América
¿Pero ustedes cómo sabían eso? Yo recuerdo que después de estudiar a los indígenas se estudia la conquista, un poquito de la colonia, la independencia y ya no más.
El estudio del siglo XIX estaba dominado, por lo menos en el programa nuestro, por estudios de tipo sociológico, por ejemplo, los trabajos de don Edelberto Torres Rivas, que después fue mi maestro en Costa Rica. Un gran señor, su famosa Interpretación del desarrollo social centroamericano, es una obra muy importante de la sociología centroamericana. Pero en ese libro, don Edelberto, todo el período inmediato después de la independencia, casi todo el siglo XIX, lo llama «el periodo de la anarquía».
Queda una impresión de que después de la independencia hubo simplemente anarquía, un despelote que no se entiende, que llevó, por los pleitos y diferencias entre nosotros, a frustrar el proyecto de la reunificación política, y también el otro gran proyecto que estaba vinculado estrechamente a la reunificación: la construcción del Canal Interoceánico por la vía del río San Juan en la frontera entre Nicaragua y Costa Rica, pasando luego al gran lago de Nicaragua, o lago Cocibolca, y saliendo al Pacífico por otro río: el Brito. Es llamativo que mientras Edelberto llama anárquico a ese período, un importante historiador hondureño, Ramón Rosa, lo llama heroico.
Cierto es que se estudiaba historia diplomática y de las relaciones internacionales, pero era la historia de Europa y de Estados Unidos básicamente. Se estudiaban las grandes guerras europeas, las napoleónicas, la Primera Guerra Mundial, la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría, lo cual está bien y es súper importante para los profesionales del área. Pero en todo eso Centroamérica casi no aparece, no éramos actores ni mucho menos, no existíamos. Como mucho, éramos víctimas pasivas e invisibles de actores infinitamente superiores. Nosotros nos preguntábamos: ¿tenían política exterior los estados centroamericanos en el siglo XIX? ¿Vale la pena estudiar este asunto?
Por ahí empezó la discusión sobre la necesidad de profundizar en ese período desde el punto de vista de las relaciones internacionales, de la historia y de las ciencias políticas. Nosotros teníamos indicios, como le digo, de que allí había cosas importantes que no salían a flote. Yo, por ejemplo, mientras estuve haciendo la licenciatura, participé en un intercambio con un college en Estados Unidos, en Oregón. Y allí vi cosas interesantes sobre Centroamérica, pero, de nuevo, vistas con ojos de escritores del norte global, como se dice, de escritores estadounidenses, europeos, franceses, canadienses, que estaban interesados sobre todo en sus países y en sus intereses; ¿cuál era la política de su país? ¿Qué es lo que buscaban?… Y de nuevo los centroamericanos ahí somos como nada, no hicimos nada, estábamos en la anarquía.
Yo ahora tengo dificultades con este término, la anarquía, porque me parece más bien que esconde, que tapa. Con Edelberto, que le digo llegamos a ser amigos en Costa Rica, hablamos de estas cosas alguna vez. La Interpretación del desarrollo social estaba escrita dentro de la teoría de la dependencia, era muy estructural, y la agencia humana o la acción política como tal no era central en el análisis, sino las estructuras que sobre determinaban el quehacer social.
El imperio inglés y su interés en la Centro América del siglo XIX
Pero ya nosotros, como le digo, nos habíamos percatado por varias vías de cuestiones que nos parecían de la mayor importancia. Por ejemplo, en el siglo XIX, en medio de esa «anarquía», Inglaterra se va a posesionar por las armas de un tercio del territorio de Centroamérica. Subrayo que por las armas porque los centroamericanos opusieron fuerte resistencia a esas ocupaciones.
Hacia fines del siglo XIX Inglaterra ya tenía Belice, convertido en colonia dependiente de Jamaica, que era el próspero emporio azucarero y esclavista de los ingleses en el Caribe. Y desde ahí, y también desde Belice, es que los ingleses van a incursionar y tomar grandes porciones de la costa atlántica de Centroamérica que resultaban críticas con miras al futuro paso interoceánico por el río San Juan, y para el control de sus rutas de tránsito (ver mapa). Una costa atlántica que nosotros los «centroamericanos del Pacífico» no conocemos. La mayoría de la cultura hispana y latinoamericana de Centroamérica se desarrolló hacia el lado del Pacífico.
Soy de la opinión de que como el tema regional centroamericano con el tiempo se fue volviendo muy complicado, convulso, con guerras, no se llegaba a nada, fracasa la integración y la unión política, se perdió el canal… los países nos fuimos concentrando en «la aldea», como diría Sarmiento. Cada uno se centró en estudiar, justificar y glorificar su Nicaragua, su Costa Rica, su El Salvador, y dejamos a un lado la visión regional.
Si uno mira, aquí abajo (señala la costa pacífica en un mapa) está todo.
Exacto. Al noreste de esa cordillera está otra Centroamérica. Desde Chiapas hasta Costa Rica hay una gran cordillera que atraviesa toda Centroamérica más o menos por la mitad. Los españoles se asentaron del lado del Pacífico.
Allí están todavía las ciudades capitales de cada país.
Todavía hoy en día aquí está la mayoría de la población y las principales ciudades. El clima era mejor, la tierra más fértil y trabajable. Toda esta zona al noreste de la gran cordillera es de un clima súper caliente, húmedo, opresivo, fangoso, hostil en varios sentidos, por eso no se asentaron ahí los españoles y los criollos, y dejaron todo esto desocupado. Casi no había población indígena tampoco.
Inglaterra aprovechó…
Inglaterra aprovechó esto de muchas maneras. Poco a poco la región se fue poblando de afrodescendientes sobre todo…
¿Que los ingleses traían como esclavos?
Los primeros habitantes de que se tiene registro son africanos esclavizados escapados o insurrectos de los enclaves azucareros ingleses en el Caribe. En el Caribe inglés hubo varias rebeliones muy prolongadas de los africanos esclavizados… porque los esclavizados no eran otros, eran africanos negros. En represalia, los que quedaron vivos de esos levantamientos, los ingleses los montaron en barcos y los fueron literalmente a tirar a la costa atlántica de Centroamérica, donde no había nada prácticamente, sólo grandes humedales, jaguares, cocodrilos, aves y mosquitos.
Bien. Y estábamos hablando de que había un vacío en la historia, señalando anarquía en la región, pero que después de un tiempo vinieron los ingleses con la cuestión del canal por Nicaragua y empezaron a tener una beligerancia en la región…
Hacia fines del siglo XIX los ingleses conforman un esquema de control territorial muy completo en torno al futuro canal y sus rutas de acceso. Además de Belice, se toman las islas de la Bahía de Honduras, o sea Roatán, Guanaja, Utila y los cayos alrededor, y las declaran colonia inglesa dependiente, igual que Belice, de Jamaica.
Luego en la costa atlántica de Nicaragua, van a establecer la Reserva Autónoma del Pueblo Miskitu, que era más o menos del mismo tamaño que El Salvador (Nicaragua, recordemos es el país más grande de Centroamérica). Los miskitu son un pueblo afrodescendiente, mezcla de afros, indígenas e ingleses, que con el tiempo establece una alianza con los ingleses. Lucharon por independizarse, por crear su propio estado, y los ingleses les dieron cobertura y protección. Su iglesia, desde el siglo XIX, es la Morava, que es protestante y muy antigua, pre luterana.
Luego, en la futura entrada al canal por el Atlántico, en el puerto de San Juan del Norte, establecieron un «puerto libre». En el Golfo de Fonseca, clave para el control de las rutas de tránsito por el Pacífico, se tomaron la famosa isla del Tigre, de Honduras, con su puerto de Amapala, muy codiciada por las potencias porque tiene un canal natural profundo, muy apropiado para operaciones de buques de gran calado.
En lo personal fui a dar a la conclusión de que, lejos de ser una región desconocida u olvidada, remota y sin mayor importancia, Centroamérica, desde el siglo 18, fue vista a nivel internacional como poseedora de una importancia estratégica muy, muy grande. ¿Por qué? Porque era el único espacio por donde se podía pasar de un océano al otro rápidamente. Por ahí es donde se podía construir un canal interoceánico, lo que las grandes potencias de entonces y muchos otros consideraban “la empresa más importante del mundo”. Sabían que esa vía iba a tener enormes consecuencias para el comercio mundial, para el poblamiento de Norteamérica, y enormes ventajas de tipo militar para quien la controlara.
Una necesaria relectura de esa historia
Y ahí era donde ustedes encontraban cierta información de eso, pero no había mucho y se fueron dando cuenta de la necesidad de documentar, en el sentido de poner al acceso de la gente, ese período…
Sí, y de releerlo. Me convencí poco a poco de que necesitábamos emprender una drástica relectura de episodios y fenómenos políticos muy importantes de la historia patria de Centroamérica, entre ellos el unionismo, porque como usted dice, es cierto que no había información, sí. Pero también no solo no había información, sino que en cierto modo estaba “mal puesta”, claramente distorsionada, recortada o silenciada.
Mire cómo fui a dar con el tema del canal, de pura casualidad. Yo andaba buscando tema para la tesis, y me metí una vez a la biblioteca de la Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador y me encontré con los libros de un jurista guatemalteco, un excanciller, que se llamó Alberto Herrarte. Tenía un libro que era una compilación de los tratados unionistas que efectivamente se firmaron en Centroamérica a lo largo del tiempo. Él escribe en los 1960 y pico, por ahí por los años de la ODECA. Pero se refiere sobre todo a lo sucedido en el siglo XIX.
Entonces estaba ese libro ahí, amarillento, vetusto, ya nadie veía esas cosas. Empiezo a ver los tratados y algo me llamó la atención casi de inmediato. Prácticamente todos los tratados de unión que se celebraron dejaban a los Estados Centroamericanos en libertad de seguir manejando sus asuntos internos en todo aquello que no contradijera el acuerdo unionista que se estaba firmando, es decir…
¿En lo económico, pero menos en lo político?
Seguían vigentes, se decía, la Constitución y las leyes propias de cada país. Lo único que el acuerdo unionista establecía de inmediato era la unidad en el manejo de la política exterior y la defensa de la soberanía.
¿Pero entonces la unión en qué se concretaba? ¿Paso libre por la frontera, paso libre de mercaderías o en qué se vivía la unión?
Se reconocía la necesidad de ese tipo de medidas y se tomaron disposiciones al respecto Los nacionales de cualquier país centroamericano eran ciudadanos con derechos políticos en cualquier otro país centroamericano. Las medidas para fortalecer los lazos internos y los intercambios con el tiempo se fueron ampliando y acentuando, hasta llegar en el siglo XX al proceso de integración económica. Pero al menos en el siglo XIX lo que los tratados unionistas establecían de manera inmediata y urgente era la coordinación de la política exterior y la defensa de la soberanía
Entonces, ¿en qué se vivía la Unión?
En una reivindicación nacionalista de la soberanía territorial y política mediante la unidad. Todo esto de que hablamos se da en el marco de agresiones y ocupaciones territoriales recurrentes de los ingleses, y después, en el siglo XX, de los estadounidenses. Hubo resistencia de los centroamericanos, como le digo, en el siglo XIX en alianza con Estados Unidos, que también querían expulsar a los ingleses.
Centroamérica pudo haber perdido grandes porciones de su costa atlántica. El hecho de que no pasó es producto de los conflictos entre Inglaterra y Estados Unidos, pero también de una resistencia desordenada, despelotada y desfinanciada pero constante y molesta de los grupos y gobiernos centroamericanos de filiación liberal. Esos dieron el pleito como pudieron y se les puede acreditar algunos resultados no menores. Al final del siglo Centroamérica recupera de los ingleses todo menos Belice.
Los centroamericanos perdieron Belice.
Fue parte de una conflictiva y prolongada negociación entre Estados Unidos e Inglaterra, en la que los liberales de Centroamérica hicieron su parte. La Federación no reconoció la cesión de Belice. Esa cesión la dio formalmente el gobierno conservador de Guatemala de Rafael Carrera, que tenía una estrecha alianza con los ingleses, lo que sin duda es uno de los factores que le permitió dominar toda Centroamérica por 30 años. Esa es otra cosa que olvidamos: detrás de Rafael Carrera en Guatemala estaba el imperio inglés.
Pensaba que detrás de él simplemente estaba la familia Carrera, que eran unos grandes ricos.
Pues no sólo ellos. Estaban los ingleses y la iglesia católica, que era muy rica y conservadora, antiliberal completamente. Y también familias terratenientes locales. Carrera mismo era de origen humilde. No era un tipo de origen rico, lo que era era [una persona] muy hábil con mucho carisma con sus bases.
Bueno, entonces por ahí es que surge la idea de tratar de reconstruir una historia de las relaciones internacionales, una historia político-diplomática de Centroamérica, tomando como eje la cuestión del paso interoceánico. El libro se inserta en una tradición de estudios geopolíticos y militares.
Valdez explica la importancia estratégica de Centro América en el mundo.
De la tesis a una investigación de años y a la publicación del libro
¿Esa fue su tesis?
Esta fue mi tesis: «Miren, los acuerdos unionistas en la práctica fueron acuerdos para coordinar la política exterior y la defensa de la soberanía». Poco a poco empezaron a dejar a un lado, en la práctica, la idea de «construyamos un Estado único», porque se fueron dividiendo y consolidando cada Estado con su propio rollo. Muchos se opusieron a que el unionismo no fuera más que eso, un arma de política exterior, como el mismo Gerardo Barrios. Pero eso fue en gran medida el unionismo, no se pudo ir más allá. ¿Y por qué no se pudo ir más allá? Son temas que examino en el libro.
Usted hizo su tesis, ¿y después pensó que podía seguir profundizando sobre eso a través del libro?
Sí. Imagínese, la tesis de licenciatura la hice en el siglo pasado. Lo que pasó es que quedé entusiasmado con el asunto, y dije: «Bueno, he encontrado algo que creo que vale la pena y que no es puramente académico». Tenía que ver con historias que son parte del folclore. Todo el mundo, o casi todo el mundo, sabe o habla de Morazán, de la independencia, de Gerardo Barrios, de una serie de sucesos. Mi libro intenta sustentar la necesidad de emprender una relectura de esos episodios, los que se han sedimentado en la memoria colectiva de un modo que me parece, como mínimo, incompleto y, en algunas partes, francamente distorsionado.
¿Y entonces, con respecto a las fuentes que usted consultó, fundamentalmente fueron de la Biblioteca de Cancillería y de la Biblioteca de Jurisprudencia de la UES?
En el momento que escribí la tesis sí. Pero como le digo, después de que la terminé quedé picado. Luego entré a trabajar en cosas que no me permitían seguir investigando o escribiendo en forma. Dejé la academia, pero seguí dándole vueltas al tema, recuperando y ordenando información, poniendo en valor libros escritos en el siglo XIX y principios del XX, incluso de autores que presenciaron o participaron en los hechos que analizo, y que considero fuentes primarias. Un libro de Sofonías Salvatierra, un político liberal nicaragüense que fue el negociador de la salida de las tropas yanquis de Nicaragua en tiempos de Sandino —me lo enviaron de la India.
Muchos historiadores van a periódicos de 1840 y consideran que eso es acudir a una fuente primaria. Y un libro escrito en 1840 por un autor que está contando —a su modo obviamente— unos episodios de los que fue testigo o actor, ¿es una fuente primaria? Yo creo que sí, que es tan primaria como el periódico, porque también los periódicos cuentan las cosas «a su modo». Siempre ha habido periódicos a favor o en contra del gobierno, clericales, anticlericales, liberales, conservadores, desde la independencia.
Si alguien va y mira los periódicos liberales de Centroamérica de mediados del siglo XIX, encuentra una interpretación de los fenómenos completamente distinta a la que dan los periódicos conservadores y pro clericales, o sea, los afines a la Iglesia Católica, al Vaticano y a la monarquía inglesa.
Bueno, no es tan fácil meterse entonces con la historia, porque ya todo el mundo de esa época murió. ¿Y donde uno va a consultar lo que sucedió si no hay fuentes digamos, fidedignas y vivas?
La historia se escribe así. El historiador debe mantenerse dentro de lo que le permiten los datos y fuentes que posee.
En ese tiempo no había historiadores, ¿entonces por eso no hay historia escrita?
A ver, hay algunos, por ejemplo, el cronista guatemalteco Alejandro Marure, no sé si lo ha oído. Marure escribía entre los 1840 y los 1860, hacía crónicas muy detalladas de la historia de Centroamérica, día a día: «día tal, pasó esto; día tal, pasó lo otro…», lo utilizo en el libro.
¿Y él cuál era su profesión que podía llevar esos escritos?
Jurista graduado de la Universidad de San Carlos de Guatemala, fundada en 1676 y de la cual fue rector el padre Aycinena, canciller de Carrera, que poseía el título nobiliario de marqués. José Matías Delgado se graduó como jurisconsulto de la San Carlos.
Entonces, pues de ahí vino la inspiración. ¿Y cuántos años le llevó escribir antes de sacar la primera edición?
Como año y medio. Lo que pasó, como le digo, fue que a lo largo de los años fui recopilando material, buscando libros por todo el mundo, adentrándome en ciertos asuntos.
Y las iba acumulando…
Las iba guardando, haciendo notas, verificando si lo que encontraba me reafirmaba o me llevaba por otros rumbos.
Y reconstruyendo la historia.
Platicando y consultando con amigos a los que les interesan estos temas, historiadores, analistas, escritores de ficción histórica, etcétera. Cuando me jubilé hace dos años, tuve el tiempo que necesitaba y tomé como base la tesis de la licenciatura, que me dio una estructura mínima a partir de la cual empecé. Terminé dándole una vuelta de gato completa. Pero las ideas originales vienen de la tesis.
Fue rápido.
Ya tenía mucho, era «casi solo de escribir». Me costó mucho escribir, decidir cómo presentar los resultados de mi investigación. Es decir, ahora que ya tengo todo esto, ¿cómo lo presento? ¿A quién le quiero hablar? ¿Quién quisiera que leyera esto? ¿Cómo estructuro la exposición? Al final decidí que yo quería, sí, que llegara a manos académicas y profesionales de las relaciones internacionales, de la historia y las ciencias políticas. Pero como aquí hay una relectura de historias muy sedimentadas en la memoria colectiva, decidí que iba a escribir un libro para el público en general.
Traté de capturarle la atención y la imaginación al lector desde un inicio. Doy prioridad a la narrativa histórica más que a temas teóricos y metodológicos. Como un escritor de ficción trata de hacerlo desde las primeras líneas, capturarle la atención al lector. Porque si no, lo pierde, lo pierde, ¿verdad? Pero no es fácil, el libro, después de todo, es de tipo académico, un ensayo histórico sobre un periodo muy largo, con historias complicadas y con mucha información. Puede ser pesado y difícil de asimilar. No es para leérselo en una sentada, digamos.
Historias escondidas.
Silenciadas, dejadas por ahí.
Una fuerte interacción de factores internacionales y locales dejada de lado
Al analizar nuestra historia política del siglo XIX los centroamericanos tenemos tendencia a dejar por fuera el contexto internacional, a no analizarlo sistemáticamente. No se le ignora del todo porque es imposible. Aparece con fuerza contundente a cada rato. Pero muchos pasan rápidamente el asunto, es una contingencia, y estudian Honduras como si fuera un problema puramente interno de Honduras o solo de su relación con El Salvador o con Guatemala, y así por el estilo, dejando de lado la tormenta de intervencionismo externo y ocupaciones territoriales que experimentaron esos países a lo largo del siglo XIX.
Entonces esa fue una tendencia de todos los historiadores o escritores de ese tiempo. ¿Por qué lo habrán dejado en el olvido? Esa fue una decisión de ellos, decidieron olvidar, no hablar acerca de eso. La única explicación que se me ocurre es que era peligroso.
Sí, esa puede ser una.
Imagínese, usted es profesor de una universidad o rector de una universidad. ¿Se va a meter a hablar de eso? Tal vez no porque lo vayan a matar, pero sí porque le puede crear obstáculos en su desarrollo académico o profesional. Entonces «prefiero no dedicarme a estos temas difíciles».
Creo que hay varias razones para el olvido. Cito una frase lapidaria de Domingo Faustino Sarmiento, el gran estadista y promotor de la educación en Sudamérica. En un libro proponía que Argentina, Uruguay y Paraguay formaran un solo Estado que iba a tener como capital a Argirópolis. En ese libro presenta a Centroamérica como una «mala práctica». Él dice:
«Centroamérica ha hecho un Estado soberano de cada aldea».
Sarmiento aquí es famoso. Imagínese. Pero es que cuando uno ve Centroamérica y ve los pequeños países, así parece, una serie de aldeas…
Muchas de las cosas terribles o de las derrotas y fracasos que hubo en la región, fueron culpa de nosotros mismos, de Centroamérica. Pero desde luego no solamente ni mucho menos.
Nuestra historia como región está sobredeterminada por una intensa interacción de factores externos e internos. Sin embargo, en demasiados casos hemos eliminado de la historiografía, sobre todo de la patriótica y oficial, esa dimensión [señala en un dibujo del mapa de Centro América la interacción de actores externos e internos] y nos concentramos cada vez más en la aldea. ¿Por qué? No hubo más remedio, pienso yo. Centroamérica, hacia fines del siglo XIX y principios del XX, experimentó dos grandes derrotas estratégicas que fueron producto de nuestros mismos errores y deficiencias, aunque no solamente, como intento mostrar en el libro. Pero nadie celebra derrotas estratégicas, se prefiere olvidarlas o reinterpretarlas.
Esos dos grandes desastres fueron: uno, el fracaso de la reunificación, y dos, el fracaso de hacer realidad el canal por el río San Juan, canal, por cierto, sobre el cual los centroamericanos tenían su propio concepto o «modelo», en el que cifraban muchas esperanzas para un futuro próspero y moderno para la región en su conjunto. El Canal que en el último minuto Estados Unidos decide construir en Panamá, a partir de 1904, tuvo un «modelo» distinto.
Los centroamericanos promovían un canal bajo soberanía centroamericana, no de una potencia. Un canal neutral política y militarmente, abierto sin discriminaciones al comercio mundial. Estados Unidos apoyó este «modelo» en el siglo XIX, mientras era un modo de contener a los ingleses. Cuando los ingleses se retiran hacia fines del siglo XIX, Estados Unidos cambia su enfoque y su relación con los centroamericanos, y empieza a promover el modelo que finalmente se va a imponer en Panamá.
Entonces ahí hubo varias «manos peludas invisibles» de los Estados Unidos, ayudando a los locales para que sacaran a los ingleses.
Trabajaron juntos, coordinadamente. Estados Unidos y los centroamericanos de filiación liberal trabajaron contra los ingleses. Los centroamericanos lo que pusieron muchas veces fue la tropa. Realmente combatieron, la pelearon. Unionismo era prácticamente sinónimo de anticolonialismo y antiimperialismo. Creo que hemos desprestigiado más de la cuenta a nuestros liberales del siglo XIX. Si algo los indignaba y movilizaba hasta las armas, era la pérdida de territorios: que llegaran los ingleses o Walker o cualquier noblete europeo, vecino o potencia extranjera diciendo: «Bueno, de ahora en adelante este territorio es mío», lo cual aconteció en innumerables ocasiones.
¿Por qué ocurrió ese tipo de cosas tantas veces y afectó a todo el istmo, en el Atlántico y en el Pacífico? ¿Porque las playas eran bonitas? ¿Por los bosques o los minerales? Aunque estos dos últimos fueron muy codiciados por extranjeros, lo que dominaba era la cuestión del control del futuro paso interoceánico y sus rutas de tránsito.
Y para quienes no sabemos mucho del asunto, ¿qué figura, me podría decir usted que sea de esos Liberales del siglo XIX, valerosos, que lucharon? Como para ubicarse.
Morazán y el entorno de sus colaboradores cercanos, algunos europeos, que después tuvieron roles destacados en sucesos de gran trascendencia. Ramón Belloso, José María Cañas Escamilla, Isidoro Saget. Después José Santos Zelaya, Sandino. Véase el contexto centroamericano e internacional en que Prudencia Ayala se declara unionista —intervención en Nicaragua y tutelaje de Estados Unidos sobre toda Centroamérica, reflejado o regulado mediante los tratados centroamericanos de Washington de 1923. Arévalo, Árbenz, entre muchos otros, el Panteón es amplio.
El liberal Gerardo Barrios fue derrotado en el marco de la ofensiva general centroamericana que emprendió Rafael Carrera con apoyo inglés después de la derrota de Morazán, arremetida de alcance regional que retoma una vez William Walker (enemigo de los ingleses), que es capturado y fusilado en Honduras. Carrera, recordemos, cede Belice formalmente a los ingleses, cosa que la Federación de Centroamérica no quiso hacer y por eso Inglaterra nunca le dio el reconocimiento diplomático. Después de la derrota de Morazán, Carrera se vuelve presidente vitalicio de Guatemala y temible dominador de toda Centroamérica por treinta años. Un período de reveses en las reclamaciones territoriales frente al Imperio.
Dos grandes periodos históricos en La estrategia del puercoespín
¿Cuáles son las principales secciones o etapas que cubre el libro?
Hablo de dos grandes períodos. Hay al principio del libro una larga introducción, que me pareció necesaria para dar una visión de conjunto de entrada, debido a que no estoy contando una historia aceptada y conocida, sino interrogándola, cuestionando interpretaciones muy difundidas.
Son dos grandes períodos. El primero es casi todo el siglo XIX, es el periodo del dominio inglés, en el que hubo frecuentes choques entre ingleses y estadounidenses en territorio y aguas centroamericanas, y entre fuerzas centroamericanas e inglesas, disputándole la ocupación de Belice, de las islas de la Bahía, de la costa Atlántica, de San Juan del Norte, de la Isla del Tigre en el Golfo de Fonseca. En más de alguna ocasión los centroamericanos expulsaron a contingentes de tropas inglesas en varios sitios.
Pero acordémonos que Jamaica estaba allí no más y que era el centro económico, político y militar del Imperio en el Caribe.
Era la base de ellos y la tenían bien fortificada.
Tenían muchos barcos, de los más modernos y letales, armas, tropas, olvídese, Inglaterra tenía la armada más poderosa del mundo en esa época. Contra eso estábamos nosotros, los mosquitos.
Bueno, ese es el siglo XIX. El siglo XX es el periodo del dominio o tutelaje de Estados Unidos que va a tener otras características con respecto al periodo de predominio inglés. Sobre todo, pero no solamente, Estados Unidos no va a tratar de tomarse territorios al estilo del viejo colonialismo europeo.
Para Estados Unidos eventualmente una importante excepción «modernizada» a esta regla será la zona de Canal de Panamá. Es necesario tener presente que Panamá fue «mucho más que un canal». Fue una súper fortaleza militar que permitió a Estados Unidos dominar el Atlántico y el Pacífico simultáneamente. La entrada en operación del Canal de Panamá y la consolidación de Estados Unidos como la principal potencia mundial, son procesos que van de la mano.
Los gringos tomaban un personaje local y a través de él influían. ¿Pero de dónde habrán sacado esa estrategia? Porque Europa siempre fue colonial.
Acuérdese que en el siglo XIX Estados Unidos fue aliado de los centroamericanos contra los ingleses, se oponía al colonialismo europeo. Este es el Estados Unidos del siglo XIX, todavía no una gran potencia mundial, estaba en choque con Inglaterra, «América para los americanos». Muchos de estos episodios ocurren antes de la Guerra de Secesión de Estados Unidos, que comenzó en 1861 y terminó en 1865.
Una segunda independencia, una segunda conquista
Algo muy importante para mí ha sido ese gesto metodológico de recuperar sistemáticamente el contexto internacional más amplio en que estaba inmersa la región, y examinar sus interacciones con los actores y procesos propiamente locales. Hacerlo me parece que enriquece el análisis de nuestra historia significativamente, la hace más presente y coherente, más interesante y relevante con ojos del siglo XXI.
Otro ejemplo en donde aplico este gesto metodológico: la Campaña Nacional contra la invasión de Nicaragua por William Walker. En El Salvador, Guatemala, Honduras casi ni se la menciona o recuerda, a diferencia de Costa Rica donde es la celebración patriótica por excelencia, más incluso que la independencia de España. Y en el libro me pregunto: ¿por qué en Costa Rica es así y en el resto de Centroamérica, incluyendo Nicaragua, no?
Ni nos acordamos de eso.
Walker no se tomó Centroamérica, fue invitado por los liberales de Nicaragua con el respaldo de los liberales de los países vecinos, para que les ayudara a defenderse de Carrera y de los ingleses. Es justo cuando las fuerzas de Carrera vienen sobre Nicaragua que Walker se adueña de Nicaragua. Los ingleses no lo podían ver ni pintado. Lo de Walker fue (para usar una expresión colombiana) un «papayaso» de los liberales.
¿Y lo derrotan?
Lo derrotamos entre nosotros y tres poderosos actores internacionales. Acuérdese que hubo ahí unas batallas épicas donde los centroamericanos, incluyendo los salvadoreños, pusieron el grueso de la tropa. Y también dirección militar, eso tampoco fue menor. Muchos piensan que esa derrota de William Walker nos garantizó una segunda independencia, lo cual es verdad, pero sólo muy parcial y temporal. Y esto no se discute mucho, o nada.
William Walker se enemistó también con Inglaterra, Estados Unidos y con el Comodoro Vanderbilt, el gran empresario naviero y ferrocarrilero, que querían deshacerse de él pues se había vuelto un obstáculo para los planes que tenían para dividirse la región entre ellos. Son los estadounidenses quienes capturan a Walker en San Juan de Norte durante su segundo intento de desembarco, y son los ingleses quienes los capturan en Honduras, cuando intenta ocupar Centroamérica por tercera vez, y lo entregan a los hondureños para una segura ejecución.
Cuando se deshacen de él y Centroamérica está toda magullada y exhausta, las potencias le imponen una serie de tratados sumamente lesivos a su integridad territorial y política, todo esto, subrayo, inmediatamente después de derrotar a Walker. Una vez que Walker ha desaparecido, se van a poner en vigor una serie de tratados entre Inglaterra y Estados Unidos, y entre éstos y los países centroamericanos mediante los cuales las potencias se reparten Centroamérica. Esto, Claudia, para subrayar lo complejo que es el asunto.
Vino una segunda conquista.
Es precisamente después de liquidar a Walker que las potencias pactan formalmente el desmembramiento de Belice y que las islas de la Bahía iban a ser un territorio libre bajo soberanía hondureña. Establecen el Puerto Libre de San Juan del Norte, que rebautizan como Greytown en honor del gobernador inglés de Jamaica. Crean la Reserva Autónoma de la Mosquitia, con un gobernante hereditario, que era tan grande (o pequeña) como El Salvador.
Es una historia con sabor amargo y paradójico, vergonzosa en no pocos aspectos, propicia para el olvido. Nosotros salimos celebrando que expulsamos a Walker mientras que, por otro lado y al mismo tiempo, vinieron las potencias y ¡pum! nos impusieron esos tratados, una segunda conquista, que desconocemos.
Existe la teoría de que Walker invadió Nicaragua porque era el país más pobre y desintegrado, donde casi no había aparato del Estado. Él andaba evaluando por dónde se podía expandir la «cultura superior anglosajona» de Estados Unidos: «¿Dónde me meto? se preguntó. ¡Ah, Nicaragua! Es el país más pobre, más débil». Se desconoce o resta importancia a que Walker administraba la «Ruta del Tránsito», es decir, el paso interoceánico provisional que existía entonces y que era la principal fuente de ingresos de Nicaragua. Por ahí se estaba pasando en barcos por el río San Juan hasta el Gran Lago de Nicaragua y luego por tierra o por otro río (el río Brito) salían al Pacífico. Quien manejaba esa ruta era el gobierno de Nicaragua de William Walker. Su principal cliente era Cornelius Vanderbilt, el hombre más rico de Estados Unidos. Él es quien pasaba la gente para California a raíz de la explosión de la fiebre del oro de 1848. Pasaron unas 20 000 personas por año.
Walker se peleó con Vanderbilt, le exigió que le pagara más por el uso de la Ruta del Tránsito, y Vanderbilt le dijo que no. Walker le incautó embarcaciones, le retiró la patente para operar y se la dió a sus competidores. Vanderbilt le declaró una guerra a muerte, hasta el amargo final.
La historiografía patriótica centroamericana y sobre todo la costarricense, hace un punto muy fuerte en decir que Vanderbilt no tuvo una incidencia tan decisiva, y que el desenlace se debió al sacrificado heroísmo de los centroamericanos y especialmente de los costarricenses, lo que es cierto, desde luego, se la jugaron de vida o muerte contra Walker y le dieron golpes contundentes. Pero no contradice lo anterior ni ganamos nada con ignorar ese contexto internacional más amplio en el que estábamos metidos, ahogándonos.
Como le digo, es el gesto de nuestra historiografía de este período que yo critico en el libro: ese aislamiento, esa extracción de Centroamérica de su contexto internacional más amplio, creer que todo lo que pasó fue puramente un lío entre centroamericanos, entre aldeas.
Y bueno, la última pregunta, Mauricio, es por qué una segunda edición, ¿qué es lo que trae de diferente esta edición revisada y aumentada?
Lo determinante fueron las presentaciones que hice de la primera edición. Pude presentar la primera edición (que se publicó en Florida, Estados Unidos) en varias partes: en Costa Rica, Guatemala, en varias redes sociales, algunas de la vasta diáspora salvadoreña y centroamericana. En la ciudad de Washington hay una que se llama La Casa de la Cultura de El Salvador. Tienen un programa cultural interesante, invitan o comentan a un artista, a un novelista o historiador, comentan libros. Antes la dirigía Janet Noltenius.
La diáspora salvadoreña en todo el mundo tiene un gran interés en las cosas del país. Quieren comprar libros, todas las cosas de la nostalgia. Mire, qué cosa más terrible, enviar un libro de El Salvador a Costa Rica es un lío, no digamos a Canadá o a Australia, es muy caro para comenzar. Debería haber un acuerdo en Centroamérica para facilitar y promover el intercambio de libros, así como lo hay en Estados Unidos, cuyo correo tiene una tarifa única para el envío de libros, sea que lo estés mandando al pueblo de a la par o a Hawái. Es una forma de incentivar la lectura de libros. ¿Será posible hacer algo así hoy en día en Centroamérica? ¿Tener un régimen especial para el fomento de la lectura de libros entre centroamericanos, para conocernos y entendernos mejor?
Debemos tener libertad de movimiento de los factores de producción, de las personas. Todos estamos de acuerdo en principio con eso. Hay que dar pasos concretos, y los podemos dar los gobiernos y varios otros sectores interesados. Nosotros, junto con los amigos de las universidades que publicaron la segunda edición del libro, que son La Don Bosco y la Evangélica, nos proponemos hacer algo. Vamos a ir a presentar el libro en Costa Rica y a tratar de fortalecer intercambios académicos y profesionales. Es en parte reciprocidad. Para una presentación del libro que hice en el Centro Cultural de España, vino de Costa Rica la directora del programa de estudios latinoamericanos de la Universidad Nacional de Heredia, la doctora Marybel Soto-Ramírez. Ella escribió unas líneas para la contratapa del libro.
Varios amigos fuimos a comer con Marybel, todos salvadoreños menos ella. Y entonces la amiga costarricense dice: «Ah! miren, el cadejo, el blanco y el negro». Una salvadoreña le pregunta: «¿Conocen en Costa Rica al cadejo?». Muchos piensan que es algo exclusivamente salvadoreño. Lo mismo pasa con la música del Torito Pinto, que toca por ejemplo el grupo Yolocamba Itá. La tocan en Guatemala, Honduras, Nicaragua, en Costa Rica.
En toda Centroamérica.
Sin embargo, se dice muchas veces que es puramente salvadoreña. Pero eso es, Claudia, de nuevo…
Parte de la falsa identidad nacional que hemos construido alrededor de…
De la aldea. ¿Por qué? Porque, de nuevo, lo regional se volvió muy problemático: nos peleamos, hicimos guerras. Fracasó la Unión, perdimos el canal, fuimos invadidos… Mejor dejar de hablar de eso y construir una narrativa distinta, local. No hubo de otra.
La única manera de darle estabilidad a la región era fortaleciendo las aldeas y dejándolas hacer, y así podían dominarnos en paz y ejercer el dominio sobre el comercio y sobre la política en relativa estabilidad. Pero volvamos, no me dijo qué es lo nuevo, o lo que usted sintió que le hacía falta agregarle a la segunda edición.
Hay una nueva estructura del libro; nueva bibliografía y nuevos datos que conseguí en las presentaciones y discusiones. De las mejores fue en la Universidad de Costa Rica, la UCR, que es donde hice mi maestría. Fue a través de las redes sociales de ellos —tienen televisión, radio, Facebook, etcétera— y tuvimos una jornada buenísima. Producto de eso recibí varios comentarios y papers, artículos con cosas que a mí me faltaban.
Vinieron materiales de Costa Rica y de Guatemala, sobre todo, que me obligaron a afinar ciertos asuntos. Por ejemplo, en Costa Rica es muy delicado decir así nomás que Cornelius Vanderbilt tuvo un rol tan decisivo en la derrota de William Walker, porque hay mucha historiografía que está dedicada a decir que no. Pero estudios empíricos hechos en la misma UNA de Heredia revelan con claridad cómo todo eso fue mucho más complejo, que hubo muchos otros actores y muchos intereses cruzados.
Los filibusteros de William Walker eran guerreros experimentados que antes de venir por acá hacían colectas, y no venían con un cuchillito y una pistolita vieja. Venían con lo mejor del armamento de la época, venían bien financiados. Algunos eran muy cultos y escribían crónicas y novelas. No venían a perder la guerra, venían en cumplimiento de su «destino manifiesto».
Y los centroamericanos que estábamos en la más absoluta miseria, ¿de dónde sacamos las armas y municiones para combatir a William Walker? Los hombres los pusimos, sin duda, pero ¿y las armas, las vituallas, la logística?
Ahí es donde entran Vanderbilt y las potencias. Estudiantes de la UNA de Heredia hicieron un trabajo de investigación muy bueno, fueron hasta Perú porque al final Costa Rica obtuvo un empréstito del Perú para financiar la guerra, pero lo obtuvo hasta después de finalizada la guerra. Fue el único empréstito que se consiguió, como le digo, tardíamente. En lo inmediato, los ingleses armaron a Costa Rica. Hubo también impuestos extraordinarios a las exportaciones de café, pero sólo eso no alcanzaba. Tuvieron que acudir a los ingleses que prestaron su colaboración decididamente.
El reconocer el rol de Vanderbilt, de los ingleses o de otros no conlleva a quitarle protagonismo, incidencia o heroísmo a los ticos o a los salvadoreños. El olvido de estos sucesos en El Salvador es llamativo. Como dijimos, el primer comandante en jefe de los ejércitos aliados de Centroamérica contra William Walker, que lo derrotó en los campos de batalla de Granada y Masaya, fue un salvadoreño: el general Ramón Belloso, un excolaborador cercano de Morazán.
Lo triste y lo que sale de todo esto que hemos hablado, Mauricio, creo yo, es que la construcción de nuestra identidad como nacionales de cada país y como nacionales centroamericanos está construida sobre una historia muy parcial, hasta cierto punto falsa o no sé cómo llamarla, distorsionada.
Silenciada, como dice un historiador haitiano que cito en el libro.
Y sobre eso hemos construido identidad: sobre un Torito Pinto «salvadoreño», cada país ha construido identidad en su aldea. Se imagina: su identidad.
Quiero escribir un artículo, por ahí lo tengo empezado, algún día lo terminaré, donde comienzo citando la frase lapidaria de Sarmiento: «Centroamérica ha hecho un Estado soberano de cada aldea». Yo cuando leí esa frase de Sarmiento, me sentí hasta medio ofendido, denigrado.
Le comentaba que en su libro Argirópolis Sarmiento pone a Centroamérica como una mala práctica. Les dice a los suramericanos: «Miren Centroamérica, eso es lo que no hay que hacer». Ahora bien, lo que él no hace es explicar por qué. Queda la impresión, como en mucha historiografía, de que todo este asunto fue producto de nuestra estrechez de miras, de nuestra pequeñez, de nuestras propias diferencias y divergencias, de problemas puramente internos, entre nosotros. No está ese contexto tan bravo que estaba permanentemente metido fregándole la vida a todo el mundo y que, mediante una intensa interacción y sobre determinación con actores y procesos internos de la región, tuvo un rol decisivo.
Ese es para mí el gesto principal que propone el libro: salir mentalmente de la aldea, no hablar solo de Costa Rica, El Salvador, Guatemala como casos aislados y únicos, sino que: uno, retomar a la región como unidad de análisis, y segundo: insertar y escudriñar a Centroamérica firmemente en su contexto internacional.
Cuéntenos sobre la distribución del libro.
Al momento está a la venta en la Universidad Evangélica y en la Universidad Don Bosco, en la librería de la UCA en Soho, y en varios cafés culturales como el American Coffeeshop en Merliot, y el café libro que queda en SOMA Plaza en las alturas de Antiguo Cuscatlán.
La distribución fuera del país es todo un tema. Las editoriales de las universidades e instituciones de educación superior del país están haciendo un trabajo interesante en este y en otros sentidos, con mucho potencial para acercar libros, lectores y editores ojalá también a través de las fronteras. Pensemos en lo que decíamos: el enorme interés y capacidad de consumo que hay en la vasta diáspora salvadoreña y centroamericana.
Han formado una red que se llama Exlibris. Norma Hernández de la Evangélica y Nelson López de la Don Bosco son ahí el motorcito. Coordinaron la cuarta Feria del Libro Académico que se realizó en la Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador, donde lancé la segunda edición. Estuvo bien concurrida, hubo muchas presentaciones de libros de las universidades. Vi a varios amigos, conocí a Luis Galdámez, él vio cómo estuvo la cuestión, nos sacamos una foto.
A la izquierda, Norma Hernández, de la Universidad Evangélica y, a su lado, Nelsón López, de la Universidad Don Bosco durante el evento Exlibris.
René Mauricio Valdez ha publicado en Espacio Revista los siguientes artículos:
El mundo cineplex, Gramsci y la sillita de Mafalda. Mayo 31 XX24.
https://www.espaciorevista.com/cronica-valdez-el-mundo-cineplex-gramsci-y-la-sillita-de-mafalda-31-05-XX24/
John Lloyd Stephens y el Árbol del Mundo. Enero 26 XX24
https://www.espaciorevista.com/cultura-articulo-valdez-john-l-stephens-y-el-arbol-del-mundo-26-01-XX24/
La campaña nacional contra William Walker y las políticas del olvido. Diciembre 1, XX23
https://www.espaciorevista.com/cultura-articulo-valdez-la-campana-nacional-contra-william-walker-y-las-politicas-del-olvido-1-12-23/
En ocasión del 15 de septiembre. La cuestión inglesa. Septiembre 8, XX23
https://www.espaciorevista.com/cultura-articulo-valdez-la-cuestion-inglesa-8-9-23/
Lastiri, Vilanova y los Daltón o las mujeres olvidadas de Centro América. Agosto 11 XX23
https://www.espaciorevista.com/cultura-articulo-valdez-lastiri-vilanova-y-los-dalton-11-8-23/
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