Artículo
Desde los años 90, Edgar Romero (izquierda), consideró una necesidad imperiosa que los periodistas se capacitaran en técnicas de defensa.
Programa de Protección a Periodistas Riesgo Cruzado:
Edgar Romero: «No existe el riesgo cero»
Primera parte
Raquel Kanorroel *
Fotos: Cortesía Programa Riesgo Cruzado y Oscar Machon
Enero 10, 2025
«La libertad de prensa (…) tendrá sus inconvenientes, tendrá sus peligros;
pero, con todos ellos, es preferible a la tranquila placidez del despotismo».
José María Vigil, teólogo español de la liberación.
Cuando aquel caballero llegó a la casa de la preocupada mujer a notificarle lo sucedido, ella sólo preguntó: «¿Verdad que es cierto?». El hombre contestó con un triste ademán que sí. Ella comentó entonces, al borde del llanto: «El único que podía venir a decírmelo con certeza era usted. Y la esperanza no se me cayó hasta que usted vino…».
El caballero en cuestión era Edgar Romero —fotoperiodista salvadoreño hoy retirado—, mientras que la mujer era la compañera de vida —ahora viuda— del cineasta y periodista hispano-francés Christian Poveda, asesinado en 2009 en Tonacatepeque, a manos de pandilleros en complicidad con un policía y a raíz de un documental que Christian filmaba sobre las maras, La vida loca.
Romero —en sus inicios colaborador stringer en la agencia France Presse, AFP— recuerda que Christian le decía que esos «muchachos» eran «unos pobrecitos, hay que ayudarlos»: «Él casi sentía como si hubiese conocido a nuevos movimientos sociales. Y los tipos eran unos criminales (…). El peor error que puede hacer un periodista es confiar en una estructura criminal», afirma con énfasis Romero, a quien la muerte de su amigo le revivió un viejo anhelo…
Allá por los noventas —cuando «apareció un curso llamado Centurión, al que sólo mandaban a las élites y de Centroamérica a muy pocos»—, Edgar soñaba, junto con el también fotoperiodista Yuri Cortez —aún activo en AFP—, con instituir un programa para enseñar a los miembros de la prensa salvadoreña a protegerse en el ejercicio de sus funciones. Centurión fue una de las tantas empresas de ese tipo que había entonces en el extranjero.
«La profesión periodística está catalogada —al igual que la militar, la de los bomberos y la de los paramédicos— como una de las 4 de más alto riesgo en el mundo», manifiesta Romero, añadiendo que «con Yuri nos decíamos: “Nosotros podemos hacerlo aquí”, por la experiencia que había del conflicto». Es decir, no se trataba de traer un programa foráneo, sino de crear uno autóctono.
«La idea quedó en mi cabeza, pasaron los años. Entonces aparece Poveda y lo asesinan. La embajada nos dijo que nos daban el asilo para irnos a Francia. Sólo lo tomó el sonidista de él», relata el veterano de la cámara (quien para entonces ya laboraba en la agencia Associated Press, AP) y quien, junto a su pareja y otro colega —los más cercanos a Christian acá en el país—, decidieron no marcharse, con todo lo que ello implicaba…
En 2013, nace el Programa de Protección a Periodistas Riesgo Cruzado, «orgullosamente salvadoreño» y fundado por Edgar Romero y Enayda Argueta.
Romero «se duerme», lo «despierta» la mara y nace Riesgo Cruzado
«El 2011, como dicen, me apendejé», expresa Edgar. Y es que un vecino que viajaba constantemente a los Estados Unidos envió a estudiar a su hijo allá. Pero, cuando el joven volvió, ya venía enlistado en una mara. Aparentemente, las autoridades de aquellos días le hicieron un seguimiento prolongado al muchacho y a sus compinches. Un «seguimiento» muy extraño, por cierto, pues un día los delincuentes «se meten a mi casa: agarraron las puertas al estilo de las películas gringas y las dejaron como tapadera de sardinas, enrolladitas. Destaparon todo: me llevaron desde el pedazo de la cámara más vieja hasta lo último que tenía», recuerda Romero.
Entonces estaba Mauricio Funes en la presidencia. Edgar le habló a Manuel Melgar, todavía Ministro de Justicia. Afirma Romero que «a la fuerza» mandaron al general Munguía Payés, Ministro de Seguridad en ese momento, a que enviara unidades de investigación a su vivienda: «Llegó el 911 y apenas rescató 5 huellas: fue todo lo que hizo. Nunca pasó a más».
La misma estructura criminal realizó el único atentado registrado en el Centro Comercial La Gran Vía, en noviembre de 2012. Sus miembros fueron capturados, pero el equipo que le robaron a Edgar nunca apareció.
A raíz de esto, Romero concluyó que «lo único que queda es prepararse. Hay cosas que hay que reaprender y de las que hay que re-acordarnos». Posteriormente, Edgar se encontró con un instructor de defensa personal en la UES. Platicando con éste, se decidió al fin a realizar —con premura y desde cero— un modelo de defensa personal específico para periodistas locales, como el que soñara con Yuri Cortez años atrás y motivado aún más por la muerte de Christian y su reciente experiencia.
Romero recordaba también cómo, durante el conflicto en los ochentas, todos los corresponsales extranjeros «(…) ya tenían experiencia militar, pero no lo decían. Los centroamericanos íbamos con ellos como si éramos nerdos», es decir, totalmente inexpertos.
De manera que, en 2013, nace el Programa de Protección a Periodistas Riesgo Cruzado, «orgullosamente salvadoreño» —como se llamó un programa televisivo hace más de una década— y fundado por Edgar Romero y Enayda Argueta, doctora en Comunicaciones de la Universidad de Sevilla, España. Enayda ha laborado en su especialidad para la Procuraduría de Derechos Humanos y OXFAM Internacional.
El programa de Riesgo Cruzado fue acreditado mundialmente por ACOS Alliance (A Culture of Safety Alliance, por sus siglas en inglés).
El Programa Riesgo Cruzado abarca desde aspectos de seguridad durante la cobertura hasta la atención sicológica.
Edgar la describe como una mujer tenaz y altamente eficiente: fue ella quien construyó el modelo según el cual se estructuró el programa y ha sido la directora y coordinadora del mismo desde un inicio, encargándose también de los cabildeos y las relaciones públicas. En una palabra, «ella es el corazón que hace palpitar a Riesgo Cruzado», enfatiza Romero, cuyo cargo dentro del programa es el de Coordinador de Formación.
Cabe señalar que, de 2011 a 2012 —previamente a la constitución formal de Riesgo Cruzado—, Edgar y sus aliados impartieron cursos individuales de seguridad, lo cual refleja la premura con la cual Romero procedió tras su «despertar» por los mareros.
Pero, como en todo emprendimiento nacional, la cuestión de los recursos no dejó —ni deja— de ser un tanto problemática…
Un apostolado que lucha por sostenerse
Edgar decidió comenzar la aventura con fondos propios, pero también acudió a quienes sabía que no le negarían ayuda: tenía una lista de amigos de Poveda, a quienes les escribió solicitándosela y ellos de su dinero comenzaron a enviársela. De modo que los dos primeros años fueron financiados con lo que generaba el modelo del café bar propiedad de Romero más el aporte de aquellos amigos.
«Crecimos, hasta que aparece una organización holandesa de periodistas (Free Press Unlimited), la que decide hablar con el gobierno de los Países Bajos: éste otorga un fondo, pero con la condición de que capacitáramos también a periodistas centroamericanos», manifiesta Edgar, aunque advierte que el gobierno holandés ya está por finalizar sus aportaciones, y el Programa Riesgo Cruzado necesita de todas las que estén al alcance…
…porque, más que en vender cursos, se enfoca en poner a disposición becas: su director recalca que este programa es «un proceso educativo, un apostolado». Por tanto, sabe que no se enriquecerá nunca de él, porque no lo creó para eso, sino para cubrir un vacío que debía llenarse.
Por otra parte, el programa fue acreditado mundialmente por ACOS Alliance (A Culture of Safety Alliance, por sus siglas en inglés). En ACOS Alliance participan medios de renombre internacional, como el New York Times, el Washington Post, etc.
«Hemos roto ese paradigma de que
sólo pueden surgir imposiciones de modelos desde fuera y no desde lo local». Edgar Romero
«Hoy en día, la “angustia” de otros es que surge un proyecto desde Centroamérica y que tenemos credibilidad. Hemos hecho las cosas, hasta ahorita, bien (…). Hemos roto ese paradigma de que sólo pueden surgir imposiciones de modelos desde fuera y no desde lo local», afirma Romero con merecido orgullo, aunque reconoce que fue después de cierto tiempo que lograron ese nivel de aceptación, pues les tocó ir rompiendo las barreras impuestas por varios prejuicios.
Volviendo a la cuestión de los fondos, siguen llegando aportes de amigos de Poveda a las arcas de Riesgo Cruzado, «pero ellos están envejeciendo y tienen también menos recursos», acota Romero. Así que, gracias al esfuerzo de varios compañeros que viven en el exterior, siguen adelante en la búsqueda de aportes económicos: «Creemos que otras puertas se abrirán, aunque quizá sean menos recursos. Creemos que, tarde o temprano, otras personas se irán sumando a la idea. Uno nunca debe de decir “no”», afirma Edgar.
Cursos de seguridad: ¿opción u obligación para el / la periodista?
«Una vez recibimos una carta de la Encargada de Recursos Humanos para América Latina de AFP, diciéndonos que querían que incluyéramos a su gente para recibir los cursos, lo cual fue muy satisfactorio. Pero el primero que encabezaba la lista era Yuri», recuerda Romero. Esto es, el mismo Yuri Cortez junto al cual soñaba en los noventas con crear un programa como el que ahora Edgar de hecho dirige y quien ya era todo un veterano. Entonces Romero le escribió a ella diciéndole que su amigo no lo necesitaba.
Pero la Encargada respondió que Cortez tenía que venir a hacerlo, porque a la agencia le interesaba que reforzara lo que él ya sabía y que viera adónde tenía algunos pequeños flancos, pues la aseguradora no les validaría el seguro de vida a los trabajadores de France Presse si no tomaban los cursos, relata Edgar. Y éste sostiene que aquí, tarde o temprano, pasará lo mismo: las aseguradoras les exigirán a los medios de prensa que sus empleados se capaciten en seguridad y presenten la acreditación correspondiente.
Cabe aclarar que las agencias noticiosas suelen financiar parcialmente los cursos que recibe su personal en este sentido; pero «lo que pasa es que cada día los recursos van más limitados (…), y tampoco alcanzan a cubrir a todo su staff: (…) sólo la plantilla de AFP es de 1,200 colegas», señala Romero, agregando que, en el caso de Riesgo Cruzado, las agencias noticiosas no ponen dinero porque aprovechan el fondo becario del que dispone el programa.
El curso de primeros auxilios capacita para aprender a resolver las pequeñas dificultades que pueden surgir mientras se logra conseguir ayuda.
Cada curso cuesta tres mil o cinco mil dólares por persona, según el caso. Entonces, cuando ya no hay cupo para becas, las agencias le dicen a su personal que pague el importe. «Pero, ¿y si el periodista no tiene ese dinero? (…) ¿La gente de aquí tendrá medios para pagarse una acreditación? (…)», se pregunta Edgar, y él mismo responde: «El periodista de Centroamérica, aún el mexicano, no tiene el dinero para pagarse un curso de éstos».
Incluso a los elementos reconocidos de las agencias les están restringiendo cada día más el apoyo para que reciban los cursos: Yuri, por ejemplo, tuvo que sacrificar parte sus vacaciones este año para venir, y también se paga su pasaje de ida y vuelta. En pocas palabras, las agencias noticiosas deberían costear el programa a todos sus empleados que así lo requieran cuando ya no hay más cupos para optar a becas… pero ése, por lo visto, es un «deber ser» que no puede ser.
«No existe el riesgo cero. Así que aquel periodista que dice que no está en riesgo o no está ejerciendo o no existe. La clave es cómo minimizar los riesgos». Edgar Romero
El múltiple riesgo de ser periodista se multiplica hoy aún más
«No existe el riesgo cero. Así que aquel periodista que dice que no está en riesgo o no está ejerciendo o no existe. La clave es cómo minimizar los riesgos», afirma categórico Romero.
Y es que, aunque hoy vivimos en una realidad más cambiante que nunca, los periodistas —para empezar— siempre estarán sujetos a las intimidaciones del tipo «o te callas o te mueres» o, a la inversa, «o dices esto o te mueres», ya sea ese morir literal o metafórico. Esto ha sido, es y seguirá siendo así porque en prensa se trabaja con uno de los tesoros más preciados por los poderes fácticos: la información.
Luego están los asaltos a la propiedad —como el que sufriera el mismo Edgar Romero en 2011 o algunas oficinas de prensa extranjera en los noventas—, generalmente para robar o destruir evidencias plasmadas en imágenes o grabaciones. Y, por último, están los obvios riesgos enfrentados durante las coberturas, en las cuales la gente de prensa puede sufrir ataques contra su integridad física y contra el equipo que lleva consigo.
Edgar cita dos casos sufridos por colegas que ingresaron al programa Riesgo Cruzado: en Guatemala, a un par de ellos —que aún no recibían los cursos— los rodearon los miembros de una banda y les robaron las máscaras antigás para salir entonces los delincuentes a protestar. Y a otro en Honduras —quien sí había entrado ya al programa— lo aprendido le sirvió en el estadio de San Pedro Sula para escapar de una fuerte trifulca que se armó de pronto, «porque las manchas bravas rodean al periodista y, si éste no tiene una herramienta mínima para abandonar el lugar, allí termina, destruido y robado», asevera Romero.
El surgimiento de las guerras híbridas, que combinan tácticas militares y no militares, hace necesario que los periodistas conozcan ambos tipos de tácticas.
«(…) Hay que entender que lo de los setentas y ochentas se acabó (…) —continúa explicando Edgar—: Centroamérica está entrando en las llamadas “guerras híbridas”, donde no sabemos quién es el enemigo y que son como el agua: se diluyen, se esparcen en todo, desaparecen y se reagrupan cuando ellas quieren (…)». Pone como ejemplos de los nuevos «combatientes» en este tipo de guerras a las estructuras paramilitares, al narcotráfico y la trata de personas, fenómenos «enquistados en gobiernos, en ejércitos y en donde menos nos imaginamos».
Pero allí no termina la cosa: «Ya los narcos tienen drones y están por tener robots. Entonces, ¿con qué nos vamos a enfrentar? ¿Cuál es el periodismo hoy?», se pregunta preocupado Romero. No obstante, comenta que un ex-comandante de la guerrilla que conoce sobre Riesgo Cruzado le dijo que el programa está muy bien diseñado y es muy pertinente, pues «éstos son los tiempos de prepararse, porque, cuando ya viene la cosa, es difícil hacerlo».
La verdad de esta afirmación se comprobó en Nicaragua. Edgar relata que fue muy difícil en 2017 convocar a los nicaragüenses: «(…) Casi rogándoles vinieron. Hasta Bala Plateada vino al curso ese año», acota Romero, refiriéndose al popular periodista Osvaldo Rivas, ahora perseguido por el régimen del presidente Daniel Ortega. Pero, luego de comenzar a recibir las clases, los nicas reconocieron que en su país jamás les enseñarían lo que les estaban enseñando aquí.
Cada clase que se imparte es diseñada por un especialista en la materia: en el programa hay médicos, enfermeras, sicólogos y demás profesionales ad hoc.
« La verdad, don Edgar, esto no me importa»: la actitud escéptica de alguna gente de prensa frente a la capacitación termina cuando los hechos la sacuden.
Volvieron entonces a su país y, en 2018, cuando ya era un caos allá, llaman a Edgar para notificarle que ellos, quienes habían recibido el curso, eran los que mejor se estaban defendiendo, menciona satisfecho Romero.
Sin embargo, señala él, hay otro factor que empeora el riesgo para la gente de prensa, aquí y en todo el mundo; factor especialmente notorio, no sólo en las presentes guerras híbridas, sino también en el nuevo contexto de censura galopante que avanza globalmente, y es éste: que «el respeto por el periodismo se terminó».
Capacitando a legos con un instructivo de élite
A partir del primer curso impartido en 2013, el Programa Riesgo Cruzado ha capacitado a más de mil periodistas. Edgar explica que, quien se inscribe, asiste en total a cuatro cursos en el lapso de cuatro años, uno por año, «porque hacer cambios de actitudes no se logra de la noche a la mañana». Además, ello les permite a los alumnos refrescar los conocimientos y las prácticas adquiridas.
«Los cursos se dan a la vez a hombres y mujeres porque en la calle convivimos juntos. Lo que tenemos que enseñar es el respeto», expresa Romero. Por otra parte, recalca que el proceso seguido en el programa, lógicamente, «va de lo simple a lo complejo, pues, si alguien no sabe cómo caer —es decir, pegando la barbilla al pecho para no desnucarse—, mucho menos sabrá cómo defenderse de un cuchillo».
Básicamente, lo que en Riesgo Cruzado se hace es «escuchar las diversas experiencias y desarrollar equipos con instructores, preguntándoles cómo resolver un problema. Esa resolución de problemas pasa por un modelo. Por ejemplo, nuestro equipo de sicólogas atendió anteriormente a víctimas de violencia contra la mujer: ellas conocen ese tipo de riesgos y de allí desarrollaron un modelo de atención psicológica», continúa explicando Edgar.
El enfoque de seguridad integral aplicado en el programa incluye recoger experiencias de colegas en el campo o tomar nota de errores que han cometido en materia de seguridad —valga la redundancia—, como es el caso de las bombas «cazabobos».
De modo que cada clase que se imparte dentro de cada curso es diseñada por un especialista en la materia: en el programa hay médicos, enfermeras, sicólogos y demás profesionales ad hoc. En cuanto al aspecto militar —con enfoque en defensa—, es ilustrativa la siguiente anécdota referida por Romero, quien comienza exponiendo que prácticamente la totalidad de las empresas que desarrollan este tipo de programas son propiedad de ex militares.
De los más de mil periodistas capacitados hasta el momento, 428 son colegas que se mantienen en contacto y que forman parte del modelo Familia Riesgo Cruzado.
Uno de los mayores peligros —y de las mayores glorias— de la labor periodística está en disparar el flash y captar los hechos en medio de crudos enfrentamientos.
Cierta vez, una organización internacional contrató a Riesgo Cruzado para ir a dar un curso en otro país: «Su asesor era un oficial estadounidense que había ido a Afganistán y matado a no sé cuántos afganos, ido a África y capturado a no sé cuántos leones: un superhéroe», relata Edgar.
Tal asesor le dijo de una vez a la persona encargada de atenderlos —en inglés— que él no hablaría con ellos, que se estaría allí solamente por deferencia, «porque, ¿quiénes éramos los salvadoreños para explicar sobre conflictos y manejo de armas?», acota Romero, quedando claro que la organización que los contratara no había contado con el aval del norteamericano para ello.
Edgar lo dejó hablar y a saber qué cara puso, que el oficial le preguntó si sabía inglés. Romero le dijo que para expresarse casi no, pero que lo entendía al escucharlo. Así que Edgar continuó hablando en español, manifestando a sus oyentes que, para elaborar el curso militar que en Riesgo Cruzado impartían, él buscó a quien fuera jefe de la escuela donde se entrenaba a la brigada Rafael Arce Zablah, una de las unidades élite de la guerrilla. Nada más y nada menos.
Como si eso fuera poco, el instructivo del curso fue revisado posteriormente por un ex jefe de las unidades del Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP y, finalmente, hasta por uno de los principales comandantes de la insurgencia. «Y eso se ha ido perfeccionando todavía más con el tiempo, pues han llegado otros instructores. De modo que la estructura del curso tiene una base científico-militar», comenta hoy Edgar.
Pero, volviendo a la plática que éste sostuvo con la gente de la organización arriba mencionada y ante el oficial gringo —quien supuestamente no entendía español—, Romero finalizó diciendo (dirigiéndose al norteamericano): «El curso lo ha hecho entonces la fuerza guerrillera que les botó sus helicópteros y que retuvo a cinco marines en el Hotel Sheraton. No sé si eso te es útil para entender, como referencia…». El gringo exclamó: «¡Ah! ¡Cómo es eso…!». Y Edgar le dijo: «¿Verdad que sí entendías? Sólo querías hacerte el del ojo pacho…».
Más que un equipo, una familia que trasciende fronteras
De los más de mil periodistas capacitados hasta el momento en Riesgo Cruzado, 428 están «activos», según se les llama dentro del programa: son colegas —nacionales y extranjeros— que se mantienen en contacto y que, por tanto, siempre pueden ser localizados por los encargados de dicho programa, aunque se cambien de lugar de habitación o trabajo. Y «en este caminar de estos 428, hemos creado el modelo Familia Riesgo Cruzado», manifiesta Romero.
Por ejemplo, «si sé que alguien va a México, por A o B razones, y algo le falta, le indico que le escriba a Yuri y sé que éste en algo le ayudará, porque sabe que quien va allí no es sólo uno que va», explica Edgar. También, durante la crisis en Nicaragua en 2018, «nuestras casas servían para refugio —en Guatemala, Honduras y acá— y estructuramos modelos de salida».
El exilio es lo peor que puede pasarle a una persona, y lo más seguro es que la persona no irá a ejercer de periodista (…).
Periodistas al acecho de la noticia sin importar los riesgos: en algunos países las aseguradoras ya exigen la acreditación en cursos de seguridad.
Uno de los logros del modelo Familia Riesgo Cruzado que más satisfacción causa a Romero es que consiguieron sacar a una periodista salvadoreña exiliada a Estados Unidos debido a que fue amenazada por una pandilla: «Fueron dos años para que el gobierno estadounidense le otorgara asilo por eso, porque se otorga asilo a personas amenazadas por los Estados y no por estructuras criminales. A ella se lo brindaron y hoy vive allá».
No obstante, Edgar aclara que «el exilio es lo peor que puede pasarle a una persona, y lo más seguro es que la persona asilada no irá a ejercer de periodista, contrariamente a lo que se cree. No: irá a ejercer de lo que salga».
Como se mencionó al principio, el programa Riesgo Cruzado nació con la intención de capacitar a periodistas salvadoreños para protegerse de los peligros que aquéllos suelen enfrentar localmente. Pero, debido a una condición que el gobierno de los Países Bajos puso a cambio de apoyar el programa, se incluyó a colegas centroamericanos. Sin embargo, el requerimiento de tal inclusión no fue mal recibido por Edgar, Enayda y sus asociados, sino al contrario, pues el espíritu de apostolado con que se inició el proyecto implica un afán generoso.
Y ese afán es captado —y replicado— por dichos colegas. Por ejemplo, «con la gente de Honduras hemos formado una camada interesante», expresa Romero: a raíz de enterarse de las dificultades económicas que el programa comenzó a enfrentar, «nos estaban diciendo que ayudarían al menos con comida, pues el curso no puede parar. Ya hay más personas que se están involucrando en la actividad».
De modo que «nosotros nos enfocábamos en Centroamérica, pero nos rebasó: la crisis de Chile en 2019 hizo que nos comenzaran a pedir apoyo y empezamos a recibir gente de allá», refiere satisfecho el ex fotoperiodista, quien agrega que han ido a Guayaquil y a Quito, en Ecuador, y también a México, y que allí «hay infinidad de gente que quiere participar. Pero nuestros recursos no alcanzan, pues no son baratos estos cursos».
Claro, no pueden serlo tampoco, dado que los inscritos en dicho programa aprenden nada menos que a salvar su vida y la de quienes con ellos están, respaldados por un equipo de primera línea y una familia que trasciende fronteras. Y, paradójica y tristemente, ese aprendizaje que les permite salvar vidas tuvo entre sus orígenes una trágica muerte: la del gran amigo de Edgar Romero y de muchos, Christian Poveda.
(Continuará)
* Escritora, periodista, pintora y dibujante. Autora del libro Raíces sumergidas, alas desplegadas (2014). Mención honorífica en el III Concurso Internacional de Microrrelatos Jorge Juan y Santacilia, con sede en Novelda, España (2016).
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