Entrevistas
Miguel Ángel habla en esta entrevista de los avatares de la producción radiofónica. | Foto: Luis Galdámez
«Miguel Ángel Chinchilla. Una manera de dejar un legado cultural»
Espacio Revista
Enero 10, 2025
La producción radiofónica no ha sido especialmente prolífica en El Salvador. Sin embargo, Miguel Ángel Chinchilla incursionó con fuerza en este terreno, dando el todo por el todo durante más de 35 años. Conoció a fondo la forma de producción análoga, antes de que existieran los medios digitales y, después, transitó a este último formato, que es el que existe en la actualidad.
Con 68 años, Chinchilla es escritor, editor y productor. Trabajó con muchas personas del medio, especialmente actores y productores. En 1983 produjo su primera radionovela, El Cristo Negro, basada en la que también fue la primera novela que publicó Salarrué, en 1926. Esta producción, comenta, se hizo con la colaboración del grupo de teatro Bululú.
Miguel Ángel trabajó en audiovisuales, documentales para televisión y dramas. Conoció todas las etapas de producción, pues escribe guiones y coordina todo el proceso. Algunas de sus producciones fueron divulgadas por Radio Nacional, Radio Femenina y posteriormente fueron difundidas de manera sistemática en Radio YSUCA, todas ellas basadas en obras literarias.
Actualmente la mayoría de sus producciones pueden encontrarse en la plataforma iVoox, en especial los que ha llamado «Clásicos de Chinchilla» (https://n9.cl/y05xzw) y «Clásicos de Chinchilla II» (https://n9.cl/eqaza7). Espacio Revista comparte con los lectores ocho cuentos en podcast de esta colección, los cuales presentaremos uno en cada edición: El jetón, de Arturo Ambrogi; La poza, de Napoleón Rodríguez Ruiz; Los hombres prefieren a las bandidas, de Sherry Argov; Vientos de octubre, de Ramón González Montalvo; Rosa Elena en enero, de Moravia Ochoa; Al negro le pagan por bailar, de Matilde Elena López; Maternidad, de Lety Elvir Lazo; y, Casa con televisión, de Ana María Rodas.
En esta entrevista, Miguel Ángel Chinchilla hace un breve recuento de su trabajo en el ámbito radiofónico salvadoreño, su recorrido profesional, sus producciones y proyectos hasta la actualidad.
Revista: ¿Cómo nacen los Clásicos de Chinchilla?
Pues, al inicio, hicimos una colección de cuentos clásicos, así le llamamos: «Clásicos, del cuento salvadoreño», que incluía autores como Francisco Gavidia, Salarrué, Claudia Lars. Hicimos también adaptaciones de Arturo Ambrogi, José María Peralta Lagos, e hicimos cuentos de otros clásicos más jóvenes como Alberto Rivas Bonilla. Me acuerdo, por ejemplo, de la novela de Francisco Gavidia El Encomendero, que es considerada la primera novela salvadoreña del siglo XX, el inicio de la literatura moderna en El Salvador.
Entonces, estas producciones se divulgaron, primero, en Radio Nacional; luego en Radio Femenina, porque los dueños de esta radio, la familia Monterrosa, son descendientes de Francisco Gavidia.
La última de las producciones que trabajé (en YSUCA, 2018) fue la novela de Roque Dalton Pobrecito poeta que era yo.
Posteriormente, cuando se funda la radio estación de la UCA, comienzo a colaborar con ellos y comenzamos a hacer otras producciones, siempre con el mismo tono, con la misma inquietud de hacer los clásicos de los cuentos salvadoreños. Hicimos a los mismos autores, Salarrué, Gavidia, Claudia Lars, Tepemechín, Alberto Rivas Bonilla, pero con otros cuentos, e incluimos otros autores, como Álvaro Menéndez Leal. Adaptamos también la novela de Manlio Argueta Un día en la vida, una experiencia muy bonita, porque la hicimos con gente que nunca había hecho radio.
Había un grupo de radio hablantes creado por Carlos Ayala, que era el director de la YSUCA en ese momento, y a esta gente solo les dimos un taller y así produjimos esa novela de Manlio.
Le pedimos a Manlio que calificara la producción del 1 al 10, y él le dio un 9. Para nosotros fue un honor esa calificación para un trabajo que se hizo de forma artesanal, porque en esa época tampoco la radio era digital, sino que era con cinta.
Hicimos cantidad de producciones, también en un estudio que tenía Eduardo Cuéllar, que se llamaba Unicornio. Ahí me acuerdo que hicimos un trabajo muy lindo sobre Salarrué, Nochebuena, nos quedó precioso el cuento. De los cuentos que yo he hecho para radio, es uno de los que más me gusta, el famoso Para vos no hay. Además, un plus en nuestra versión era el narrador, Edgardo Cuéllar, una voz privilegiada en la locución nacional.
Y así, hasta 2018, que concluí mis producciones en YSUCA, haciendo radio cuentos y radio novelas. La última de las producciones que trabajé fue la novela de Roque Dalton, Pobrecito poeta que era yo. Eran cinco capítulos, los cinco capítulos que tiene la novela original. Los hicimos y quedó muy buena la producción. Se difundió en la radio y ahora se encuentra también en la plataforma iVoox, para que la gente la pueda escuchar.
Hicimos una buena cantidad de producciones, inclusive producciones universales, como por ejemplo Cuentos de Bocaccio, eso fue en el estudio de Cuéllar. Me acuerdo que adaptamos El hortelano sordomudo, tomado de El Decamerón, con actores profesionales, ahí nos colaboró Colette Jacquinot, que en ese momento era la esposa del pintor Toño Bonilla. Ya en la UCA hicimos Romeo y Julieta de Shakespeare; hicimos también El Quijote de Cervantes, aquí nos colaboró el mago Fanci y su esposa, la cantante Lety García; hicimos también Conflictos en la fábrica, del premio Nobel Harold Pinter; hicimos un trabajo de Sherry Argov, que se titula en español ¿Por qué los hombres prefieren a las cabronas? Pero nosotros por obvias razones de autocensura le cambiamos y le pusimos como título Los hombres prefieren a las bandidas.
Clásicos de Chinchilla es una serie de producciones que hasta entonces nunca se habían realizado en el país, nunca se había hecho esa cantidad de producciones radiofónicas de autores salvadoreños, centroamericanos y universales. Hicimos un disco que lo patrocinó la Alcaldía de San Salvador en su momento, cuando era alcaldesa la doctora Violeta Menjívar, el disco se llama Grandes narradores de Centroamérica, un autor por cada país. De Guatemala, Chema López Baldizón; de Honduras, Arturo Martínez Galindo; de El Salvador, Arturo Ambrogi; de Nicaragua, Pablo Antonio Cuadra; de Costa Rica, Carlos Salazar Herrera y de Panamá, Rogelio Sinán. Posteriormente hicimos otro disco que se llamó Grandes narradoras de Centroamérica, una colección donde incluimos a escritoras como Ana María Rodas de Guatemala; Lety Elvir Lazo de Honduras; de El Salvador, Matilde Elena López; Irma Prego de Nicaragua; de Costa Rica, Magda Zavala; y de Panamá, Moravia Ochoa. Esas producciones también están en iVoox. Dichas producciones se realizaban en método análogo, convencional.
Entonces, Clásicos de Chinchilla nace en la UCA, porque así se llamaba mi programa, Clásicos de Chinchilla. Ahí en la UCA hicimos varias cosas: tuve un programa los domingos, que era para niños, con producciones de fábulas. Estoy hablando de Esopo, Samaniego, Iriarte, hasta los fabulistas salvadoreños como León Sigüenza, David Escobar Galindo, Francisco Reyes; también fábulas mías, algunas de ellas publicadas en el que fue mi primer libro editado, Fábulas de maís, maís así con ese. Aquel programita se llamaba en un principio Mundo Nomasito, como el libro de Salarrué, pero luego le cambiamos a Cuentos del tío Miguel, todos los domingos por la mañana; por cierto, en la producción y conducción de aquel espacio radiofónico me apoyaban mis hijos que estaban pequeños.
En la UCA trabajamos con puro voluntariado. Voluntariado muchas veces de actores profesionales que me ayudaron mucho.
Estas fábulas, asimismo, se encuentran en la plataforma iVoox, para la gente que quiera escucharlas, claro, son producciones, se podría decir artesanales, pero la idea era y sigue siendo el acercamiento de la literatura universal sobre todo con los niños, a través de un medio fácil, en el que no tengan que estar leyendo, sino escuchando.
Entonces, por ejemplo, en mi colección hay fábulas muy lindas como Las ranas que pedían rey, de Esopo, que se parece mucho a nuestra realidad actual; también La abeja haragana, de Horacio Quiroga. Así también hay fábulas de David Escobar Galindo; una fábula muy linda de José Roberto Cea, Chumbulum; y también de Augusto Monterroso, El zorro sabio, tomada de su libro La oveja negra.
Este periodo se trataba de un trabajo de producción, de dirección, de trabajar con los actores…
Claro. Por ejemplo, en la UCA, trabajamos mucho con el voluntariado. Voluntariado con actores profesionales que me ayudaron mucho. Recuerdo que hicimos una producción sobre un drama del costarricense Samuel Rovinski, titulado El martirio del pastor, que trata sobre el martirio de Monseñor Romero, y que en nuestra adaptación se llama simplemente «Monseñor». Ahí contamos con la participación de actores profesionales. También hice El asco, de Horacio Castellanos Moya, con actores profesionales, en esta me colaboraron Donald Paz Monge y Jorge Gámez.
Cuando hice Pobrecito poeta que era yo, actores profesionales como Edwin Pastore, Boris Barraza, Juan Salomón Paredes, Emely Pineda y Mauricio Yanes, me dijeron: «Para mí, aunque no me pagués, va a ser un honor trabajar en la novela de Roque»; así me lo dijo Mauricio Yanes. Imaginate, el libro de Roque originalmente tiene como 480 páginas, y en la elipsis radiofónica, tuve que reducir el libro a un guion de 80 páginas.
Primero es el trabajo de leer el libro una, dos y hasta tres veces, porque es una novela muy difícil. Es una novela vanguardista, polifónica, tiene un montón de personajes. Pero lo logramos con la colaboración, el voluntariado de estos amigos actores, como te digo, profesionales del teatro. En un primer momento CONCULTURA ofreció que nos apoyaría, en el sentido de sufragar recursos porque mi pretensión era pagarles a los actores, pero se frustró, porque al final se echaron para atrás. Por otro lado, los hijos de Roque querían cobrar derechos de autor, en un proyecto que era sin fines de lucro.
Entonces nos quedamos solamente con los guiones y con la radio. Pero y diay, les dije, si quieren démosle así nomás, y le dimos y lo hicimos. Horas y horas de estar encerrados en el antiguo estudio de grabación de YSUCA, grabando la radio novela con Michael Turcios que era el operador, y ya después la edición, musicalización y lo demás. Resultaron cinco capítulos de 40 minutos cada uno.
Y pues ahí está ese trabajo también en la plataforma iVoox, como testimonio y como una manera de dejar ese legado cultural para las nuevas generaciones. Lo mejor es leer la obra, obviamente. Incluso mucha gente malintencionada —que siempre la hay—, llegó a decirme que yo lo que pretendía era eludir el libro.
Popularmente estuvo, por ejemplo, Chucho El Roto, y producciones de José David Calderón con personajes del imaginario salvadoreño como El Partideño.
Y yo les decía, les digo: «Bueno, yo no quiero eludir el libro, yo lo que quiero es motivar a la gente a que lean el libro después de que oigan la producción», porque obviamente son dos lenguajes diferentes, el lenguaje escrito y el lenguaje auditivo.
Pero esa gente no lo entendía así. Sin embargo, algunos profesores de literatura sí lo entendían y ellos me decían que estaban muy satisfechos con mi apoyo radiofónico, porque a través de mis producciones, sus alumnos se habían motivado para leer la obra original.
El libro sigue siendo el instrumento de conocimiento por antonomasia. Es como preguntar, si entre la versión de Pedro Páramo para cine o el libro, ¿cuál es mejor?». Pues para mí las dos son mejores, porque la puesta en escena tiene otro carácter y otro lenguaje, y el libro, pues hay que leerlo, obviamente.
Siempre hay que contextualizar ese tiempo. Hubo una época de oro para la producción radiofónica de novelas. Cuando te metiste al rollo de la producción propia, ¿qué más había?
Bueno, a mí algo que me motivó desde mi infancia, para realizar estas producciones radiofónicas fue, por ejemplo, escuchar las producciones cubanas, las novelas que oía con mi abuela en la radio, El derecho de nacer, por ejemplo, que era con guiones cubanos y posteriormente las producciones salvadoreñas, las mexicanas también, obviamente.
Popularmente estuvo, por ejemplo, Chucho El Roto, y después las producciones nacionales de José David Calderón con personajes salvadoreños como El Partideño, sobre el que José David produjo una radionovela, estamos hablando de los años cincuenta. El Partideño estaba basado en una obra de Francisco Gavidia, Ursino.
Posteriormente José David Calderón escribió un libro sobre sus experiencias radiofónicas y en televisión, que se llama De vistas y oídas, yo lo leí y me motivé. Muchos años más tarde, en 2019, yo también publiqué un libro sobre mi quehacer radiofónico, titulado Memoria de mis clásicos, donde hago una relación de esas maravillosas experiencias en la radio.
Otro de los personajes que a mí me motivaron para hacer este tipo de producciones fue Albertico Fernández. Lo de Albertico venía por El derecho de nacer, que también se produjo aquí en El Salvador con talentos salvadoreños. Entonces él hacía el papel de Albertico y por eso le quedó Albertico Fernández. Yo tuve la oportunidad de conocerlo, de platicar con él, igual que con José David Calderón.
¿Había mujeres?
Había mujeres, claro. Entre ellas, Irma Elena Fuentes, claro. Pero en ese momento a mí no me interesaba tanto el hecho actoral, no tanto como la producción, quiero decir; cómo hacían con ese misterio de los efectos de sonido, la música, los guiones y todo eso, para mí era mágico.
Entonces esta gente salvadoreña me motivó mucho. Posteriormente, ya trabajando en publicidad, hice también producciones para televisión, que me gustaría seguirlas haciendo, pero ahorita no tengo el recurso, es decir, un estudio de grabación, o contar con un canal de YouTube. Aunque no lo descarto, porque uno nunca debe descartar nada hasta que se muere. Años más tarde trabajé como guionista de un programa que transmitía el Canal 12 que se titulaba La urbe.
Me puse a escribir mi primer drama en serio, que se titula Las abejas (…), y tuve la fortuna de ganar el premio único.
Trabajando en publicidad aprendí muchas cosas, sobre todo porque trabajé con personajes muy talentosos. Por ejemplo, Alejandro Coto, de Suchitoto. Alejandro fue mi jefe en una agencia de publicidad y con él aprendí muchas cosas, cómo hacer anuncios, porque en la publicidad hacíamos anuncios comerciales. Él me decía algo que después lo he oído repetir muchas veces a otros publicistas y entendidos en asuntos de comunicación masiva: «El mejor formato de la publicidad es el diálogo».
Entonces por eso es que, por ejemplo, en los anuncios como de Rinso, o de cualquier otro producto, siempre hay diálogos entre dos mujeres, entre dos personas, porque es un formato dramático y a la gente le interesa lo dramático. Entonces, a partir de ahí yo comienzo a captar todo eso, y después ya me atreví a escribir teatro propiamente. Además, leer a Shakespeare es esencial para aprender a dramatizar.
Bueno, otro de mis maestros —de los que puedo llamar maestros en un sentido muy cariñoso— fue Norman Douglas, actor y director de teatro, que un día me dijo: «Mirá, hagamos teatro». Y empezamos a trabajar, y yo, bueno, «démosle», pues, porque yo nunca digo que no a esas cosas. Pero en eso nos vino la guerra, luego el exilio de Norman y a partir de ahí, pues ya sabemos.
Entonces me puse a escribir mi primer drama en serio, que se llamaba Las abejas. Lo escribí y lo mandé a un concurso de teatro latinoamericano en Panamá y tuve la fortuna de ganar el premio único.
Entonces ya Norman vivía en Panamá, exiliado, y cuando nos encontramos me dijo: «Chucha, vos, ¿verdá que de algo te sirvió trabajar conmigo?». Estaba fregando y todo, pero realmente sí, de algo me sirvió trabajar con él y no solo con él, obviamente, también con Alejandro Coto, con el conocimiento de los escritores mayores como José Roberto Cea, haber conocido a David Escobar Galindo y a gente mayor, mucho mayor que yo. Pero como a mí me interesaba, yo me acercaba a ellos y ellos muy amablemente me daban consejos y me decían: «mirá, así y asá». Entonces, a partir de ahí yo comienzo mi trabajo literario en dramaturgia.
Después gané otros premios en teatro, en Guatemala, y aquí en El Salvador. Cuando la Universidad de El Salvador cumplió 150 años, en 1991, las autoridades convocaron a un certamen de dramaturgia, y yo participé. Entonces el premio mayor lo ganó Álvaro Menéndez Leal con una obra que se titula La bicicleta en la muralla China; el segundo lugar lo ganó José Roberto Cea con una obra sobre la masacre del río Sumpul; y el tercer lugar lo gané yo. ¡Imaginate, yo, a la par de dos grandes de la Generación Comprometida!
Entonces, ya entro a las grandes ligas a competir y a ponerme a la par de ellos, claro, en un pedestal menor, con una obra que se llamaba El montaje de las noches fúnebres, que está basada en la primera obra de teatro que se publica en El Salvador en 1827, que se llama precisamente Las noches fúnebres de Coajinicuilapa, que es una obra anónima escrita como crítica en contra de Manuel José Arce, porque Manuel José Arce había actuado como un traidor, porque había invadido a El Salvador desde Guatemala al frente del Ejército Federal, y entonces ese ejército, que él mismo había creado en años de la guerra contra México, lo derrota en Milingo, que hoy es Ciudad Delgado, y le causa como 500 bajas al Ejército Federal. Por aquel entonces Arce era el primer presidente de la Federación Centroamericana. Luego le dan golpe de Estado, lo condenan a muerte, pero Morazán le conmuta la pena por el destierro.
Luego de la derrota en Milingo, lo que quedaba del Ejército Federal regresa a Guatemala, y se detiene en un pueblo que hoy se llama Cuilapa, que queda como a 30 leguas de Ciudad Delgado, unos 150 kilómetros. Entonces ahí llega Arce a ese lugar a llorar la derrota que le ha infligido el Ejército salvadoreño. Eso cuenta la obra, que se publicó en un diario en 1827.
En radio YSUCA hicimos también una serie sobre el asesinato de los jesuitas, a través de un concurso con las radioescuchas.
El mito de Arce nace hasta en 1948, en tiempos del presidente Salvador Castaneda Castro. En ese año que se cumplía el centenario de su muerte, el gobierno militar coloca una placa que todavía creo está ahí en el centro de San Salvador, y ponen otra placa donde murió, en el barrio Candelaria, donde ahora hay unas piscinas municipales.
Entonces esa obra, Las noches fúnebres de Coajinicuilapa, yo la retomo y escribo mi drama, El montaje de las noches fúnebres, con la cual gané ese tercer lugar.
Y haciendo esa similitud entre la literatura y la producción radial, ¿te desarrollás más en este último formato?
Eso yo le agradezco a radio YSUCA.
Y también en la visión que tienen ellos como tal, porque en radios comerciales no les interesa ese tipo de producción.
Bueno, te quiero contar que, por ejemplo, en un momento, yo le ofrecí al circuito YSR, que era la emisora de las radionovelas en aquella época, el mismo proyecto produciendo radionovelas de autores salvadoreños. Presenté un proyecto, con presupuesto y todo, pero me dijeron que a ellos les resultaba más rentable comprar los enlatados mexicanos en lugar de pagar un elenco estable. Inclusive, tengo entendido que hasta José David Calderón llamó a los ejecutivos de la radio para decirles: «Miren, va a llegar Chinchilla a ofrecerles tal cosa». Entonces eso ya no se pudo hacer allí, pero lo hicimos en la radio de la UCA, con puro voluntariado.
Hicimos una serie sobre el asesinato de los jesuitas y obras como El asco, o como la novela de Roque Dalton, con la gente de la misma radio que apoyaban, es decir los locutores, incluso las secretarias, mis hijos también, incluso mi mujer, Roselena, que nos apoyó en la producción de un cuento de Rubén Darío, Mis primeros Versos. Hicimos también El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry.
Esta misión que ya cumpliste, que es dejar todo tu trabajo digital dentro de una plataforma, ¿es lo que has recopilado de toda esa época?
Para subir todo el material que está en iVoox hice una selección. Había producciones que realmente no valía la pena subirlas porque eran demasiado artesanales, precarias; entonces, no se subieron muchos de esos trabajos, pero la gran mayoría, que es aproximadamente un centenar, sí se subió.
Por ejemplo, en la UCA, cuando la beatificación de Monseñor Romero, no la canonización, sino la beatificación, hicimos un disco de poemas con textos escritos por diferentes poetas a la memoria de Monseñor Romero. Este trabajo de compilación no es un trabajo mío, sino de un compañero escritor, Alfonso Velis Tobar, que vive en Canadá. Él hizo la recopilación, el libro, yo lo apoyé, digamos, incluso con el título del libro, el libro se llama Sé que mi hora se acerca, que es el nombre de un poema que escribió San Óscar Arnulfo, porque Monseñor también escribía poesía.
Uno de los guiones que me quedaron pendientes, que no pudimos hacer en la UCA fue precisamente Pedro Páramo.
Velis hizo una compilación de más de 100 poemas escritos por diferentes autores, no solo nacionales, sino que también internacionales, hasta Julio Cortázar, por ejemplo, escribió sobre monseñor Romero, y ahí está en ese libro; José Sastre, bueno, el obispo Casaldáliga, y también los salvadoreños Roberto Armijo, José Roberto Cea, Matilde Elena López, Francisco Andrés Escobar, Rafael Rodríguez Díaz, Luis Melgar Brizuela, Silvia Ethel Matus, Joaquín Meza, yo, poetas salvadoreños reconocidos. Velis los compiló e incluso anduvimos gestionando con la UCA para que publicara el libro, pero el libro no se publicó porque, claro, la editorial exigía los derechos de autor, inclusive de escritores como Julio Cortázar que ya estaba muerto, pero había que conseguir el permiso de sus descendientes. El libro sigue ahí, inédito.
Entonces, retomamos una selección de esos poemas cuando la beatificación de Monseñor e hicimos un disco que se llama Poesía romeriana. Eso está también en iVoox y cualquiera que quiera escuchar los poemas, están ahí, en esta plataforma.
Yo estuve colaborando con la UCA alrededor de 15 años, e hicimos una cantidad de cosas que nunca se habían hecho en radio, por lo menos a nivel de literatura. Yo no digo que nunca se van a volver a hacer, pero hasta el momento nadie lo ha retomado. Hay que tener cierto carisma, cierto entusiasmo para querer hacer este tipo de producciones. Hay que tener cierta vocación radiofónica, y no solo radiofónica, sino que también actoral, para entrarle a este tipo de producciones. Entonces están ahí y para mí, modestamente, es un orgullo, porque yo me voy a morir y ahí van a quedar esas adaptaciones.
Para concluir con la reflexión, ¿cómo lo podrías decir en pocas líneas?
Muchos amigos me han dicho, como en broma, pero en serio, que de las mejores cosas que he hecho en mi vida como creador, como literato, son estas producciones radiofónicas, porque nadie las había hecho antes. Yo he escrito poesía, teatro, novela, cuento, fábula, ensayo y muchas cosas, que la gente no conoce ni quiere conocer o mucha gente las critica o han dicho: No, no, no le hagan a Chinchilla, no sirve, e igual pueden decir con las producciones radiofónicas, pero realmente es un legado de apoyo, sobre todo en los niveles educativos, porque de eso sí me vanaglorio, de que he colaborado mucho con el sistema educativo. Porque aquí el libro es precario, comprar un libro, por ejemplo, pedirles a los cipotes que lean El Quijote, si a veces ni los profesores lo han leído, ¿cómo van a leer el Quijote, si el Quijote tiene como mil páginas…?
Entonces, son esas cosas que uno va aprendiendo y va entendiendo. Por ejemplo, el Quijote que yo hice en radio era un Quijote donde seleccioné las locuras más locas del libro. Desde los molinos de viento hasta la isla Barataria. Al final, obviamente termina con la muerte de Alonso Quijano, que vuelve a su raciocinio y dice: Sí, yo me hice loco de tanto leer novelas de caballería. El que lo quiera leer, excelente, que lo lea, porque para mí es lo mejor, leer el libro, pero el que no pueda leerlo, puede ver El Quijote sin mancha de Cantinflas o escuchar El Quijote que yo produje, en dos capítulos muy largos sobre la obra de Cervantes.
Entonces, de alguna manera es apoyo, y los profesores así lo han reconocido porque con esas producciones yo no pretendo sustituir al libro, vuelvo a repetir, sino que quiero apoyar más bien la lectura. Fíjate que uno de los guiones que me quedaron pendientes que no pudimos hacer en la UCA fue precisamente Pedro Páramo. Pero ya no se pudo y ahí quedó el guion nada más, en mis cajones debo tenerlo, ya no lo pudimos realizar, porque concluyó el proyecto.
Las producciones paralelas a las obras originales son un apoyo a la literatura. Por ejemplo, hace unos días hablaba con mi hija Lucrecia, quien es arquitecta y pintora, sobre Cien años de soledad, de García Márquez, antes de la emisión de la serie en Netflix. Ella me decía que le daban ganas de volver a leer la novela, y yo le decía «dale, hija, dale», porque así tendrás un mejor acercamiento entre la producción cinematográfica y la obra original.
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