Memoria

El «Tigre» Salazar hoy: amante del peligro, se inspiró para entrar al oficio en un intrépido camarógrafo que grabó la guerra de Vietnam. | Foto: Luis Galdámez
El conflicto armado enfocado por fotoperiodistas veteranos
Un «Tigre» profundamente humano
Texto: Raquel Kanorroel*
Fotografías: Luis Galdámez y cortesía de Héctor Salazar
Febrero 7, 2025
«¡Tigre, tigre, tenga cuidado: de aquel lado están los muchachos y de éste el ejército!». Así advertía durante el conflicto armado a sus colegas de la prensa el alto y atlético camarógrafo, al punto que después todos lo identificaban por «Tigre» y muy pocos sabían su nombre: Augusto Héctor Salazar, ahora de 72 años, quién entró a trabajar en Canal 4 en el área de Producción Comercial y Entretenimiento en 1975. En 1984 fue uno de los periodistas fundadores de Canal 12, pasando posteriormente a formar parte de El Noticiero de Canal 6.
De modo que ejerció la profesión por 49 años, ya que el 20 de diciembre de 2024 terminó su carrera. De origen humilde, no cursó estudios universitarios y laboró sólo para medios locales; sin embargo, varias de sus imágenes dieron la vuelta al mundo y él mismo también, pues viajó por varios países de América, Europa y Asia: fue camarógrafo para Roxana Lemus —con quien viajó mucho a Nicaragua— y acompañó en varias ocasiones al extranjero a Julio Rank, director ejecutivo de El Noticiero, y Moisés Urbina, popular presentador del mismo programa.
Grabó las protestas de las organizaciones populares durante la segunda mitad de los setentas, a la Junta Revolucionaria de Gobierno en 1979 y de allí en adelante todas las tomas presidenciales hasta la del actual mandatario, incluyendo, claro está, la guerra civil completa hasta los Acuerdos de Paz. En síntesis, todo un veterano.
Hoy día, este «Tigre» de la prensa, acostado apaciblemente en su hamaca y con su perico al hombro, confiesa que «quisiera seguir ejerciendo, porque me siento joven de espíritu y de salud me siento bien. Sin embargo, ahora que la empresa cesó a todos los pensionados, estoy en casa, satisfecho de haber contribuido en contar nuestra historia, en llevar información a la población».
Porque Salazar sostiene que un camarógrafo es «el ojo» de dicha población, y su ojo atigrado captó el horror, el dolor, el hambre y la prepotencia que pulularon en la guerra como serpientes, las cuales —como siempre, aquí y en todas partes— atacan principalmente a los descalzos…
Cerca de la Plaza Libertad, miles partidarios de la UNO se habían reunido para denunciar el fraude en las elecciones.

Efectivos de la Policía Nacional vigilan el Instituto Salvadoreño del Seguro Social, ISSS (julio de 1987), tras un choque entre sindicalistas y agentes en el que resultaron heridas 22 personas. | Foto: Luis Galdámez.
Su primera toma: ¿«Insurgentes» que no sabían que lo eran?
«¡Vámonos, que percibo que esto se pondrá grave!», le dijo un joven Héctor a su amigo en la Plaza Libertad, a tempranas horas del 28 de febrero de 1977, al ver camiones de la Guardia, la Policía de Hacienda, la Policía Nacional y del Ejército arribar a las calles aledañas a dicha plaza, donde miles de activistas y partidarios de la Unión Nacional Opositora, UNO, se habían reunido para denunciar el fraude en las elecciones presidenciales de hacía una semana.
«No habíamos caminado ni dos cuadras cuando fue el despije que se dio allí», relata Salazar, quien agrega que, desde hacía ya algunos años, «todo el mundo comentaba que era muy probable un levantamiento popular por todas las injusticias que había». Sin embargo, para el status quo los levantamientos de los sectores empobrecidos nunca son a causa de ninguna injusticia, sino puras «ganas de molestar» o pura «delincuencia», como el «Tigre» lo atestiguaría en la que sería su primera toma como camarógrafo fuera de los estudios, siempre para Canal 4.
El Gobierno de El Salvador (GOES) anunció la captura de unos «insurgentes» en La Unión, de modo que los trasladan a él, al sonidista Jorge Choto y a los directores del canal al Golfo de Fonseca, en un avión con todo el equipo para transmitir en vivo: los capturados eran más de 20 sujetos, 2 mujeres y el resto hombres, a los que los militares —varios coroneles y capitanes, además del Ministro de Defensa— presentaron pomposamente como «traidores a la Patria» …
… pero Héctor asegura que eran todos «campesinos, de sectores humildes: no se les miraba otra facha. Hasta sorprendidos los miraba yo. Después se los trajeron para San Salvador. Fue quizá el primer enlace que hizo el canal como noticia, aunque tal vez pagado por el gobierno, porque nunca se había hecho semejante cosa».
¿Mujeres «peligrosas» paridoras de «guerrinches»?
A mediados de los 80, el «Tigre» se disponía a filmar una de las escenas más horrorosas de su carrera cuando sintió un fuerte jalón que arrastró su cámara hacia atrás: Nelson Rivas, su sonidista en esa ocasión, se desmayó cuando vio el estado en que se encontraban los cuerpos de dos mujeres que ellos acudieron a grabar al Cementerio Los Ilustres, luego de recibir el aviso de la Cruz Roja. El único dato proporcionado por el cuerpo de socorro fue que los habían encontrado en San Marcos.
«No sé por qué, pero no conocimos el lugar donde los encontraron (…) Entiendo que los llevaban para enterrarlos en algún lugar por ser desconocidos en ese momento, o que ya los había chequeado Medicina Legal, para que los hayan movido», comenta Salazar.
Ambas tenían cortada la cara con Gillette, «no con corvo ni cuchillo, porque era más fina la abertura, pero profunda. En todo el rostro tenían cortaduras, y los pechos se los habían cercenado», acota él. Mostraban también señales de tortura, pues les habían infligido heridas profundas en los brazos, aunque sin terminar de despegárselos, según recuerda aún horrorizado Héctor, quien no creía que pudiera haber tanta crueldad en el ser humano. Lloró en silencio mientras filmaba, luego de quitarle el equipo al desmayado Nelson, a quien los socorristas llevaron a la sombra para reanimarlo.
Un sindicalista con una mechuda se saltó la barda, le pegó a un agente en la cabeza con ella y lo acostó en el acto.
Otra muestra de la saña contra las mujeres pobres —esas féminas que muy probablemente darían a luz a más «traidores a la patria»— apareció por el Hospital de Especialidades del Seguro Social: el cadáver de una mujer embarazada a quien le habían extraído al bebé, para luego decapitarla y meterle la cabeza en el vientre, crudo símbolo de la negación de la vida en aras de perpetuar el sistema. También el «Tigre» lo grabó, con el corazón trepidante y lágrimas en los ojos.
La labor periodística «quizá te vuelve insensible, pero no del todo; porque, cuando piensas en la tristeza de la familia a la que le quitaron un ser querido y las condiciones en las que éste se encontró…», comenta Salazar, sugiriendo con su silencio que tal tristeza es inenarrable.
Ni cuenta se dio de que estaba muriendo…
Al igual que todos los colegas que desempeñan su labor en el campo en situaciones de catástrofes o conflictos, Héctor enfrentó en incontables ocasiones situaciones peligrosas cercanas a mortales. Pero hubo una en la que la Parca lo acarició intensamente con sus fríos y huesudos dedos: en abril de 1987, se dio una marcha que, al inicio, ninguno de los otros medios llegó a cubrir, sino sólo el equipo de El Noticiero de Canal 6, compuesto por Joel Burgos como presentador, él como cámara y Ricardo Umaña como sonidista.
La marcha salió desde el Hospital 1.º de Mayo, conformada por sindicalistas y médicos que los apoyaban y que, por eso mismo, dejaron de atender consultas. Tomaron la 25 Avenida y después la Alameda Juan Pablo II hasta llegar a lo que hoy es la Torre del Instituto del Seguro Social, ISSS, en aquella fecha aún en construcción. De modo que, por entonces, sólo había allí oficinas administrativas, y «eso hacía que la zona fuera indefensa, pues no había nada que detuviera el paso de la gente hacia adentro», comenta el «Tigre». Los sindicalistas llegaron entonces a ponerse al lado de los policías —o «cardamomos»— que las cuidaban y que no eran muchos. A Salazar le extrañó no ver a los de la Unidad del Mantenimiento del Orden, UMO, así que se colocó aparte e hizo varias imágenes.

El «Tigre» Salazar con el sonidista Ricardo Umaña durante una cobertura: ninguno imaginó que, en 1987 los de la noticia serían ellos. | Foto: Cortesía Héctor Salazar
Las cosas se calentaron cuando los manifestantes les gritaron a los policías. Uno de los oficiales ordenó que nadie se fuera a saltar un murito que entonces existía allí, «porque, si no, la cosa se complicaría». En respuesta, un sindicalista con una mechuda (palo con clavos pequeños en uno de los extremos) se saltó la barda, le pegó a un agente en la cabeza con ella y lo acostó en el acto.
Entonces los demás policías también acostaron al sindicalista, tirándolo al suelo y agarrándolo a patadas y culatazos. Héctor se tiró al piso para captar la imagen porque los agentes tenían al hombre rodeado, y «sólo miro que los ojos del sindicalista estaban trabados. Mujeres y hombres gritaban que lo dejaran. La cosa se puso tan caliente, que giré la cámara para ver a los demás policías y uno está acurrucado, en cuclillas casi, y algo nervioso: ése dispara».
A Ricardo Umaña lo habían herido en la pierna y
en el brazo, cayó al suelo y le dijo a Héctor: “¡Tigre, no me vaya a dejar, por favor!”…».
La bala cayó en el techo de cemento donde construían el parqueo: al instante, el «Tigre» sintió un impacto en el estómago que lo ladeó y lo dejó con una sensación caliente en el cuerpo.
Seguidamente, Ricardo Umaña gritó: le habían pegado en la pierna y, mientras un montón de sangre salía por la herida, otra bala le dio en el brazo. «Entonces él cae y se descompone: empalideció rápidamente y me agarró el pantalón por debajo del zapato, diciendo: “¡Tigre, no me vaya a dejar, por favor!”…». Salazar lo agarró por el cuello de la camisa y la dobló toda para poderlo jalar, mientras le asegura que lo sacaría de allí.
Comienza a arrastrarlo, pero Ricardo era un tipo grande, lo cual, sumado al peso de la cámara y el equipo de grabación, no le permitió a Héctor llevarlo muy lejos. Jorge Sepúlveda, de Canal 12, ya había llegado y estaba pegado a una pared, grabándolo mientras intentaba sacar a Umaña. Luego Jorge le grita preguntándole si ambos estaban heridos y el «Tigre» responde que sí. En eso, unos sindicalistas se acercaron para ayudar y sacan casi chineado al sonidista.
Entonces llegó Mauricio Funes y le preguntó que qué pasaba. Salazar le dijo que hirieron a Ricardo, y quien años después sería presidente de la República le señaló el vientre, diciéndole que él también estaba herido. «Pero éste se mira descompuesto», respondió Héctor, restando importancia a su propia lesión y llevándose consigo todo el equipo «al deschongue, a seguir grabando». Funes trasladó a Ricardo al ISSS; pero, por orden de Rank, lo pasaron al Hospital de Diagnóstico.
Había ya «una disparazón loca» en la zona, recuerda el «Tigre»: varios policías y algunos sindicalistas salieron heridos. Salazar les preguntó a cerca de cinco agentes que por qué no habían pedido ayuda a la UMO. No le respondieron, pues sólo querían salir de aquel caos a que los curaran. Él se dispuso a seguir con su indagación y a grabar lo más que pudiera…
…pero ya no aguantaba. «Cuando sentí que me faltaba el aire, me recosté sobre el muro con el equipo y llegó Edwin Pérez, hoy de UNIVISIÓN, quien me pregunta asustado que qué pasaba, y yo le digo: “Estoy herido, tomá el equipo”, y le pregunto si hay alguna ambulancia afuera». Pérez contesta que sí, así que Héctor camina hasta dicha ambulancia y se mete de una vez en ella.
Se desabrochó el pantalón para dejar al descubierto la herida, cuando una sanitaria entra al vehículo y, asustada, le ordena que no se fuera a tocar la lesión. Al igual que a su compañero, lo llevan por orden de don Julio al Hospital de Diagnóstico. A todo esto, el ahora ex camarógrafo señala que prácticamente no vio a Joel Burgos durante todo el evento.
Camino a la sala de operaciones, Salazar vio a sus colegas tomándole fotos y animándole: «¡Tigre, vas a salir bien!».

Dos de los heridos durante el disturbio iniciado por la agresión de un sindicalista del ISSS contra un agente policial: la Policía pretendió disolver la protesta mediante disparos. | Foto: Luis Galdámez
El Dr. Paz, quien había atendido ya a Ricardo, al ver el estado de el «Tigre», diagnosticó: «Este muchacho viene más grave que el otro… ¡Preparen inmediatamente la sala!». Y es que la bala que le entró al costado izquierdo se había alojado al lado derecho del estómago… perforando en el trayecto sus intestinos en cinco partes.
Quedaba claro que el seudónimo de aquel camarógrafo describía su condición física perfectamente, pues sólo alguien con su complexión pudo haber permanecido en pie con una herida interna así por tanto tiempo. Pero, por sobre el valor y la resistencia mostradas, estaba el hecho de haber concentrado su atención y cuidado en su compañero y no en él mismo.
Camino a la sala de operaciones, Salazar vio a sus colegas tomándole fotos y animándole: «¡Tigre, vas a salir bien!». Pasó tres meses incapacitado, aunque en el hospital permaneció una semana. Y aquel hombre, cuyas niñez y adolescencia transcurrieron entre champas en la colonia Guatemala, fue visitado en su lecho de convaleciente, al igual que Ricardo, por el entonces monseñor Rosa Chávez, el vicepresidente Castillo Claramount y el Ministro de Defensa Vides Casanova, entre otras personalidades de la época en el país.
Llegaron después a su casa las autoridades para que diera testimonio, ya fuera contra los sindicalistas o la policía. No quiso, pues dijo que «al policía lo obligaron a disparar para arriba —se notaba que estaba nervioso— para ver si se calmaba la situación», objetivo que claramente no logró.
El parsimonioso comandante y el «Chelito» afligido
El sábado 11 de noviembre de 1989 estalló el violento preludio de la paz en El Salvador: la Ofensiva hasta el Tope. El lunes 13 a las 11:00 a.m., relata Héctor que ya había ingresado con el sonidista Alonso Oviedo a la Colonia Escalón por el lado del Cantón El Carmen, donde giró a la derecha para encontrarse con los izquierdistas, quienes, al ver que se trataba de la Prensa, les indicaron que pasaran rápido a la zona, completamente tomada por los rebeldes.
Entraron a la casa de «unos chinitos», desde donde divisaron a un insurgente con un misil LOW. Ambos bajaron entonces y el «Tigre» se colocó detrás del tipo, quien le dijo que se quitara porque «esto dispara fuego hacia atrás». En el exacto momento que Héctor gira para quitarse, el guerrillero dispara el misil y le da a una tanqueta del ejército donde venían cinco soldados. Quedó destrozada.
Salazar corrió con su compañero a la tanqueta humeante, con tres cuerpos también humeantes a un lado. Al cuerpo del soldado que iba con una M60 arriba del artefacto lo bajaron los «muchachos» para quitarle el arma. Uno de ellos, con los ojos saltones y eufórico, se acercó a la cámara y gritó: «¡La Victoria es nuestra!… ¡Viva la Patria libre!» … «Le dije que no se acercara mucho, porque me golpearía la cámara, pero él no entendía. Por eso pensé, por la forma cómo se expresaba, que andaba drogado», comenta Héctor, quien le hizo varias imágenes al joven hasta que éste se fue.
Cuando salían los de El Noticiero, les dispararon
a los lados del vehículo: no supieron quiénes tiraban, pero ellos gritaron: «¡Prensa!».

Héctor cubre un evento de Alianza Republicana Nacionalista, ARENA, en los 90: el «Tigre» también cubrió la campaña de Roberto D’Aubuisson en 1980. | Foto: Cortesía Héctor Salazar
Después grabó a los soldados muertos al lado de la tanqueta, a quienes los insurgentes les empezaban a quitar las botas para llevárselas. Héctor sabía que estaban cerca de la casa de Julio Rank, así que gira hacia esa dirección, «cuando veo que venía saliendo la señora con los niños, la traían unos guerrilleros. Uno de ellos dijo luego que llevaran a los niños de regreso a la casa».
Ella dio su nombre a uno que le preguntó quién era, mientras se le quedó viendo al «Tigre», pues ambos se conocían. Salazar no dijo nada tampoco, sólo la siguió con la cámara hasta que llegaron «a la casa de Charlaix, que fue el Secretario Privado de Tony Saca (que llegó a ser presidente de la República). Y, cuando llego, voy viendo que se la entregan a Dagoberto Gutiérrez (…)». El entonces comandante del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, FMLN —también conocido como «Comandante Logan»—, volvió a preguntar a la señora quién era, y ella respondió que la esposa de Julio Rank.
Dagoberto volteó a ver a Salazar y le dijo: «Tú vienes grabándome: eres el cámara de El Noticiero… Llamá al «Chelito» y dile que le tengo a su señora, que se la voy a entregar hasta que me venga a entrevistar y que ese material que grabe se lo entregue a toda la Prensa Internacional.
Y no lo vayas a cortar, lo das así. Lo quiero ver en la transmisión de la noche».

En 1988, la cúpula de la Fuerza Armada dio una conferencia en Perquín. El helicóptero en el que se transportaban el «Tigre» y otros colegas fue atacado. | Foto: Cortesía Héctor Salazar
Por su radio MOTOROLA llamó Héctor a Rank para informarle lo sucedido e inmediatamente fueron a traerlo, a él y a dos acompañantes más: Alex Amaya, el productor, y Gladys Rivera. Entrevistaron a Gutiérrez por 30 minutos, equivalentes a dos casetes de grabación. Dagoberto le reiteró a Rank lo mismo que le dijera momentos antes al camarógrafo y ordenó: «Vaya, denle la señora al “Chele”».
Cuando salían los de El Noticiero, les dispararon a los lados del vehículo: no supieron quiénes tiraban, pero ellos gritaron: «¡Prensa!». Recogieron a los hijos del matrimonio Rank y a la salida encontraron al ejército, que les disparó y los paró. Al preguntarles que qué hacían allí, «don Julio intervino y explicó que habían capturado a su esposa y luego entregado». El teniente respondió con sequedad: «Ah, Ok. Fuera de aquí, pues». Y salieron, asustados pero ilesos, del incidente.
Rank le entregó varias copias del material completo a cada uno de sus contactos internacionales, aunque «lo que se transmitió aquí localmente sí tuvo ciertos cortes, pero no hubo ninguna afectación por haberlo hecho (…). Creo que eso lo entendió el jefe guerrillero», acota Salazar.
Lágrimas de «Tigre»
Lo que ni él ni nadie a quien le corra sangre caliente por las venas entenderá jamás es el abandono de los hijos por parte de sus padres: de todas las experiencias vividas como camarógrafo antes, durante y después del conflicto civil, hay una que aún impacta a Héctor como el primer día al recordarla, una que le duele a la vez que le indigna, como un eterno clavo caliente en su memoria.
Fue cierta vez con Guillermo Pérez, su sonidista en ese entonces, a realizar un reportaje a Ciudad Arce, en base a las denuncias de los vecinos respecto a una familia, en la que ambos abuelos sostenían precariamente a los dos pequeños hijos —una niña y un niño— de una pareja perdida en las drogas y el alcohol.
La pequeña relató su drama a Héctor, y mientras él la grababa, le expresó que necesitaba del cariño de sus papás.

Salazar, abajo, camisa azul, en la cima del Cerro Guazapa cubre la conferencia en la que el general Adolfo Blandón (mediados de los 80), afirma que dicha elevación está «limpia» de guerrilleros. | Foto: Cortesía Héctor Salazar
Los infantes tenían edades similares, «pero la niña era más despierta para hablar», señala el «Tigre», quien para entonces ya tenía dos hijos, también niña y niño, no pudiendo evitar verlos a ambos reflejados en aquel par de criaturas desvalidas e imaginando lo que sentiría al verlos en aquella misma situación…
La pequeña, quien se sentó con Salazar a relatarle su drama mientras él la grababa, expresó abiertamente en determinado momento que necesitaba del cariño de sus papás. Por momentos intervenía el niño, diciendo que quería ver a sus padres, que le hacían falta: «Eso me conmovió, me movió tanto, que… me puse a llorar». Y llora de nuevo ahora.
Después de escuchar un rosario de tristes episodios, la niña le dijo: «Tengo hambre». Esto es, mencionó la necesidad de su estómago sólo hasta después de mencionar la de su corazón. Héctor los llevó entonces a una tienda donde compraron galletas, churros, sodas, jugos… porque comida propiamente dicha no vendían allí. Los niños se miraban felices después de comer, y ella manifestó cómo le había hecho falta tomar una Coca.
Como reza el dicho, Barriga llena, corazón contento. Pero el «Tigre» sabía que la tremenda repercusión que aquel abandono estaba provocando en las delicadas emociones de aquellos infantes no sería paliada ni con churros ni galletas ni Cocas y ni siquiera con comida «propiamente dicha» … Cuenta él que Guillermo se acercaba a cada momento y le tocaba el hombro, «porque yo no dejaba de llorar».
Buscaron a los padres y no los encontraron. Es decir, hallaron sólo dos cuerpos que respiraban, saturados de sustancias alienantes y echados en una acera, sobrevolados por moscas y quién sabe qué visiones ilusorias, mientras se hundían en un abismo muy real.
El alto y atlético camarógrafo se marchó junto a su sonidista para continuar siendo uno de los «ojos» de la población salvadoreña, quizás ignorante de lo que alguna vez dijera el Reverendo Johnnie Barnes: «Un hombre nunca está tan alto como cuando se inclina a ayudar a un niño».

El político de centroizquierda Rubén Zamora, llega a El Salvador después del exilio: atrás, Salazar junto al sonidista Umaña y, a la izquierda, el periodista Salvador Castellanos. | Foto: Iván Montecinos
* Escritora, periodista, pintora y dibujante. Autora del libro Raíces sumergidas, alas desplegadas (2014). Mención honorífica en el III Concurso Internacional de Microrrelatos Jorge Juan y Santacilia, con sede en Novelda, España (2016).
Más Memorias
-
Un «Tigre» profundamente humano
«¡Tigre, tigre, tenga cuidado: de aquel lado están los muchachos y de éste el ejército!». Así advertía durante el conflicto armado a sus colegas de…
-
Lunes 24 de marzo: mañana en la playa y misa en la tarde
Miguel Ángel Chinchilla reúne en su obra, Recogiendo cadáveres, fragmentos de las vidas de monseñor Óscar Arnulfo Romero y Roberto D’Aubuisson. Organizado en cuatro capítulos,…
-
Luchando por salvar vidas en medio de una orgía de muerte
Como al mes de ocurrido el operativo Guazapa 10 en marzo de 1983, los Escamilla Acosta —junto con muchas familias que formaban parte del movimiento…
EN ESTA EDICIÓN
-
Idealismo setentero, solidaridad ochentera y paz noventera
Cuando el 22 de mayo de 1984 las instalaciones de la Universidad de El Salvador, UES, son devueltas por el gobierno luego de estar tomadas…
-
La ofensiva reaccionaria de Donald Trump
El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos ha desatado una ofensiva reaccionaria a escala global, en la que convergen ideas libertarias…
-
«Línea disidente»: una ruptura de concepto y formato
El 17 de enero se inauguró en la Sala Nacional de Exposiciones Salarrué la exhibición del colectivo i:Taller Expo Gráfica Línea Disidente, en la…
-
Hombres prefieren las bandidas
En este episodio adaptamos el cuento “Los hombres prefieren a las bandidas”. Basada en una obra norteamericana. María es una joven con vestimenta descuidada, que…
-
Identificando mi salud mental, la depresión
¿Alguna vez has estado en una actividad, fiesta o evento lleno de personas y te has sentido completamente solo o sola? ¿Tienes sentimientos de culpa…