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Opinión

«Nada me importa tanto como la vida humana»: San Romero

Texto: Espacio Revista
Fotografías: Luis Galdámez

Abril 4, 2025

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Con una marcha en la que participaron la ciudadanía, organizaciones sociales y comunidades de las iglesias de nuestro país, el lunes 24 de marzo se conmemoró el 45 aniversario del asesinato de monseñor Óscar Romero (1980). Los manifestantes portaban carteles y mantas en contra de la minería metálica.

Desde hace varias décadas, monseñor Romero ha sido acogido como «San Romero de América» en El Salvador y el mundo, y fue canonizado oficialmente por la iglesia católica en octubre de 2018. Las mayorías en El Salvador guardamos un amoroso respeto hacia monseñor.

El arzobispo Romero y la iglesia católica se convirtieron en un verdadero «estorbo» —como solía decir en sus homilías—, para los poderosos del país, por denunciar la situación de injusticia en que ha vivido la población por siglos, y que continúa perpetuándose.

«Donde se trata de predicar un Evangelio que reclama un reino de Dios más justo, ya en esta tierra entre los hombres cristianos, allí surgen los conflictos, como acaba de suceder con el sacerdote asesinado en Guatemala por querer evitar que se lleven el agua de su pueblo para ir a surtir a la capital [se refiere al padre Hermógenes López, asesinado el 30 de junio de 1978]. Donde quiera que haya un esfuerzo por defender al pobre y promover al pueblo, que deje de ser masa y se convierta en conciencia crítica, allí estorba la iglesia», decía el arzobispo en su homilía del domingo 9 de julio de 1978.

Como puede verse, ya en ese tiempo (hace casi 50 años) había conflicto por el agua, en este caso específico, en Guatemala: quitaban el agua a la población rural para enviarla a la ciudad. La crisis por el agua continúa vigente y es motivo de preocupación para las comunidades rurales, pero no debería serlo sólo para ellas, como se verá a continuación. 

El padre Santos Neftalí Ruiz y otros sacerdotes marchan junto a feligreses en la conmemoración del 45 aniversario del martirio de monseñor Óscar Romero.

Crisis hídrica en un país sobrepoblado

En  2025, la iglesia católica ha vuelto a marchar con la población, esta vez en contra de la reactivación de la minería metálica, la cual había sido prohibida por ley en marzo de 2017 pero, el 23 de diciembre de 2024, un día antes de las celebraciones de Navidad, fue aprobada una nueva ley que dejó sin efecto la prohibición y avaló la explotación minera.

En un país de 21,041 km2, con una densidad de población de 303 habitantes por kilómetro cuadrado (como referencia, Estados Unidos tiene 35 habitantes por kilómetro cuadrado; Nicaragua 56; Honduras, 87 y Guatemala 162), la reactivación de la minería metálica pone en peligro la totalidad del escaso territorio y de la población que en él habita.


Las aguas de los ríos se encuentran en crisis por las aguas residuales, la deforestación y por los proyectos urbanísticos.


El Salvador cuenta con un único río que atraviesa todo el país: el río Lempa, que corre por la zona norte para luego descender hacia el océano pacífico pasando por San Vicente y Usulután. Varios ríos menores desembocan en él. Por la zona norte también discurren los ríos Sumpul y Torola. Todas estas aguas denominadas superficiales se encuentran en crisis por falta de tratamiento de aguas residuales, por la deforestación y por los proyectos urbanísticos a los que se conceden permisos ambientales sin atender el imperativo de la sustentabilidad. Y es precisamente en la zona norte del país donde se han establecido proyectos mineros en el pasado.

Por otra, parte, y según explicaba la doctora Marcia Barrera, de la Universidad de El Salvador, en un conversatorio en enero de este año sobre los efectos de la minería, también peligran los mantos acuíferos subterráneos que, una vez contaminados, es casi imposible restablecerlos (puede ver la nota en https://n9.cl/v81gw8). De modo que ambas fuentes de agua para el consumo humano están en peligro.

Los profesionales que participaron en el conversatorio de la UES antes mencionado expli– caban que, para obtener los metales, deben extraerse grandes cantidades materiales del subsuelo, los cuales posteriormente deben lavarse con agua y otros compuestos químicos para, finalmente, obtener el metal, dado que este se encuentra mezclado con las rocas, la tierra y otros minerales. Estos metales y compuestos químicos podrían ir a parar a los ríos y a los mantos acuíferos cercanos, tal como sucedió con el río San Sebastián, en La Unión, que hasta esta fecha presenta una coloración marrón, pese a que la mina lleva inactiva más de 20 años.

«Nada me importa tanto como la vida humana», dijo San Romero en el cuarto domingo de cuaresma de 1980, el 16 de marzo, ocho días antes de su asesinato.

De igual manera, los compuestos químicos que se utilicen, como mercurio o arsénico y otros como el óxido de hierro y el ácido sulfúrico que se generan en el proceso mismo de extracción y refinamiento, afectarían no solo a las personas que trabajan directamente en las minas, sino a quienes habitan en los alrededores y, de no implementarse medidas altamente efectivas y de supervisión para evitar la contaminación de las tierras y las aguas, se producirán enfermedades y muertes asociadas a ella.

Un caso que puede servir de ejemplo, es la explotación minera por una empresa con 68 % de capital canadiense llamada GoldCorp, en México. Según nota informativa de La Jornada, del 22 de julio de 2016, en un año utilizaron casi 437 millones de metros cúbicos de agua en las tareas de extracción. Según el medio, esa cantidad de agua sería suficiente paracubrir las necesidades de toda Baja California Sur, Colima, Campeche y Nayarit durante ese mismo año (puede ver la nota completa en (https://www.jornada.com.mx/2016/07/22/sociedad/032n1soc) 


Ley General de Recursos Hídricos que establece que el agua no puede ser privatizada y que el uso doméstico tiene prioridad sobre el industrial.


En El Salvador, el acceso al agua es un derecho reconocido en la Ley General de Recursos Hídricos (2022) que establece que el agua es un bien nacional de uso público, inembargable e inalienable (no se puede quitar), así como también establece que no puede ser privatizada y que el uso doméstico de la misma tiene prioridad sobre el uso industrial. 

Sin embargo, las organizaciones sociales, comunitarias y religiosas hacen bien en mantenerse vigilantes, pues en El Salvador no siempre el Estado respeta las leyes.

Manifestantes con las fotos de luchadores sociales asesinados. Monseñor Romero dijo: «Los mártires son el testimonio de una iglesia encarnada en los problemas del pueblo». Misa única del 30 de junio de 1979.

La salud, uno de los bienes más preciados

Miguel Ángel Mijango, del Observatorio de Conflictos Mineros de América Latina, expone que la explotación minera llevada a cabo por la empresa GoldCorp antes mencionada, en el complejo minero Los Filos, en Guerrero (iniciada en 2005) estaría vinculada a algunos riesgos para la salud como los siguientes (puede ver la nota en este enlace: https://n9.cl/svd2m):

  • La dinamitación del subsuelo y de las rocas hace que se liberen partículas de polvo con metales pesados que se mezclan con el aire circundante. 
  • Los procesos de lixiviación (separar el metal de los otros elementos) en los cuales ocurre evaporación del agua mezclada con cianuro de sodio también liberan partículas, en este caso, de ácido cianhídrico, las cuales quedan suspendidas en el aire.
  • Las personas pasan expuestas a estos elementos 24 horas al día, todos los días; la contaminación llega a los alimentos, al agua, a la ropa, a los animales. 
  • Se genera irritación en la garganta, la piel y los ojos, en lo inmediato. 

Las afectaciones dependen de la concentración o cantidad de contaminantes que acumulen las personas o los animales y puede agudizarse en el verano, que hay más polvo por la ausencia de lluvia.

En El Salvador, las muertes por enfermedades renales en 2021 estaban en el cuarto lugar de las causas más comunes de muerte, sólo por debajo del COVID, la cardiopatía isquémica y la violencia interpersonal.

Según nota de Prensa Latina del 27 de marzo, las iglesias, en conjunto con otras instancias sociales y comunitarias interpusieron una demanda contra la minería, respaldada por al menos 59 mil firmas, las cuales, en pocos días ya superaban las 200 mil.


Monseñor Romero denunció constantemente las injusticias y las causas estructurales de las mismas.


Durante la marcha, organizaciones sociales presentan las firmas que acompañaron el recurso de inconstitucionalidad que se llevó ante la CSJ en contra de la minería.

Sentir con la Iglesia

El lema que monseñor Romero eligió fue «Sentir con la Iglesia» (sentire cum ecclesia), que se podría interpretar como el deseo, la intención y la decisión del arzobispo de hacerse uno con la Iglesia, a modo de sentir su dolor, su alegría, su sufrimiento y sus esperanzas.

La identificación de San Romero con su pueblo lo llevó a denunciar constantemente las injusticias y las causas estructurales de las mismas al señalar que, en aquel año de 1979, el 99 % de la población de El Salvador era propietaria del 51 % de la tierra; mientras que el 0.7 % de la población eran los propietarios del 40 %, tierras que eran las de mejor calidad. Recordemos que en aquellos años la actividad agrícola era principal en la economía del país.

Manifestantes con las fotos de luchadores sociales asesinados. Monseñor Romero dijo: «Los mártires son el testimonio de una iglesia encarnada en los problemas del pueblo». Misa única del 30 de junio de 1979.

Los datos anteriores fueron brindados por el entonces ministro de agronomía, Enrique Álvarez Córdova, y monseñor Romero los daba a conocer en la homilía del 16 de diciembre de 1979, cuando se refería a la reforma agraria que dicho ministro de agricultura quería impulsar (recordemos que el golpe de Estado de la juventud militar había sido el 15 de octubre de 1979).

«Es mi deber decir mi punto de vista como pastor, a partir del plan de Dios sobre los bienes de la tierra. Primero, la realidad de los trabajadores del campo. (…) Los últimos datos proporcionados por el ministro de Agricultura deben hacer reflexionar no solo a los que directamente tienen que ver con este problema agrario, sino a todos los salvadoreños. Según las notas, ustedes oyeron, el 67 % de las madres campesinas dan a luz sin ninguna asistencia médica; 60 de cada mil niños que nacen en el campo mueren; solo el 37 % de las familias campesinas tienen acceso a fuentes de agua; el 73 % de los niños campesinos están desnutridos; el 50 % de la población rural no sabe leer; más de 250,000 familias rurales viven en viviendas de una sola habitación, siendo que el número es —término medio— cinco, seis miembros. 

Esta escandalosa situación que sufren nuestros hermanos campesinos en gran parte se explica cuando se cae en la cuenta de la injusta y desproporcionada distribución de la tierra que existe en el país».


Monseñor hizo todo lo posible porque la situación convulsa que vivía El Salvador no desembocara en una
guerra abierta armada.


Enrique Álvarez Córdova, un empresario con sentido de justicia que favorecía a la población campesina, asumió el cargo de ministro de agricultura en la gestión de la golpista Junta Cívico-Militar de 1979, al parecer con la sincera intención de ayudar a resolver la situación de injusticia.

Álvarez Córdova fue asesinado junto con otros dirigentes del Frente Democrático Revolucionario a finales de noviembre de 1980. Fueron secuestrados de una reunión que sostenían en el colegio jesuita Externado de San josé por un comando de los Escuadrones de la Muerte que se hizo llamar «Brigada Anticomunista Maximiliano Hernández Martínez». Al día siguiente, los secuestrados fueron encontrados asesinados y con señales de tortura. 

A estas alturas, san Romero ya había sido asesinado, el 24 de marzo de ese año. Monseñor hizo todo lo posible porque la situación convulsa que vivía El Salvador no desembocara en una guerra abierta armada, la cual fue inevitable con los acontecimientos que se sucedieron.

«La oligarquía está tratando de organizar y ampliar sus fuerzas para defender sus intereses. Nuevamente, a nombre de nuestro pueblo y de nuestra Iglesia, le hago un nuevo llamado para que oigan la voz de Dios y compartan con todos gustosamente el poder y las riquezas, en vez de provocar una guerra civil que nos ahogue en sangre. Todavía es tiempo de quitarse los anillos para que no les vayan a quitar la mano». Homilía del 13 de enero de 1980.

Antes del asesinato de Álvarez Córdova y los otros dirigentes sociales, el 22 de enero de 1980, tuvo lugar la más grande marcha popular en San Salvador, convocada por la Coordinadora Revolucionaria de Masas (CRM), que aglutinaba a varias organizaciones. Cuando la marcha estaba cerca del Palacio Nacional, francotiradores dispararon a la muchedumbre para dispersarla, lo que ocasionó decenas de muertos y heridos.

Monseñor Romero fue fiel a su ministerio que, como arzobispo y siguiendo los textos del Vaticano II y de Medellín y Puebla, establecían la opción preferencial por los pobres: «No es voluntad de Dios que unos tengan todo y otros no tengan nada […]. De Dios es la voluntad que todos sus hijos sean felices», dijo en la homilía del 10 de septiembre de 1978.


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