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Opinión

Fotoilustración: Luis Galdámez

La desinformación, víctimas y victimarios

Guillermo Mejía*

Abril 18, 2025

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La sociedad contemporánea subsiste en una maraña desinformativa que va más allá de los medios de comunicación social tradicionales, ya que está enraizada y se nutre de las denominadas redes sociales, espacios que desde el poder y sus contrincantes se privilegian para comunicar, informar y también desinformar.

El presidente salvadoreño Nayib Bukele es fiel ejemplo de esta forma de dirigirse al conglomerado y a los periodistas no les ha quedado otra que —como sucede alrededor del planeta— estar 24/7 atentos a cualquier mensaje instantáneo del mandatario a través de las redes sociales.

Por eso llamó la atención de periodistas y medios el comunicado de la Secretaría de Prensa de la Presidencia sobre sus esfuerzos por recuperar la cuenta de la instancia oficial en la red social X (antes Twitter), en la que informan sobre las actividades de Bukele, aunque advirtieron que siguen publicando en otras como Facebook, Tik Tok, Instagram, YouTube y WhatsApp.

Y es que para todo gobernante actual resulta muy cómodo y menos comprometedor frente a las labores de la prensa, en especial la que se asume crítica, no dar cuentas directas de la administración pública, mucho menos encarar a los periodistas por medio de las conferencias de prensa que, como en el caso de Bukele, pasaron a retiro.

El uso de las redes sociales por parte del presidente y muchos de sus funcionarios conlleva una serie de actos que desdicen de su compromiso con la democracia, ya que es común el bloqueo de críticos, dentro de una estrategia más amplia que implica censura y autocensura de periodistas, y la existencia de una red de influencers progobierno.

Si bien enfocamos la figura de Bukele y sus funcionarios, eso de ninguna manera quiere decir que estas formas de comunicación, información y desinformación se producen en una sola vía, ya que sus contendientes o detractores también usan este tipo de herramientas a fin de impactar en los consumidores y generar opinión pública favorable a sus objetivos políticos.

El ecosistema mediático salvadoreño completa ese cuadro dentro de la dicotomía de «estás con el presidente Bukele», tal cual juraron no quejarse, o «estás en contra del presidente Bukele». Los costos sociales de esta desnaturalización del compromiso por parte de muchos medios de comunicación social en cualquier dirección son altos. Las fallas están a la orden del día.


La desinformación se ha convertido en «una amenaza compleja y en un riesgo importante para las democracias y la confianza en las instituciones».


En esas circunstancias, se produce mucha desinformación, entendiendo la misma como resultado de información errónea, que no es creada con la intención de hacer daño, y de información perjudicial, que es aquella que parte de la realidad con la intención de dañar a las personas, instituciones, organizaciones o países, según el experto Jean-François Fogel.

Con el establecimiento del aparataje digital, en especial las redes sociales, la desinformación se ha convertido en «una amenaza compleja y en un riesgo importante para las democracias y la confianza en las instituciones», afirmó recientemente un grupo de académicos e investigadores españoles en la publicación digital The Conversation.

Para sustentar la complejidad del fenómeno, los expertos trajeron a cuenta que en el inglés llegan a considerar hasta tres términos para diferenciar sus características: 1) Malinformation, desinformación basada en hechos, pero extraída de su contexto original para engañar, dañar o manipular; 2. Misinformation, es información falsa que se difunde por desconocimiento, por error o equivocación, sin intención de dañar; y 3. Disinformation, es información deliberadamente falsa diseñada para engañar e influir en la opinión pública u oscurecer la verdad con fines maliciosos.

Pero en español «empleamos mal el concepto para describir también otros supuestos como, por ejemplo, el desconocimiento de un hecho», afirmaron. «Sin embargo, la falsedad, la manipulación y la tergiversación de la realidad tienen formas poliédricas que a veces, por su sutileza, resulta complejo identificar”, agregaron.

En esa dirección, los 11 académicos e investigadores, representantes de 10 instituciones españolas, lograron recopilar 125 términos sobre desinformación que han sido integrados como parte de un capítulo de la publicación del Foro contra las campañas de desinformación en el ámbito de la seguridad nacional (2024).


El papel del Estado es crucial para contrarrestar la desinformación, pero hay que preguntarse si
realmente está interesado.


En el material de The Conversation incluyen una selección de términos relacionados con la desinformación, para conocimiento de las audiencias:

Ataque mariposa. Técnica similar al astroturfing, pero con un enfoque diferente: en lugar de apoyar temas o grupos con la ilusión de un movimiento de base, se utiliza para infiltrarse, dividir y desactivar comunidades, campañas y grupos ya existentes. Nombre propuesto en 2017.

Cherry-picking. Falacia de prueba incompleta o de atención selectiva consistente en considerar válidos únicamente los datos o pruebas que confirman una idea o postura propia mientras se descartan las informaciones que la contradicen. También se establece cuando se defiende una opinión seleccionando solo las evidencias y argumentos que lo corroboran.

DARVO (Deny, Attack and Reverse Victim and Offender). Su traducción literal es Negar, Atacar y Revertir Víctima y Agresor. Se trata de una técnica reactiva y manipuladora que consiste en negar la evidencia y defenderse atacando, invirtiendo las figuras de víctima y agresor. Se emplea para silenciar a personas o grupos mediante críticas y para culpabilizar a la víctima del ataque.

Defensa Chewbacca. Técnica de propaganda defensiva que consiste en plantear argumentos sin sentido con el objetivo de confundir al atacante o acusador. Se basa en apabullar con mentiras o falacias mediante la exposición de temas, ejemplos y asociaciones que no tienen relación alguna con el tema tratado para desviar la atención y sembrar dudas.

Deplatforming. Acción de retirar, limitar, bloquear o privar deliberadamente a ciertos actores el acceso de individuos, organizaciones o grupos que infrinjan políticas de uso de plataformas en línea, proveedores de servicios y servicios críticos. Esta medida está relacionada con la práctica de moderación del contenido determinando su idoneidad para un sitio, localidad o jurisdicción determinados y reduciendo su propagación e impacto.

Estrategia híbrida. Empleo intencionado y sincronizado de diversas acciones de tipo político, económico, social, diplomático, militar e informacional para aprovechar la vulnerabilidad de un oponente en esos distintos ámbitos —habitualmente, un país objetivo— para ejercer coerción en su toma de decisiones políticas y obtener ventaja competitiva. De forma concreta, estas estrategias pueden incluir campañas de desinformación, ciberataques, espionaje, subversión social, sabotaje y coacción económica.

Factoide. Creencia popular sin base factual. Afirmación o dato falso, impreciso o trivial que se convierte en un hecho supuestamente incontrovertible a raíz de su repetición en múltiples fuentes.

Galope de Gish (Gish Gallop). Técnica de propaganda y réplica en debates que consiste en emitir una multitud de mensajes en un corto período de tiempo donde la cantidad y rapidez de los argumentos prevalecen sobre su veracidad. Proviene su nombre de un creacionista llamado Duane Gish, que empleaba esta técnica contra los defensores de la teoría de la evolución.

Impersonation (clon, suplantación de identidad, Doppelgänger). Técnica de manipulación informativa mediante la cual se clona o se suplanta la identidad de entidades legítimas y reales como, por ejemplo, medios de comunicación, organizaciones públicas y personas con el objetivo de engañar al público y difundir información falsa o engañosa.

Manipulación informativa FIMI (Foreign Information Manipulation and Interference). Su traducción literal es Manipulación e Interferencia de Información Extranjera y describe un patrón de comportamiento, en su mayoría no ilegal, que tiene por objetivo amenazar o generar un impacto negativo en los valores democráticos y procesos políticos. Tal actividad es de carácter manipulador, llevada a cabo de manera intencional y coordinada por parte de actores extranjeros y sus representantes dentro y fuera de su territorio.

Pseudoescepticismo. Se refiere a las posturas negacionistas que se autodefinen como escépticas. No debe confundirse ni con el escepticismo inherente a la práctica científica ni con el escepticismo filosófico. 

Contrarrestar la desinformación y sus variantes es tarea gigante. El papel del Estado es crucial, pero hay que preguntarse si realmente está interesado en sociedades, como la salvadoreña, donde las instituciones están cooptadas por el gobierno de turno que lamentablemente, al igual que muchos de sus detractores políticos, le apuestan a la desinformación.

De la misma manera se pueden demandar acciones concretas en función de la alfabetización mediática por parte del sistema de medios de comunicación social, pero también surge la interrogante en cuanto algunos asumen su condición de vasallos del gobierno, mientras otros —que asumen ser críticos— muchas veces exponen materiales que carecen de rigor.

La maraña desinformativa, pues, muestra su músculo dentro de la sociedad. Un esfuerzo societal debe ser la respuesta. 

* Periodista


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