Memoria

Ilustración: Luis Galdámez
Recogiendo cadáveres
Miguel Ángel Chinchilla *
Mayo 16, 2025
Miguel Ángel Chinchilla reúne en su obra, Recogiendo cadáveres, fragmentos de las vidas de monseñor Óscar Arnulfo Romero y Roberto D’Aubuisson. Organizado en cuatro capítulos, la obra nos refiere al periodo entre 1943, un año después de la ordenación de Romero como sacerdote, hasta 1992, año en el que muriera el exmayor a causa del cáncer. Chinchilla presenta también al contexto social, político y eclesial que sirvió como trasfondo y enmarcó la realidad salvadoreña de esos años. Con el aval del autor publicamos de forma textual fragmentos de su obra correspondientes al tercer capítulo del libro: «Sé que mi hora se acerca».
El plan Piña en marcha
La oligarquía salvadoreña estaba harta de las denuncias de aquel arzobispo comunista. Muchos y muchas exigían su cabeza, azuzaban al Ejército para imponer orden en la casa, en su casa de ellos, solo de ellos. El Mayor hubiera eliminado al cura hijueputa como él lo llamaba, desde el periodo del general Romero Mena, pero el viejo se oponía quizá porque no los tenía bien rayados. Por esa época el Mayor todavía no era perseguido para ser capturado, pero no había duda que el coronel Majano lo tenía bien marcado, por ello la mayor parte del tiempo lo pasaba en Guatemala. Solo era cosa de esperar el momento oportuno en el cual la operación Piña fuera fácil de ejecutar.
En una de aquellas reuniones clandestinas en casa de Roberto Daglio o tal vez en la de Max Cáceres, ambas en colonia Escalón, mientras bebían cervezas, algunos inhalaban coca y otros fumaban monte, surgió la información de parte del capitán Eduardo Ávila Ávila, que su primo el periodista Jorge Pinto hijo, ofrecería una misa por el primer aniversario del fallecimiento de su madre doña Sarita Meardi viuda de Pinto, descendiente de una de las familias cafetaleras de mayor prestigio en el país. La misa sería en la capilla del hospital La Divina Providencia, del que la niña Sarita había sido benefactora, y sería oficiada por el arzobispo monseñor Romero. Jorge Pinto como periodista tenía filiación democrática y muchos militares lo consideraban un comunista, tanto así que en los últimos días su periódico también había sufrido atentados con bombas. Con su padre fundaron el semanario El Independiente. Pinto había sido amigo del poeta Roque Dalton y también era amigo de monseñor Romero.
Al escuchar aquella información del capitán, el Mayor dibujó en su rostro una sonrisa de rictus y encendió otro cigarro. La niña Sarita, dijo en voz alta, niña rima con piña, démosle entonces al plan piña por la niña, la niña Sarita pues. Piña colada, mi Mayor, acotó Ávila Ávila. Démosle entonces a Chespirito su jugo de piña para terminar de una vez esta riña. Mario Molina se carcajeaba con el juego de rimas y frotaba sus manos con fruición.
Curiosamente, quienes rubricaban la invitación eran familias oligarcas contrarias a la pastoral del arzobispo.
El italiano Mauricio Meardi Scaffini había migrado a El Salvador en 1877 en el preciso momento que el presidente Rafael Zaldívar arrebataba las tierras ejidales y comunales a las poblaciones indígenas para repartirlas entre los extranjeros que traían algún capital y quisieran arriesgar con el nuevo cultivo de café. En un primer momento Meardi Scaffini se convierte en contador de la compañía Dreyfus May, pero luego se independiza y adquiere fincas en distintas partes del país. Asimismo, facilita la migración hacia El Salvador de otras familias italianas, como los Cristiani, Borgonovo y Betaglio, que de igual manera llegan aprovechando la apertura del gobierno que hacía negocio con tierras ajenas cuyos verdaderos propietarios eran los pueblos originarios.
El aviso se conocerá a través de un anuncio publicado en los diarios anunciando la celebración de la misa, dijo el capitán Ávila Ávila, la cual seguramente será el 24 de marzo. La invitación, a petición de la hermana de la niña Sarita, sería rubricada por las familias cercanas a los Meardi: Kriete, Baldoqui, Quiñonez, Palomo, Guirola, Weyler, Borgonovo, Cristiani y los Avila Avila a la cual pertenecía el capitán Eduardo. Curiosamente se trataba de familias oligarcas contrarias a la pastoral del arzobispo. Algunas de estas señoras cuestionaban porqué mejor no habían llamado a monseñor Álvarez, o Revelo, o Aparicio, para oficiar la misa, y también comentaban que hubiera sido más conveniente conmemorar el cabo de año de la tía Sarita en la parroquia de San José de la Montaña. El Mayor dijo con una sonrisa malévola que lo que iba a suceder en dicha capilla sería en homenaje a esas honorables familias que asistirían a la misa. El martes 11 de marzo monseñor Romero y monseñor Rivera se reunieron en Ayagualo con los otros obispos de la conferencia episcopal, encontrando en los prelados una mayor agresividad que en días anteriores. Ambos salieron tristes y decepcionados de aquella última reunión a la que asistiría el arzobispo. El lunes 17 de marzo el Ejército había sitiado el campus de la Universidad de El Salvador y no dejaba salir a nadie. Fue hasta casi entrada la noche, luego de muchas súplicas del arzobispo, que el Ejército retiró el cerco y la gente temerosa y apurada pudo partir a sus casas. Igualmente, en un alarde de prepotencia e insubordinación el Ejército cercó por unas horas el edificio de casa presidencial en el barrio San Jacinto.
Fue hasta casi entrada la noche, luego de muchas súplicas del arzobispo, que el Ejército retiró el cerco.
El martes 18 de marzo por la noche monseñor Romero sostuvo una breve reunión confidencial con algunos comandantes de las FPL que mantenían secuestrado al embajador de Sudáfrica Archibald Gardner Dunn. El arzobispo ejercía como intercesor por la liberación del diplomático tal como se lo había pedido Ernesto Rivas Gallont. Los guerrilleros pedían dinero, pero sobre todo la publicación a nivel internacional de un extenso comunicado que el gobierno de Sudáfrica se negó a difundir. Desafortunadamente diez meses después del secuestro, el 8 de octubre, las FPL emitieron un comunicado donde reivindicaban el ajusticiamiento del diplomático. Para entonces Monseñor ya había sido asesinado.
A partir del aviso del capitán Ávila Ávila, el Mayor y sus secuaces comenzaron a planificar el atentado del plan Piña. El recurso humano estaría compuesto por un tirador, un chofer y un seguridad. Necesitarían además un carro y un fusil con mira telescópica Starlight, también un par de granadas cuyo responsable sería el encargado de seguridad, aparte del arma personal de cada quien. El Mayor dijo que el chofer sería Amado Garay, hombre de su confianza, y el tirador uno de los guaruras de Mario Molina al que se le pagaría mil colones por el trabajito. El carro sería un VW Passatt color rojo del año que Roberto Mathies Regalado había donado días atrás al Mayor en concepto de contribución para la causa antiguerrillera. Eduardo Lemus O´Byrne puso los mil pesos para pagar al tirador. En cierta manera el plan Piña era un emprendimiento delincuencial colectivo, una especie de cooperativa del terror en la cual todos aportaban casi como en prorrata. Su líder el mayor Roberto había despertado en cada uno de ellos el demonio predador.

Recogiendo cadáveres
Miguel Ángel Chinchilla
A la venta en Librerías de la UCA
* Miguel Ángel Chinchilla es un poeta, narrador, ensayista, dramaturgo y periodista salvadoreño nacido en 1956 es una de las figuras relevantes de las Letras en la segunda mitad del siglo XX. Co-fundador del desaparecido suplemento literario Los Cinco Negritos en Diario El Mundo y miembro del consejo de redacción de la revista Amate.
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