Opinión

Fotoilustración: Luis Galdámez
La importancia de la recepción crítica en la sociedad
Guillermo Mejía*
Mayo 16, 2025
La comunicación masiva siempre ha suscitado debates en la sociedad sobre su calidad, verosimilitud, fidelidad con los acontecimientos y la comprensión sobre los intereses que están en juego en el tratamiento informativo, en un escenario que estaba delimitado sobre todo a los denominados medios de comunicación social.
En el presente, el mayor desafío está en el control monopólico de las posibilidades a través de las plataformas digitales con su variedad de productos, sobre todo las redes sociales y la manipulación algorítmica, que cada vez ganan mayor espacio frente a esos medios que hasta hace poco centralizaron el discurso público.
La sociedad contemporánea posmoderna nos vendió el ensueño de la sociedad de la información bajo el supuesto de que los sujetos de la comunicación —los receptores— deberían convertirse en el centro del proceso, pero al final ha sido un fracaso, dada la manipulación algorítmica y la participación acrítica de los consumidores en el espacio digital.
Para ser justos hay que destacar que en el mundo existen comunidades, movimientos sociales y comunicadores y/o periodistas comprometidos que han roto el esquema impuesto por las transnacionales y los capitalistas locales, y se mantienen trabajando la información y comunicación desde una perspectiva crítica. Pero es la excepción.
Si antes notábamos con preocupación una serie de problemas con respecto al hacer de los medios de comunicación, ahora la presencia del entorno digital ha ampliado la crisis; si no, veamos los discursos que se estilan a través de las redes sociales donde la falsedad, la manipulación y la desinformación con objetivos políticos determinados están a la orden.
En esa dirección, hay que reconocer que «La informatización de la sociedad es un influyente refuerzo de las estructuras económicas existentes, y permite, en nombre de la competencia y de la optimización de los beneficios, un aumento sustancial de las tasas de productividad y de eficacia», afirma José Martínez de Toda, de la Universidad Pontificia Gregoriana, en Roma.
La lucha por lograr el sentido que debería tener la comunicación masiva, donde los sujetos participaran activamente en los procesos, de repente se vuelve imposible bajo paradigmas dominantes centrados en la propuesta informacional que vincula desarrollo tecnológico con calidad de vida. En otras palabras, las máquinas frente a los seres humanos.
Los ciudadanos, como interlocutores de los medios de comunicación, necesitan educarse y desarrollar un sentido crítico.
El profesor Martínez de Toda recuerda que, de cara a los aspectos positivos y negativos de los medios de comunicación, a partir de una producción y consumo responsables ha habido ciertas propuestas de solución:
- Los problemas de los medios quedarían solucionados si sus dueños, administradores y comunicadores cumplieran los criterios éticos. Pero éstos no se cumplen.
- Y «cuando la ética no es suficiente, se necesitan reglas». Pero éstas no se cumplen.
- También se han hecho autorreglas. Por desgracia, tampoco éstas se cumplen.
- Se ha acudido también al Defensor del Espectador, importante ante problema tan grave, pero inoperante a pesar de su buena voluntad.
- Y, así, la última solución es la responsabilidad de los ciudadanos en el uso de los medios, lo que exige su formación y educación en ellos.
«Como se ve, se arranca de la responsabilidad individual de quienes están detrás de los medios. Se pasa también por la responsabilidad de quienes hacen las reglas y las deben exigir. Al fracasar todos estos intentos, se recurre de nuevo a la doble responsabilidad, la del comunicador y la del ciudadano usuario», recalca el catedrático.
Sin embargo, esto no quiere decir que la lucha se deba abandonar, pues, muy al contrario, su exigencia es necesaria a fin de conquistar el verdadero sentido de la comunicación masiva. A lo que hay que agregar también la toma de conciencia de los receptores sobre lo que significa el entorno digital y una participación activa, pero crítica de su parte.
Las responsabilidades del receptor crítico
En ese marco, la responsabilidad del receptor en la comunicación (la tradicional y ahora en el espacio digital) conlleva —conforme a la propuesta del autor— en primer lugar, la formación y educación de los usuarios en medios, a fin de que los sujetos tengan diversas dimensiones de esos procesos:
El sujeto alfabetizado mediáticamente: Los medios masivos tienen lenguajes propios. Conviene conocerlos para saber lo que quieren decir sus autores. Esto se logra estudiando los planos, campos, estereotipos, símbolos, la estructura narrativa, y los valores éticos y estéticos.
El sujeto consciente: Los medios son un gran negocio y son poderosos. Su objetivo principal es aumentar la audiencia para así ganar más dinero y poder. Aquí se estudian los medios como instituciones sociales.
El sujeto crítico: Los medios esconden ideologías y las tratan de imponer. El sujeto debe pasar de ser ingenuo ante los medios y sus mitos a ser crítico con ellos.
El sujeto activo: La audiencia re-elabora los significados propuestos por los medios. El ciudadano debe pasar de ser pasivo y espectador de los medios a activo e interlocutor con ellos, de forma que pueda crear su propia cultura.
El sujeto social: La interpretación de los mensajes depende también de las mediaciones sociales. Además, las actividades con los medios deben tener objetivos sociales, como el desarrollo humano y social, la plenitud ciudadana, la democracia.
El sujeto creativo: La cultura se crea a través de los medios. Es la gran oportunidad de incluir nuestros valores en las nuevas producciones o en las reelaboraciones.
La sociedad necesita de comunicadores democráticos para que los ciudadanos asuman su responsabilidad frente a los medios.
En segundo lugar, está la educación para la comunicación. La clave es que la verdadera educación para los medios no muere en sí misma, sino que pone en marcha actividades de comunicación y organización a favor de proyectos sociales de diverso tipo.
La relación educación-comunicación requiere de tres pasos concretos: 1) Integración de educación y medios de comunicación; 2) Educación para la comunicación; y 3) Educación y comunicación para objetivos sociales. En otras palabras, asumir que la educación y la comunicación son instrumentos básicos que tenemos para la conquista de una sociedad más humana.
En tercer lugar, la educación para la organización. No se puede desdeñar el proyecto mediador que debe estar implícito en la educación para los medios como acto social, así debe sustentarse en ser educativo, cultural y político.
«En este proyecto tanto educadores como padres, como trabajadores culturales y como educandos, se reconocen políticamente como sujetos históricos en situaciones específicas, desde donde tienen que ejercer las transformaciones de sus condiciones de existencia hacia condiciones más democráticas», explica Martínez de Toda.
«La educación, que pretende objetivos sociales, debe impulsar la comunicación para poder organizarse y así llegar a resultados concretos. Por eso, el proyecto político pasa por la organización», afirma.
En cuarto lugar, está la educación para el desarrollo, o sea la meta social de la educación para los medios: una educación para la vida, que eche una mirada a la sociedad, una mirada que lleve a reconocer las situaciones conflictivas e injustas, y una educación para la democracia, que conlleve la formación cívica de los alumnos para tener ciudadanos con mayor consciencia democrática.
En conclusión, lograr un desarrollo humano y sostenido dentro de un «contexto de globalización solidaria y democrática». Y, claro, la sociedad necesita de comunicadores y/o periodistas democráticos para que los ciudadanos asuman su responsabilidad frente a los medios. Habría que revisar en nuestro contexto cuál es el compromiso que tenemos desde las propuestas tradicionales y alternativas de la comunicación. Una recepción crítica haría la diferencia.
* Periodista
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