Internacionales

Sebastião Salgado. | Foto: Facundo Arrizabalaga / EPA vía ANSA
Sebastião Salgado, aprendiendo de la naturaleza imprevista
Arianna Di Genova
Publicado en Il Manifesto, mayo 24 de 2025
https://ilmanifesto.it/sebastiao-salgado-a-lezione-dalla-natura-imprevista
Mayo 30, 2025
A los 81 años murió, en París, el reportero brasileño que documentó a los condenados de la tierra y la belleza del planeta. «Nunca creí, mientras fotografiaba, que uno deba mantenerse distante del sujeto».
«Los niños y los ancianos siempre me han conmovido. Algo los une: el no saber lo que está ocurriendo, el no poder reaccionar. Por un lado, están los ancianos, que ya han vivido toda su vida y esperan el momento de morir en paz. A veces, han llevado una existencia desesperada, marcada por guerras. Por otro lado, están los niños, que no participan en el desequilibrio de sus familias ni en las perversiones del sistema. Ancianos y niños son marginados, están fuera de juego, a pesar de representar casi la mitad de la población mundial». Así había descrito Sebastião Salgado sus fotografías que capturaban, de distintas formas, les enfants: esa infancia del mundo que él había visto tantas veces borrada por los abusos laborales, o avanzar con dificultad en condiciones precarias, desplazada, con el cuerpo herido y la mirada fija en un futuro nebuloso.
Con la misma actitud, el reportero documentó las grandes migraciones humanas, desde África hasta las zonas de conflicto, retratando (en poderosos imágenes) «la inestabilidad social» que obliga a grupos enteros a vivir en total sumisión a los valores de la productividad (el infierno dantesco de las minas de oro de Serra Pelada, en Brasil), pagando con su propia piel los deseos de otros, los de la «población fuerte». «Y sin embargo —decía—, el género humano es uno solo».
Su descubrimiento del planeta y la magnificencia de la naturaleza, esa investigación minuciosa, obsesiva y profundamente emocional, plasmada en espectaculares fotografías que Salgado realizó junto a su esposa Lélia Wanick (productora de cine, ambientalista y su compañera en la dirección de la agencia Amazonas Images), es siempre, ante todo, un acto de amor dirigido a las especies vivientes, ya sean animales, plantas o sus semejantes. O hacia la Tierra misma, mineral, desértica, acuática.
Sebastião Salgado, nacido en Aimorés, estado de Minas Gerais (1944), ha fallecido a los 81 años en París. La noticia fue confirmada por la Academia Francesa de Bellas Artes, de la que era miembro, aunque sin proporcionar más detalles. Su muerte coincide precisamente con una exposición que muestra sus impactantes imágenes de glaciares y el desastre de su deshielo, exhibida entre el Mart de Rovereto y el Museo de la Ciencia de Trento. Desde la Antártida hasta el Himalaya, pasando por Georgia del Sur y Rusia, sus fotografías capturan la majestuosidad y la «pérdida» de estos paisajes glaciares, presentados en formatos cinematográficos.
A pesar de su pasión y de una vida consagrada a la fotografía, Salgado había estudiado economía inicialmente. Su conversión artística llegó más tarde, durante una misión en África. En Londres había trabajado como economista para la Organización Internacional del Café (un destino irónico: de niño jugaba entre sacos de café, pues su padre tenía una pequeña industria en medio del bosque brasileño). «No tenía nada en contra de mi profesión, pero empecé a fotografiar y mi forma de vivir cambió radicalmente», confesó.
Cada serie fotográfica constituye una novela de formación social, sintetizada a veces en un único encuadre.

De la exposición Amazonia, en la Sundaram Tagore Gallery de Manhattan, Nueva York, 2023. | Foto: Ansa
Artista perennemente en viaje, equipado espiritualmente como un chamán, auténtico nómada de la mirada que nunca creyó en la famosa «distancia del sujeto», Salgado optó por documentar las armonías y desarmonías del mundo «manteniendo intactas sus propias emociones». Lo hizo frecuentemente en blanco y negro para no distraerse del sujeto, persiguiendo una abstracción estética que, sin embargo, resultaba sentimentalmente imposible de cultivar.
Su narrativa visual es épica: cada serie fotográfica (en las que trabajaba durante años, caminando, escalando montañas, cruzando ríos, sumergiéndose sin reservas en lugares remotos —quizá la causa de su muerte fue precisamente una malaria contraída hace décadas—) constituye una novela de formación social, sintetizada a veces en un único encuadre.
Su proyecto fue titánico, subrayado por un título igualmente colosal: Génesis. Casi diez años, desde 2003, dedicados a las regiones más extremas del planeta. «Quería narrar la dignidad y la belleza de la vida en todas sus formas, y demostrar cómo todos compartimos los mismos orígenes».
Entre sus campañas fotográficas más célebres se encuentran los pozos petroleros en llamas abandonados en Kuwait (1991), el hambre en el Sahel (África), las luchas del Movimiento Sin Tierra, el horror del genocidio en Ruanda, los éxodos trágicos del siglo XX y las primeras décadas del XXI, pero también la Amazonía virgen —capaz de regenerarse por sí misma— habitada por pueblos que viven en total simbiosis con los ciclos naturales. Salgado siempre insistió en que quiso mostrar «una Amazonía viva», sin incendios ni destrucción. Su esperanza era despertar la gratitud por ese sentido de pertenencia, como protección para un ecosistema en riesgo de desaparecer. Donde pudo, actuó para la reforestación, plantando millones de árboles en zonas donde la deforestación había creado paisajes funerarios: lo hizo a través del Instituto Terra, fundado con su esposa en su ciudad natal.
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