Cultura/artículo
Foto: Luis Galdámez
Segunda Jornada del Poetón Por la Poesía digamos ¡Presente!
Imparable clamor poético.
Texto: Raquel Kanorroel*
El hombre semidesnudo está amarrado y con la cabeza cubierta en un ambiente oscuro con destellos de luces rojas. Se retuerce inútilmente, pues padece una Condena en vida, mientras una pausada voz masculina recita los siguientes versos:
«La garra penetra certera posesa en mi rostro / Oscuridad completa, voces de mando en la lejanía / Gritos y amenazas salpicando la noche. / Un grillo interpreta un réquiem tan nuestro / Ahora puños numerosos me tumban con fuerza / Patadas apuñalan mi espalda, este cuerpo febril / Ha dejado de sentir. / Los enemigos se aferran a las armas / Yo no los veo, una venda salpicada en sangre me cubre, / Sé que tiemblan cual fieras saboreando la derrota / Otro golpe y una patada fría cala los huesos. /
»El viento sopla tibio, el grillo estalla en notas musicales. / Voces amigas atraviesan del recuerdo. /Varias manos me asfixian, mi cuerpo/ Piñata en círculos se adormece por completo. /Disparos estallando en mi interior, /finalmente sonrío en vez de suplicar. / Mis enemigos lloran esta sempiterna condena en vida».
La anterior fue la escena montada al inicio de la Segunda Jornada del Poetón Por la Poesía digamos ¡Presente!, iniciativa de la reconocida poetisa nacional Eva Ortiz. El evento se llevó a cabo en el Centro Cultural Cabezas de Jaguar el pasado sábado 9 de noviembre en homenaje a Carlos Santos, periodista, escritor, dramaturgo y poeta salvadoreño actualmente radicado en Canadá.
Santos es el autor del poema arriba expuesto, Condena en vida, en el que rememora la tortura que sufriera siendo todavía un adolescente —precisamente un 9 de noviembre, hace 41 años— a manos de miembros de los escuadrones de la muerte en el cuartel de la policía en San Miguel, en 1983. Después lo trasladaron, junto a otro compañero capturado, al Castillo de la Policía Nacional en San Salvador y luego al Penal La Esperanza en Mariona. Carlos fue combatiente del Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP.
«La Segunda Jornada es un homenaje a este gran escritor y conmemora a todas las personas torturadas durante la guerra», manifiesta Ortiz, quien añade que el día para realizar el evento se cambió varias veces hasta que, al fin, por pura «coincidencia», quedó establecido en la fecha ya señalada. La poetisa también anunció que el próximo Poetón será en la Universidad de Oriente, en San Miguel, a petición de la misma entidad educativa.
El Poetón busca mantener vivas las utopías, las esperanzas y el vínculo del sector artístico con el pueblo al que pertenece.
Asustado —e inspirado— por Benedetti
Eva sostiene que es un error esperar a que las personas fallezcan para homenajearlas —«En vida, hermano, en vida»—, por esto decidió dedicarle esta Segunda Jornada a Santos (nacido en 1966), quien ha hecho muchos méritos a lo largo de su trayectoria.
Estudió Artes Escénicas en el Centro Nacional de Artes (CENAR) en su tierra natal y Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de México (UNAM). Ganador de certámenes nacionales e internacionales de narrativa y dramaturgia, su obra ha sido publicada en El Salvador, México, Chile, Cuba, Canadá, España e Inglaterra. Y, consecuente con su vocación humanista, ha fundado y dirigido diferentes grupos de teatro, talleres literarios y de cine alternativo.
Entre sus múltiples logros como literato, está la inclusión de uno de sus cuentos en la Antología Líneas aéreas, publicada por la Editorial Lengua de Trapo, Madrid, en 1999. La presentación del libro estuvo a cargo nada más y nada menos que de la leyenda de la poesía uruguaya, Mario Benedetti.
Pero, después de dicha presentación, «(…) la figura del escritor que desde adolescente llevaba en la cabeza como ideal literario y revolucionario cambió de golpe. “Éste es un viejo verde, cascarrabias y egoísta”, pensé a manera de consuelo». ¿Qué había sucedido?
Pues que Benedetti, durante el acto, «llegó al podio y empezó a leer un pequeño discurso, una protesta elaborada con anticipación contra los nuevos narradores americanos. Nos acusaba de ser hijos de la desesperanza, nos dijo que no comprendía cómo nuestras narraciones carecían de épica, que no importaba que en ese momento la utopía parecía derrotada, que nosotros teníamos el deber de narrar nuevas epopeyas, que él no comprendía nuestra ceguera generacional, que no sólo bastaba escribir bien, sino comprometerse», relata Santos.
Ofendidos, la mayoría de escritores abandonaron la sala, entre ellos el mismo Carlos. Posteriormente, la escritora y poeta Claribel Alegría invitó a Santos a una lectura de poemas de César Vallejo, la cual ella realizaría al día siguiente. Él asistió encantado… sólo para encontrarse con que también Benedetti estaba encargado de la lectura. Sin embargo, Carlos permaneció, pues se lo había prometido a Claribel, una de sus poetisas preferidas.
Al finalizar la actividad fue a saludarla. Ella le dijo entonces que le presentaría a la leyenda uruguaya, quien «se encontraba firmando autógrafos a un grupo numeroso de admiradores. Cuando el maestro estuvo libre, Claribel le explicó que yo era el joven escritor que representaba a El Salvador en el congreso de nuevos narradores, y que uno de mis cuentos aparecía en el libro de compilación de relatos que él presentó. Benedetti me vio de reojo, después me extendió la mano.
»—Todavía estoy pensando en encontrar la épica para escribirla— le dije a manera de broma.
»—Te voy a dar una —me replicó, serio—: “La dignidad” trata de ser siempre digno y no venderte al mejor postor. Cuando yo les dije que buscaran épicas que narrar, me refería a vivirlas también. De nada hubiera servido alabarlos, decir que me encontraba frente a un grupo de escritores con talento y engordarles el alma. Por eso preferí darles una sacudida y que pensaran sobre el futuro, el nuevo futuro que puede ser tentador si uno se desliga de las utopías, de la esperanza y del pueblo al que pertenece”».
Sobra decir que, tras estas palabras, Benedetti dejó de parecerle a Carlos «un viejo verde, cascarrabias y egoísta» para volver a ser uno de sus íconos.
Avanza el Poetón: recordando el ayer, denunciando el hoy y anunciando el mañana
Precisamente para que el sector artístico no se desligue «de las utopías, de la esperanza y del pueblo al que pertenece» y «no se venda al mejor postor» es que resurgió el Poetón, en cuya Segunda Jornada participaron ocho poetas (Iván Escobar, Noemí Anaya, Georgina Pérez —«Lidia Saravia»—, Manuel Barrera, Tania Molina, Francisco Figueroa, Eva Ortiz y Raquel Kanorroel), además de tres cantautores (Dimas Castellón, Ricardo González y Moisés Ramos).
En este segundo capítulo se rememoró la historia y a algunos de sus protagonistas, como fue el caso de Iván, quien aludió a la matanza del 32: «El traje de manta fue símbolo de persecución, vestimenta de la muerte, que pasó del pálido blanco al sangriento rojo…», o el de Manuel, quien imaginó estar al lado del excelso poeta García Lorca ante el pelotón fascista que lo fusilara, diciéndole: «¡Luce ante ellos el corazón de acero con el cual bruñías tus palabras en los jardines del Universo (…)!»
Georgina Pérez recitó un fragmento de su poema «El Monseñor de los débiles», en homenaje a nuestro santo Óscar Romero.
Por su parte, Dimas recordó a Roberto Franco (o «La Rana Aurora»), prominente titiritero miembro de las Fuerzas Populares de Liberación (FPL) y desaparecido el 23 de noviembre de 1983, poco tiempo después de que Carlos Santos fuese torturado. También a Arturo García, del Partido Comunista, quien fuera capturado antes que Franco y cuyo cuerpo fue encontrado en pedazos.
En cuanto a Tania, rememoró sus inicios en la vertiente izquierda del espectro político, «(…) de pie sobre todas las rebeldías, con zapatos de escuelera, avanzaba con descaro por la historia (…) y la muerte vino roja tan frecuente, y la vida se hizo en mí con tanta sangre, que adoleció de rojo para siempre mi horizonte». También recordó a la audiencia que «los muertos más terribles» son aquellos que aún están entre nosotros, muertos en vida en virtud del desencanto, la amargura o la corrupción.
Pero Georgina, luego de recitar un fragmento de su poema «El Monseñor de los débiles», en homenaje a Monseñor Romero, se decantó por versos de corte romántico y erótico bajo el amparo de la noche: «Solos, nocturnos, repletos de momentos oscuros, de insomnio, espacios de pasión y silencio apagados con palabras de amor (…)».
Francisco denunció la censura imperante, advirtiendo al público que, «(…) mientras más alaridos emita, más oportunidades tiene de perder. En el nuevo orden de la libertad de expresión sólo ganan quienes callan. Que coman mierda. ¡Pero la mierda también empacha!».
Eva verbalizó sucintamente, como suele ser su estilo, la ira que muchos sienten —y esconden— ante la continua decepción que suscita el sistema: «No me gustan los días con su traje de tibieza. Prefiero tener una rutina a quien dispararle con una escopeta». Y Raquel también compartió el mismo sentimiento, al expresar que «(…) la poesía no sirve para nada, sino sólo (…) para percibir el llamado a la guerra tras una hipócrita paz (…)».
Pero fue Noemí quien enunció el anhelo e hizo la pregunta de la gente más lúcida hoy día: «Quisiera quedarme un tiempo para ver una era de levadura nueva, con palabra de luz y batalla propia. ¿Será posible un nuevo sueño en este tiempo de rigidez (…)?».
* Periodista
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