Entrevistas
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Dimas Castellón, cofundador del grupo de Teatro Maíz, se prepara para su participación con mimo en la conmemoración de la masacre.
1932 y el espejito mágico de la cultura
Texto y fotos: Giuseppe Dezza
Febrero 7, 2025
En 1932 los militares salvadoreños, bajo las órdenes del entonces presidente militar Maximiliano Hernández Martínez, el digno matarife de las familias apoderadas de este paisito, masacraron aproximadamente 35 000 indígenas sublevados por el robo de sus tierras y las infrahumanas condiciones impuestas por sus nuevos dueños: los terratenientes, quienes sometieron a toda una población en un estado de esclavidud feudal.
Algunos estiman que posiblemente el número de los masacrados es mayor, lo cierto es que las «autoridades» no se molestaron en contarles.
En el café Pacamara en Juayúa, donde este 26 de enero se conmemoró este triste suceso, tuvimos la oportunidad de conversar con tres artistas históricos, quienes tienen una participación en el mundo cultural salvadoreño desde los años 70.
Desde entonces participan en el quehacer cultural y es importante escucharles y reflexionar sobre su punto de vista acerca de un hecho tan horroroso que marcó las vidas de decenas de miles de sobrevivientes de dicha masacre, y que influenció la historia a todos niveles, político, económico y cultural del pulgarcito de centroamérica: El Salvador.
Es imposible prescindir de este hecho si queremos comprender lo que viene después en la historia y, en este caso, lo que ha significado desde un punto de vista cultural, porque la cultura es el espejito mágico donde podemos vernos reflejados y tener una oportunidad para conocernos, aprender y seguir creciendo a nivel personal, comunitario y como nación, si queremos.
Donald Paz: «Las verdaderas historias prohibidas del Pulgarcito no se han escrito»
En la época de los 70, con Dimas, con Franklin y otros más, fuimos parte de la lucha que se realizó. Nosotros participamos también en la creación del movimiento cultural que se llamó Movimiento de la Cultura Popular, pero eso tuvo todo un proceso que sería en otra plática, tal vez explicarte ese proceso, porque el movimiento de la cultura popular fue la culminación. Pero esto viene con muchos artistas que venimos de la Escuela de Artes del Bachillerato en Artes. De ahí viene todo un movimiento donde hay pintores, músicos y teatreros y luego nos encontramos con el Yolocamba Ita, que es donde viene Franklin, Paulino Espinoza. Pero ellos vienen de otro sector jesuita, del Externado San José. Yo considero que Franklin fue, ha sido y es como la figura más representativa, más coherente también de los que vienen de por ahí.
Ahorita me parece que hay una fiesta económica, pero de la clase media alta para arriba.
Hoy estamos conmemorando la masacre del 32 y recordando. ¿Qué significa ese acto que se dio en la actualidad?
En este país no tenemos historia. Prácticamente no hay un registro histórico. Y si hay, es una historia oficial. Entonces la masacre del 32, como ves, muy poca gente la recordamos. Si vos ves, incluso los indígenas ni participan muchas veces en estas actividades, yo tengo varios años de participar y generalmente venimos mucha gente de San Salvador, y si ves, la presencia indígena es casi inexistente. ¿Por qué? Habría que preguntárselo a ellos. Yo puedo hacer elucubraciones. Hace como tres años yo me fui al mercado de Izalco, hice como que andaba perdido y le preguntaba a la gente en el parque: «Miren, ¿dónde es el evento (de la conmemoración de la masacre)? Nadie me lo decía, nadie sabía, ni cuenta se daban. Entonces, es un país que no tiene historia, que tenemos historia, pero que esa historia no está escrita, no está registrada. Y acordate que también la historia es contada desde diferentes puntos de vista.
Yo digo que las verdaderas historias prohibidas del Pulgarcito no se han escrito, como que si todavía está muy fresca nuestra historia contemporánea, nuestra historia reciente. Hay muchas heridas, muchos odios que todavía no han sanado. Pero yo creo que sí es importante que se escriba la historia salvadoreña. Tratemos de contarla de una manera objetiva, no tomando partido, ¿me entendés? Ahora, esto para mí es parte de lo que considero que es la cultura salvadoreña.
Voy a explicar por qué yo considero que la cultura que se ha desarrollado en nuestro país es una cultura de violencia y de odio, y el 32 es un episodio más, la guerra que vivimos también en los 70, 80. Odio ¿me entendés?, y violencia, las maras, cultura de odio y violencia.
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Donald Paz, cofundador del MCP, considera que no hay registro de la historia y, si lo hay, es de una historia oficial.
Todo se arregla por la fuerza, por la violencia. Y eso es a partir de nuestra historia. Yo pienso que van a pasar varias generaciones para que, espero, se apacigüen los odios que todavía mantenemos los salvadoreños. Quizás parezca ingenuo, pero me parece que una lucha que tendríamos que dar es desterrar esos odios para tratar de construir un país diferente.
Yo me considero estar en el sitio de los idealistas, de los románticos, de los utopistas. Porque en realidad lo que temo es que dentro de otros años haya otro conflicto.
Pero todo eso, obviamente tiene que ver con la salud mental, ¿verdad? Para superar esos traumas, este odio, esta violencia, está la cultura, el arte, una de la claves necesaria para la superación de esto.
En este país casi a nadie le interesa desarrollar la cultura y el arte. No es que sea pesimista, pero aquí a ningún gobierno, hasta ahora, le ha interesado desarrollar la cultura, el arte como parte de la superación del país. Un país sin arte es un país sin imaginación. Yo creo que a nuestros gobernantes, a todos los que hemos tenido y a los actuales, incluso lo único que les sigue interesando es que seamos mano de obra barata. Entonces, ¿para qué culturizar mano de obra barata en el país y mano de obra barata para exportación, para que envíen remesas? ¿Para qué crear fuentes de trabajo? Es la mano de obra barata. Se exporta y manda dinero. Tal vez soy pesimista, no sé.
Y yo creo que otra clave en este país son las injusticias sociales. Porque ahorita me parece que hay una fiesta económica, pero de la clase media alta para arriba, pero abajo, hermano, está cabrón.
Dimas Castellón: «Los artistas debemos estar siempre al lado de los movimientos sociales»
Mi nombre es Dimas Castellón, actor de profesión, egresado del Centro Nacional de Artes en 1977. Aquí andaba Donald Paz también, que fuimos cofundadores del grupo de Teatro Maíz, un grupo de investigación expresiva en el que hacíamos trabajos de investigación sobre la la cultura prehispánica, la invasión española y todo eso en la época, a finales de los 70 y principios del 80, anduvimos haciendo este trabajo cultural, de militancia política, con el movimiento de la cultura popular.
Fue más de una década de militarismo, de dictadura militar después de la masacre del 32.
Mi presencia aquí se debe a que fui tomado en cuenta en el Programa Artístico Cultural en conmemoración del 93 aniversario del genocidio, de la masacre de 1932, que como decía un tata ahí, se maneja que eran fueron 30 mil, pero él maneja que fueron más de 50 mil asesinados, entonces todavía en la historia quedan vacíos por investigar.
Personalmente, durante el conflicto armado di todo mi aporte al movimiento social a través de mi arte. Mis armas eran las artes, sobre todo la música popular, durante el conflicto armado hice canciones específicamente para concientizar a la población de la necesidad de organizarse, de luchar por un país mejor.
También canciones alegóricas a los primeros combatientes para levantarles la moral, de reconocimiento a nuestros líderes sociales que hemos tenido, como Feliciano Ama, Francisco Sánchez, Anastasio Aquino, Farabundo Martí, Juan Chacón, María Elena Salinas, etcétera. Las canciones que he realizado han sido con base en un contexto histórico determinado. Cada canción habla de un contexto, de un hecho, de una masacre, de un desaparecimiento, como el caso de Roberto Franco y muchos artistas también del movimiento de la cultura popular que se quedaron atrás de la historia de esta carreta que seguimos jalando sin bandera.
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Dimas egresó del Bachillerato en Artes y fue miembro del Movimiento de Cultura Popular (MCP).
En este momento, el tema de las minerías, el no a las minerías y el sí a la vida es un tema bien interesante porque está aglutinando a muchos sectores sociales que están organizados de manera aislada. Y esto se está convirtiendo en un bloque de resistencia contra el régimen actual para hacerle frente al cierre de ese plan de muerte como es la minería.
Pensando que hoy estamos conmemorando el aniversario de la masacre del 32, ¿qué tan importante es la cultura a nivel de la memoria histórica y de la valorización de la historia y la cultura de este país?
La cultura nuestra en particular es la cultura artística. Y esto es importante. En primer lugar esta actividad, este día, tiene que ver con la cultura. Tiene que ver con un hecho histórico que marcó la vida de este país. Fue más de una década de militarismo, de dictadura militar después de la masacre del 32. Y costó levantar bandera. Mi participación es porque yo, desde un principio, desde los años 70, prácticamente desde el 76 que formamos el grupo de Teatro Maíz, el nombre de «Maíz» lo retomamos como para hacer un trabajo cultural enfocado en rescatar los valores de nuestra cultura, de la cultura del maíz, que se da en toda Mesoamérica. Y como como dije ahora, antes de cantar mis canciones, la primera canción Los criollos, que es una protesta a la invasión y a la conquista española y un repudio también a esa independencia burguesa que impulsaron los criollos.
Creo que los artistas debemos estar siempre al lado de los movimientos sociales. Tenemos que estar creando obras también en la parte musical, en la parte de la poesía, en la parte del teatro también, que coadyuven a este esfuerzo de liberación que persiste todavía. Yo no tengo una mentalidad pesimista. Estoy consciente de que este pueblo lleva más de 500 años, 524 más o menos, de estar en resistencia contra una cultura impuesta y que persiste todavía.
«Tenemos que enfocar esfuerzos en detener la minería porque es un problema, no político, es un problema de vida o muerte». Dimas Castellón
Como decía al principio, el problema aquí es la tenencia de la tierra; desde que nos quitaron las tierras a nuestros abuelos, pues se adueñaron de ella y han hecho lo que quieren con la tierra. Hoy, por último, ya no les basta robar las tierras sino que ya lo que quieren es, con eso de las minerías, contaminar todos los mantos acuíferos de este país y entonces sí, yo creo importante, y es un mensaje que puedo enviar a todas las personas que tengan la oportunidad de escuchar o de leer esta entrevista: tenemos que enfocar esfuerzos en detener la minería porque es un problema, no es un problema político, es un problema de vida o muerte, porque está en juego incluso la República.
Y los únicos que van a poder tratar de emigrar a otros países a buscar algún pequeño paraíso que les brinde algún río no contaminado, van a ser los millonarios, los que han defraudado, los que están destruyendo nuestro nuestro país. Entonces, sí estoy presente siempre con el movimiento social, estoy apoyando en la medida de lo posible y ahí vamos. Ahora estamos hablando con Santos, el compañero, el Tata que hizo la invocación al principio para pedir permiso a los abuelos para este evento, el 22 de febrero que fue la masacre de Las Hojas. Va a haber un acto de conmemoración también y ya quedé comprometido para participar con ellos.
Franklin Quezada: «[El 32] fue como otra conquista, como otra colonia, como otro proceso de invasión»
Soy músico y cultor salvadoreño, dedicado al interés por la cultura, la educación, las artes. Desde mi primera infancia me formé desde ahí. En la transición de ser niño a ser joven conviví bastante con personajes como Rutilio Grande, como Apolinario Serrano, Polín. Personajes que determinaron el curso de una historia de organización popular muy masiva en El Salvador con la que se generó la creación del Bloque Popular Revolucionario en 1975.
Yo trabajé desde mis 12 años en el rescate o en la búsqueda. Quería aprender sobre las músicas y las tradiciones, la herencia y la sobrevivencia de la cultura milenaria de estas tierras prehispánicas. Las culturas lenca, la cultura sobre todo pipil de Sonsonate. Yo viajaba a mis 12, 13 años a grabar sones de los músicos de las cofradías, a investigar sobre el idioma, sobre las tradiciones y la identidad cultural indígena. Pero también sabía que el año 32 era un referente de un hecho sociopolítico, socioeconómico, que ha sido estudiado por por algunos investigadores y pude tener acceso, pues, a Thomas Anderson, sus relatos sobre los hechos y los sucesos trágicos de 1932. Roque Dalton eran para mí referencias importantes.
Entonces, el año 32 marca un punto de importancia para quienes quieren conocer la historia posterior al 32 que es una historia de una tiranía militar que se postergó en el poder por muchísimos años y que fueron los que permitieron que el pueblo se cansara y se organizara en la década de los sesentas y setentas con mayor auge.
El 32 marca como una inflexión, un punto importante de análisis para entender la historia posterior a los años treintas.
Yo fui parte de los que construimos el movimiento de la cultura popular, que era un poco el sector artístico del BPR, del Bloque Popular Revolucionario. Llegamos a aglutinar a cientos, casi a más de mil artistas populares de diversas disciplinas. Las últimas integraciones eran ya de todas las carpas circenses, de las familias circenses que andaban en el país, con sus carpas como gitanos, un poco como nómadas, haciendo su vida, buscándose el sustento a través del espectáculo de los circos populares, de los circos callejeros o los circos en las fiestas patronales.
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Franklin Quezada, cofundador del grupo YOLOCABA I TA y del MCP recuerda que en este último se organizaron cientos de artistas.
Ese sector con Chirajito y con varios artistas emblemáticos y dirigentes circenses, se estaban incorporando ya los músicos de la Sinfónica Nacional y, la verdad, estaban ya también integrándose. Y teníamos ya un fuerte sector de músicos. Había unos ocho o nueve grupos de música, unos cuatro o cinco grupos de teatro. Y muchos poetas, muchos fotógrafos, cineastas y personas dedicadas a las comunicaciones, periodistas y gente de la cultura en el ámbito amplio de la gran sombrilla que es la cultura.
Es decir, la cultura abarca muchas áreas, mucho campo. El asunto es que siento que el 32, al igual que el año 1833 con Anastasio Aquino, marcan gestas históricas de movilización popular en torno a objetivos comunes de liberación que marcaron a nuestra generación, o sea, a la mía, por lo menos, decididamente.
Mi juventud primera, además de estar rodeado de jesuitas como Rutilio Grande, como Segundo Montes y de inmediato también con figuras como Monseñor Óscar Arnulfo Romero. O sea, el tener cierto contacto con estas personalidades lo marcó a uno y por supuesto, la base paternal de mi padre biológico, José Francisco Quezada López, era un hombre, un pedagogo muy activo y un hombre de la cultura, un hombre dedicado a la educación y a la ciencia del cómo educar y cómo mejorar la educación en el país, alguien muy influyente, de mucha beligerancia en el rubro de la educación. Es sin duda un poco subutilizado por el statu quo, porque (el poder) eran militares con mayor ignorancia que la de cualquiera. Y era complejo. Pero mi padre tuvo una postura también muy atinada, muy consecuente ante la lucha revolucionaria. Decidió ser colaborador. Y ese ejemplo, el legado de mi padre, un legado ejemplar, sus consejos fueron cosas que marcaron mi actuación de aquellos años, pero mi actuación sucesiva, o sea yo, en esos años tempranos de mi juventud, logré entender que había ciertos principios, ciertas ideas de base, que eran como la razón de mi lucha, de mi interés por participar en los cambios del país, en la revolución. Hacer la revolución era como hacerla primero adentro de uno mismo, intentar ser mejores, ser el hombre nuevo, de la calidad que el Che decía que tenía que haber en lo humano.
Yo lo fui mezclando desde mi infancia también con el hombre que busca su identidad pasada, su herencia cultural. Con una abuela Maya-Chortí. Una abuela materna, indita, muy morenita, muy chiquitilla, muy chortí de verdad, en todos los sentidos. Bien chiquitilla, pero muy maya. Y yo aprendí cosas fundamentales, por lo menos me atrajo esa parte de mi identidad, que era lo indígena. Entonces, toda la vida he estado cercano a los indígenas, y el año 32 fue una masacre básicamente de pueblos originarios, a mí me marcó cada vez más. Todos los años yo voy a Sonsonate, pero vengo a Izalco o vengo a Juayúa. Me parece interesante que ocurra también en Juayúa. Entonces, el 32 marca como una inflexión, un punto importante de análisis, ¿para qué? Para entender la historia posterior a los años treintas.
El indígena tuvo que transformarse,
que disfrazarse de campesino y comenzar a llamarse «campesino», ya no indígena.
Una masacre de decenas de miles de personas, sobre todo indígenas. Y también la fractura que hubo en la evolución cultural natural que había de esas comunidades indígenas, por ejemplo, cómo era prohibido que tocaran sus instrumentos como la marimba de arco, o que vistieran sus cotona blancas, sus ropas tradicionales, el indígena tuvo que transformarse, disfrazarse de campesino y comenzar a llamarse «campesino», ya no indígena, ya no de Nahuizalco, ya no de Juayúa, ya era campesino, con la idea de proteger su vida y la de sus familias, entonces la sobrevivencia dependió del ocultamiento de la identidad, de cosas importantes, como el idioma.
Entonces ese hecho marcó un rumbo también de generación de conciencia. Conciencia histórica. Mucha gente habla de la memoria histórica, pero yo creo que hay que hablar de la memoria histórica en el contexto de la conciencia histórica, personal y social. O sea, las sociedades generan modelos o adoptan conductas de conciencia social a partir de hechos y de sucesos que la marcan. Y claro, esa masacre que fue injusta, que fue dolorosa y que fue a todas luces inhumana, marcó el humanismo y la justicia con la que otras generaciones posteriores hemos querido reaccionar ante la historia y ante el presente, y sobre todo, soñar ante un futuro mejor posible.
Entonces es quizá el electromagneto que nos atrae siempre al hecho del 32 es que es un punto de inflexión, donde había una historia de identidad que pudo haberse mantenido más tiempo y que fue rota. Fue como otra conquista, como otra colonia. Como otro proceso de invasión a tierras ajenas.
El indígena no veía a la tierra como un hecho de posesión, como poder ser dueño de la tierra. La tierra, la Madre Tierra no tiene dueños. Esa es la filosofía indígena desde siempre. Nadie puede ser dueño de la tierra, al contrario, nosotros somos hijos de ella. Entonces, ese asunto de mi cercanía con lo indígena desde mis últimos 50 años o 60 años, me han marcado mucho. Entonces el 32 tiene que ver con esa búsqueda de identidad y la reafirmación y la fortaleza de la identidad.
Entonces, uno va a la historia para tomar de ahí las razones que lo motivan a uno para seguir adelante construyendo historia. Y ahí va un poco el objetivo, el propósito de estar presentes, de ser consecuentes, de ser conscientes, pero también de ser empáticos con una verdad que existe en la historia, o sea, la búsqueda de la verdad por periodistas, artistas, filósofos, nos ha movido durante milenios. Y esa búsqueda por una verdad, si quieres, espiritual, emotiva, no necesariamente intelectual, pero una verdad sentimental, emotiva, es algo más complejo, pero es más sutil. Y también es algo más hermoso porque tiene que ver con el acto creativo. O sea, el no quedarse dormido en el sueño de lo que ya está hecho, sino soñar en lo que no está hecho, en pensar en las nuevas rutas, en los nuevos caminos, en la expresión de las artes. O sea, es la expansión de las artes como un vehículo de comunicación humana para mejorar la convivencia humana. Ese es en el fondo, el propósito grande del verdadero y del más genuino cultor social.
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Franklin, Dimas y Donald continúan cruzando sus caminos y encontrándose con sus corazones cerca de los «pequeños» y los «olvidados».
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